Covid-19 en Colombia: ¿Cuántas dosis más tendremos que ponernos?
En este punto de la pandemia y del proceso de vacunación hay varios interrogantes por resolver: ¿Necesitaremos una cuarta dosis? ¿Cómo financiará el país ese escenario si ya ha pagado más de $4 billones? Tal vez, intuyen algunos científicos, empiece a suceder lo mismo de la influenza.
Sergio Silva Numa
Juan Diego Quiceno
En un apartado del libro Contagio, la evolución de las pandemias, David Quamenn contaba que a quienes trabajan investigando sobre epidemias hay un tema que suele rondar en sus cabezas: ¿cuál será la próxima pandemia? Por lo general, están acostumbrados a que se lo pregunten y a veces lo comentan en los pasillos de sus laboratorios. Quamenn, autor del libro, respondía el interrogante más adelante. “Ahora que disponemos de manera generalizada de antibióticos modernos, que reducen la amenaza mortal de las bacterias, podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que el origen de la próxima gran pandemia será también un virus”.
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En un apartado del libro Contagio, la evolución de las pandemias, David Quamenn contaba que a quienes trabajan investigando sobre epidemias hay un tema que suele rondar en sus cabezas: ¿cuál será la próxima pandemia? Por lo general, están acostumbrados a que se lo pregunten y a veces lo comentan en los pasillos de sus laboratorios. Quamenn, autor del libro, respondía el interrogante más adelante. “Ahora que disponemos de manera generalizada de antibióticos modernos, que reducen la amenaza mortal de las bacterias, podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que el origen de la próxima gran pandemia será también un virus”.
La primera vez que Quamenn, periodista, publicó ese libro fue en 2012. Con la aparición del SARS-CoV-2 se popularizó porque, entre otras cosas, había planteado la posibilidad de que un coronavirus estuviera en la lista de causas. En varias entrevistas se burlaba de la osadía de los medios al venderlo como un “gurú”. “Solo escribí lo que me explicaban los científicos”, contestaba una tras otra. (Puede leer: Covid-19, vacunas y menstruación: esto es lo que sabemos)
En algunas volvía sobre una idea que, según él, quienes estudian los virus vienen advirtiendo hace tiempo: “Los científicos me dijeron que la próxima pandemia sería causada por un virus con la capacidad de evolucionar rápidamente, quizás una influenza o un coronavirus”, le dijo a este diario el año pasado. Ambos son un riesgo mayor para el planeta, repetía.
A lo que se refería Quamenn, al meter en la misma bolsa estos virus, era a que compartían elementos que los hacían semejantes. “Las gripes”, anotó en su libro, “están muy bien adaptadas a la transmisión aérea, por lo que una nueva cepa puede dar la vuelta al mundo en cuestión de días”. Hablar de influenza hoy es útil, porque es tal vez el mejor ejemplo para entender en dónde estamos parados en la pandemia del covid-19 y qué veremos en los próximos meses. Quienes han seguido de cerca el curso del coronavirus no hacen más que repetir que, posiblemente, nos espera una dinámica similar a la de esta enfermedad.
Su semejanza podría ayudar a responder una inquietud que hoy muchos se hacen: ¿Cuántas dosis de vacunas más tendremos que ponernos? ¿Habrá en Colombia, como ya lo ha hecho Chile o Israel, una cuarta dosis este 2022? ¿El próximo año también tendremos que acudir a los centros de salud a recibir pinchazos?
La respuesta corta es que nadie lo sabe. “Hay que partir de un punto: esta pandemia nos ha permitido presenciar un gran espectáculo de cómo se hace ciencia. Hemos visto en tiempo real, y en medio de la incertidumbre, los métodos, los análisis que deben hacerse para descifrar una nueva infección o para estudiar una nueva variante”, dice Jorge Gómez Marín, Ph. D. en ciencias biomédicas y profesor de la Universidad del Quindío. “Pero en la fase en la que nos encontramos, lo más posible es que con el coronavirus ocurra lo mismo de la influenza”. (Le puede interesar: El 43% de los niños en Colombia todavía no se han vacunado contra el covid-19)
“Sí, creo que la referencia que debemos tener es la influenza estacional”, añade la farmacoepidemióloga y directora del Centro de Medicamentos, Información y Poder de la U. Nacional, Claudia Vaca. “Eso ayuda a abordar muchas preguntas importantes que debemos hacernos: ¿Es necesario generalizar la aplicación de la tercera dosis? ¿Es extremo hablar de una cuarta? ¿Cómo sostener una vacunación ‘eterna’?”.
¿Por qué sirve hablar de influenza?
Nükhet Varlik, profesora de historia de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, escribió en The Conversation un texto a finales de 2020 que empezaba con una pregunta: “¿Cuándo acabará esta pandemia?”. Inmediatamente arrojaba una pista: “La historia sugiere que las enfermedades desaparecen, pero casi nunca desaparecen del todo”. Más adelante completaba su idea al explicar que las enfermedades infecciosas son tan antiguas como la humanidad y debemos acostumbrarnos a convivir con ellas. “La mayoría están aquí para quedarse”, anotaba.
