Efectos del COVID-19 seis meses después de la infección
Una investigación sobre 2.469 pacientes diagnosticados con este virus en China estableció que seis meses después de la infección la mayoría refirió al menos un síntoma, en particular fatiga o debilidad muscular, dificultades para dormir, ansiedad o depresión.
Sabemos muchas cosas del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. En cuestión de semanas su material genético fue escudriñado hasta establecer los 30.000 pares de bases que lo conforman. Aprendimos cómo se transmite. Se enumeraron los principales síntomas que provoca y los órganos que sufren durante su infección, incluyendo muchas veces la pérdida del olfato y el gusto. Pero un año de pandemia es un tiempo corto para entender un lado de este rompecabezas: ¿Cuáles son los efectos a largo plazo en los infectados y sobrevivientes? (Lea: El COVID-19 puede haber dejado una generación de niños sin vacunar)
Un grupo de 32 científicos chinos acaban de publicar un trabajo en la revista The Lancet que aporta claves para entender un poco mejor cuál es el precio que podrían pagar los pacientes y, por lo tanto, los sistemas de salud ante las consecuencias a mediano y largo plazo del COVID-19. En concreto, los investigadores chinos evaluaron 2.469 pacientes dados de alta con COVID-19 en la ciudad de Wuhan, del hospital Jin Yin-tan, hasta seis meses después de la infección. Hasta ahora los trabajos publicados apenas habían hecho seguimientos de tres meses.
Un primer dato que llamó la atención fue que 33 de los 2.469 pacientes murieron después de ser dados de alta principalmente debido a la exacerbación de una enfermedad pulmonar, cardíaca y renal subyacente. Otros 25 fueron readmitidos en el hospital por complicaciones de la enfermedad subyacente cuando fueron contactados por teléfono para seguimiento. Tres más desarrollaron infartos y uno presentó un cuadro grave pulmonar por trombos en las venas de sus piernas.
“Descubrimos que a los seis meses de la aparición de los síntomas la mayoría refirió al menos un síntoma, en particular fatiga o debilidad muscular, dificultades para dormir y ansiedad o depresión”, concluyeron los autores del trabajo. Los pacientes con enfermedades más graves tenían un mayor riesgo de anomalías en la difusión pulmonar, fatiga o debilidad muscular y ansiedad o depresión. La fatiga o debilidad muscular se observó en el 63% de los pacientes y las dificultades para dormir en el 26%. Se informó ansiedad o depresión entre el 23% de los pacientes.
(Acá: Al nuevo coronavirus también le gustan los paseos en carro)
“Descubrimos que ser mujer y la gravedad de la enfermedad eran factores de riesgo de síntomas psicológicos persistentes”, resaltaron en su publicación los autores. En una encuesta de seguimiento de tres meses de 538 pacientes con COVID-19, otro grupo de investigadores en China encontró que el deterioro físico y la fatiga eran más comunes en mujeres que en hombres. “Es probable que el mecanismo subyacente de las consecuencias psiquiátricas del COVID-19 sea multifactorial y podría incluir los efectos directos de la infección viral, la respuesta inmunológica, el tratamiento con corticosteroides, la estancia en la UCI, el aislamiento social y el estigma”, anotaron.
Los resultados de la evaluación de la función pulmonar en este estudio mostraron que una proporción considerable (22 a 56 % en diferentes escalas de gravedad) de los participantes presentaban una anomalía de la difusión pulmonar seis meses después del inicio de los síntomas.
Otro aspecto importante que toca el trabajo de los chinos tiene que ver con la inmunidad de los pacientes. Al medir la cantidad de anticuerpos contra el nuevo coronavirus, encontraron que eran significativamente menores en comparación con la fase aguda. “La disminución de los anticuerpos neutralizantes observada en el presente estudio y en otros suscita preocupación por la reinfección del SARS-CoV-2. Se debe controlar el riesgo de reinfección en pacientes que presenten síntomas compatibles de COVID-19”, anotaron.
“El seguimiento persistente de los pacientes dados de alta con COVID-19 es necesario y esencial, no solo para comprender la asociación entre las enfermedades extrapulmonares y la infección por SARS-CoV-2, sino también para encontrar formas de reducir la morbilidad y la mortalidad mediante una prevención eficaz”, advirtieron. (Lea: Desabastecimiento de medicamentos pondría en riesgo a pacientes en UCI).
Un trabajo previo realizado por investigadores canadienses había establecido que la mayoría de los sobrevivientes de la epidemia de SARS, el virus que irrumpió en 2002 a 2004, se recuperaron físicamente bien de su enfermedad, pero el 33 % informó una disminución significativa en la salud mental un año después. Otro trabajo similar mostró que un año después de la infección por el SARS, un virus familiar del actual coronavirus, el 40 % de los pacientes todavía tenían un problema de fatiga crónica.
