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Desde hace casi una década, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el suicidio como una “prioridad” de salud pública. El organismo estima que anualmente más de 700.000 personas en el mundo se suicidan, en casos que representan “una tragedia que afecta a familias, comunidades y países, y tienen efectos duraderos para los allegados de la víctima”.
Es posible que muchos colombianos relacionen el suicidio con la población joven de hombres y mujeres, pero hay otra realidad de la que no se suele hablar con frecuencia: el suicidio de mayores de 60 años. Los datos revelan un panorama en esa población preocupante, afirma Ivonne Ordóñez Monak, doctora en salud pública de la Universidad Nacional: “Las cifras mundiales y locales muestran que ese grupo poblacional presenta tasas de suicidio equiparables con las de los jóvenes”. (Puede leer: Endometriosis: cuando la normalización del dolor menstrual invisibiliza una enfermedad)
En números concretos, los suicidios de jóvenes son más numerosos, pero si se mira la proporción de las cifras, las diferencias se suelen acortar o incluso invertir. En 2019, por ejemplo, 240 hombres entre los 25 y 29 años se suicidaron, muchos más que los 122 que lo hicieron entre los 60 y 64 años, pero mientras en los primeros la tasa de muerte fue de 11,7 personas por cada 100.000 habitantes, la de los segundos fue de 12,9. En las cifras más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) se señala que durante 2021 se suicidaron 534 colombianos mayores de 60 años, la mayoría entre entre los 60 y 69 años.
“El grupo población de los mayores de 60 años, al no ser un segmento ‘productivo’ en términos económicos, pierde interés investigativo. Con las personas mayores se asume que como ya están terminando su vida, ya lo resolvieron todo. Ellos tienen sus propias realidades de angustia e insatisfacción. El ciclo de vida en términos de suicidio y de salud mental es bastante diferenciado”, dice Ordóñez. (Le puede interesar: Alerta por lotes falsificados de dos medicamentos que podrían circular en el país)
Para su tesis doctoral (cuya publicación derivada en revistas está en curso) ella revisó, uno a uno, los 1.167 casos de suicidio de personas de 60 años o más que se reportaron en Colombia entre 2009 y 2013. A través de las miles de carpetas de los casos que se guardan en Medicina Legal, y de la visita a más de 40 municipios, Ordóñez construyó un panorama de las motivaciones y contextos del suicidio en los mayores de 60 años. ¿Qué encontró?
Salud mental y dolor crónico
No es la primera vez que Ordóñez se acerca a las dinámicas del suicidio. Ya para su maestría había investigado sobre el tema en Bogotá, “pero salir de la zona urbana me permitió ver que las condiciones de la ruralidad en Colombia tienen muchas desventajas para la realización general de las personas”, explica. Hay barreras de acceso, por ejemplo a la salud, que generalmente son más pronunciadas que en las comunidades urbanas. (También puede leer: Pico respiratorio en Colombia: esto recomiendan pediatras e infectólogos)
Puede ser frecuente que, con el paso de los años, el cuerpo comience a tener molestias físicas más pronunciadas. En los casos en los que es así, el acceso a la salud es clave. De los 1.167 casos de suicidio entre 2009 y 2013, 1.023 fueron de hombres. De ellos, Ordóñez accedió a información en la mitad de los casos que estima la motivación detrás de la decisión: la enfermedad física. “Lo que se aprecia en las narrativas forenses es una gran incapacidad para tolerar el dolor y el sufrimiento físico por parte de los adultos mayores”, se señala en la tesis.
“En lo urbano se logra paliar de forma más adecuada el dolor. Una clínica queda a máximo una hora o poco más de la vivienda. En la zona rural hay condiciones distintas: el puesto de salud a veces no tiene buenas capacidades y la movilización para llegar a él es difícil: costosa y demorada”, explica Ordóñez.
En una de las carpetas a las que tuvo acceso la investigadora, por ejemplo, el informe de las autoridades resume: “Según información obtenida por parte de familiares, manifestaron que el hoy occiso estaba aburrido, ya que se encontraba enfermo, sufría de una enfermedad pulmonar, sufría de la tensión y que este manifestaba que estaba aburrido de estas enfermedades”.
En algunos casos que reseña la investigación la salud física puede tener también repercusiones en la salud mental y la autoestima de las personas mayores de 60 años, en especial de los hombres. “Las manifestaciones verbales de las víctimas hacia sus familiares -incluyendo o no el deseo explícito de morir- giran en torno a los nuevos cambios en el estilo de vida por las terapéuticas (uso de oxígeno, toma de medicamentos, uso de sillas de ruedas, menor actividad física por problemas respiratorios, etc.), lo cual además se ve asociado a molestias y frustraciones por la pérdida de autonomía e independencia, que se acentúa en los casos donde se adquiere una discapacidad física”, asegura.
El dolor físico que conlleva algún grado de incapacidad puede redundar en sentimientos de frustración. “Las mujeres mayores suelen mantener un rol en las familias, como cuidadoras de los nietos, por ejemplo, pero los hombres, en cambio, carecen de una función. Esa transición a ese lugar después de ser el proveedor es un factor importante. Muchos no le daban un sentido claro a vivir después de ese cese laboral”, explica Ordóñez. Esto interactúa con situaciones que ya no son médicas y sí sociales: por ejemplo la ausencia de una pensión y la posterior inseguridad económica que conlleva en la vejez. (Puede interesarle: Por primera vez Estados Unidos aprueba tratamiento sistémico contra la alopecia)
En Colombia, según datos oficiales, solo dos de cada diez personas mayores reciben pensión. Cuando se carece de trabajo y de una pensión, las personas mayores se ven obligadas a adquirir créditos que luego no pueden pagar, lo que los angustia.
Este panorama parece cuestionar un poco la idea de que el suicidio es un problema que solo tiene su origen en enfermedades mentales. Aunque en las mujeres mayores de 60 años las enfermedades mentales ocuparon un lugar preponderante en las motivaciones para cometer suicidio en la investigación, Ordoñez dice que mantener una línea divisoria entre enfermedades físicas y mentales no es algo tan sencillo.
“Hubo varios casos en los que la enfermedad mental se derivó de la condición física previa. La decisión del suicidio viene precedida por un proceso depresivo, de angustia o de estrés, pero las condiciones que lo provocan son del día a día y tienen relación con el trabajo, la posibilidad de pensión, la inteligencia emocional y una vida saludable”, finaliza, y agrega: “Por todo esto, es claro tomar medidas con base en la certeza de que la juventud rural de hoy es el caldo de cultivo de los adultos mayores desprotegidos de mañana”.