El mundo, con los ojos puestos en el brote de cólera en Haití
La isla afronta un nuevo brote después de la mortal epidemia que provocó alrededor de diez mil muertes entre 2010 y 2019. Hasta el momento, las autoridades haitianas reportan más de 14 mil casos sospechosos, 1.229 confirmados y 285 muertes. El cólera también ha resurgido en otros países como Siria, Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Yemen o Bangladés, a pesar de que es una enfermedad cuyo tratamiento es altamente exitoso y se conoce desde hace décadas.
Juan Diego Quiceno
A finales de septiembre pasado, el cólera reapareció en Haití. Nadie sabe con certeza cómo, pero a muy pocos les sorprende que haya pasado. “No hay claridad sobre la causa, como sí la hubo en el brote de 2010, pero sabemos que las condiciones estaban ahí para que pasara”, dice desde Puerto Príncipe Alexandre Marcou, de Médicos Sin Fronteras.
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A finales de septiembre pasado, el cólera reapareció en Haití. Nadie sabe con certeza cómo, pero a muy pocos les sorprende que haya pasado. “No hay claridad sobre la causa, como sí la hubo en el brote de 2010, pero sabemos que las condiciones estaban ahí para que pasara”, dice desde Puerto Príncipe Alexandre Marcou, de Médicos Sin Fronteras.
La capital haitiana, describe, sobrevive bajo el control de grupos delincuenciales, balaceras cruzadas y barricadas ciudadanas. “Hace dos meses bloquearon la principal terminal petrolera del país y el combustible, que es muy importante para la operación de hospitales y de servicios sanitarios, se cortó casi totalmente. Lo complicaron aún más todo”.
En Cité Soleil, el barrio más pobre del país más pobre de América, 300.000 personas han vivido asediadas desde entonces por la falta de agua y la basura acumulada. Sin combustible, la primera dejó de llegar en carrotanques y la gestión de la segunda se cortó.
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“Todo eso va creando las condiciones para el cólera. Haití es uno de los países de la región con más desafíos en el acceso al agua y el saneamiento”, explica Andrea Vicari, jefe de la Unidad de Gestión de Amenazas Infecciosas de la OPS: “Es una enfermedad de la pobreza”.
Aunque no hay un consenso sobre el origen de la enfermedad, existen referencias a ella desde Hipócrates (400 aC). Durante siglos, los médicos creyeron que el “miasma”, un vapor desagradable, causaba la propagación de enfermedades, incluido el cólera. Solo hasta 1854 un hombre, John Snow, notó que los muertos de un brote en Londres sucedían alrededor de un pozo de agua, ubicado en un sector conocido como Broad Street. Después de recolectar agua de allí y compararla con la de otros pozos, Snow descubrió que en el primero había unas partículas blancas: una bacteria que se conocería como Vibrio cholerae.
Desde 1883 se sabe con certeza que ese agente microbiano es el responsable del cólera y que su transmisión está estrechamente ligada a un acceso insuficiente a agua salubre.
“Es importante reconocer que el cólera puede darse donde existen vulnerabilidades de ese tipo”, agrega el Dr. Vicari. Como Haití, en donde más de un tercio de la población (35%) carece de servicios básicos de agua potable y dos tercios (65%) tienen servicios de saneamiento limitados o nulos. Desde que se detectó el primer positivo el 2 de octubre, se han reportado 14.577 casos sospechosos y 1.229 confirmados. 285 personas han muerto por una enfermedad cuyo tratamiento se conoce hace décadas.
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Para sobrevivir al cólera basta con una administración de solución de rehidratación oral (SRO) después de los primeros síntomas. Pero de no hacerlo, la enfermedad alcanza su máxima gravedad en apenas 24 horas, provocando que el cuerpo pierda hasta 1 litro de líquido por hora. Si eso no se compensa, el cuerpo colapsa.
La clave está en la capacidad para proporcionar ese tratamiento a gran escala. Los seis campamentos de Médicos Sin Frontera en Puerto Príncipe, que concentran más del 60% de las camas disponibles de toda la ciudad, casi colapsan durante octubre cuando recibieron un promedio de entre 300 y 400 pacientes al día. Hoy esa cifra es de alrededor de 200. Aun así, pocos hablan de bajar la guardia: “¿Optimismo? —dice Marcou— Aquí es bastante complicado decir esa palabra”.
