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La última semana varios usuarios de redes sociales (entre ellos varios políticos) le recordaron entre críticas al ministro de Salud, Fernando Ruiz, una promesa que había hecho meses atrás: “El país alcanzará la inmunidad de rebaño en septiembre”, había dicho. Sus señalamientos los acompañaron de noticias que anunciaban la posibilidad de acabar con el coronavirus cuando empezara este mes. “¿Dónde está la inmunidad de rebaño que prometió? ¿Asumirá su responsabilidad política frente a la vacunación? ¡Muy cuestionable!”, trinó una congresista. “Solo promesas”, le replicó una usuaria. (Lea ¿Pedirá Colombia certificado de vacunación en algunos eventos masivos?)
La “inmunidad de rebaño” o “inmunidad colectiva” ha sido uno de esos conceptos que sorprendieron a muchos en 2020 y que se sumaron a nuestro vocabulario habitual. Epidemiólogos, divulgadores y gobernantes lo usaron para señalar el escenario en el que habrá suficientes individuos con inmunidad ante el SARS-CoV-2, lo cual permitiría “bloquear” la transmisión del virus y, de alguna manera, regresar a la normalidad. En octubre del año pasado, incluso, reconocidos salubristas sugirieron en una declaración que le dio la vuelta al mundo buscar una inmunidad colectiva a través de la infección de la población de “bajo riesgo” mientras se protegía a los “más vulnerables”. La gran mayoría ubicaba esa “inmunidad” en el 70 %. También el Gobierno de Colombia.
Pero así como ha sucedido con varios de los debates científicos que se han dado en torno al COVID-19, esta es una discusión que hace meses empezó a mutar. Pensar en que es suficiente con que el 70 % de la población se infecte para regresar con tranquilidad a esa vida “normal” ya no parece cuajar en las cuentas de quienes estudian el curso de la epidemia.
“Esta ya no es una discusión que el mundo debería tener”, escribía hace unas semanas en The Conversation Shabir A. Madhi, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud y director de la Unidad de Investigación de Análisis de Vacunas y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo, Sudáfrica). “Deberíamos comenzar a evitar el uso de ese término en el contexto del SARS-CoV-2, porque no se materializará, o es poco probable que se materialice”.
A cambio, proponía comenzar a hablar de cómo vamos a vivir con el virus, porque la vieja idea de “inmunidad de rebaño” creó, a sus ojos, la idea errónea de que vamos a llegar a una etapa en la que este virus será eliminado. “Es poco probable que eso suceda. Seguirá circulando”, vaticinaba.
“Nos estamos alejando de la idea de que alcanzaremos el umbral de inmunidad colectiva y luego la pandemia desaparecerá para siempre”, le dijo a Nature la epidemióloga Lauren Ancel Meyers, directora ejecutiva del Consorcio de Modelado COVID-19 de la Universidad de Texas, en Austin.
En otras palabras, dice la epidemióloga Silvana Zapata, no es buena idea seguir pensando en esa meta, que se hace aún mucho más compleja con una infección respiratoria (como el COVID-19). El gran error, cuenta, ha sido pensar que con un determinado porcentaje vamos a eliminar el virus. “Para eso, posiblemente, falta mucho. Podemos hablar, entonces, de un porcentaje para controlarlo”.
El Ministerio de Salud también se ha planteado los elementos que ahora acompañan esta incertidumbre. “Es posible que no sea posible alcanzar la inmunidad de rebaño o inmunidad colectiva para el caso de este virus o que en caso de que, de alcanzarse, se requiera un umbral mucho más alto al inicialmente proyectado, del 90 % de la población inmunizada o más”, apuntaba la Dirección de Epidemiología en un documento hace unas semanas. La meta, señaló Ruiz en Twitter, “ya no es un porcentaje sino la reducción de mortalidad y severidad de la enfermedad en grupos de riesgo”.
¿A qué se debe todo este cambio? Hay varios puntos que ayudan a resolver esa pregunta. El primero es que las nuevas variantes que han surgido, y que tal vez no entraron en la ecuación de muchos en 2020, alejen esa “meta” de inmunidad colectiva. Como ha sucedido con la variante Delta, pueden ser más transmisibles. Tampoco nadie descarta que aparezcan algunas nuevas resistentes a las vacunas disponibles. “Estamos en una carrera contra las nuevas variantes”, le decía a Nature Sara del Valle, epidemióloga del Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Nuevo México.
Otro punto que hay que tener en cuenta es que no hay certeza de que todas las vacunas prevengan la transmisión en el mismo grado. Varias de las que hay en Colombia reducen la transmisión a nivel comunitario, anotaba el Minsalud, pero esa efectividad puede verse afectada por nuevos linajes.
Un par más de factores entran en este balance. Uno es que aún no se sabe con precisión cuánto puede durar la inmunidad natural y la generada por las vacunas. Por ahora sabemos que protegen, al menos, hasta por nueve meses, pero solo el tiempo permitirá responder ese interrogante con más claridad. El segundo factor clave es uno sobre el que ya hemos conversado en estas páginas: la distribución desigual de las vacunas en el planeta.
“No lograremos la inmunidad colectiva como país hasta que tengamos suficiente inmunidad en la población en su conjunto”, había dicho a The New York Times la profesora Lauren Ancel Meyers.
¿Qué camino, entonces, nos queda? Por un lado, añade Javier Idrovo, PhD en epidemiología y profesor de la Universidad Industrial de Santander, es clave continuar haciendo vigilancia genómica para comprender mejor las características de las nuevas variantes. Por otro, escribía el profesor Madhi, es posible que la única solución sea aprender a convivir con el virus.
Tal vez, añadía al periódico estadounidense Marc Lipsitch, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de Harvard, el error ha sido pensar que alcanzar un alto nivel de inmunidad en una población es algo parecido a ganar una carrera. Posiblemente “hay que ‘alimentarlo’ luego. Tienes que seguir vacunando para mantenerte por encima de ese umbral”.
“Es poco probable que el virus desaparezca”, resumía Rustom Antia, biólogo evolutivo de la Universidad Emory, en Atlanta (EE. UU.). “Pero queremos hacer todo lo posible para comprobar que es probable que se convierta en una infección leve”.