Esto es lo que hasta ahora sabemos y no sabemos del “long COVID”
El COVID-19 posagudo es un síndrome caracterizado por síntomas persistentes y/o complicaciones tardías o a largo plazo más allá de las cuatro semanas desde el inicio de los síntomas. Un estudio de Nature estima que 1 de cada 10 personas que no fueron hospitalizados informan que experimentan secuelas de la enfermedad.
Varias de las personas a las que ya les dio COVID-19 señalan que varios de los síntomas - como dificultad para respirar, dolor muscular o la pérdida del olfato y del gusto - ha persistido pese a que superaron el virus hace un tiempo. Esto se conoce como COVID posagudo o “long COVID”, que es un síndrome caracterizado por síntomas persistentes y/o complicaciones tardías o a largo plazo más allá de las cuatro semanas desde el inicio de los síntomas. (Lea: “Covid prolongado”, otra preocupación de la OMS)
Como el virus SARS-CoV-2, causante de producir el COVID-19, solo lleva circulando un poco más de un año, es poco lo que se conoce. Para entender un poco más esto del “long COVID”, investigadores de la Universidad de Harvard y Columbia seleccionaron la literatura científica para guiar el tratamiento de nueve sistemas de órganos donde el virus SARS-CoV-2 causa su daño.
De acuerdo con el estudio, publicado en la revista Nature, los primeros informes que señalaron sugieren efectos residuales de la infección por SARS-CoV-2, como fatiga, disnea (ahogo o dificultad para respirar), dolor de pecho, alteraciones cognitivas, artralgia (dolor en las articulaciones) y deterioro de la calidad de vida. “Los sobrevivientes de infecciones anteriores por coronavirus, incluida la epidemia de SARS de 2003 y el brote de síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) de 2012, han demostrado una constelación similar de síntomas persistentes, lo que refuerza la preocupación por las secuelas clínicamente significativas de COVID-19″, añaden los autores.
Kartik Sehgal, autor principal de la publicación y oncólogo médico del Dana-Farber Cancer Institute y del Brigham and Women’s Hospital, en entrevista con el medio especializado Stat News, explicó que, hasta el momento, los estudios principales han sugerido que los pacientes que tenían COVID-19 grave son los que tienen mayores posibilidades de tener estos efectos persistentes o prolongados.
Sehgal, además, señaló que hay preocupación por aquellos pacientes que ya tenían de base afecciones respiratorias como asma, que tengan edad avanzada o que tengan otras comorbilidades. “La obesidad se ha asociado con una mayor incidencia de COVID prolongado. En teoría, estos pacientes tienen un mayor riesgo de COVID prolongado, pero todas estas son observaciones de médicos, todo en el contexto de los datos limitados que están disponibles hasta ahora”, señaló. (puede leer: Reinfecciones por COVID-19, ¿qué tanto se conoce?)
Hasta ahora se han basado en los informes preliminares sobre las consecuencias infecciosas posagudadas del COVID-19. Uno de esos estudios se desarrolló en Estados Unidos, en 38 hospitales de Michigan. Allí se evaluaron los resultados de 1250 pacientes dados de alta con vida a los 60 días. Durante el período de estudio, el 6,7% de los pacientes murieron y el 15,1% requirió reingreso. De 488 pacientes que completaron la encuesta telefónica en este estudio, el 32,6% informaron síntomas persistentes, incluido el 18,9% con síntomas nuevos o que empeoraron. La disnea al subir escaleras (22,9%) fue la más común, mientras que otros síntomas incluyeron tos (15,4%) y pérdida persistente del gusto y / o el olfato (13,1%).
Otro de los estudios se realizó en Italia, donde se reportaron persistencia de síntomas en 87.4% de 143 pacientes dados de alta del hospital que se recuperaron de COVID-19 agudo en un seguimiento promedio de 60 días desde el inicio del primer síntoma. La fatiga (53,1%), la disnea (43,4%), el dolor articular (27,3%) y el dolor en el pecho (21,7%) fueron los síntomas informados con mayor frecuencia.
En Wuhan, China, por ejemplo, se evaluaron las consecuencias a largo plazo del COVID-19 agudo mediante una evaluación a 1.733 pacientes a los seis meses de la aparición de los síntomas. Para el estudio se recopilaron datos por medio de encuestas, exámenes físicos, pruebas de marcha y análisis de sangre. La mayoría de los pacientes (76%) informó al menos un síntoma. (Le puede interesar: Lo que la ciencia conoce y desconoce sobre la pérdida de olfato y gusto con el coronavirus)
Estos son las secuelas que, hasta el momento, han identificado los expertos.
