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“Los médicos son tan buenos como nuestros grupos, nuestro equipo y nuestros medicamentos. Si recibimos el tan necesario equipo (pruebas, ventiladores y bombas intravenosas) a tiempo, menos pacientes morirán innecesariamente. Pero si no podemos proporcionar los medicamentos que hacen que nuestro trabajo sea efectivo, todos nuestros esfuerzos serán en vano”. (Lea Vacuna para el COVID-19: una promesa a medio camino)
Jeremy Samuel Faust es médico en el Brigham and Women’s Hospital (Boston, EE. UU.) y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. La columna que escribió para The Atlantic a finales de abril era una advertencia de lo que sucedía entonces en Estados Unidos. La pandemia, apuntaba, ocasionará una escasez generalizada de medicamentos. “Será la próxima crisis”, decía. El fentanilo, un poderoso analgésico, era su primer ejemplo. “Cuando lo ordeno, aparece una alerta que me recuerda que hay una escasez nacional”. (Lea Debemos apelar a la inteligencia colectiva)
Su consumo, revelaba por esos días el columnista de asuntos farmacéuticos Ed Silverman en el portal Statanews, se había disparado. La demanda de sedantes, anestésicos, analgésicos y relajantes musculares creció 213 % entre enero y abril. “Es probable que persista la escasez”, señalaba.
Poco a poco la preocupación se ha extendiendo a otros países. A medida que las camas de cuidados intensivos (UCI) se llenan, los medicamentos que suelen ser usados en esos espacios también empiezan a escasear. Colombia, que hoy tiene una disponibilidad de UCI del 32%, no es la excepción. “Sí, la situación es difícil y todos los días me levanto pensando en cómo resolverla”, reconoce Leonardo Arregocés, a cargo de la Dirección de Medicamentos del Ministerio de Salud. “Hay un riesgo de desabastecimiento si hablamos del fentanilo. Estamos en el límite”.
Sumar esfuerzos
El fentanilo es un viejo conocido de la medicina. A finales de la década del 50 fue desarrollado por Paul Janssen para la empresa que llevaba su apellido y desde entonces entró en la lista de los más poderosos analgésicos. Forma parte del grupo de los opioides que están bajo estricto control del Estado por la posibilidad de crear adicción y para producirlo cada país pide un cupo a la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, JIFE.
Hoy los doctores recurren a él para tratar el intenso dolor que pueden generar diversas enfermedades. El cáncer es una de ellas. También, por estos días, lo usan con frecuencia para que los pacientes críticos que llegan a las UCI con COVID-19 puedan estar conectados a un ventilador mecánico.
Peter Vergara, especialista en farmacología clínica y en medicina crítica y cuidados intensivos, lo explica de manera sencilla: “Aunque usualmente no todos los pacientes que están conectados a un ventilador deben estar sedados, los que llegan a las UCI con COVID-19 tienen la función pulmonar muy deteriorada. Entonces para que el ‘respirador’ no le haga daño, debemos sedarlo. Es la manera de evitar que haya una especie de pelea entre la máquina y el paciente. ¿Y qué usamos para eso? Sedantes como las benzodiazepinas y analgésicos como el fentanilo, que es de los más frecuentes. Por eso fue uno de los primeros que empezaron a escasear”.
El posible desabastecimiento de este medicamento comenzó a inquietar a quienes están en los hospitales a mediados de junio. La Asociación Colombiana de Químicos Farmacéuticos Hospitalarios (Acqfh), cuenta Juan Pablo Osorio, su presidente, lanzó ese mes las primeras alertas. La Asociación Colombiana de Medicina Crítica y Cuidados Intensivos (Amci) también envió al Minsalud una carta advirtiendo sobre la difícil situación que comenzaban a notar en el caso del fentanilo y el besilato de cisatracurio (un relajante muscular).
“Hoy eso es una realidad de la que hay que hablar, porque a medida que las ciudades llegan al pico de la epidemia, se requerirán más ampollas de fentanilo. El consumo es muy alto, pero estamos haciendo todo lo posible para que los hospitales tengan disponibilidad”, dice José Luis Accini, presidente de la Amci. Ya, señala Osorio, se han presentado algunos casos en Nariño que se han tratado de resolver con agilidad.
