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El control de las adicciones peligra por el confinamiento

Los grupos de apoyo para personas que viven con adicciones continúan operando, a pesar de la cuarentena. Sin embargo, el riesgo de recaída crece en el encierro. ¿Cómo se vive la adicción al alcohol o las relaciones tóxicas en confinamiento?

Natalia Pedraza Bravo
18 de julio de 2020 - 02:00 a. m.
El primer grupo de doce pasos fue Alcohólicos Anónimos y fue creado en 1935.
El primer grupo de doce pasos fue Alcohólicos Anónimos y fue creado en 1935.
Foto: Getty Images/iStockphoto - allanswart
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En Colombia existen más de mil grupos de doce pasos. Así se llaman los espacios a los que acuden algunas personas que buscan ayuda para recuperarse de la enfermedad que les hace pedazos la vida: la adicción. “Hay grupos de doce pasos en muchas ciudades del mundo, a veces en pueblos pequeños, en lugares recónditos. Hay algunos que abren los 365 días del año por la mañana, por la tarde y por la noche. Hay otros abiertos las veinticuatro horas”, afirma Jorge A*. uno de los integrantes de Alcohólicos Anónimos de Colombia.

Estas agrupaciones tienen varios preceptos, el primero de ellos: vivir como si solo tuvieran 24 horas. “Pensamos que es mucho más fácil mantenernos sobrios si lo hacemos solo por hoy, y repetimos lo mismo todos los días”, dice Antonio L., otro integrante de AA.

Según Carlos Gantiva, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes, una adicción es “la necesidad compulsiva de consumir una droga a pesar de las consecuencias negativas que tiene a nivel social, individual y económico”. Pero los grupos de 12 pasos son muy diversos y algunos se salen de la definición.

Si bien es cierto que las primeras agrupaciones fueron Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, hoy en el mundo y en Colombia existen reuniones para ludópatas (Jugadores Anónimos), personas que comen de manera compulsiva (Comedores Compulsivos Anónimos) y hasta dos grupos a los que asisten personas con dependencias afectivas: Adictas Anónimas a las Relaciones Afectivas (AARA) y Codependientes Anónimos (CODA), entre otros.

“Como un adicto consume compulsivamente una bebida, nosotras nos involucramos en relaciones tóxicas de manera obsesiva”, dice Lucía S., integrante de Adictas Anónimas a las Relaciones Afectivas. (Le puede interesar: “No podemos vivir en función de nuestras parejas”)

Gantiva lo explica de esta forma: “Si hablamos en términos de los manuales diagnósticos, las adicciones están circunscritas al consumo de sustancias químicas. Pero viendo los diferentes trastornos en la cotidianidad, es muy frecuente hablar de dos tipos de dependencias: unas químicas y otras conductuales. Si me preguntan quién tiene la razón, yo me decanto por la separación de las dependencias”, confiesa. “Aunque los manuales diagnósticos las identifican como dos tipos distintos de trastornos, cuando miras el comportamiento de estas personas realmente es muy similar”, agrega.

Los grupos de doce pasos funcionan normalmente en garajes, locales y oficinas que sus participantes rentan, donde se reúnen para cumplir con su proceso de recuperación, pero la cuarentena hizo que hoy esos salones estén desocupados. Las sillas en donde se sentaban en círculo a compartir sus experiencias llevan meses arrumadas. No obstante, sus integrantes migraron a plataformas digitales y convirtieron sus reuniones en videollamadas.

Felices 24 horas

Francisco S. comparte un enlace por el grupo de WhatsApp de Alcohólicos Anónimos que antes de la cuarentena se reunía en una parroquia del norte de Bogotá. Darle clic conduce a una videollamada donde están él y Mario P.

Saludan calurosamente a quienes entran en la sala virtual y van apareciendo una tras otra ventanitas de personas que se incorporan a la reunión hasta que llegan a ser trece: seis mujeres y siete hombres. Todos tienen la cámara y el micrófono encendidos.

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”, rezan al unísono para iniciar la reunión. Hoy es un día especial, Claudia M. está de aniversario. Han pasado 13 años desde aquel día que consumió por última vez, está sobria. La sesión de hoy está dedicada a ella. Uno a uno los integrantes de la conferencia se presentan, dicen su nombre y la primera letra de su apellido, seguido de la palabra “adicto” o “alcohólico”.

“Compañeros, buenas tardes: soy Antonio L. y soy un adicto. Hoy estoy feliz por esta fiesta a la que nos invita Claudia M.”, dice uno de los hombres cuando toma la palabra. Luego de felicitar a Claudia, comparte una preocupación que tiene en su vida: su madre ha sido diagnosticada con COVID-19. “Ya no tiene síntomas y ha reaccionado muy bien, estoy optimista, pero todavía no canto victoria”, continúa. Ninguno da consejos ni opina sobre su historia, todos son adictos y están ahí solo para escuchar. “Gracias por compartir”, responden uno a uno.