Secuelas pulmonares
En la mayoría de estudios se estableció que el síntoma respiratorio que más persiste es la disnea, dificultad para respirar. Expertos han sugerido que la oximetría de pulso domiciliaria puede ser una herramienta útil para monitorear a los pacientes con síntomas persistentes. Otros expertos señalan que es bueno una evaluación con PFT seriadas o realizarse una tomografía computarizada de alta resolución de tórax a los 6 y 12 meses de haber contraído la enfermedad.
“El tratamiento con corticosteroides puede ser beneficioso en un subconjunto de pacientes con enfermedad pulmonar inflamatoria posterior a COVID, como sugiere una observación preliminar de una mejora significativa sintomática y radiológica en una pequeña cohorte del Reino Unido de sobrevivientes de COVID-19 “, señala la publicación.
Secuelas hematológicas
Aunque los datos son limitados y los estudios preliminares, los investigadores sugieren que se produjeron eventos tromboembólicos posagudos en algunos casos luego de superar el COVID-19. “La coagulopatía asociada a COVID-19 es compatible con un estado hiperinflamatorio e hipercoagulable. Esto puede explicar las tasas desproporcionadamente altas (20-30%) de complicaciones trombóticas en lugar de hemorrágicas en el COVID-19 agudo. El riesgo de complicaciones trombóticas en la fase posaguda de COVID-19 probablemente esté relacionado con la duración y gravedad de un estado hiperinflamatorio, aunque se desconoce cuánto tiempo persiste”, dicen los expertos. (Puede leer: El coronavirus sobreviviría en la piel cinco veces más que la gripe)
Secuelas cardiovasculares
El dolor torácico es uno de los síntomas más persistentes. Cerca del 20% de los pacientes evaluados, en la mayoría de los estudios, aseguraron que continuaban con este síntoma tras 60 días de haber superado el virus. “Los mecanismos que perpetúan las secuelas cardiovasculares en el COVID-19 posaguda incluyen la invasión viral directa, la regulación a la baja de la ECA2, la inflamación y la respuesta inmunológica que afecta la integridad estructural del miocardio, el pericardio y el sistema de conducción”, dicen los investigadores.
Para tener un mayor control de la persistencia de síntomas cardiovasculares, los médicos recomiendan una evaluación clínica y de imagen con electrocardiograma y ecocardiograma a las 4-12 semanas en aquellos con complicaciones cardiovasculares durante la infección aguda o síntomas cardíacos persistentes. Para los atletas de competición con complicaciones cardiovasculares que estén relacionadas con COVID-19, sugieren la abstinencia de deportes competitivos o actividad aeróbica durante 3-6 meses hasta la resolución de la inflamación miocárdica.
Secuelas neuropsiquiátricas
Varios de los pacientes han asegurado que presentan malestar crónico, mialgia difusa, síntomas depresivos y sueño no reparador. Otros dicen que persisten las migrañas, pese a haber superado el virus. “Al igual que en otras enfermedades críticas, las complicaciones del COVID-19 agudo, como el ictus isquémico o hemorrágico, pueden conducir a déficits neurológicos persistentes o permanentes que requieran un extenso rehabilitación. Además, la miopatía y las neuropatías de enfermedad crítica aguda que resultan durante el COVID-19 agudo o por el efecto de agentes bloqueadores neuromusculares pueden dejar síntomas residuales que persisten durante semanas a meses”, explican.
Una de las recomendaciones es implementarse terapias estándar para complicaciones neurológicas como dolores de cabeza, con evaluación por imágenes, también recomiendan una evaluación neuropsicológica adicional. “Es importante encontrar herramientas que ayuden a detectar pacientes con ansiedad, depresión, trastornos del sueño, trastorno de estrés postraumático, disautonomía y fatiga”, dicen los expertos. (Le podría interesar: Unión Europea endurece medidas para la exportación de vacunas contra el coronavirus)
Secuelas renales
Los estudios reseñados por los expertos en Nature muestran que la lesión renal aguda grave ocurre en el 5% de todos los pacientes hospitalizados y en el 20-31% de los pacientes críticamente enfermos con COVID-19 agudo, especialmente en aquellos que registraron infecciones graves que requieren ventilación mecánica. “Si bien la carga de IRA dependiente de diálisis en el momento del alta es baja, queda por ver el grado de recuperación de la función renal”, añaden.
