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Yo estuve en el peor pico del covid-19 en Colombia

El país enfrentó en junio el peor pico de la pandemia del nuevo coronavirus. Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. Así lo vivió el personal de salud.

Andrés Aguirre
26 de diciembre de 2021 - 07:00 p. m.
Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. / AFP / Raul ARBOLEDA
Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. / AFP / Raul ARBOLEDA
Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA
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Era el 7 de marzo de 2020 cuando me bajaba, en Medellín, de un avión procedente de Madrid. Ya había empezado el covid-19 en España, pero pocos usaban mascarilla y las noticias de su gravedad parecían reñir con el ambiente de que “aquí todavía no pasa” y pareciera que no fuera a pasar. Sin embargo, contra esa equivocada percepción, nos dimos a la tarea de empezar a planear cómo afrontaríamos esta situación en el Hospital Pablo Tobón Uribe.

Recuerdo que cuando se empezaron a conocer las numerosas muertes en el norte de Italia por esta, todavía no declarada, pandemia, sí comenzamos a tener un sentido de urgencia. En varias ciudades se iniciaron las “cuarentenas simuladas” y en abril del 2020 en el Hospital literalmente espantaban: de un momento a otro desaparecieron los enfermos y algunos pensaban que sobrábamos, que todo se resolvía con servicios a domicilio y por vía virtual. Ello nuevamente trajo un sentido de irrealidad: esto está pasando, pero aquí no sucede nada. (También puede leer: Colombia recibe un nuevo lote de 2,1 millones de vacunas de Sinovac)

Pedimos ayuda por efectos de la sostenibilidad: hospitales vacíos son insostenibles, pero eran gritos de auxilio que caían en el vacío. Sí obtuvimos unas muy importantes donaciones de la empresa privada para poder expandir las unidades de cuidados intensivos. Empezaron a llegar los primeros casos y con ellos los señalamientos de que nos inventábamos los diagnósticos de covid-19 para enriquecernos y, a la vez, paradójicamente, que éramos los portadores y transmisores de esta letal enfermedad. No éramos los héroes sino los villanos.

Resolví, con el grupo directivo del Hospital, que haríamos presencia real en la institución. En este escenario caótico, la peor decisión hubiera sido desaparecer y esconderse en el mundo digital, que ya empezaba a endiosarse, mientras la gente de servicio ya se exponía a contagiarse del virus. En estos casos de mucha incertidumbre, teníamos que encontrar unos principios de actuación que nos dieran alguna orientación y a punta de reflexión los definimos. Los más importantes, que demostraron finalmente su valía, fueron: tomamos decisiones con los mejores datos disponibles, esencial estar actualizado con lo que se va publicando del virus; tenemos derecho a equivocarnos; la calidad y la seguridad de los pacientes y nuestro personal no son negociables; debemos evitar señalamientos si alguno cae enfermo y, por el contrario, los debemos atender; las decisiones tienen una temporalidad variable y dependen de la mejor información disponible; debemos trabajar de forma coordinada con otros agentes del sistema y con el Estado, y debemos cuidar nuestro estado emocional y mantener la calma. (Le puede interesar: La OMS aprueba la primera vacuna anticovid elaborada en América Latina)

Afrontar lo que denominé “la deformación del espacio-tiempo” fue todo un reto de salud mental. Los seres humanos nos apropiamos y humanizamos ambas dimensiones, pero todo ello se disolvió por causa de la pandemia. Para muchos, el lugar en que habitaban se tornó en todo lo disponible: ahí se trabajaba, se descansaba, se hacían todo tipo de reuniones virtuales, se oraba, etc. Mientras muchos de los ámbitos estaban vacíos, este espacio tenía que llenarlo todo, pero lo hacía de una manera tal que terminaba hastiando: no había salida porque casi todo debía estar resguardado.