Llegó el momento de la homenajeada, sus compañeros la han llenado de palabras de gratitud y felicitaciones. Claudia M. toma la palabra luego de una lluvia de aplausos: “Compañeros, soy Claudia M., adicta en recuperación. Esta mañana recordé por qué estoy aquí. Cuando toqué fondo terminé en el hospital. En una de las terapias grupales para adictos, en la que había unas 50 personas, me preguntaron cuántos creía de los que estábamos en ese salón que podríamos recuperarnos. Muy optimista respondí que 20. El terapeuta se volteó y me dijo: ‘Según las estadísticas serán máximo cinco’. Desde ese momento lucho todos los días de mi vida por seguir haciendo parte de ese número”. Al terminar su compartir cada integrante le desea a los demás unas “felices 24 horas”.

Descubrirse adicto en cuarentena

Según Gantiva, la pandemia es un factor precipitante para el desarrollo de adicciones. “Las condiciones de estrés e incertidumbre que estamos viviendo todos en este momento llevan a que algunas personas que tenían ciertas vulnerabilidades biológicas o de aprendizaje, como el autocontrol, puedan generar un problema como el consumo excesivo o la adicción a alguna sustancia”, afirma.

A Gloria F. la sorprendió la pandemia en la soledad de su casa en un pueblo de Boyacá. “Me cogió en una casa de campo con un bar surtido con absolutamente todas las clases de licores que puedan imaginar. Estaba aislada, sola y me entró una depresión profunda. Me bebí hasta el agua de los floreros, quise mitigar la soledad a través del licor. Me di una paliza tremenda y eso me llevó a tocar fondo. Un día, por mi consumo excesivo casi me mato. Y aunque eso no evitó que siguiera bebiendo sí me hizo pedir ayuda. Me devolví a Bogotá y encontré el grupo. Desde el 20 de mayo estoy sobria”.

Por su parte, Ana C. se enteró en medio de la cuarentena de que tiene una dependencia conductual: “Aunque no he visto a mis compañeras en persona, compartir con ellas a través de las reuniones virtuales me hace sentir segura. Es un lugar donde no me juzgan ni me señalan; sin importar lo que diga. Llegué al grupo como muchas otras, porque me di cuenta de que soy adicta a las relaciones afectivas. No solo con hombres, también con mi familia, con mis amigos e incluso en relaciones laborales. Yo me ‘inyecto’ esas relaciones tóxicas como lo haría alguien adicto a las drogas, no puedo desprenderme de ellas”.

La pelea por su salud mental

Dos de las características más comunes para identificar a un adicto son la tolerancia y el síndrome de abstinencia. La primera tiene que ver con la cantidad de sustancias químicas que una persona consuma o con el tiempo que invierta en su dependencia conductual.

Por ejemplo, “para una persona que consume cocaína al principio medio gramo es suficiente, pero después de dos años de consumo necesita gramo y medio para sentir lo mismo. En ese orden de ideas, una persona con dependencia afectiva al principio de la relación le basta con ver a su pareja una vez a la semana, pero luego de un año es probable que necesite verla con mucha más frecuencia. Eso lo llamamos un proceso de tolerancia”, explica el especialista.

Lo mismo pasa con el síndrome de abstinencia, “aunque químicamente no pueda explicarse con la misma certeza en el caso de las dependencias conductuales como en las dependencias químicas, la persona dependiente emocionalmente se siente mal y ya no busca a su pareja por bienestar o placer sino para dejar de estar mal. Igual que un adicto a cualquier droga”, añade Gantiva.

Afirma que lo más apropiado para tratar a un adicto es un abordaje interdisciplinario entre un médico y un psicólogo. Es consciente de que, para muchas personas, los grupos de doce pasos son el único tratamiento.

“La razón principal es que son gratis y de fácil acceso. Hay que reconocer que además le han dado resultados efectivos a un grupo muy importante de personas y no sería justo no tenerlo en cuenta. Pero si llevamos la conversación a los estudios científicos, han demostrado que los cambios de comportamiento más efectivos se consiguen por medio de terapia psicológica pensada para cada persona”, admite el experto.

Así lo demostró un artículo publicado por la Asociación Americana de Psicología, en el que se tuvieron en cuenta 30 ensayos controlados, escogidos de manera aleatoria, para probar la eficacia de la terapia conductual cognitiva en los trastornos por consumo de alcohol o otras drogas. El estudio concluyó que esta terapia es la más efectiva para tratar esos problemas.

Aunque algunas de las personas que participan en grupos de apoyo afirman que también reciben terapia psicológica, las 22 personas entre dependientes a sustancias y dependientes emocionales que fueron entrevistados en este artículo coinciden al afirmar que su recuperación en los grupos de doce pasos les ha salvado la vida.

*Los nombres fueron cambiados para garantizar el principio de anonimato por el cual se rigen los grupos de apoyo.

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