El fantasma del brote de 2010
En 2010, los haitianos escucharon por primera vez en un siglo sobre el cólera. El país estaba semidestruido tras un terremoto de 7,3 grados de magnitud y, “al principio, muchos no creyeron que la enfermedad existiera”, dice Marcou. Los síntomas del cólera (diarrea, vómitos y calambres) se mimetizaban en decenas de dolencias que parecían más urgentes. Alrededor de diez mil personas murieron en poco más de dos años, en un brote que la OMS reconoce como el más grande de la historia reciente del mundo.
“Es probable que la cepa de cólera que se encuentra actualmente circulando en Haití sea similar a la de 2010″, dice el Dr. Vicari. Son los primeros hallazgos de un manuscrito que conoce la OPS, pero que no ha sido revisado por pares. Aun así, esto apuntaría, primero, a que el brote en curso no se debe a una reintroducción de la enfermedad. Hace doce años, científicos de todo el mundo debatieron durante meses acerca de cómo el patógeno Vibrio cholerae llegó a Haití, una isla ubicada en el Mar Caribe.
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Puerto Príncipe era en 2010 el epicentro de una gran operación de ayuda humanitaria que implicó a decenas de países y a miles de personas de todos los continentes. Cuando los cadáveres por el cólera se comenzaron a acumular, los haitianos sospecharon de un campamento de La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), ubicado en las riberas del Río Meye, afluente del Río Artibonito, el mayor de la isla y cuyas aguas utilizaban miles de haitianos para lavarse, bañarse, beber y recrearse.
La presión local e internacional obligó a Naciones Unidas a formar un panel independiente de expertos. Liderado por Alejandro Cravioto, hoy presidente del Grupo Consultivo Estratégico de Expertos en Inmunización de la OMS, el panel concluyó que “la preponderancia y el peso de la evidencia” llevaban a la conclusión de que el personal asociado a las instalaciones de la MINUSTAH era la fuente más probable de introducción del cólera. Las condiciones de saneamiento en el campamento de la ONU no fueron suficientes para evitar la contaminación del Río Meye con desechos fecales humanos.
Esta contaminación inició un brote explosivo de cólera río abajo. La población haitiana carecía entonces de inmunidad y las personas infectadas huyeron a sus comunidades de origen desde los lugares del brote inicial y, en el proceso, dispersaron la enfermedad.
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Aunque el informe se conoció en 2012, solo hasta 2016 el Secretario General de la ONU de entonces, Ban Ki-moon, pidió disculpas por lo que llamó una “respuesta insuficiente ofrecida por el organismo mundial ante el brote del cólera y su propagación en el país”. Entre 2010 y 2016 se notificaron anualmente entre 27.000 y 340.000 casos, confirmando algo que la OPS temió desde el principio: la enfermedad no se iría pronto de Haití. Finalmente, y durante la última semana de enero de 2019, las autoridades confirmaron el que sería el último caso de ese brote, un niño menor de 5 años que ingresó a hospitalización y se recuperó pronto.
Pero lo más probable es que el Vibrio cholerae nunca se haya ido de Haití. “Si el brote actual no se debe a una reintroducción, hay dos hipótesis”, agrega el Dr. Vicari. La primera es que durante los últimos tres años el cólera se trasmitió a niveles muy bajos y, por lo tanto, indetectables para la vigilancia epidemiológica. La segunda apunta en dirección a que el agente microbiano que da lugar a la enfermedad sobrevivió en reservorios ambientales.
“El cólera puede haber sobrevivido en diversos ambientes y después, con ciertas condiciones ambientales o sociales, resurgir”, señala Vicari. Condiciones, dice, como el bloque de combustible y el empeoramiento en el acceso a agua y saneamiento. “Lo ideal —agrega Marcou— sería que hubiera buena infraestructura, pero eso no parece realista en el corto plazo”. Mientras eso sucede, las brigadas médicas recorren todo Puerto Príncipe haciendo pruebas, rehidratando a los enfermos y arrojando cloro (lejía o blanqueador para el hogar) y yodo sobre las aguas estancadas de Cité Soleil y otras grandes barriadas.
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No saben con certeza qué fue lo que comenzó a funcionar de todo eso. “Los casos han venido bajando desde noviembre, es cierto, pero las recientes noticias representan un riesgo”, dice Marcou. Después de más de dos meses de bloqueo, las pandillas están liberando combustible. La economía está recibiendo el impulso y la movilización de las personas está aumentando. Lo que en un primer momento pudo haber posibilitado el resurgimiento de la enfermedad, ahora tiene el potencial de esparcirla en el resto del país.