Varias de las personas a las que ya les dio COVID-19 señalan que varios de los síntomas - como dificultad para respirar, dolor muscular o la pérdida del olfato y del gusto - ha persistido pese a que superaron el virus hace un tiempo. Esto se conoce como COVID posagudo o “long COVID”, que es un síndrome caracterizado por síntomas persistentes y/o complicaciones tardías o a largo plazo más allá de las cuatro semanas desde el inicio de los síntomas. (Lea: “Covid prolongado”, otra preocupación de la OMS)
Como el virus SARS-CoV-2, causante de producir el COVID-19, solo lleva circulando un poco más de un año, es poco lo que se conoce. Para entender un poco más esto del “long COVID”, investigadores de la Universidad de Harvard y Columbia seleccionaron la literatura científica para guiar el tratamiento de nueve sistemas de órganos donde el virus SARS-CoV-2 causa su daño.
De acuerdo con el estudio, publicado en la revista Nature, los primeros informes que señalaron sugieren efectos residuales de la infección por SARS-CoV-2, como fatiga, disnea (ahogo o dificultad para respirar), dolor de pecho, alteraciones cognitivas, artralgia (dolor en las articulaciones) y deterioro de la calidad de vida. “Los sobrevivientes de infecciones anteriores por coronavirus, incluida la epidemia de SARS de 2003 y el brote de síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) de 2012, han demostrado una constelación similar de síntomas persistentes, lo que refuerza la preocupación por las secuelas clínicamente significativas de COVID-19″, añaden los autores.
Kartik Sehgal, autor principal de la publicación y oncólogo médico del Dana-Farber Cancer Institute y del Brigham and Women’s Hospital, en entrevista con el medio especializado Stat News, explicó que, hasta el momento, los estudios principales han sugerido que los pacientes que tenían COVID-19 grave son los que tienen mayores posibilidades de tener estos efectos persistentes o prolongados.
Sehgal, además, señaló que hay preocupación por aquellos pacientes que ya tenían de base afecciones respiratorias como asma, que tengan edad avanzada o que tengan otras comorbilidades. “La obesidad se ha asociado con una mayor incidencia de COVID prolongado. En teoría, estos pacientes tienen un mayor riesgo de COVID prolongado, pero todas estas son observaciones de médicos, todo en el contexto de los datos limitados que están disponibles hasta ahora”, señaló. (puede leer: Reinfecciones por COVID-19, ¿qué tanto se conoce?)
Hasta ahora se han basado en los informes preliminares sobre las consecuencias infecciosas posagudadas del COVID-19. Uno de esos estudios se desarrolló en Estados Unidos, en 38 hospitales de Michigan. Allí se evaluaron los resultados de 1250 pacientes dados de alta con vida a los 60 días. Durante el período de estudio, el 6,7% de los pacientes murieron y el 15,1% requirió reingreso. De 488 pacientes que completaron la encuesta telefónica en este estudio, el 32,6% informaron síntomas persistentes, incluido el 18,9% con síntomas nuevos o que empeoraron. La disnea al subir escaleras (22,9%) fue la más común, mientras que otros síntomas incluyeron tos (15,4%) y pérdida persistente del gusto y / o el olfato (13,1%).
Otro de los estudios se realizó en Italia, donde se reportaron persistencia de síntomas en 87.4% de 143 pacientes dados de alta del hospital que se recuperaron de COVID-19 agudo en un seguimiento promedio de 60 días desde el inicio del primer síntoma. La fatiga (53,1%), la disnea (43,4%), el dolor articular (27,3%) y el dolor en el pecho (21,7%) fueron los síntomas informados con mayor frecuencia.
En Wuhan, China, por ejemplo, se evaluaron las consecuencias a largo plazo del COVID-19 agudo mediante una evaluación a 1.733 pacientes a los seis meses de la aparición de los síntomas. Para el estudio se recopilaron datos por medio de encuestas, exámenes físicos, pruebas de marcha y análisis de sangre. La mayoría de los pacientes (76%) informó al menos un síntoma. (Le puede interesar: Lo que la ciencia conoce y desconoce sobre la pérdida de olfato y gusto con el coronavirus)
Estos son las secuelas que, hasta el momento, han identificado los expertos.