Eso es lo que ha sucedido con la influenza. Quienes estudian la historia de la medicina tienen registros de hace cientos de años que les sugieren una posible presencia de ese virus. Por solo mencionar uno de los múltiples ejemplos: una carta de 1562 recogida por la profesora mexicana Guadalupe Ayora Talavera da señales de los síntomas que padecía la reina María I de Escocia y parte de su corte. Tos, dolor de cabeza y estómago, así como debilidad, eran algunas de las dolencias. Unos habían muerto y otros, como la reina, la padecieron varios días en la cama.
Pero el virus de la influenza, culpable también de la gran epidemia de 1918, solo se aisló de un paciente humano hasta la década de 1930, disipando así una vieja duda: no eran las bacterias las culpables, sino unos organismos mucho más diminutos. La primera vacuna llegó en 1960 y, con los años, la ciencia comprendió que no había otro remedio que producir (o actualizar) una vacuna nueva año tras año. Al ser un virus que cambia constantemente, una red de centros en 114 países se comprometieron a vigilar constantemente su circulación. Eso les permite observar cuáles serán los más comunes para la próxima temporada y utilizarlos para fabricar una nueva vacuna. (Puede interesarle: El tal “coronadengue” es en realidad una coinfección detectada desde 2020)
Para decirlo en términos un poco más técnicos, la influenza es una infección respiratoria muy transmisible. Es causada por tres cepas (A, B y C) que han mutado con el tiempo. Aunque usualmente los niños son el primer grupo infectado y tienen altos porcentajes de hospitalización, la mayoría de muertes en el mundo (y Colombia) ocurren en personas mayores o con comorbilidades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que las epidemias anuales de influenza causan entre 3 y 5 millones de casos graves a nivel global y de 290.000 a 650.000 muertes.
En el caso de Colombia, desde 2008 se dio inicio a la vacunación universal contra la influenza en niños y niñas menores de cinco años a través del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI). Con los años amplió la vacunación a otros grupos de riesgo, como mujeres en estado de gestación, población con enfermedades crónicas persistentes, personal de salud y adultos mayores de 60 años, que deben aplicarse una dosis de refuerzo cada año.
Y justo eso, como explica la epidemióloga Silvana Zapata, es lo mismo que puede ocurrir con las vacunas contra covid-19. Es decir, podrá haber “refuerzos cada año para la población más vulnerable: personas mayores de 60 años y con comorbilidades”.
¿Será así? Pese a que no logramos conversar con voceros del Ministerio de Salud de manera oficial, varios funcionarios nos aseguraron que ese es, de hecho, uno de los planes que están discutiendo. Es muy posible que la vacuna contra el covid-19 entre a hacer parte del PAI. Zapata cree, como todas las personas consultadas para este artículo, que es lo que terminará sucediendo. (También puede leer: Bajo acceso a la educación pudo aumentar las muertes por neumonía en Colombia)
La pregunta es, entonces, cada cuánto deberían ponérsela esas personas y cómo pagarla con un sistema de salud siempre en apuros financieros. La profesora Vaca guarda la esperanza de que al incluirla en el PAI se permita hacer compras de vacunas genéricas a precios mucho más baratos que el que negoció el Gobierno con las casas farmacéuticas.
En las vacunas contra el covid-19 Colombia ha gastado $4,3 billones (con corte al 21 de noviembre de 2021), mientras el presupuesto del PAI, que contempla 21 vacunas para 26 enfermedades, fue de poco más de $409.710 millones para 2020.
¿Y si aparece una nueva variante de covid-19?
Hay una buena analogía para comprender lo complejo que resulta tomar decisiones en este punto de la pandemia: imagine que luego de leer este texto debe tomar una decisión sobre qué ropa utilizar para pasar el resto del día fuera de su casa, en Bogotá. Si se asoma a la ventana podrá ver el sol, y eso le permitirá saber con cierta certeza que en las próximas dos o tres horas no necesitará un paraguas. Pero será imposible saber si, al cabo de un buen rato, lloverá torrencialmente.
La analogía le pertenece a un funcionario del Gobierno que está involucrado en las decisiones relacionadas con la compra de vacunas y que prefiere no ser nombrado. La utiliza para explicar que, con la llegada de ómicron, tienen un poco de claridad sobre lo que necesitan a corto plazo, pero es muy complejo saber con precisión qué sucederá el año que viene. “Planear con esa incertidumbre es muy difícil”, dice.