Ambos coinciden es que desde que aparecieron los primeros indicios de desabastecimiento, empezaron a sumarse esfuerzos para evitarlo. De muy poco servía haber hecho un gran inversión para habilitar UCI y comprar cientos de ventiladores, si no había medicamentos.
Lo primero que hicieron fue reunirse con varios actores del sistema de salud para encontrar soluciones rápidas a un problema que no quieren que se les salga de las manos. Junto con otras asociaciones científicas, el Minsalud, el Invima, representantes de la industria farmacéutica y el Fondo Nacional de Estupefacientes (que es el que controla el comercio de opioides como el fentanilo) han hecho tres mesas de trabajo en seis semanas para evaluar escenarios y hallar caminos para resolverlos. La dificultad, comenta Arregocés, del Minsalud, es que no esperaban que el consumo se disparara de manera tan abrupta.
“Entre marzo y abril construimos unos modelos en los que estimamos el número de ampollas que se utilizarían en Colombia cada mes hasta el final de 2020. Entonces, un paciente en UCI requeriría seis ampollas de fentanil al día. Pero a medida que la ciencia ha permitido entender mejor la enfermedad, los especialistas se percataron de que necesitaban una mayor cantidad”, explica.
En otras palabras, si en condiciones normales el país consumía unas 300 mil ampollas de este medicamento cada mes, ahora es posible que se necesiten 2,2 millones. Es casi siete veces más que el consumo habitual. La otra dificultad, cuenta Arregocés, es que el precio de la materia prima para fabricar fentanilo es hoy superior al de hace un año pero, explica, “ya Bancóldex va a dar líneas de crédito para que los productores en Colombia no tengan ninguna complicación. El otro punto es que no es fácil acelerar la producción de este medicamento, pero hay que reconocer que los laboratorios están haciendo todo lo posible”.
Hoy hay siete empresas que tienen autorización para fabricarlo o importarlo: Ferparvi S.A.S., B. Braun, Laboratorios Chalver de Colombia S.A., Laboratorio Sanderson S.A., Laboratorios Sanderson S.A., Laboratorios Blaskov LTDA., Corpaul y Hamelin Pharma Plus GMBH.
“Este caso ha mostrado sinergias increíbles”, asegura José Luis Méndez, presidente de Asinfar, la asociación que aglutina a la mayoría de laboratorios nacionales. “Si un laboratorio puede producirlo, pero no tiene materia prima, aparece otro que sí tiene y se la suministra. Si alguno no tiene empaques, de repente aparece uno más con suficientes en su empresa. Hay que reconocer que el Invima, además, ha facilitado todos los trámites que, por lo general, tardan mucho tiempo”.
“Ha sido un gran trabajo conjunto. Nosotros declaramos al fentanilo y otros medicamentos como vitales no disponibles y estamos apoyando el aumento de la capacidad de producción ”, reitera Judith Mestre, directora del área de Medicamentos del Invima.
Las asociaciones médicas también están haciendo lo posible para que ninguna UCI vaya a tener dificultades. Como cuenta el doctor Vergara, que es parte de la AMCI, produjeron un documento tras reunirse con 20 expertos de todo el país. En él detallan cuáles alternativas pueden usar los médicos en Colombia para evitar el desabastecimiento de esas medicinas esenciales. “Es posible que estos meses estemos siempre en riesgo de escasez y por eso todos tienen que poner de su parte”, reitera.
Todos coinciden en que, además, los hospitales tienen una gran tarea por delante: deben evitar hacer compras masivas de fentanilo o de las benzodiazepinas. Si no la cumplen, el panorama no será nada alentador para instituciones más pequeñas que no tienen la misma facilidad para adquirirlas. “La distribución debería ser equitativa. Es difícil de regular, pero es esencial en estos temas ”, afirma Osorio, que habla desde Ibagué. “Cuando hay nuevas unidades disponibles, se venden como pan caliente. Y si no hay generosidad las regiones pronto algunas estarán en serios problemas”.