Panorámica de Sibaté, un municipio con cerca de 40 mil habitantes.
Foto: Iván Muñoz
Los primeros días de 2015, mi colega Angélica Cuevas escribió un artículo para este diario con un título provocador: “Me declaro víctima de Eternit”. En él contaba la historia de varios pacientes que, aparentemente, habían desarrollado cáncer tras convivir por décadas con esa compañía en su municipio, Sibaté. Aquellos casos sugerían que los productos de asbesto fabricados por la empresa eran los culpables de sus tumores. Julio Horacio Bravo, —recordaba, entonces, su hija— había muerto empezando el siglo por un mesotelioma. La...
Por Sergio Silva Numa
Editor de las secciones de ciencia, salud y ambiente de El Espectador. Hizo una maestría en Estudios Latinoamericanos. También tiene una maestría en Salud Pública de la Universidad de los Andes. Fue ganador del Premio de periodismo Simón Bolívar.@SergioSilva03ssilva@elespectador.com