“Por eso la situación es inestable e incierta —dice el Dr. Vicari— pero es importante decir que el panorama no es igual al de 2010. A pesar de todos los desafíos, los haitianos son los que mejor conocen el cólera en toda la región. El país sabe qué hacer. Y las condiciones que propiciaron la enfermedad no solo están en Haití, también en el resto de la región”.
El resurgimiento de las enfermedades
Hoy el cólera es endémico en muchos países del mundo. A lo largo del siglo XIX, el cólera se propagó por el mundo desde su reservorio original en el delta del Ganges, en la India. Según la Organización Mundial de la Salud, el último gran brote mundial inició en 1961 en Sulawi (Indonesia) y llegó a África en 1971. El continente americano estuvo libre de la enfermedad durante los primeros 30 años de esa epidemia, hasta que el 23 de enero de 1991 se notificaron los primeros casos en Chancay (Perú), en la costa del océano Pacífico cerca de Lima y, casi simultáneamente, en Chimbote, 400 km al norte de Chancay.
En los primeros tres años, el cólera alcanzó a casi todos los países de América Latina, con excepción de Uruguay y las islas del Caribe. En Colombia el primer caso fue notificado en Tumaco el 10 de marzo de 1991. Hoy el Instituto Nacional de Salud (INS) no reporta casos o alertas por esa enfermedad. Desde 2010, cuando el cólera resurgió con fuerza en Haití, la OPS ha pedido a los países reforzar controles, pero con el covid-19 la situación se complejizó más y las alarmas han estado sonando en varios frentes a la vez.
Carissa F. Etienne, directora de la OPS, hizo un pequeño, pero alarmante recuento el pasado 12 de octubre en una rueda de prensa: cólera en Haití, viruela símica, covid-19 y bajas tasas de vacunación contra la poliomielitis. “Las emergencias de salud paralelas y los frágiles entornos sociales, políticos y naturales ilustran la importancia de invertir en los sistemas de salud y fortalecerlos”, decía Etienne. “No tenemos tiempo para recuperarnos y prepararnos entre las múltiples crisis”.
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El panorama haitiano, es claro en decir el Dr. Vicari, no es un riesgo inminente para las Américas: “No es que se aproxime un aumento de cólera en el resto de países, cada uno tiene condiciones y contextos diversos”, pero sí que es un llamado importante de atención.
La región está bajo presión. “Estas emergencias se dan porque existen unas brechas de desigualdades enormes. Hay un grupo de enfermedades que se han denominado ‘infecciones desatendidas’ cuyo origen ha sido, justamente, la ausencia de medidas de saneamiento básico. El llamado urgente es utilizar las herramientas que tenemos para controlar estas emergencias, priorizando las estrategias intersectoriales: el enfoque de la salud tiene que estar en todos los campos”, señala Jovana Alexandra Ocampo Cañas profesora de la Universidad de los Andes y consultora externa de la OMS.
La alerta es global. Ante las noticias de positivos sobre poliovirus, incremento del sarampión en todo el mundo, difteria en Pakistán, Bangladés y Nepal, cólera en Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Yemen, Bangladés o Siria, la OMS parece quedarse corta en sus diagnósticos de atención. “En muchos países, y es el caso de Siria, las enfermedades son una emergencia más dentro de guerras y conflictos humanitarias que llevan años sin atención. Eso lo que demuestra es que todo está conectado: la salud no se puede entender sin las condiciones sociales o económica”, dice Celia Roman Gamez, de MSF en Siria.
Y aunque la vacunación parece una medida básica de atención, lo claro es que no hay dosis para tantas emergencias paralelas. En lo que respecta al cólera, hay tres vacunas orales precalificadas por la OMS: Dukoral, Shanchol y Euvichol-Plus, todas de dos dosis. En una evaluación de riesgo que hacía la organización sanitaria a inicios de octubre pasado, se reconocía que las existencias mundiales de esas vacunas orales son bajas y serían insuficientes para vacunar a todas las poblaciones en riesgo en Haití. Aunque se puede intentar, esa no parece ser la solución ni a este ni a brotes en el corto o mediano plazo.
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La única medida posible y viable es el camino largo y difícil: el de las medidas estructurales que no buscan atender emergencias, sino evitarlas. El problema —finaliza Marcou— es que los países que suelen protagonizar los mayores riesgos, son los que tienen las perspectivas menos optimistas hacia el futuro.