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Hace 200 años los soldados heridos en las guerras napoleónicas eran atendidos según su cargo o su título. A veces se priorizaba a aquellos militares que tenían mejores posibilidades de volver rápidamente al campo de batalla, y otras tantas se atendían según el azar de a quién se encontraba el médico desangrándose en el terreno. Cuando Dominique Jean Larrey, cirujano en jefe de los ejércitos de Napoleón, se enteró, decidió que esto debía cambiar: los heridos tenían que ser atendidos en función de su estado de gravedad.
Larrey escribió entonces: “ Siempre empezaremos por los más gravemente lesionados sin importar su rango, distinción o nacionalidad”. Esos, a groso modo, siguen siendo los fundamentos del triage hospitalario, un término que proviene de la palabra francesa trier (escoger, separar o clasificar) y un concepto que se ha usado desde Napoleón para la priorización de la atención a pacientes. Sin importar el escenario, ya sea una guerra o un desastre natural, el triage ha garantizado el acceso igualitario a la atención médica, sin cuestionamientos. Hasta el covid-19. (Puede leer: La mayoría de muertes y hospitalizaciones por covid-19 se da en no vacunados)
Durante el inicio del tercer año de pandemia, y ante la disponibilidad de vacunas, han surgido opiniones en diversas partes del mundo que se preguntan si la no vacunación debería ser un criterio a tener en cuenta a la hora de decidir la priorización en la atención, al menos en lo que respecta a problemas asociados con el covid-19. En Francia, por ejemplo, se han publicado columnas que plantean ese camino en periódicos como Le Monde o Le Journal du Dimanche. Esto debido a que la literatura científica ha señalado que los no vacunados tienen mayor probabilidad de necesitar hospitalización o cama UCI que los vacunados. Hay cuestiones profundamente éticas para evaluar en estas posturas.
“Negar o restringir la atención a una persona por no estar vacunada es del mismo nivel que negarle la atención a una persona obesa porque no se ha cuidado en su alimentación”, señala Diana Rocío Bernal, docente de la maestría en bioderecho y bioética de la Universidad del Rosario. En su opinión, el carné de vacunación no puede ser un criterio debido a que va en contra de los principios deontológicos de la medicina y de la igualdad en el acceso a la salud que, al menos en Colombia, está consagrada en la Constitución. No es tampoco un criterio objetivo a evaluar. (Puede interesarle: Así está la ocupación de clínicas y hospitales tras la llegada de ómicron)
“Imaginemos una situación en la que llegan dos personas hospitalizadas: una con vacunación y otra sin ella. Después de aplicar criterios clínicos, los médicos se encuentran con que la persona no vacunada tiene más probabilidad de salir con vida después de una intervención. Sería supremamente inequitativo negarla”, ejemplifica Bernal. No es descabellado que eso ocurra porque el triage, en esencia, es el análisis de una diversidad de factores clínicos que incluye patologías preexistentes.
En situaciones “normales”, el triage permite la priorización en la atención urgente a pacientes que más lo necesitan. En Colombia, el Ministerio de Salud estipula cinco categorías de triage, siendo el estado cinco el “menos grave” y el estado uno el que describe al paciente que requiere atención inmediata. En escenarios en los que la disponibilidad de recursos médicos está al límite, se analiza también la condición clínica de los pacientes, evaluando cuál de ellos tiene mayor probabilidad de mejorar. (Le puede interesar: Abecé sobre las vacunas de refuerzo de covid-19 en Colombia)
“Por eso ha sido clave, desde el inicio de la pandemia, que en los criterios de la priorización no aparezcan temas como la edad, el sexo, la situación socioeconómica, etc. La OMS ha señalado que hay que ser cuidadosos, porque esos datos no determinan la esperanza vital de un paciente”, dice Santiago Henao, consejero nacional de bioética y docente investigador de la Universidad CES. “En la priorización, la vacuna no puede ser un elemento a tener en cuenta, porque no revela el estado de salud integral del paciente”, añade. En el país esta postura no ha sido planteada por ninguna autoridad, su discusión, sin embargo, se ha dado en los últimos días en redes como Twitter.
Allí reconocidas voces, como la de Zulma Cucunubá, dejaron claro su rechazo a cualquier restricción en atención en salud a los no vacunados. “En esencia, está que el acto médico (priorización o no) no puede depender de las decisiones individuales de las personas”, escribió la doctora Cucunubá . Stella Navarro, intensivista de la Clínica Universitaria Bolivariana, también se pronunció: “No olvidar: los médicos no escogemos quiénes deben seguir vivos, sino que analizamos qué personas tienen mejores posibilidades de salir con vida en una situación crítica”. (También puede leer: “Es demasiado pronto para decir si ómicron significa el fin de la pandemia”: Fauci)
La doctora Navarro agrega además que la disponibilidad de camas UCI no es hoy el gran problema de Colombia. De hecho, según el Ministerio de Salud la cobertura de vacunación de esquema completo en los grupos de población mayor de 60 años supera el 70% en Colombia. Esta es la población más vulnerable frente al Covid-19. “Los médicos NO estamos para castigar a los pacientes por sus decisiones. Estamos para atender enfermos, no para juzgarlos”, agrega Navarro en Twitter.
“Esta postura de priorizar con base en la vacunación olvida además que hay un acceso que sigue siendo inequitativo, no solo en lo que tiene que ver con la disponibilidad del biológico, pues hay personas que todavía no han podido completar sus esquemas de vacunación, sino también en lo que respecta a la información a la que tienen acceso los ciudadanos. Lo que parece sorprendente es que haya personas pensando en incluir esa discriminación en el triage”, señala Bernal.
Parece ser, dice la docente de la Universidad del Rosario, la visión de una salud que alecciona, que escoge salvar al “bueno”, al que se cuida, al que come bien, al que no fuma, al que se vacuna, sobre el “malo” que no lo hace; una salud que en esos términos deja de ser un derecho. “Por eso es descorazonador estar debatiendo esto: los derechos no se debaten”. (Puede leer: La salud mental del personal de la salud se ha visto afectada durante la pandemia)
Dominique Jean Larrey fue capturado y condenado a muerte durante la batalla de Waterloo en 1815. Cuando su sentencia estaba a punto de ser ejecutada, fue reconocido por el comandante en jefe prusiano, el mariscal Blücher Stella Navarro, a cuyo hijo Larrey había salvado de morir en su compromiso con la vida de atender a cualquier soldado que lo necesitara. Navarro le otorgó entonces el perdón y le propició los medios para volver a territorio neutral. Larrey murió en París en 1842 a los 76 años. Una frase, pronunciada por Napoleón, es el epitafio de su tumba: “El hombre más virtuoso que he conocido”. Más de 200 años después, y en medio de una emergencia sanitaria, su legado debe ser recordado con más ahínco que nunca.