Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A eso de las 11 de la mañana del 28 de junio pasado, mientras conducía en plena carretera Girardot-Bogotá, recibí varias llamadas de números desconocidos que no pude atender. Sin embargo, gracias al eterno trancón de la vía, logré contestarle a mi amiga Tatiana Andia que llamaba a comentarme que a las 2 de la tarde, de ese mismo día, la doctora Carolina Corcho nos invitaba a la primera reunión del equipo de empalme del gobierno de Gustavo Petro.
Escuchaba emocionada el evento de lanzamiento del informe de la Comisión de la Verdad, que se transmitía en directo por la emisora de la Universidad del Tolima, y recordaba la convicción con la que mi mamá, unas semanas antes, veía a Petro como el presidente indiscutible, mientras la familia completa analizaba con angustia los resultados de la primera vuelta electoral. (Puede leer: Reportan nuevo caso de viruela del mono en Colombia. El contagio sigue siendo bajo)
Mi mamá murió el 15 de junio con su certeza. Nosotros celebramos entre lágrimas los resultados de las votaciones del 19 de junio, entonando la internacional -que fue un arrullo de la infancia en las reuniones del sindicato a las que ella nos llevaba-.
Contra todo pronóstico vial logré llegar, entusiasmada y corriendo, al Hotel Hilton de Corferias ese 28 de junio. El salón estaba lleno. Éramos la primera línea del empalme social. Habría luego una convocatoria más amplia para hacer participativo todo el proceso.
Muy rápido nos reunimos por subsectores. En salud casi todos los doce éramos conocidos, con un par de excepciones -Jaime Urrego, el coordinador programático de salud en la campaña del Pacto Histórico-, y el Representante José Luis Correa. (Le puede interesar: Malnutrición, infecciones respiratorias y malaria: el panorama de salud de refugiados)
Sería una tarea ad honorem y de tiempo completo hasta el 6 de agosto, nos dijeron. Exagerados, pensé.
Y fue de tiempo completo. El informe final de salud se entregó el lunes 25 de julio y el informe final del empalme el 28 de julio.
Dos semanas de largas reuniones. Una primera ronda de los doce con las cabezas del sector y las entidades adscritas y otra semana con los niveles medios en las que participó un grupo más amplio de personas, que crecía y crecía conforme pasaban los días. El grupo amplio, de segunda línea, se conformó en una convocatoria que era una mezcla de varias bases de datos y sugerencias autónomas, pero con lineamientos específicos sobre la formación y la capacidad técnica y sobre el enfoque de género, etnia y territorio. (También puede leer: Un paciente con VIH logra la remisión del virus. Es el cuarto del mundo)
El empalme popular fue en serio, como bien lo resumió, emocionada hasta las lágrimas, Claudia Naranjo:
“En total participamos 280 personas, la mayoría mujeres (67%), con delegaciones de organizaciones de las regiones del país, del movimiento indígena, de comunidades negras, afrodescendientes, palenqueras y raizales, de la comunidad LGBTIQ+ y una interesante combinación de personas mayores y jóvenes. Nos dividimos en grupos de entidades por las afinidades misionales y desarrollamos 156 reuniones en un par de semanas. Nos acercamos a los puestos de trabajo de quienes consideramos colegas, trabajadores y trabajadoras por la salud. Nos tratamos con respeto y total consideración…”
Llenamos formatos en Excel, Arial 8; en Word, Arial 12; y online, en Verdana 10. La sistematización del registro de información, si se usa en pleno, es ya una ganancia enorme. No para un empalme, pero sí para el seguimiento y la evaluación del gobierno.
En vivo y en directo padecí de nuevo el machismo de la izquierda del que hui en mi tierna juventud (agravado en la derecha, pero “geno y fenotípicamente” distintos). (Puede interesarle: Se cae otro de los grandes mitos sobre la vitamina D)
El “unos más iguales que otros” rondó de inicio a fin:
- Los que llenaban tablas, conducían reuniones, analizaban datos y compartían refrigerios y los que conspiraban, lagarteaban o adulaban.
- El par de cabezas del sector antipáticos y tensos por la molesta democracia o por el resentimiento a las diferencias públicas en pandemia y los funcionarios, secretarias y celadores conocidos que saludaban amables, sonrientes y cálidos.
- El machismo de la izquierda y la derecha que se juntan en el diálogo cómplice entre hombres que se conocen, que se codean y que ignoran a la mujer -que ya es ministra designada- y los silenciosos que incluyeron en la agenda a las mujeres, a las indígenas y LGBTIQ+ presentes, no por cortesía, sino por reconocimiento a su inteligencia.
- Los atuendos típicos y coloridos y la ropa casual de los que recibieron los informes, que viajaron con sus propios recursos, y que resaltaban entre los trajes elegantes de algunos funcionarios, pero más sus brillantes intervenciones (me refiero a Lili Chindoy y a Cristina Caicedo).
