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La noticia, en enero, se celebró con alegría: por primera vez iba a salir al mercado un medicamento capaz de curar la hepatitis C. Capaz, con una efectividad que oscilaba entre el 90% y 95%, de reducir en tan solo unos meses esa infección, que en América han padecido 13 millones de personas. Este virus, cuya existencia se confirmó a finales de la década del ochenta y que aún no tiene vacuna, daña el hígado, puede desencadenar cáncer, cirrosis crónica e insuficiencias hepáticas. Por eso, cuando se anunció a principios de este año la llegada al mundo del sofosbuvir (o sovaldi, su nombre comercial), miles de pacientes, seguro, se llenaron de esperanza. Claro: no sabían que Gilead, el laboratorio que lo produjo, vendería cada píldora a mil dólares y que el tratamiento costaría más de cien millones de pesos.
Las críticas, desde entonces, no han dejado de aparecer, como no dejaron de brotar ayer, cuando se conmemoró el Día Mundial de la Hepatitis. No había nada que celebrar: en Estados Unidos el sofosbuvir, que debe tomarse diariamente por 12 a 24 semanas, vale US$84.000. En Francia, el laboratorio cobra US$75.000 por cada persona tratada. En Alemania, US$67.000. En Canadá y Reino Unido, US$55.000. Unas sumas que hace poco más de un mes reprochó la revista Forbes: es —dijeron— un coste abusivo. Además, “Gilead no inventó sovaldi. Compró a Pharmasset la compañía que lo hizo por US$11.000 millones. Y el costo de fabricación del fármaco es bajo: alrededor de US$130 (unos $260.000)”.
Ese fue, justamente, el motivo por el que en junio de este año el Consejo de Sanidad europeo se organizó para hacer un llamado a la industria farmacéutica para que baje sus elevados precios pues, como se leía entonces en una declaración que firmaron 14 países, “es insostenible para los presupuestos de salud. Los costos de los fármacos deberían tener en cuenta los presupuestos nacionales”.
Y este es, a todas luces, el principal problema. Porque aunque el sofosbuvir sea mucho más efectivo y aunque, en palabras de Óscar Beltrán, presidente de la Asociación Colombiana de Hepatología, genere menos efectos secundarios que la terapia actual, que origina diarreas, dolor de cabeza, depresión y anemia, para un sistema de salud resulta insostenible ofrecerles el tratamiento a todos los pacientes.
“Sin embargo —dice Beltrán— es necesario mirar los beneficios a largo plazo: reduce, por ejemplo, el tratamiento a seis o a tres meses y puede curar a más del 90% de pacientes infectados. Ahora, el que usamos, basado en interferón, dura un año y uno de cada tres pacientes lo abandona. Además, hay que evaluar otros costos que hoy estamos afrontando, como los trasplantes de hígado y las largas hospitalizaciones por enfermedades crónicas”. “Ya es hora —asegura María Inés Delgado, directora de la Asociación Colombiana de Enfermos Hepáticos y Renales (Acher)— de que las EPS miren la economía del momento, pero no la del futuro.
* * *
A Colombia el sofosbuvir aún no ha llegado. No aparece, como le dijo el Invima a El Espectador, en las actas de la Sala Especializada de Medicamentos y Productos Biológicos de la Comisión Revisora. Todavía ningún laboratorio ha solicitado un permiso para obtener el registro sanitario. Y tampoco, como asegura el Observatorio del Medicamento de la Federación Médica, aparece un reporte relacionado en el Sistema de Información de Precios de Medicamentos.
Pese a ello, como dice el doctor Beltrán, es posible que en el segundo semestre de 2015 ya esté en el país. “Estamos a la expectativa. Todavía no sabemos qué laboratorio lo va a comercializar”.
Pero, ¿qué sucedería si un fármaco de este precio llega a nuestro país, donde se calcula hay unos 400.000 pacientes con hepatitis C? ¿Puede nuestro sistema de salud blindarse cuando lleva cuatro años tratando de regular la producción de los medicamentos biotecnológicos en medio de un interminable juego de intereses? De hecho, solo entre 2008 y 2013, estos fármacos le costaron a Colombia $3 billones.
El panorama no es alentador. Según Claudia Patricia Vacca, profesora del Departamento de Farmacia de la Universidad Nacional, es posible que medicamentos como el sofosbuvir pongan en jaque a todo un sistema de salud. “Es un sistema garantista con unos mecanismos de recobro que generan un riesgo inmenso. Es antiético con los pacientes, con un país, que un laboratorio aproveche y cobre esos precios. Además, hace falta que aquí se ponderen los datos de su eficacia. Aún no tenemos claridad sobre sus efectos adversos”.
ssilva@elespectador.com
@SergioSilva03