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A principios de esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó la lista de desafíos en salud en los que, a su parecer, debe concentrarse el mundo de manera urgente. Entre ellos hay uno que tituló “Preparándose para las epidemias”. “Cada año el mundo gasta mucho más en responder a brotes de enfermedades, desastres naturales y otras emergencias de salud que en prepararse y prevenirlos”, señalaba. “Las enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue, la malaria o el zika, se están extendiendo a medida que las poblaciones de mosquitos se trasladan a nuevas áreas”. (Lea: Vacuna contra el dengue, buenos resultados y algunos temores)
Esa advertencia llega justo cuando América Latina ha registrado el mayor número de casos de dengue en la historia. Entre enero y octubre del año anterior, los países de la región informaron de más de 2,7 millones de casos (1,2 millones confirmados en laboratorio) y más de 1.200 muertes debido al virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti.
Colombia no ha sido la excepción. En 2019 el comportamiento epidemiológico de esta enfermedad fue mucho más alto que en años anteriores. Como lo muestran las cifras del Instituto Nacional de Salud, el año pasado se presentaron 129.989 casos. La cifra prendió las alarmas en varios municipios, que desde entonces han manifestado sus inquietudes.
Varios medios de comunicación también han alertado sobre la situación con títulos rimbombantes: “El Aedes, mosquito del dengue, comenzó el año picando”, “Alerta amarilla en Cali por brotes de dengue”, “‘Tarde lo trajeron’: papá relata cómo el dengue mató a su hijo de 7 años en Córdoba”. (Puede leer: Mosquitos infectados con una bacteria en laboratorio sí reducen casos de dengue)
El dengue, que dependiendo del serotipo puede generar cefaleas, diarrea, vómitos, fiebres y muerte (en el caso del dengue hemorrágico), ha sido una constante preocupación para los sistemas de salud. “Está aumentando a un ritmo más alto que cualquier otra enfermedad transmisible, con un incremento del 400 % en 13 años (2000-2013)”, anotó la OMS en un comunicado. En otros números, 2.500 millones de personas en el mundo distribuidas en 100 países distintos están en riesgo de contraer el virus.
En el caso colombiano, como lo explica en su página web el Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales de la Universidad de Antioquia, hay otra gran preocupación: el 90 % del territorio está por debajo de los 2.200 metros sobre el nivel del mar y se encuentra en riesgo potencial de contagio.
El Ministerio de Salud sabe que la situación no es fácil y que ha habido nerviosismo en las últimas semanas. Sin embargo, hace un llamado a la calma. “El dengue es una enfermedad que tiene un comportamiento cíclico. Cada tres años se presenta un aumento de casos. El último había sido 2016 y esperábamos ese comportamiento en 2019, aunque es cierto que hubo más casos de los esperados. Ya pasó el pico y en este momento estamos en un descenso lento. Hay brotes en algunos municipios, pero no hay una epidemia”, dice Claudia Cuéllar, subdirectora de Enfermedades Transmisibles del Minsalud.
A sus ojos, la pelea que ha dado Colombia contra el Aedes aegypti no ha sido una batalla perdida. Pese a que las noticias para lidiar con esta enfermedad no fueron buenas, luego de que detectaran que la prometedora vacuna que había anunciado el laboratorio Sanofi tuviera un grave efecto adverso, cree que aún hay un largo camino por recorrer en términos de prevención. (Le puede interesar: Grandes victorias en la eterna batalla contra el dengue)
“Es vital que cambiemos comportamientos en zonas endémicas”, asegura. “Pero para eso es vital hacer campañas de educación, pedagogía y comunicación. Así, divulgando qué se debe hacer para evitar criaderos del vector, podemos disminuir el número de casos. Es vital que todos ayudemos, especialmente en este período, donde hay otro ingrediente más que puede complicar las cosas: la sequía”.