Secuelas pulmonares
En la mayoría de estudios se estableció que el síntoma respiratorio que más persiste es la disnea, dificultad para respirar. Expertos han sugerido que la oximetría de pulso domiciliaria puede ser una herramienta útil para monitorear a los pacientes con síntomas persistentes. Otros expertos señalan que es bueno una evaluación con PFT seriadas o realizarse una tomografía computarizada de alta resolución de tórax a los 6 y 12 meses de haber contraído la enfermedad.
“El tratamiento con corticosteroides puede ser beneficioso en un subconjunto de pacientes con enfermedad pulmonar inflamatoria posterior a COVID, como sugiere una observación preliminar de una mejora significativa sintomática y radiológica en una pequeña cohorte del Reino Unido de sobrevivientes de COVID-19 “, señala la publicación.
Secuelas hematológicas
Aunque los datos son limitados y los estudios preliminares, los investigadores sugieren que se produjeron eventos tromboembólicos posagudos en algunos casos luego de superar el COVID-19. “La coagulopatía asociada a COVID-19 es compatible con un estado hiperinflamatorio e hipercoagulable. Esto puede explicar las tasas desproporcionadamente altas (20-30%) de complicaciones trombóticas en lugar de hemorrágicas en el COVID-19 agudo. El riesgo de complicaciones trombóticas en la fase posaguda de COVID-19 probablemente esté relacionado con la duración y gravedad de un estado hiperinflamatorio, aunque se desconoce cuánto tiempo persiste”, dicen los expertos. (Puede leer: El coronavirus sobreviviría en la piel cinco veces más que la gripe)
Secuelas cardiovasculares
El dolor torácico es uno de los síntomas más persistentes. Cerca del 20% de los pacientes evaluados, en la mayoría de los estudios, aseguraron que continuaban con este síntoma tras 60 días de haber superado el virus. “Los mecanismos que perpetúan las secuelas cardiovasculares en el COVID-19 posaguda incluyen la invasión viral directa, la regulación a la baja de la ECA2, la inflamación y la respuesta inmunológica que afecta la integridad estructural del miocardio, el pericardio y el sistema de conducción”, dicen los investigadores.
Para tener un mayor control de la persistencia de síntomas cardiovasculares, los médicos recomiendan una evaluación clínica y de imagen con electrocardiograma y ecocardiograma a las 4-12 semanas en aquellos con complicaciones cardiovasculares durante la infección aguda o síntomas cardíacos persistentes. Para los atletas de competición con complicaciones cardiovasculares que estén relacionadas con COVID-19, sugieren la abstinencia de deportes competitivos o actividad aeróbica durante 3-6 meses hasta la resolución de la inflamación miocárdica.
Secuelas neuropsiquiátricas
Varios de los pacientes han asegurado que presentan malestar crónico, mialgia difusa, síntomas depresivos y sueño no reparador. Otros dicen que persisten las migrañas, pese a haber superado el virus. “Al igual que en otras enfermedades críticas, las complicaciones del COVID-19 agudo, como el ictus isquémico o hemorrágico, pueden conducir a déficits neurológicos persistentes o permanentes que requieran un extenso rehabilitación. Además, la miopatía y las neuropatías de enfermedad crítica aguda que resultan durante el COVID-19 agudo o por el efecto de agentes bloqueadores neuromusculares pueden dejar síntomas residuales que persisten durante semanas a meses”, explican.
Una de las recomendaciones es implementarse terapias estándar para complicaciones neurológicas como dolores de cabeza, con evaluación por imágenes, también recomiendan una evaluación neuropsicológica adicional. “Es importante encontrar herramientas que ayuden a detectar pacientes con ansiedad, depresión, trastornos del sueño, trastorno de estrés postraumático, disautonomía y fatiga”, dicen los expertos. (Le podría interesar: Unión Europea endurece medidas para la exportación de vacunas contra el coronavirus)
Secuelas renales
Los estudios reseñados por los expertos en Nature muestran que la lesión renal aguda grave ocurre en el 5% de todos los pacientes hospitalizados y en el 20-31% de los pacientes críticamente enfermos con COVID-19 agudo, especialmente en aquellos que registraron infecciones graves que requieren ventilación mecánica. “Si bien la carga de IRA dependiente de diálisis en el momento del alta es baja, queda por ver el grado de recuperación de la función renal”, añaden.