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Incorporar una combinación de hábitos al estilo de vida puede ayudar a ralentizar el ritmo de deterioro de la memoria y reducir el riesgo de demencia, fue la conclusión de un nuevo estudio publicado en la revista British Medical Journal (BMJ).
La investigación, que duró una década, evaluó el efecto de hábitos de vida saludables en la trayectoria de la memoria de 29.000 adultos mayores de 60 años de China. Estos participantes, con función cognitiva normal, también formaban parte del Estudio sobre Cognición y Envejecimiento en el país asiático.
Los científicos encontraron que combinar una serie de hábitos saludables, como comer bien, hacer ejercicio con regularidad, jugar a las cartas y socializar al menos dos veces por semana, puede ayudar a ralentizar la tasa de pérdida de memoria y el riesgo de demencia. (También puede leer: Utilizar al ejercicio como escape al estrés podría generar dependencia)
“Una combinación de comportamientos saludables positivos se asocia a un ritmo más lento de deterioro de la memoria en adultos mayores cognitivamente normales”, escribieron en el BMJ investigadores del Centro Nacional de Trastornos Neurológicos de Pekín (China).
La práctica conjunta de múltiples opciones de estilo de vida saludable “se asoció a una menor probabilidad de progresión hacia el deterioro cognitivo leve y la demencia”, agregaron.
En 2009, los investigadores midieron la función de la memoria de los participantes por medio de distintas pruebas y también comprobaron si tenían el gen APOE, que es “el gen más común asociado a la enfermedad de Alzheimer de aparición tardía”, según la Clínica Mayo. Después, se hizo un seguimiento a los participantes durante 10 años, con evaluaciones periódicas. (Le puede interesar: Lo que sabemos (y desconocemos) de la reforma a la salud)
El estudio calculó la puntuación de estilo de vida saludable que combinaba seis factores: una dieta sana; ejercicio regular; contacto social activo; actividad cognitiva; no fumar; y no beber alcohol. Consideró que dieta sana conllevaba comer al menos siete de los 12 grupos de alimentos: frutas, verduras, pescado, carne, lácteos, sal, aceite, huevos, cereales, legumbres, frutos secos y té. Por otra parte, escribir, leer, jugar a las cartas u otros juegos al menos dos veces por semana era realizar actividad cognitiva.
Con base en su puntuación, los participantes se dividieron en tres grupos que evaluaban al “favorabilidad” de sus hábitos de vida saludable. Por ejemplo, quienes cumplían al menos con cuatro de los factores de vida saludable estaban en el grupo favorable, mientras que quienes tenían 0 o 1 de los factores estaban en el grupo no favorable.
En general, los investigadores encontraron que cada comportamiento saludable individual se asoció a un deterioro de la memoria más lento que la media a lo largo de 10 años. Específicamente, la dieta sana tuvo el mayor efecto sobre la memoria, seguida por la actividad cognitiva activa, el contacto social activo, no fumar nunca o haber fumado y no beber nunca.
Se encontró , asimismo, que las personas con el gen APOE (relacionado al Alzheimer tardío) que llevaban una vida sana en general también experimentaban un ritmo más lento de deterioro de la memoria que las que tenían el gen APOE, con hábitos menos sanos.
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