La aparición de una nueva variante, el tiempo que pueda durar la inmunidad adquirida naturalmente o por las vacunas son algunos de los elementos complejos de ponderar a la hora de decidir qué paso dar. Otro es, claro, si los esquemas actuales pueden proteger ante futuras mutaciones. Sin embargo, cuenta, también esperan que el covid-19 termine comportándose como una influenza donde las vacunas “atacan” al virus predominante cada año. (También puede leer: ¿Quiere aumentar su esperanza de vida 10 años más? Empiece por cambiar su dieta)
Por ahora los cálculos del Ministerio de Salud es que en mitad de año, antes de que Duque deje el poder, el 80 % de los habitantes tengan mínimo dos dosis y un 70 %, al menos, cuente con la dosis de refuerzo. El 90 % debe tener una dosis. “Dependiendo de lo que suceda de aquí a mitad de año, habrá que tomar nuevas decisiones”, aseveró.
¿Habrá cuarta dosis? ¿Se les aplicará a los niños y niñas un tercer pinchazo? Intentar responder esas preguntas es moverse en el terreno de la especulación, pero hay unos elementos que permiten hacerse una idea de lo complejo del asunto. El primero es que, como se sabe, las vacunas que están en el mercado son efectivas para prevenir la infección grave y la muerte por covid-19 y que su tarea principal no es evitar el contagio.
El segundo tiene que ver, como lo recordó la OMS el pasado 22 de diciembre, con que se ha detectado una reducción de mínima a modesta de la protección generada por las vacunas contra la enfermedad grave durante los 6 meses posteriores a la administración del esquema. Dicho de otro modo, la eficacia de la protección contra la covid-19 grave de las vacunas de Pfizer/BioNTech, Moderna, Johnson & Johnson y AstraZeneca disminuyó en aproximadamente un 8 % durante un período de 6 meses en todos los grupos de edad (en adultos mayores de 50 años, un 10 %, y en los mayores de 50 años, un 32 %).
El tercer punto que es importante tener en cuenta es, como también ha pedido la OMS, que los refuerzos sean priorizados para los grupos con mayor riesgo de padecer covid-19 grave. Pero a los ojos de Silvana Zapata, los países, especialmente los que están aplicando una cuarta dosis, parecen no escuchar. “Lo han hecho como una respuesta a un pico y no basados en datos”, asegura.
En el medio de todo esto está otra incertidumbre: ¿Cuánto tiempo puede durar la protección generada por una primera dosis de refuerzo? Resolver esa duda requiere de paciencia y de estudios más robustos que detallen el comportamiento del sistema inmune. Aunque los anticuerpos han sido el marcador más frecuente de medir, la inmunidad no consiste en hacer un simple test de anticuerpos. Quienes estudian esta rama de la medicina, prefieren verlo como el “sistema de defensa” de un país en el que hay desde infantería (anticuerpos), hasta caballería, fuerza naval y fuerza aérea. (Le puede interesar: “Visite un parque natural”: la nueva receta que prescriben los doctores en Canadá)
De este último grupo hacen parte las células t, CD4 y CD8, mucho más difíciles de medir, aunque no todo han sido malas noticias. Un estudio publicado en Nature el 31 de enero mostró que el 70-80 % de la respuesta de estas células se mantuvo en los grupos estudiados, tras el pico de ómicron. Analizaron personas con inmunidad natural, vacunadas con esquemas de Johnson & Johnson y Pfizer-BioNTech y pacientes convalecientes de covid-19 no vacunados.
A la espera de buenas noticias
Mientras todas esas dudas se despejan, hay otras noticias que este año mantendrán a los gobiernos a la expectativa. Una está relacionada con el desarrollo de vacunas que puedan cortar la transmisión. “Es muy probable que en el futuro las necesitemos. Por ejemplo, dosis intranasales que doten inmunidad en la mucosa de revestimiento de las vías respiratorias”, señala el doctor Carlos Álvarez, infectólogo y profesor de la U. Nacional.
De hecho, Bharat Biotech, una farmacéutica india que ocupa los primeros lugares en la lista degrandes productores de vacunas, obtuvo a inicios de enero de 2022 la autorización en su país para iniciar un ensayo de fase 3 de su aerosol nasal, que debe ser administrado como refuerzo.
La otra gran noticia que puede ayudar a cambiar el curso de la pandemia son los antivirales. Hay dos que están conquistando el mercado: el paxlovid, de Pfizer, que ha demostrado una disminución de la muerte u hospitalización del 87 %, y el molnupiravir (Lagevrio), desarrollado por la farmacéutica Merck Sharp & Dohme, que ha demostrado disminuir la muerte o la hospitalización en un 30 %. El primero aún no ha llegado a Colombia; el segundo fue aprobado hace dos semanas, pero tiene un valor en el país, como supo El Espectador, que también pone a pensar a más de uno: US$280 por tratamiento. Después de todo, como le decía al portal de noticias de la U. de Harvard el profesor William Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública TH Chan de esa universidad, “la selección natural es la fuerza más creativa que conocemos. Eso significa que el virus puede tener (aún) trucos bajo la manga”.