Sabemos muchas cosas del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. En cuestión de semanas su material genético fue escudriñado hasta establecer los 30.000 pares de bases que lo conforman. Aprendimos cómo se transmite. Se enumeraron los principales síntomas que provoca y los órganos que sufren durante su infección, incluyendo muchas veces la pérdida del olfato y el gusto. Pero un año de pandemia es un tiempo corto para entender un lado de este rompecabezas: ¿Cuáles son los efectos a largo plazo en los infectados y sobrevivientes? (Lea: El COVID-19 puede haber dejado una generación de niños sin vacunar)
Un grupo de 32 científicos chinos acaban de publicar un trabajo en la revista The Lancet que aporta claves para entender un poco mejor cuál es el precio que podrían pagar los pacientes y, por lo tanto, los sistemas de salud ante las consecuencias a mediano y largo plazo del COVID-19. En concreto, los investigadores chinos evaluaron 2.469 pacientes dados de alta con COVID-19 en la ciudad de Wuhan, del hospital Jin Yin-tan, hasta seis meses después de la infección. Hasta ahora los trabajos publicados apenas habían hecho seguimientos de tres meses.
Un primer dato que llamó la atención fue que 33 de los 2.469 pacientes murieron después de ser dados de alta principalmente debido a la exacerbación de una enfermedad pulmonar, cardíaca y renal subyacente. Otros 25 fueron readmitidos en el hospital por complicaciones de la enfermedad subyacente cuando fueron contactados por teléfono para seguimiento. Tres más desarrollaron infartos y uno presentó un cuadro grave pulmonar por trombos en las venas de sus piernas.
“Descubrimos que a los seis meses de la aparición de los síntomas la mayoría refirió al menos un síntoma, en particular fatiga o debilidad muscular, dificultades para dormir y ansiedad o depresión”, concluyeron los autores del trabajo. Los pacientes con enfermedades más graves tenían un mayor riesgo de anomalías en la difusión pulmonar, fatiga o debilidad muscular y ansiedad o depresión. La fatiga o debilidad muscular se observó en el 63% de los pacientes y las dificultades para dormir en el 26%. Se informó ansiedad o depresión entre el 23% de los pacientes.
(Acá: Al nuevo coronavirus también le gustan los paseos en carro)
“Descubrimos que ser mujer y la gravedad de la enfermedad eran factores de riesgo de síntomas psicológicos persistentes”, resaltaron en su publicación los autores. En una encuesta de seguimiento de tres meses de 538 pacientes con COVID-19, otro grupo de investigadores en China encontró que el deterioro físico y la fatiga eran más comunes en mujeres que en hombres. “Es probable que el mecanismo subyacente de las consecuencias psiquiátricas del COVID-19 sea multifactorial y podría incluir los efectos directos de la infección viral, la respuesta inmunológica, el tratamiento con corticosteroides, la estancia en la UCI, el aislamiento social y el estigma”, anotaron.
Los resultados de la evaluación de la función pulmonar en este estudio mostraron que una proporción considerable (22 a 56 % en diferentes escalas de gravedad) de los participantes presentaban una anomalía de la difusión pulmonar seis meses después del inicio de los síntomas.
Otro aspecto importante que toca el trabajo de los chinos tiene que ver con la inmunidad de los pacientes. Al medir la cantidad de anticuerpos contra el nuevo coronavirus, encontraron que eran significativamente menores en comparación con la fase aguda. “La disminución de los anticuerpos neutralizantes observada en el presente estudio y en otros suscita preocupación por la reinfección del SARS-CoV-2. Se debe controlar el riesgo de reinfección en pacientes que presenten síntomas compatibles de COVID-19”, anotaron.
“El seguimiento persistente de los pacientes dados de alta con COVID-19 es necesario y esencial, no solo para comprender la asociación entre las enfermedades extrapulmonares y la infección por SARS-CoV-2, sino también para encontrar formas de reducir la morbilidad y la mortalidad mediante una prevención eficaz”, advirtieron. (Lea: Desabastecimiento de medicamentos pondría en riesgo a pacientes en UCI).
Un trabajo previo realizado por investigadores canadienses había establecido que la mayoría de los sobrevivientes de la epidemia de SARS, el virus que irrumpió en 2002 a 2004, se recuperaron físicamente bien de su enfermedad, pero el 33 % informó una disminución significativa en la salud mental un año después. Otro trabajo similar mostró que un año después de la infección por el SARS, un virus familiar del actual coronavirus, el 40 % de los pacientes todavía tenían un problema de fatiga crónica.