El fenómeno de El Niño le está dando alas al mosquito del dengue
El cambio climático, la movilización humana y el fenómeno de El Niño están contribuyendo a que el Aedes aegypti, el mosquito que transmite el dengue (la hembra, en partícular), tenga un ambiente propicio para su reproducción y pueda transmitir el virus
Juan Diego Quiceno
Hay un diminuto animal que llegó a América durante los siglos XV al XVII, que no sufre de calor como las personas y que, ahora mismo, se encuentra en una auténtica fiesta. El Aedes aegypti es un mosquito que llegó al continente en las embarcaciones de esclavos y que, desde entonces, es el responsable de transmitir algunas de las enfermedades más comunes y con gran impacto, sobre todo, en los países tropicales. Hablamos del dengue, la “fiebre rompe huesos” (como es conocida desde hace siglos) que ahora está en epidemia en Colombia, con más de quince mil casos solo en lo que va de 2024.
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Hay un diminuto animal que llegó a América durante los siglos XV al XVII, que no sufre de calor como las personas y que, ahora mismo, se encuentra en una auténtica fiesta. El Aedes aegypti es un mosquito que llegó al continente en las embarcaciones de esclavos y que, desde entonces, es el responsable de transmitir algunas de las enfermedades más comunes y con gran impacto, sobre todo, en los países tropicales. Hablamos del dengue, la “fiebre rompe huesos” (como es conocida desde hace siglos) que ahora está en epidemia en Colombia, con más de quince mil casos solo en lo que va de 2024.
Conocemos al Aedes aegypti desde hace décadas; en 1881, el médico cubano Carlos Juan Finlay lo identificó por primera vez como un “vector de enfermedades”. A lo largo de los años, se han llevado a cabo numerosas campañas para erradicarlo con fumigaciones masivas en todo el continente, pero hasta ahora ninguna de estas medidas ha sido completamente efectiva y duradera. El Aedes aegypti llegó para quedarse y de cuando en cuando (cada tres o cinco años, aproximadamente) se reproduce y transmite el dengue en años que los epidemiólogos llaman “períodos epidémicos”. (Puede ver: En fotos: la guerra contra los incendios)
“Si algo me ha sorprendido de esta epidemia, es que está más prolongada de lo usual”, dice desde Cali la profesora Lyda Elena Osorio, epidemióloga, investigadora de la U. del Valle y quien hace parte del comité para la malaria de la Organización Panamericana de la Salud. Colombia ajusta más de quince mil casos de dengue (como puede ver en detalle en la infografía de este artículo), sin que nada indique que la cifra vaya a disminuir. Desde el segundo semestre de 2023 comenzaron a crecer los casos (en algunas zonas) y nada los ha detenido. (Puede ver: Encontraron varado a este bebé manatí en el río Magdalena)
“Como ocurrió en el pico de 2019, las condiciones de clima, vector y circulación de cuatro serotipos hicieron que la epidemia se extendiera más allá del pico de 12 meses. El pico de 2019 a 2020 terminó en marzo, casi al tiempo que inició covid-19″, le contestó a El Espectador el Instituto Nacional de Salud (INS). La incidencia actual de dengue es de 43,5 casos por cada 100.000 habitantes en riesgo (para dimensionarlo, en el mismo periodo de 2023 la incidencia era de 15,9 casos por 100.000 habitantes).
“Definitivamente, tiene que ver, en parte, con el clima”, explica Katherine Marín Velásquez, epidemióloga e investigadora del Instituto Colombiano de Medicina Tropical (ICMT) de la Universidad CES, en Medellín. Al Aedes aegypti le encanta el calor y las temporadas secas. Tiende a prosperar y reproducirse en ambientes calurosos y durante períodos de escasa humedad. Estas condiciones climáticas son propicias para su ciclo de vida, desde la eclosión de los huevos hasta la fase adulta.
“En 2023 tuvimos una epidemia mucho más fuerte que la última, que vivimos en 2019, que había sido a su vez el año más fuerte. Eso coincide con que a finales de 2023 se viene presentando el fenómeno de El Niño”, dice Marín. De El Niño hemos hablado mucho en estas páginas: es el responsable de la sequía y ausencia de lluvias en algunas regiones del país. (Puede ver: Salud Total EPS confirmó ciberataque a su plataforma)
¿Cómo impacta eso al Aedes aegypti? “Primero, se aumentan los criaderos potenciales. Los mosquitos se reproducen en recipientes donde se almacena agua. En épocas de sequía, y en regiones donde tenemos disminución en el acceso a agua potable, las personas se ven obligadas a almacenar agua”, responde Marín.
El mosquito utiliza recipientes que contienen agua estancada como sitios ideales para la reproducción. Las hembras depositan sus huevos en las paredes internas de cualquier caneca, neumático viejo, maceta, recipiente de basura o cualquier cosa que pueda acumular algo de agua. Incluso, se sabe que, si esa agua se evapora, los huevos pueden sobrevivir hasta que la persona la vuelva a llenar o hasta que llueva, momento en el cual eclosionan. (Puede ver: Navegando sin capitán: la crisis del INVIMA)
“El fenómeno de El Niño produce un problema grande de aseguramiento del suministro de agua para consumo humano. Esto aumenta los almacenamientos sin las condiciones para asegurar que no se conviertan en criaderos de mosquitos”, agrega el Instituto Nacional de Salud.
