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Usualmente a nuestro sentido del olfato no le damos el crédito que merece. A pesar de ser un referente frecuente en nuestra vida cultural y comercial, pensamos que es solo accesorio lo que nos ofrece: frivolidades, placeres, pestilencias. Tan así, que cuando se pregunta a la gente de qué sentido prescindiría en caso de verse obligada a elegir, frecuentemente se menciona el olfato en primer lugar, y en último lugar, la vista. Escogencia que, a su vez, sería fuertemente respaldada por un grupo importante de filósofos desde Platón hasta Kant para quienes el olfato representaba nuestro sentido más vulgar, inferior, y animal. Nos puede dar sensaciones placenteras más nunca dar cuenta de lo bello, diría Kant.
Aparte de no ser abiertamente valorado, el olfato es nuestro sentido más vulnerable. Nuestras neuronas olfativas son las únicas neuronas sensoriales cuyas prolongaciones están expuestas de manera directa al mundo. El olfato actúa desprotegido y puede ser fácilmente derrocado por una infección. Esto lo han podido constatar en las últimas semanas un considerable número de personas que han contraído COVID-19. Es más, la ola de informes de pacientes y médicos acerca de pérdida de olfato, han hecho que organizaciones de salud de todo el mundo reconozcan la anosmia (nombre por el que se conoce la pérdida de olfato), y posiblemente la augesia (pérdida de gusto), como marcadores potenciales para COVID-19, incluso en ausencia de otros síntomas.
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Autoridades locales de algunos países como Argentina han incluso empezado ha incluir este síntoma como criterio de sospecha de infección por el nuevo coronavirus. Otorrinolaringólogos recomiendan a las personas que presenten estos síntomas repentinos que se auto aíslen de inmediato por un mínimo de 7 días y consulten con sus médicos.
Esta pérdida o dificultad, que al parecer no viene acompañada de congestión nasal como lo es usual durante un resfriado, ha perturbado a las personas que lo han experimentado. Perder el olfato es otro modo de encierro, escribe Ana Longoni de Argentina, al narrar su experiencia al descubrir que ni el perfume que usualmente usa ni los ajos que pica desprendían algún olor.
Si bien estos síntomas parecen ser solo momentáneos, el coronavirus ha logrado poner en el mapa la importancia del gusto y el olfato, los llamados sentidos químicos, para nuestra apertura al mundo. Gracias al desarrollo de la ciencia que se ocupa de ellos, sabemos hoy, que somos mejores oledores de lo que creíamos. Nuestra capacidad para reconocer y diferenciar un gran número de olores (un último estudio habla de por lo menos más de un trillón) no es poca cosa. Tampoco lo es que contemos con más de 400 tipos de receptores olfativos, así los perros, gatos y las ratas cuenten con 1,000. Y mucho menos que se haya descubierto que tenemos receptores gustativos por todo el cuerpo, contribuyendo, por ejemplo, a regular nuestra digestión y respiración.
Cuando comemos un mango, gusto y olfato, juntos y revueltos, definen su sabor. Es por esto que personas con anosmia pueden caer en depresión. No es difícil imaginar lo difícil que debe ser llevar una vida sin disfrutar bocado. Tanto olores como sabores son indispensables para nuestra comunicación. Entender su composición así cómo la manera cómo los percibimos es una labor científica que debemos apoyar y fomentar.
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Hoy, en medio de la cuarentena y desde nuestras casas, podemos apoyar al desarrollo de esta ciencia. Si usted ha padecido de estos síntomas en las últimas semanas ya sea por un resfriado, la gripa o por contraer el coronavirus, o conoce a alguien que sí, no dude en completar y compartir una encuesta que varios científicos y médicos han diseñado para entender la relación entre los sentidos químicos y el COVID-19. Esta encuesta, que ya se encuentra traducida al español así como en otros 19 idiomas, es producto del esfuerzo del Consorcio Global de Investigadores Quimiosensoriales (GCCR por sus siglas en inglés) constituido para investigar la conexión entre los sentidos químicos (el olfato, el gusto y la y el COVID-19. Este consorcio al día de hoy reúne a 600 miembros provenientes de 50 países, incluyendo no solo a neurobiólogos, médicos, investigadores sensoriales, científicos de datos, o científicos cognitivos, sino también a perfumistas, filósofos, y antropólogos quienes comparten un interés por entender la importancia del olfato y el gusto en nuestras vidas.
El consorcio está liderado por un equipo interdisciplinar de científicos reconocidos internacionalmente dedicados a la ciencia quimiosensorial entre los que se encuentran: John Hayes, profesor de ciencia de alimentos y ciencia sensorial de la Universidad Estatal de Pensilvania, Thomas Hummel, profesor del departamento de otorrinolaringología de la Universidad Técnica de Dresden, Chrissi Kelly, fundadora de Abscent, una fundación sin animo de lucro que ayuda a personas con anosmia, Valentina Parma, neurocientifica y profesora de la Universidad Temple en Estados Unidos, así como Danielle Reed, geneticista y directora asociada de uno de los centros más importantes para el estudio de los sentidos químicos, Monell Chemical Senses Center en Filadelfía.
Aquí podrá encontrar la encuesta en español, es voluntaria, y solo tomara 10 o 15 minutos de su tiempo: https://gcchemosensr.org/surveys/es/
Si usted trabaja sobre el tema y quiere mayor información sobre el consorcio y cómo unirse desde Colombia puede escribir a: amulloag@unal.edu.co
* Doctora en Antropología, docente de cátedra de la Universidad Nacional de Colombia en el Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales. Se ha especializado en estudiar las interacciones entre la ciencia quimiosensorial y la industria de los aromas.