Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Este viernes 30 de agosto mis colegas, amigos y estudiantes de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional decidieron hacerme un homenaje en vida; un funeral no-funeral.
Hubo discursos sentidos, llenos de amor y remembranzas. Hubo humor y una que otra lágrima. Al final, terminamos haciendo un paseo por todos los trabajos que tuve y todas las disciplinas que he ejercido, al parecer, subversivamente.
Fue hermosamente emotivo e inspirador sentir tanto amor. Por eso, me animo a compartir las palabras que compartí al cierre:
Alejo, el amigo pionero cancerígeno, solía decir que el cáncer es como la vida. Nunca entendí bien a qué se refería. Tal vez era imposible entender hasta no vivirlo y es de esa forma fundamental, justamente, que el cáncer es como la vida.
Podría ponerme a listar las cosas que el cáncer me ha enseñado o las cosas que he tenido que desaprender, pero quienes están aquí ya saben mucho de eso, o lo han leído, a medida que ha ocurrido.
En su lugar, quisiera decir una única cosa que creo que es nueva. El cáncer, como la vida, al final, te muestra que cuando ya creías haber entendido todo o, al menos, cuando ya creías haber aprendido a lidiar con todo, lo que entiendes y lo que no, todo puede cambiar. El cáncer, como la vida, no deja de sorprender, no deja de mostrarte conexiones improbables, lazos fundamentales y rupturas inevitables.
En estas últimas tres semanas desde que convulsioné, o el cáncer me reseteó el cerebro, todo cambió, otra vez, como la vida. Han cambiado y cambian todos los días mis sentidos y mi cognición, también mis emociones. Fluyen impredecibles, como el río, como el cielo, como el mar.
Pero lo que más muta es mi conciencia. El tiempo y el espacio se convirtieron en una melcocha informe sin certeza alguna. Las horas son minutos y los segundos días. Mi casa el universo. Estoy segura de que esto se llama morirse y que está ocurriendo a cada instante, pero no tengo ni la más mínima idea de cómo.
Solo me queda saludarlos desde mi escafandra y decirles que, aunque ha sido muy duro y asustador este no tiempo y no espacio, solo conciencia, también ha sido sorprendente y mágico.
Quiero agradecerles a todos por amarme como me aman. Por cocinarme, llevarme helado, grabarme audios, pensarme a ratos. Por organizar este homenaje en vida para poder contemplarles.
A quienes aún les cuesta desapegarse quisiera pedirles que lo intenten, o al menos que no me hagan el tránsito más difícil de lo que ya es. Les aseguro que no hay vida a menos de que se lancen al abismo de esta nada, que lo es todo que es la muerte.
A quienes me han acompañado en cada paso de esta última transmutación y han mutado conmigo, mi padre, Andrés Elias, el tío Willy, Marris, hermanos, sobrinas, la familia boli, la familia colombiana, el equipo “Clórox”, el tonto, Carlos A. Iván, Husband and Sister Wife number one, duende y Diana, amigues normandos, New yorkinos, suizos y caucanos, nos estaremos viendo todo el tiempo y en cualquier espacio, en algún portal.
A mi madre, que la siento cuidándome y que ya casi seremos una sola cosa.
👩⚕️📄¿Quieres conocer las últimas noticias sobre salud? Te invitamos a verlas en El Espectador.⚕️🩺