Y como pasa siempre, el tiempo y la interacción permitió comprender mejor a los conocidos, conocer nuevos amigos, mejorar las percepciones y superar los prejuicios.
La ministra designada estuvo en pocas reuniones. Una Carolina Corcho fue la que instaló el empalme y otra la que lo cerró. Cambió el tono. Entendió, sin renunciar a su discurso, la condición de designada. Habló y movilizó a sus bases y, hasta ahora, ha surfeado sobre las olas del apocalipsis que anunciaron sus acérrimos detractores. (Puede leer: Sequías y degradación del suelo: las amenazas a la seguridad alimentaria en África)
Llevo en la espalda cuatro empalmes. La culpa de combinar labores académicas con incidencia en políticas públicas en un tema muy particular, pero que cruza casi todos los sectores. En un par, vista como infiltrada de la izquierda, en otro, vista casi como representante de la tecnocracia neoliberal. Pero siempre con respeto y con reconocimiento a mi trayectoria docente y de investigación.
Del primer empalme mi esposo guarda una carta de agradecimiento por mis aportes -que hurtó de alguna caja en algún trasteo-. Una carta en papel fino, firmada por el vicepresidente Gustavo Bell. No asistí a ninguna reunión en esa ocasión. Simplemente analicé algunas cifras y documentos y comenté la importancia para el acceso a medicamentos de dos instituciones creadas en el marco de la Ley 100 de 1993 (la agencia sanitaria INVIMA y la comisión de precios de medicamentos).
En 2002 fui de nuevo convocada, esta vez a una reunión en salón comunal de un edificio residencial en el norte de Bogotá. Se armaron varios grupos de trabajo y también coordiné el empalme del INVIMA y otros temas de medicamentos. La agenda estaba dominada por los riesgos que representaba la globalización sobre los problemas de acceso a medicamentos en el país y que se expresaban en las mesas de negociación del acuerdo de comercio con los Estados Unidos. Fue fácil colar a Francisco Rossi en ese equipo, con quien pasábamos tiempo completo tratando de mover el tema. Pacho y Germán Velásquez eran amigos cercanos de Juan Luis Londoño. Él, como ministro designado, los acogió y atendió un evento que organizamos en la Universidad Nacional para alertar estos asuntos. Se comprometió a intentar tapar los goles que querían hacer los gringos en materia de patentes y propiedad intelectual. Pacho fue su asesor directo y yo terminé de asesora en el INVIMA. De esa época proviene la primera política nacional de medicamentos.
Nos fuimos pronto. Se firmó el TLC y la sociedad civil por el acceso a medicamentos en Colombia se transformó en una oposición seria, fuerte técnicamente y visible a nivel internacional.
Cuando llegó Santos I ¡yo otra vez en un empalme!
En esa ocasión fui designada directora del INVIMA. Con el decreto listo, y anunciada en medios, fue una nominación que se cayó pronto por el eficiente lobby de las farmacéuticas.
A pesar del ministro de entonces, Mauricio Santamaría, terminé adentro del Ministerio impulsando -primero con Beatriz Londoño y luego con Alejandro Gaviria-, un documento de Política de Medicamentos (conpes 155 de 2012), un decreto pro-competitivo para facilitar la entrada de biogenéricos a Colombia, ¡el SISMED en Excel! y la regulación de precios de medicamentos. Me fui al inicio de Santos II a mis clases, a fundar un centro de pensamiento y a empujar la paz desde la Universidad.
Nunca estuve en un empalme con tanta convicción sobre la necesidad de un gobierno distinto e incluyente. Por eso mismo siento la responsabilidad de incorporar una dosis de escepticismo y realismo. La embriaguez del empalme popular requiere también un duchazo de diálogo sectorial. Por la urticaria y la ansiedad que les produce a muchos de los que hacen parte del sistema la idea de la reforma estructural debe abrirse algún canal de diálogo permanente, más allá de los debates del congreso.
Ni la ministra es el diablo, ni las EPS el averno (tampoco el cielo). Mantengo vivo el optimismo y la esperanza del arranque de esta cartera, porque entiendo que es viable la iniciativa de equipos de atención primaria en las zonas de mayor pobreza, para reducir en un tiempo corto la mortalidad materna y las muertes por desnutrición infantil. A esos equipos debería invitarse a los más críticos del gobierno, ese es el primer y tal vez el canal más efectivo para dialogar sobre una reforma que sí es necesaria. Hay al menos cuatro iniciativas más, de corto plazo, en las que estoy segura que ese espacio es posible. Mientras, regreso a terminar el sabático en el que se supone debería sufrir y trabajar menos.
* Profesora Universidad Nacional de Colombia. Farmacoepidemióloga.
Directora Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder.