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Durante inicios de la década de los 2000, las poblaciones de ranas, sapos y salamandras en Costa Rica y Panamá disminuyeron dramáticamente. Esto fue resultado del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, un patógeno virulento generalmente conocido como Bd, que se originó en Asia en la década de 1950 y que ha sido clasificado por varios investigadores como “el peor patógeno de la historia”, por su impacto en la biodiversidad.
Desde que empezó a propagarse masivamente durante la década de 1980, se estima que el hongo ha levado a más de 200 especies de anfibios a la extinción o casi extinción. Su impacto fue tan grande que un grupo de investigadores llamó el daño que causó como “la mayor pérdida de biodiversidad atribuible a una enfermedad”.
Y, aunque su impacto en la población animal está más que claro, no se sabía mucho de cómo o si había afectado la salud humana. Ahora, un nuevo estudio publicado en Environmental Research Letters detalla cómo la muerte masiva de anfibios en Centroamérica se relacionó con un aumento de los casos de malaria en la región.(También puede leer: En el 15% de hogares en América Latina se come menos de tres comidas al día)
El equipo de investigadores usó datos recopilados por condados individuales de Costa Rica y Panamá para rastrear las olas de malaria que se extendieron por los dos países. Este proceso mostró que, unos años después de que los anfibios comenzaran a morir de Bd en cada área, los casos de malaria comenzaron a aumentar.
El hongo llegó por primera vez a Costa Rica a principios de la década de 1980 y se extendió hacia Panamá en la década de 2000. Este último país tuvo un aumento de cinco veces en los casos un tiempo después de que primero se registrara la presencia del hongo. En general, concluye el estudio, el aumento en los casos de malaria debido a las muertes de anfibios fue equivalente a la mitad o dos tercios del aumento total de la enfermedad en los dos países. El aumento en lluvias también impulsó la propagación de la enfermedad. (Le puede interesar: Productos para alisar el cabello tendrían pequeño riesgo de causar cáncer de útero)
Pero, ¿qué tiene que ver la muerte de anfibios con la enfermedad? Resulta que los renacuajos suelen comerse las larvas de los mosquitos que transmiten la malaria. Probablemente, entonces, la muerte masiva de anfibios causó que las poblaciones de mosquitos aumentaran. Este estudio, entonces, es la primera evidencia del impacto humano que ha causado este hongo.
“Este artículo es una llamada de atención”, dijo a Wired John Vandermeer, profesor de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Michigan, quien no participó en el estudio. “Señala que el problema no es solo que estamos perdiendo biodiversidad, y la biodiversidad es maravillosa, bonita y hermosa. Es que la pérdida de biodiversidad tiene consecuencias secundarias en el bienestar humano, en este caso particular, la salud humana”.
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