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                                                                                                                                Yo estuve en el peor pico del covid-19 en Colombia

                                                                                                                                El país enfrentó en junio el peor pico de la pandemia del nuevo coronavirus. Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. Así lo vivió el personal de salud.

                                                                                                                                Andrés Aguirre

                                                                                                                                Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. / AFP / Raul ARBOLEDA
                                                                                                                                Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Recuerdo que cuando se empezaron a conocer las numerosas muertes en el norte de Italia por esta, todavía no declarada, pandemia, sí comenzamos a tener un sentido de urgencia. En varias ciudades se iniciaron las “cuarentenas simuladas” y en abril del 2020 en el Hospital literalmente espantaban: de un momento a otro desaparecieron los enfermos y algunos pensaban que sobrábamos, que todo se resolvía con servicios a domicilio y por vía virtual. Ello nuevamente trajo un sentido de irrealidad: esto está pasando, pero aquí no sucede nada. (También puede leer: Colombia recibe un nuevo lote de 2,1 millones de vacunas de Sinovac)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esta ha sido una época de grandes satisfacciones derivadas de poder servir, pero a la vez de adaptarse a no poder realizar pequeños anhelos que antes se podían llenar. El tacto sin contacto, la imposibilidad de abrazar y ser abrazado. El mundo virtual tiene sus virtudes y sus grandes vacíos. No es igual el brillo de unos ojos al destello de una pantalla. Cómo es de difícil sostener la mirada en los ojos de otro, pero a través de las variadas plataformas de reunión virtual es bastante fácil. Aun en el mundo real, nunca será igual tomar unas manos que el rozarse los codos. Lo primero es poético, lo segundo un acto mecánico y funcional de protección. La mascarilla cercenó la mitad del rostro y cuántas veces no pudimos reconocer a alguien por el enmascaramiento que ocasiona este esencial elemento de cuidado personal.

                                                                                                                                Esperanzadoras fueron muchas cosas. Ver toda la dedicación y capacidad de servicio de la gente de los hospitales, su compromiso cuando cuidaban sabiendo que sus seres queridos —hijos, padres, etc.— no tenían quien los cuidara. Ellos me llenaron de energía. Se supone que, en mi cargo, que soy director general, debía inspirar a otros. Pero era este grupo de personas las que con su vocación me daban un testimonio de vida increíble. A ello le denominé “pedagogía inversa”: aprendí muchísimo de las personas que estaban bajo mi responsabilidad.

                                                                                                                                Una de las decisiones más importantes en este período fue aceptar participar en el estudio de investigación de una de las vacunas. Ser partícipe de una minúscula parte de lo que, a la postre, ha sido una gran esperanza para la humanidad llena el alma. (También puede leer: Chile dice que también aplicará cuarta dosis contra covid-19)

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Finalmente, esta fue una época que, en mi caso, sirvió para muchas reflexiones. No es el virus el que enseña, sino cada uno en su consciencia haciendo introspección para aprender. Debo señalar que me opongo a expresiones como la “nueva realidad” o el reinventarse. Muchas personas han sufrido y experimentado daños no fácilmente reparables por sí mismos. Al final, esta circunstancia nos pone de cara a nuestra propia humanidad: nuestra enorme finitud, pero a la vez nuestra posibilidad de una gran fraternidad.

                                                                                                                                *Director del Hospital Pablo Tobón Uribe.

                                                                                                                                Los casos reportados por día, en algún momento, fueron más de 30.000 y los fallecidos más de 600. / AFP / Raul ARBOLEDA
                                                                                                                                Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Recuerdo que cuando se empezaron a conocer las numerosas muertes en el norte de Italia por esta, todavía no declarada, pandemia, sí comenzamos a tener un sentido de urgencia. En varias ciudades se iniciaron las “cuarentenas simuladas” y en abril del 2020 en el Hospital literalmente espantaban: de un momento a otro desaparecieron los enfermos y algunos pensaban que sobrábamos, que todo se resolvía con servicios a domicilio y por vía virtual. Ello nuevamente trajo un sentido de irrealidad: esto está pasando, pero aquí no sucede nada. (También puede leer: Colombia recibe un nuevo lote de 2,1 millones de vacunas de Sinovac)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esta ha sido una época de grandes satisfacciones derivadas de poder servir, pero a la vez de adaptarse a no poder realizar pequeños anhelos que antes se podían llenar. El tacto sin contacto, la imposibilidad de abrazar y ser abrazado. El mundo virtual tiene sus virtudes y sus grandes vacíos. No es igual el brillo de unos ojos al destello de una pantalla. Cómo es de difícil sostener la mirada en los ojos de otro, pero a través de las variadas plataformas de reunión virtual es bastante fácil. Aun en el mundo real, nunca será igual tomar unas manos que el rozarse los codos. Lo primero es poético, lo segundo un acto mecánico y funcional de protección. La mascarilla cercenó la mitad del rostro y cuántas veces no pudimos reconocer a alguien por el enmascaramiento que ocasiona este esencial elemento de cuidado personal.

                                                                                                                                Esperanzadoras fueron muchas cosas. Ver toda la dedicación y capacidad de servicio de la gente de los hospitales, su compromiso cuando cuidaban sabiendo que sus seres queridos —hijos, padres, etc.— no tenían quien los cuidara. Ellos me llenaron de energía. Se supone que, en mi cargo, que soy director general, debía inspirar a otros. Pero era este grupo de personas las que con su vocación me daban un testimonio de vida increíble. A ello le denominé “pedagogía inversa”: aprendí muchísimo de las personas que estaban bajo mi responsabilidad.

                                                                                                                                Una de las decisiones más importantes en este período fue aceptar participar en el estudio de investigación de una de las vacunas. Ser partícipe de una minúscula parte de lo que, a la postre, ha sido una gran esperanza para la humanidad llena el alma. (También puede leer: Chile dice que también aplicará cuarta dosis contra covid-19)

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                *Director del Hospital Pablo Tobón Uribe.

                                                                                                                                Por Andrés Aguirre

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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