El regreso del fenómeno de El Niño aumentaría riesgo de hambre, sequía y malaria
Las altas temperaturas presentadas durante los últimos días, además de la declaración del julio de 2023 como el mes más caluroso de la historia, impactarían de forma diferente a ciertos territorios.
Con la llegada del fenómeno de El Niño, científicos temen lo que pueda significar para la salud pública, como el aumento de hambre, sequía y enfermedades como la malaria (Lea también: La Organización Meteorológica Mundial declara, oficialmente, el inicio de El Niño).
Debe recordarse que el pasado 4 de julio, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró oficialmente el inicio de El Niño, un patrón climático que se produce entre cada dos y siete años, y está asociado al calentamiento de la superficie oceánico en el Pacífico tropical central y oriental. El problema, ha resaltado la organización, es que se presenta en un contexto de un “clima modificado por las actividades humanas” (Estaría relacionado: El Niño: sequías, malaria y, posiblemente, un duro golpe a la economía).
Su aparición también podría comprometer la salud de las personas. Así se lo dijo a The Guardian el director del centro de clima y salud de la escuela de salud pública de la Universidad de Boston, Gregory Wellenius, para quien las altas temperaturas a veces llevan a “la hospitalización, otras veces a la muerte, y luego están los impactos indirectos que siguen a eso”.
En Etiopía, por ejemplo, El Niño podría significar periodos de largas sequías. Eso, en palabras de la directora de impactos climáticos de la organización Wellcome, Madeleine Thomson para The Guardian, podría conllevar un incremento de enfermedades infecciosas, como la malaria.
Uno de los grandes riesgos, según Thomson, se presentaría en tierras de gran altura en las que las poblaciones todavía no son inmunes a la enfermedad, pues, en condiciones normales, ese tipo de territorios son demasiado fríos para la transmisión.
Como ya le había dicho a El Espectador el profesor Germán Poveda, una de las cosas que más le inquieta tiene que ver con una conexión que ha estudiado desde finales de los años 90: la relación que hay entre la malaria y el fenómeno de El Niño.
“A mí, en particular, me inquieta mucho lo que pasa con la malaria, especialmente, porque hemos publicado varios artículos y hemos hecho mucha divulgación sobre lo que sucede cuando tenemos el fenómeno de El Niño, pero aún hay una brecha y mucha población resulta afectada”, señala Poveda, que también ha participado en del IPCC, el grupo de científicos creado para estudiar y comprender el impacto de la actividad humana en el cambio climático.
Para decirlo en términos sencillos, Poveda y un grupo de investigadores, entre los que están los médicos William Rojas e Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET), de la U. de Antioquia, han probado que con las sequías de El Niño aumentan los casos de malaria, una enfermedad causada por el parásito Plasmodium falciparum o Plasmodium vivax, que es transmitido por mosquitos Anopheles.
En Colombia, por el momento, como explica Franklyn Prieto, director de vigilancia en salud pública del Instituto Nacional de Salud (INS), no han notado un comportamiento anómalo de los casos de malaria, pero es posible, dice, que aparezcan focos en zonas rurales del Pacífico, Amazonía, Orinoquía y partes de Antioquia. Asegura que estarán monitoreando, como suelen hacerlo, para poner en marcha todo el aparato institucional.
La seguridad alimentaria es otra preocupación. Walter Baethgen, científico del instituto internacional de investigación para el clima y la sociedad de la Universidad de Columbia, mencionó que los cambios en los patrones climáticos podrían ser “fatales” para los agricultores en países que ya habían tenido problemas durante la pandemia por el covid-19, la invasión rusa de Ucrania y otros fenómenos meteorológicos asociados a la crisis climática.
Con la aparición de El Niño, aumentan considerablemente las probabilidades de que en muchas partes del mundo y del océano se alcancen temperaturas extremas. Por ejemplo, la OMM ya declaró a julio de 2023 como el mes más caluroso en toda la historia.
El Niño afecta de manera diferente a las regiones. Por ejemplo, en zonas del Sur de Sudamérica, sur de los Estados Unidos, en el Cuerno de África y en Asia Central, este fenómeno está asociado a un aumento de las precipitaciones. Mientras tanto, en el norte de Sudamérica, Australia, Indonesia, regiones del Sur de Asia y Centroamérica, El Niño genera graves sequías.
De hecho, un informe de esta agencia meteorológica publicado en mayo de este año, predijo que hay un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los cinco años siguientes sea el más cálido jamás registrado. Así pues, se superaría a 2016, “cuando se produjo un fenómeno de El Niño excepcionalmente fuerte”, explica la OMM.
