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13.380 casos registró la Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) de cáncer de mama en 2018. La mayoría de estos en Bogotá, Valle del Cauca y Antioquia. Generalmente la respuesta para estos temas es fortalecer las campañas para el autoexamen y las mamografías. Pero desde 2009, el médico y doctor en Diseño y Creación de la Universidad de Caldas, Walter Arboleda Ruiz, trabaja en otro enfoque: mejorar la forma en la que se enseña el examen clínico a los estudiantes de enfermería y medicina.
La Superintendencia de Industria y Comercio le otorgó la patente número 14 de la Universidad de Caldas por el aparato que desarrolló Arboleda, Esperanza. Este prototipo nació de una pregunta: ¿qué tan eficaz es el aprendizaje profundo de los estudiantes con el examen clínico de mama?, es decir, ¿qué tan claro queda este método de diagnóstico luego de que lo ven en clase?.
“Yo no puedo saber si cuando hacen el examen, el estudiante está pensando en la novia o algo que tiene que ver con la glándula mamaria. Esa información es incógnita para el docente”, comenta Arboleda, quien también es ginecobstetra especializado en mastología.
Esperanza, el prototipo que tomó el nombre de la abuela de Arboleda, es un artefacto que no cuesta más de 500 mil pesos. Es muy parecido a una glándula mamaria real, tiene sensores de presión divididos en cuatro cuadrantes, los cuales analizan tres niveles de presión: superficial, medio y profundo. Además cuenta con un estímulo cada vez que termina el proceso, una retroalimentación para identificar qué hizo bien y qué hizo mal el estudiante en el examen clínico de la mama.
“La maniobra que le enseñamos a los estudiantes es que en la zona superficial se hace como si uno estuviera acariciando la glándula mamaria, es una presión suave, luego un movimiento como si estuviera tocando piano, el objetivo es desplazar el tejido para valorar el plano medio de la glándula y para el plano profundo se hace un movimiento circular. Al final voy a tener 12 puntos de referencia para saber si el estudiante valora bien o no cada cuadrante. El prototipo me señala cuando está haciendo la palpación adecuada y en rojo cuando no”, argumenta el científico.
Las razones
La base del trabajo de Arboleda nació en dos investigaciones. Una del 2009 con la que recibió su grado como mastólogo y otra del 2012. La primera fue en Bogotá, allí realizó 4.500 entrevistas para conocer si se seguían las recomendaciones internacionales de que las mujeres se realizaran un examen clínico de mama una vez al año (si su edad era entre 40 y 70 años). Las respuestas lo sorprendieron: “Solamente el 34% tenía esa cobertura. Después preguntamos por la mamografía y solamente el 54% se la había realizado en los últimos dos años. Concluimos que si en empresas del régimen contributivo en la capital, la cobertura era así de baja, no nos imaginábamos cómo sería en otras ciudades y en el subsidiado”, comentó.
Al regresar a Manizales a inicios del 2010 se alió, entre otras, con Luz Angela Correa Ramírez, enfermera especialista en Oncología y Ph.D en Ginecología, Obstetricia y Mastología, también docente de la Universidad de Caldas. Juntos trabajaron con 352 mujeres del régimen subsidiado que tenían entre 50 a 69 años con el objetivo de revisar la cobertura de examen clínico de mama y mamografías. Querían conocer la realidad de la población. Encontraron algo que no esperaban. “Por lo que escuchábamos, creíamos que la cobertura sería mucho más alta pero la frecuencia de examen clínico de mama en la vida fue del 56% y mamografía del 42,3%”, dice Correa Ramírez. Otro de los datos que los sorprendieron fueron que en el último año el 53,1% de las encuestadas tenían examen clínico y el 25% se había hecho mamografía en los últimos dos años. “Estamos hablando del grupo poblacional que debería tener una cobertura del 100% porque es un examen necesario para identificar el cáncer de mama”, reafirma la enfermera. El artículo de este estudio lo publicaron en 2012.
Las bases
En un completo estudio sobre los beneficios y peligros de los exámenes para detectar el cáncer de mama que Arboleda utiliza como referencia, se explica que, luego de filtrar 9.976 artículos, escogieron 58 investigaciones mundiales en las que se preguntaban por la eficacia de las cuatro tecnologías que se usan para evitar esta afección: mamografía, ultrasonido, examen clínico y autoexamen, además valoraron su riesgo-beneficio. Entre las muchas conclusiones del estudio, el científico resalta que la única metodología que tiene capacidad para disminuir la mortalidad de esta afección de un 15 al 25 por ciento es la mamografía cada dos años en mujeres entre los 59 a los 70 años.
En las demás metodologías se identifican un alto número de falsos positivos, hasta en un 12%, sobrediagnósticos hasta en el 60% de los ensayos clínicos e incluso que, aunque hay un número alto de cáncer de mama en mujeres menores de 50 años, la mamografía en ese rango de edad genera falsos positivos en uno de cada dos exámenes.
En medio de su doctorado, Arboleda tomó la decisión de centrar su labor en fortalecer el examen clínico y su enseñanza, un método valioso pero que, a la luz de los datos, no se estaba aplicando de manera correcta.
Esperanza
El prototipo vino acompañado por un estudio con 44 estudiantes de enfermería de noveno semestre. Allí aplicó el diseño de grupos de Solomon, los dividió en cuatro a los que les aplicó diferentes acciones: una preprueba para identificar los conocimientos previos del tema, una intervención sobre el examen clínico de la mama y una posprueba, tres meses después basados en Esperanza.
Encontró que “luego de la intervención, el nivel de detección pasó del 50% al 100%”, lo que demuestra que, con el protocolo de la investigación, hubo un aumento notorio del aprendizaje profundo de los alumnos, tanto en la habilidad motora como del conocimiento verbal, incluso tres meses después de todo el ejercicio. “Al grupo que no se le dio ni charla ni práctica en el artefacto y fue el de menor calificación”, resume Arboleda.
Con esta información validó que Esperanza funciona. La enfermera Correa Ramírez cree que este prototipo tiene mucha proyección. Comenta que con el tiempo han podido identificar que el autoexamen de seno no es una herramienta que impacte directamente la detección temprana porque muchas mujeres se confunden, sienten variaciones y se asustan. No reconocen correctamente la anatomía por lo que “Esperanza puede ser la forma para que los profesionales que nos entrenemos podamos hacer un examen mucho más efectivo y preciso”.
Arboleda Ruiz ahora espera aplicar el uso del prototipo en grupos más grandes y poderlo comercializar. Mientras tanto, Esperanza seguirá retroalimentando a quienes lo usen: “Lo felicitamos por haber realizado el examen clínico de la mama, para próximas ocasiones lo invitamos a hacer énfasis en el plano profundo del cuadrante medio. Con esta conducta usted salvará miles de años de vida saludable de nuestras mujeres colombianas”.
*Miembro de la Mesa de Apropiación Social de la Ciencia de la Universidad de Caldas. Docente del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales.