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Es usual ver en algunos medios de comunicación una noticia que se repite una y otra vez: que una copa de alcohol diaria (de vino, por lo general) es buena para la salud. Con diversos argumentos indican que, ingerirla de manera moderada, podría tener efectos beneficiosos para, por el ejemplo, el funcionamiento del corazón.
Pero un estudio que acaba de ser publicado en JAMA Network Open y que analizó datos de 135.103 personas de 60 años y más tiene buenos argumentos para desmontar ese viejo mito.
Para decirlo de forma sintética, “no encontramos evidencia de una asociación beneficiosa entre el bajo consumo de alcohol y la mortalidad”, le explicó a The New York Times Rosario Ortolá, profesora adjunta de medicina preventiva y salud pública en la Universidad Autónoma de Madrid, y una de las autoras de la investigación.
Ella, junto a otros científicos afiliados a la Escuela de Salud Pública de la U. de Harvard (EE.UU.) y del Centro Nacional de Epidemiología, Instituto de Salud Carlos III (España), querían entender si había alguna asociación entre el consumo de bajas cantidades de alcohol (como beber solo en las comidas) con la mortalidad por todas las causas, el cáncer y las enfermedades cerebrovasculares en adultos mayores.
Para hacerlo, usaron la enorme base de datos del Biobanco del Reino Unido, e incluyeron a dos grupos de personas: los bebedores frecuentes y los bebedores ocasionales. Para los autores, el consumo moderado es el que equivale a una ingesta media de hasta 20 gramos de alcohol al día, en el caso de los hombres, y 10 gramos, en el caso de las mujeres.
Sin detenernos en los análisis estadísticos que llevó a cabo el equipo, una de sus principales conclusiones es que el consumo del alcohol, incluso en pequeñas cantidades, parece no ser tan bueno para la salud, como creen algunas personas.
Dicho de manera un poco más detallada, indican que, tras analizar los datos, “los bebedores de bajo riesgo tenían una mayor mortalidad por cáncer; los bebedores de riesgo moderado tenían una mayor mortalidad por todas las causas y por cáncer; y los bebedores de alto riesgo tenían una mayor mortalidad por todas las causas, cáncer y ECV”.
Además, señalan que los factores socioeconómicos también inciden a la hora de evaluar la asociación entre el consumo de alcohol y la mortalidad. “Nuestros resultados también sugieren que el estatus socioeconómico actúa como un modificador de la asociación entre la cantidad de alcohol consumida y la mortalidad, ya que el riesgo de mortalidad fue mucho mayor en individuos con factores de riesgo socioeconómicos que en individuos sin ellos”, apuntan en un apartado del estudio.
“Es importante destacar que, si bien los adultos mayores con factores de riesgo socioeconómico tienen un mayor riesgo de mala salud y muerte, probablemente debido a la coexistencia de otros problemas de salud, especialmente estilos de vida más pobres, las asociaciones observadas en nuestro estudio fueron independientes de los estilos de vida, lo que sugiere que otros factores deberían explicarlas”, indican en otra parte de la investigación.
Los autores también reconocen que en alguna literatura hay cierta discrepancia sobre los posibles beneficios de la ingesta moderada de alcohol (en las comidas, especialmente) para la salud, pero señalan que, algunos de esos estudios, también muestran problemas metodológicos. La muestra de personas que ellos usaron, dicen, es una fortaleza de su investigación, aunque sugieren continuar investigando este asunto en profundidad.
También recuerdan que “el consumo de alcohol es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad, representa aproximadamente el 5,1% de la carga mundial de enfermedad y el 5,3% de todas las muertes y es responsable de importantes pérdidas sociales y económicas, lo que representa un importante problema de salud pública”.
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