El chip que detecta el VIH una semana después de la infección
Un nuevo dispositivo permite conocer los resultados clínicos en menos de cinco horas, un paso importante para prevenir la propagación de la enfermedad.
Redacción VIVIR
Hace tres años, un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford (Gran Bretaña) y la Universidad de Lovaina (Bélgica) reconstruyó la historia genética del VIH-1 con el fin de conocer, con exactitud, el origen del sida.
De acuerdo con aquellos resultados, los orígenes de la enfermedad se dieron en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, alrededor de 1920. El crecimiento de la ciudad, la extensión de la red de ferrocarriles y el aumento de las trabajadoras sexuales se confabularon para que una de las peores pandemias de la historia, que ya afecta a más de 37 millones de personas, se propagara rápidamente por África y el resto del mundo.
Los primeros casos médicos de sida fueron registrados en Estados Unidos, más exactamente entre homosexuales de Nueva York y California en la década de los 80. Desde entonces han sido varios los intentos por encontrar mecanismos eficientes que ayuden a prevenir, detectar o incluso curar la enfermedad.
El último hallazgo lo hizo un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): un biosensor capaz de detectar el VIH tipo 1 en la primera semana de la infección. Los experimentos, realizados con suero humano, detectan el antígeno p24, una proteína presente en el virus, en concentraciones 100.000 veces inferiores a los sistemas actuales, que sólo detectan el virus tres o cuatro semanas después del contagio.
Este dispositivo tarda tan sólo 45 minutos en dar los resultados clínicos, por lo que se convierte en un aliado fundamental para la detección precoz y la prevención de la transmisión del virus.
“El chip es el mismo para las pruebas de VIH que para la de los biomarcadores de cáncer. Lo que cambia es la parte química, la solución que colocamos para que reaccione. Nuestro trabajo se centra en desarrollar aplicaciones para esta nueva tecnología”, señala Javier Tamayo, que trabaja en el Instituto de Microelectrónica de Madrid.
Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2015 había en el mundo unos 36,7 millones de personas infectadas por el VIH. Ese mismo año contrajeron la infección unos 2,1 millones de personas y 1,1 millones murieron por causas relacionadas con el mismo.
En Latinoamérica, los países con mayor incremento de casos diagnosticados con VIH, entre 1980 y 2015, son Argentina, Paraguay, Bolivia, Colombia y Ecuador.
Hace tres años, un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford (Gran Bretaña) y la Universidad de Lovaina (Bélgica) reconstruyó la historia genética del VIH-1 con el fin de conocer, con exactitud, el origen del sida.
De acuerdo con aquellos resultados, los orígenes de la enfermedad se dieron en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, alrededor de 1920. El crecimiento de la ciudad, la extensión de la red de ferrocarriles y el aumento de las trabajadoras sexuales se confabularon para que una de las peores pandemias de la historia, que ya afecta a más de 37 millones de personas, se propagara rápidamente por África y el resto del mundo.
Los primeros casos médicos de sida fueron registrados en Estados Unidos, más exactamente entre homosexuales de Nueva York y California en la década de los 80. Desde entonces han sido varios los intentos por encontrar mecanismos eficientes que ayuden a prevenir, detectar o incluso curar la enfermedad.
El último hallazgo lo hizo un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): un biosensor capaz de detectar el VIH tipo 1 en la primera semana de la infección. Los experimentos, realizados con suero humano, detectan el antígeno p24, una proteína presente en el virus, en concentraciones 100.000 veces inferiores a los sistemas actuales, que sólo detectan el virus tres o cuatro semanas después del contagio.
Este dispositivo tarda tan sólo 45 minutos en dar los resultados clínicos, por lo que se convierte en un aliado fundamental para la detección precoz y la prevención de la transmisión del virus.
“El chip es el mismo para las pruebas de VIH que para la de los biomarcadores de cáncer. Lo que cambia es la parte química, la solución que colocamos para que reaccione. Nuestro trabajo se centra en desarrollar aplicaciones para esta nueva tecnología”, señala Javier Tamayo, que trabaja en el Instituto de Microelectrónica de Madrid.
Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2015 había en el mundo unos 36,7 millones de personas infectadas por el VIH. Ese mismo año contrajeron la infección unos 2,1 millones de personas y 1,1 millones murieron por causas relacionadas con el mismo.
En Latinoamérica, los países con mayor incremento de casos diagnosticados con VIH, entre 1980 y 2015, son Argentina, Paraguay, Bolivia, Colombia y Ecuador.