Igual sucedió con el tiempo. La forma más sencilla de apropiarlo es con el calendario, con los rituales de celebración en el tiempo, con la ilusión de un encuentro con amigos. Pero esto también se pulverizó. Desaparecieron los días de semana y los fines de semana. La sobrecarga de solicitud de ayuda por todos los medios fue brutal. El más mínimo síntoma despertaba inquietudes y entonces acudían a pedir orientación en cualquier día de la semana y a todas horas. La palabra “descansar” reposaba en el diccionario, pero no era posible conjugarla en la cotidianidad. Además, con el número creciente de casos de covid-19, los hospitales nos habíamos vuelto importantes. Muchos llamaban de manera desesperada buscando una cama de cuidado intensivo para un ser querido, pero estaba fuera de nuestras manos dar una ayuda eficaz, debido a la sobredemanda. Mantener la calma, la serenidad y un cierto grado de optimismo se convirtió en todo un reto. (Puede leer: Minsalud reconoció la labor del personal médico por su servicio en pandemia)

Esta ha sido una época de grandes satisfacciones derivadas de poder servir, pero a la vez de adaptarse a no poder realizar pequeños anhelos que antes se podían llenar. El tacto sin contacto, la imposibilidad de abrazar y ser abrazado. El mundo virtual tiene sus virtudes y sus grandes vacíos. No es igual el brillo de unos ojos al destello de una pantalla. Cómo es de difícil sostener la mirada en los ojos de otro, pero a través de las variadas plataformas de reunión virtual es bastante fácil. Aun en el mundo real, nunca será igual tomar unas manos que el rozarse los codos. Lo primero es poético, lo segundo un acto mecánico y funcional de protección. La mascarilla cercenó la mitad del rostro y cuántas veces no pudimos reconocer a alguien por el enmascaramiento que ocasiona este esencial elemento de cuidado personal.

Esperanzadoras fueron muchas cosas. Ver toda la dedicación y capacidad de servicio de la gente de los hospitales, su compromiso cuando cuidaban sabiendo que sus seres queridos —hijos, padres, etc.— no tenían quien los cuidara. Ellos me llenaron de energía. Se supone que, en mi cargo, que soy director general, debía inspirar a otros. Pero era este grupo de personas las que con su vocación me daban un testimonio de vida increíble. A ello le denominé “pedagogía inversa”: aprendí muchísimo de las personas que estaban bajo mi responsabilidad.

Una de las decisiones más importantes en este período fue aceptar participar en el estudio de investigación de una de las vacunas. Ser partícipe de una minúscula parte de lo que, a la postre, ha sido una gran esperanza para la humanidad llena el alma. (También puede leer: Chile dice que también aplicará cuarta dosis contra covid-19)

Finalmente, esta fue una época que, en mi caso, sirvió para muchas reflexiones. No es el virus el que enseña, sino cada uno en su consciencia haciendo introspección para aprender. Debo señalar que me opongo a expresiones como la “nueva realidad” o el reinventarse. Muchas personas han sufrido y experimentado daños no fácilmente reparables por sí mismos. Al final, esta circunstancia nos pone de cara a nuestra propia humanidad: nuestra enorme finitud, pero a la vez nuestra posibilidad de una gran fraternidad.

*Director del Hospital Pablo Tobón Uribe.

Por Andrés Aguirre

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Dion Casio(66071)26 de diciembre de 2021 - 10:28 p. m.
El Coby llegó a Polombia en las alas de Avianca por la necedad de duque que se negó a cerrar el aeropuerto cundo todos los países lo habían hecho, porque su hermanita era la vicepresidenta de esta Cia holandesa. Para máß estupidez duque estaba empeñado en regalarle 470 millones de U$ a la Cia mientras la gente moría de hambre .
Jorge(57912)26 de diciembre de 2021 - 08:22 p. m.
Dr. Aguirre. Felicitaciones por la excelente columna. Una descripción clara y veráz de lo que sucedió. La abnegada y ardua labor de todo el equipo de salud fue determinante en que las cosas no fueran peores. Un homenaje de pie a todos ellos por los servicios prestados.
jose(33220)26 de diciembre de 2021 - 04:26 p. m.
DR AGUIRRE. Que bueno leerlo muy humana su columa. Esta me dice que el pablo tobon sigu siendo tan humano y bello como el que me presto sus buenos servicios y caridad enla epoca delos ochenta . Re cuerdo con cariño y agradecimiento al personal de trabajo social.siempre tan humanas , con gran vocacion de servicio, alcirujano; Mario Ruiz velez. Dios les recompense
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