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En las últimas semanas han tomado fuerza debates alrededor de la tercera dosis (impulsada por varios países) y las posibilidades de reinfección por el surgimiento de nuevas variantes. Con ellos, surgen también preguntas sobre la inmunidad a largo plazo y la necesidad de conocer realmente qué parte de la población está completamente protegida contra el COVID-19 tras más de año y medio del inicio de la pandemia. (Le recomendamos: Inmunidad de rebaño: ¿una idea que hay que replantearse?)
Aunque la eficacia de las vacunas en el corto plazo ha sido ampliamente demostrada en ensayos clínicos y en casos de observación del mundo real, lo cierto es que aún no es mucho lo que se conoce sobre su efectividad a largo plazo frente a las diferentes variantes, o sobre cuánto nos dura la inmunidad tras habernos contagiado con COVID-19. Israel, uno de los primeros países en iniciar la vacunación masiva en el mundo, ha empezado a buscar respuesta a estas preguntas.
Hace algunos días publicó los resultados de un estudio de cohorte, a manera de preprint (que aún no ha sido revisado por pares), en el que se comparaba la inmunidad natural del coronavirus (producida por la infección con el SARS-CoV-2) con la inmunidad inducida por las vacunas (particularmente la vacuna ARNm BNT162b2 de Pfizer/BioNTech). Se trató del estudio observacional más grande realizado hasta ahora de este tipo, y se pudo hacer gracias al rápido y pronto inicio de la vacunación en ese país, lo que permitió estudiar el riesgo de una infección adicional (en personas vacunadas) o de reinfección (en personas previamente infectadas) durante un periodo más largo que el descrito hasta ahora. (Le recomendamos: India aprobó la primera vacuna de ADN en el mundo. ¿Qué significa para la pandemia?)
En el estudio retrospectivo compararon, en pocas palabras, tres grupos de personas: individuos que no se habían contagiado de COVID-19 y que recibieron las dos dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech, individuos previamente infectados que no habían sido vacunados tras la enfermedad, e individuos previamente infectados y vacunados después con una dosis única. En total, 673.676 individuos de 16 años o más formaron parte del grupo de individuos sin experiencia de COVID-19 completamente vacunados; 62.883 fueron elegibles para el grupo de estudio de individuos previamente infectados y no vacunados; y 42.099 individuos fueron elegibles para el grupo de vacunados previamente infectados.
Resumiendo un poco los detalles técnicos, en el estudio se aplicaron tres modelos en los que buscaban evaluar cuatro resultados en un periodo entre el 1 de junio y el 14 de agosto de 2021, mientras la variante Delta era dominante en Israel: infección por coronavirus, enfermedad sintomática, hospitalización relacionada con COVID-19 y muerte. (Puede leer: Colombia recibirá 4 millones de vacunas de Moderna en septiembre, informó el Minsalud)
Los resultados muestran que las personas vacunadas que no habían tenido previamente el SARS-CoV-2 tenían un riesgo 13,06 veces mayor de una infección irruptiva (es decir, de contagiarse tras estar vacunados) con la variante Delta en comparación con personas previamente infectadas cpm el virus (cuyo evento de contagio ocurrió entre enero y febrero de 2021). También tenían un mayor riesgo de enfermedad sintomática. Asimismo, se demostró una inmunidad natural menguante con el paso del tiempo.
Otro de los hallazgos más importantes pone en evidencia la protección “extra” que confiere haber tenido COVID-19 y aplicarse una dosis de vacuna. Según el estudio, esta combinación de la enfermedad más el biológico reduce las posibilidades de infección si se compara con aquellos que sólo tuvieron COVID-19 y no se aplicaron una dosis de vacuna tras la enfermedad.
En pocas palabras, señala el artículo “este análisis demostró que la inmunidad natural brinda una protección más duradera y más fuerte contra la infección, la enfermedad sintomática y la hospitalización causada por la variante Delta, en comparación con la inmunidad inducida por la vacuna de dos dosis de Pfizer/BioNTech”. Asimismo, demostró que las personas que habían estado previamente contagiadas y recibieron posteriormente una sola dosis de vacuna obtuvieron una protección adicional contra la variante Delta. “La protección a largo plazo proporcionada por una tercera dosis, administrada recientemente en Israel, aún se desconoce”, señalan.
Vale aclarar que esto no quiere decir que sea mejor “infectarse” que aplicarse la vacuna para “tener una mayor protección frente a nuevas variantes como la Delta”, pues al contagiarse se corre también el riesgo de tener una enfermedad grave e, incluso, la muerte. Las vacunas han demostrado -y siguen demostrando ampliamente- ser seguras y efectivas contra los diferentes linajes. En palabras de Julián Fernández, director de Epidemiología del Ministerio de Salud, “esto no quiere decir que haya que promover la infección natural, pero sí da a conocer que la infección natural da una protección que debe reforzarse con vacunación”, expresa.
Los resultados de estudios como este pueden dar pistas para que los gobiernos y países tomen mejores decisiones e impulsen medidas más acertadas para ayudar a controlar la expansión del virus, especialmente tras el repunte de casos que se ha presentado en algunos países (como Israel) tras la llegada de variantes más transmisibles, como la Delta.