Lo segundo que pasa durante estas temporadas secas es que se disminuye el período de incubación extrínseco del virus, señala la investigadora de la U. Ces. Lo que esto significa es que, en condiciones de sequía, las temperaturas suelen ser más altas, y esto puede acelerar el desarrollo del virus dentro del mosquito. Un periodo de incubación extrínseco más corto implica que el mosquito (la hembra) puede transmitir el virus a los humanos en un período de tiempo más breve después de haberse infectado. Además del dengue, también sucede con virus como el que produce zika o chikungunya.
Esto último, en todo caso, no es del todo una novedad. Si bien hablar de cambio climático suele traer a la mente derretimiento de icebergs y ahora, más recientemente, incendios, la salud es otra de las grandes afectadas y no precisamente por las olas de calor (aunque también). En 2019, un estudio publicado en Nature advertía que durante los últimos 60 años el dengue se ha expandido por todo el mundo tropical “debido a los fenómenos globales en curso, incluidos el cambio climático y la urbanización”.
Utilizando variables como precipitación anual acumulada, humedad relativa mínima y densidad poblacional, los investigadores concluyeron que 2.000 millones de personas más estarán en riesgo de contraer dengue en 2080 en comparación con 2015, lo que elevará la población total en riesgo a más de 6,1 mil millones, el 60% de la población mundial. (Puede ver: Dragones domésticos y su conexión con una cepa de Salmonella)
Si aun eso no fuera suficiente, el Aedes aegyp también está cambiando y adaptándose. Cada vez es más usual encontrarlo en zonas por encima de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, algo que no era posible hace unas décadas. La OMS también está reportando que los mosquitos pueden estar desarrollando resistencia a algunos insecticidas que se usan para su control, lo que hace más difícil la reacción.
“También estamos en un momento de mucha movilización humana”, agrega como otro ingrediente en la situación actual de Colombia el médico de la Universidad de los Andes, John Mario González. “Muchas personas están regresando, o ya lo hicieron, de lugares que están por debajo de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, que es donde suelen estar en mayor abundancia los mosquitos. Entonces hay como una mezcla de cosas: la circulación humana, una dinámica natural de algunas regiones donde el dengue es endémico, y unos meses secos que pueden aumentar el número de posibles criaderos y de reproducción”, resume González. Además, en el país circulan los cuatro serotipos del virus del dengue, lo que aumenta el riesgo de complicaciones en los casos, ya que la exposición previa a un serotipo no protege contra los otros y puede aumentar el riesgo de desarrollar dengue grave en infecciones con diferentes serotipos.
“Se espera que alrededor de 2% de las personas tengan dengue grave”, dice Osorio. Según el Instituto Nacional de Salud, el 1,1% de los casos de dengue reportados durante 2024 en el país son graves, lo que coincide con lo que esperan los investigadores. “La letalidad sigue contenida, lo que demuestra que los médicos han sido entrenados para manejarlo adecuadamente, incluso en niños”, explica el INS.
“Sin embargo, la mayor problemática es la edad a la cual las personas están desarrollando dengue grave. A medida que hay más transmisión, comienzan a verse personas afectadas con dengue grave más tempranamente, incluso niños. Es preocupante. Estamos observando compromisos más graves a más temprana edad, y eso lo que indica es que hay una mayor trasmisión porque las personas están adquiriendo su segundo dengue más rápidamente, lo que es un factor de riesgo”, agrega la investigadora caleña.
Lo que dice Osorio es simple: cuando una persona se recupera de una infección por uno de los serotipos del dengue, desarrolla inmunidad a ese serotipo específico. Sin embargo, la inmunidad no es completa y solo es específica para ese serotipo particular. La complicación surge cuando esa misma persona se infecta con un serotipo diferente. En estos casos, hay un mayor riesgo de desarrollar una forma grave de la enfermedad o dengue hemorrágico. (Puede ver: El Niño: lo que debe saber del índice de radiación ultravioleta)
¿Estamos, entonces, indefensos ante el dengue? “La salud pública es la única respuesta que tenemos”, señala la profesora Marín. Se refiere, en primer lugar, a la prevención y al monitoreo. En Medellín, por ejemplo, una ciudad en la que hasta hace unos años eran común cifras altas de dengue y hoy no está en epidemia, tienen un sistema de monitoreo permanente que permite la captura de mosquitos periódicamente para verificar si están infectados con dengue, lo que hace posible una reacción más rápida.
“Necesitamos, además, un comité permanente que esté discutiendo sobre acciones innovadoras para controlar la enfermedad. Hablo, por ejemplo, de wolbachia (una bacteria que se usa como control biológico y ayuda a que el Aedes aegypti no infecte) o a las vacunas, siguiendo un análisis técnico y juicio sobre qué intervención sirve en qué lugar del país y en qué momento”, agrega la profesora Osorio.
Finalmente, dicen todos los investigadores que consultamos, se necesita movilización social y presencia del Estado en campañas de concientización y prevención. “Necesitamos campañas de educación, como los programas de antaño, en los que había funcionarios que iban de casa en casa revisando si había larvas o acumulación de agua que podía convertirse en criaderos. Y yo no veo campañas educativas a nivel nacional. Estamos en epidemia de dengue y hay que volver a concientizar la gente”, advierte el profesor González.
Un ingrediente adicional que es imposible obviar, agrega Osorio, es que el cambio de gobierno y de institucionalidad municipal que se vivió a finales de año pasado e inicios de este en Colombia “siempre afecta la ejecución de políticas de salud pública”. Incluso en algunas zonas esa afectación se remonta a la pandemia. Según el INS, por ejemplo, Valle del Cauca “tenía una estrategia grande de movilización comunitaria para controlar criaderos que, tras los efectos de pandemia y movilizaciones sociales, ha sido de difícil restauración”.