Con la llegada del fenómeno de El Niño, científicos temen lo que pueda significar para la salud pública, como el aumento de hambre, sequía y enfermedades como la malaria (Lea también: La Organización Meteorológica Mundial declara, oficialmente, el inicio de El Niño).
Debe recordarse que el pasado 4 de julio, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró oficialmente el inicio de El Niño, un patrón climático que se produce entre cada dos y siete años, y está asociado al calentamiento de la superficie oceánico en el Pacífico tropical central y oriental. El problema, ha resaltado la organización, es que se presenta en un contexto de un “clima modificado por las actividades humanas” (Estaría relacionado: El Niño: sequías, malaria y, posiblemente, un duro golpe a la economía).
Su aparición también podría comprometer la salud de las personas. Así se lo dijo a The Guardian el director del centro de clima y salud de la escuela de salud pública de la Universidad de Boston, Gregory Wellenius, para quien las altas temperaturas a veces llevan a “la hospitalización, otras veces a la muerte, y luego están los impactos indirectos que siguen a eso”.
En Etiopía, por ejemplo, El Niño podría significar periodos de largas sequías. Eso, en palabras de la directora de impactos climáticos de la organización Wellcome, Madeleine Thomson para The Guardian, podría conllevar un incremento de enfermedades infecciosas, como la malaria.
Uno de los grandes riesgos, según Thomson, se presentaría en tierras de gran altura en las que las poblaciones todavía no son inmunes a la enfermedad, pues, en condiciones normales, ese tipo de territorios son demasiado fríos para la transmisión.
Como ya le había dicho a El Espectador el profesor Germán Poveda, una de las cosas que más le inquieta tiene que ver con una conexión que ha estudiado desde finales de los años 90: la relación que hay entre la malaria y el fenómeno de El Niño.
“A mí, en particular, me inquieta mucho lo que pasa con la malaria, especialmente, porque hemos publicado varios artículos y hemos hecho mucha divulgación sobre lo que sucede cuando tenemos el fenómeno de El Niño, pero aún hay una brecha y mucha población resulta afectada”, señala Poveda, que también ha participado en del IPCC, el grupo de científicos creado para estudiar y comprender el impacto de la actividad humana en el cambio climático.
Para decirlo en términos sencillos, Poveda y un grupo de investigadores, entre los que están los médicos William Rojas e Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET), de la U. de Antioquia, han probado que con las sequías de El Niño aumentan los casos de malaria, una enfermedad causada por el parásito Plasmodium falciparum o Plasmodium vivax, que es transmitido por mosquitos Anopheles.
En Colombia, por el momento, como explica Franklyn Prieto, director de vigilancia en salud pública del Instituto Nacional de Salud (INS), no han notado un comportamiento anómalo de los casos de malaria, pero es posible, dice, que aparezcan focos en zonas rurales del Pacífico, Amazonía, Orinoquía y partes de Antioquia. Asegura que estarán monitoreando, como suelen hacerlo, para poner en marcha todo el aparato institucional.
La seguridad alimentaria es otra preocupación. Walter Baethgen, científico del instituto internacional de investigación para el clima y la sociedad de la Universidad de Columbia, mencionó que los cambios en los patrones climáticos podrían ser “fatales” para los agricultores en países que ya habían tenido problemas durante la pandemia por el covid-19, la invasión rusa de Ucrania y otros fenómenos meteorológicos asociados a la crisis climática.
Con la aparición de El Niño, aumentan considerablemente las probabilidades de que en muchas partes del mundo y del océano se alcancen temperaturas extremas. Por ejemplo, la OMM ya declaró a julio de 2023 como el mes más caluroso en toda la historia.
El Niño afecta de manera diferente a las regiones. Por ejemplo, en zonas del Sur de Sudamérica, sur de los Estados Unidos, en el Cuerno de África y en Asia Central, este fenómeno está asociado a un aumento de las precipitaciones. Mientras tanto, en el norte de Sudamérica, Australia, Indonesia, regiones del Sur de Asia y Centroamérica, El Niño genera graves sequías.
De hecho, un informe de esta agencia meteorológica publicado en mayo de este año, predijo que hay un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los cinco años siguientes sea el más cálido jamás registrado. Así pues, se superaría a 2016, “cuando se produjo un fenómeno de El Niño excepcionalmente fuerte”, explica la OMM.