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Si usted es papá o mamá o tiene entre sus familiares más cercanos a un menor de edad, es posible que en las últimas semanas haya recibido en su Whatsapp noticias sobre casos de COVID-19 en colegios. Es normal que se haya inquietado e incluso que haya dudado en enviar al niño o niña a clases. Cualquiera se pondría nervioso al ver mensajes que sugieren que el virus está en un entorno escolar. La mala noticia es que, probablemente, los va a seguir recibiendo porque, a medida que regrese la educación presencial, los medios y gremios continuarán registrando esos contagios. La buena es que hay muchas razones para no asustarse y muchos argumentos para hacer lo posible para que los menores retornen a las aulas.
Claudia Beltrán Arroyave, pediatra infectóloga, profesora de la U. de Antioquia y miembro de la Sociedad Colombiana de Pediatría, tiene una buena manera de explicar por qué debería hacer una pausa antes de reenviar esa información: “Cuando se informan casos en las escuelas, al igual que cuando se reportan en los comercios o en las empresas, se debe contextualizar el escenario para poder interpretar los datos en perspectiva. Un dato aislado sin la interpretación adecuada puede generar pánico entre los familiares y la comunidad educativa y conducir a la toma de decisiones basadas en el temor. Eso puede tener un impacto negativo en la infancia”.
Pongamos un ejemplo. Como cuenta Germán Camacho Moreno, infectólogo pediatra y miembro de la Asociación Colombiana de Infectología, si llega a sus oídos la noticia de “contagios en un colegio”, lo primero que debe preguntarse es si el origen de esos casos fue en el interior del centro educativo o si se trata de personas que se infectaron en otro contexto muy diferente, como suele suceder.
Otra buena sugerencia es indagar si esos casos de coronavirus se refieren a niños, a profesores o a personal administrativo, como también pasa con frecuencia. Si se trata de un menor, dice Camacho, tranquilícese: pregunte si fue en el curso de su hijo. Si la respuesta es negativa, no tiene motivos para privarlo de las clases. Piense, advierte, “que los efectos secundarios de quedarse en casa por un tiempo prolongado son muy graves y que para un niño es fundamental socializar para desarrollarse”.
Si por el contrario la respuesta es positiva, tampoco debe ser presa del pánico. Posiblemente, deberá aislarlo unos días, pero siempre tenga presente algo fundamental: “La gran mayoría de población infantil (90 %) que se infecta del coronavirus presenta una infección leve y no requiere hospitalización”, dice Beltrán.
Es cierto, como dijo la semana pasada el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que algunos casos se complican y llegan a UCI, pero como cuenta Pablo Vásquez Hoyos, intensivista pediatra y profesor universitario, es una situación que hay que leer en contexto. Si observa las siguientes gráficas, notará que el número de muertes en niños entre los 0 y los 14 años en 2019 (cuando no estábamos en pandemia) fue de 10.802. De esas, 387 se debieron a neumonía. El coronavirus, en la otra cara de la moneda, ha causado en Colombia 176 fallecimientos entre quienes tenían 0 a 19 años. “El riesgo de complicaciones en niños sanos es mayor en el caso de la influenza en comparación con el COVID-19”, se lee en la página del CDC de EE.UU.
Ahora, si está pensando en que las variantes británica (B.1.1.7) y brasileña (P1) pueden cambiar ese panorama, también debe hacer a un lado los nervios: como dijo la directora del INS, Martha Ospina, no hay ninguna evidencia de que causen una enfermedad más severa, aunque son más transmisibles.
¿Esos linajes son los responsables, como dicen algunos con desparpajo, de que haya incrementado el número de casos de COVID-19 en menores? No, de ninguna manera. La siguiente imagen (y la gráfica principal que acompaña este texto) muestra que los contagios en niños se han mantenido en la misma proporción a lo largo de la pandemia. Representan el 7,6 % del total. Lo que sucede, explica Vásquez, es que si hay un pico en la epidemia es normal que también se detecten más casos en la población infantil.
Si ninguna de estas razones lo tranquilizan, pasemos a otro punto sobre el que ya hay suficiente evidencia: la transmisión en los colegios.
Contagiarse en el colegio
Hay que partir de un hecho: es posible que los niños se infecten. Pero la pregunta importante es cuál es el papel que cumplen los colegios en la transmisión del virus. Para responderla, como se lee en la página de los centros europeos para la prevención y control de enfermedades, hay que tener claro, primero, que la transmisión en entornos educativos es el reflejo de la transmisión comunitaria. “Si es alta probablemente veremos más casos en niños infectados, pero los brotes escolares representan una mínima parte de todos los casos documentados. Además, la infección entre niños es menos probable que la infección entre adultos”, argumenta Beltrán.
Dicho esto, hay varios estudios que muestran que los colegios son unos lugares seguros para los menores, aunque claro, es indispensable mantener las medidas que día tras día repiten las autoridades sanitarias: aulas ventiladas, distanciamiento, uso de tapabocas y lavado de manos.
Un grupo liderado por Guilherme Lichand, de la Universidad de Zúrich, por mencionar un caso, encontró que, luego de que se abrieran las escuelas de 131 municipios en Sao Paulo (Brasil), no aumentó la incidencia del COVID-19 ni la mortalidad. Hicieron un seguimiento por 12 semanas, incluso en colegios con infraestructura de baja calidad. Su conclusión fue clara (aunque es un pre-print): “Nuestros hallazgos sugieren que abrir las escuelas no contribuyó a la actividad agregada de la enfermedad”.
En Cataluña, España, otro grupo de investigadores llegó a un resultado similar. Tras hacer un seguimiento durante las primeras 20 semanas del curso escolar encontró que la tasa de incidencia del COVID-19 en niños continuaba manteniéndose significativamente más baja que la del resto de población. “Estos resultados sugieren que las escuelas no han tenido un papel significativo en la difusión del SARS-CoV en Cataluña”, anotaron.
Un metanálisis (un tipo de estudio que resume y analiza toda la evidencia disponible), publicado en el Journal of Global Health a finales de diciembre, registró conclusiones semejantes. “La tasa general de positividad de IAR y SARS-CoV-2 en entornos escolares es baja” e incluso es más baja al compararla con el personal escolar. Entre las investigaciones que evaluaron mencionaban una realizada en Francia, en donde un niño de 9 años con COVID-19 había asistido a tres escuelas mientras estaba asintomático. “En los 102 contactos identificados no se produjeron infecciones secundarias”, anotaron los autores.
Otro de los casos analizados sucedió en Irlanda. Tras identificar seis casos de COVID-19 (tres estudiantes, un maestro y dos visitantes adultos), se hizo seguimiento a 1.155 contactos que fueron a la escuela el primer día de síntomas. “No se identificó”, escribieron, “ningún caso de transmisión a otros estudiantes o personal escolar”.
*Las gráficas fueron adoptadas de información recopilada por Pablo Vásquez Hoyos, INS y DANE.