“La alta tasa de suicidios en médicos no es coincidencia”: Ana María Soleibe
Conversación con la doctora Ana María Soleibe, primera presidenta de la Federación Médica Colombiana en 90 años, sobre la decisión de suicidio de una residente en Bogotá por no soportar las inhumanas exigencias de sus profesores. La situación del sector salud es mucho más grave de lo que se ha dicho: según Soleibe, el clima de violencia es tan extendido y corriente en Facultades de Medicina, clínicas y hospitales, que estudiantes y graduados asumen los abusos y maltratos como parte de su “formación”.
El suicidio de la médica residente de la Universidad Javeriana Catalina Gutiérrez, por excesiva carga laboral y malos tratos de sus superiores, según se ha informado, ¿la sorprende? ¿La comunidad médica padece esas mismas situaciones en su formación y ejercicio profesional?
Lo que ocurrió fue muy triste e indignante. Me sorprende la atención mediática y el aparente asombro de algunos gremios, facultades de medicina y del propio sistema de salud, porque esa problemática no es ni nueva ni desconocida para ninguna persona que sea parte del sector. Este tipo de situaciones han sido invariablemente ignoradas por quienes tienen el poder y la responsabilidad de garantizar el bienestar y la formación de los futuros profesionales de la salud. Lejos de ser un caso aislado, la trágica muerte de la residente Catalina Gutiérrez es síntoma de un problema estructural en que la explotación a los médicos se anteponen a la dignidad y al respeto por sus derechos. No es coincidencia que la mayor tasa de suicidios de profesionales se dé entre nosotros.
¿Conoce otros casos, si no de atentar contra la propia vida, sí del deseo de abandonar los estudios de medicina o el ejercicio profesional por exceso de exigencias y el estrés académico y laboral?
Desafortunadamente, sí. Mientras realizaba mi año rural, una médica interna que trabajaba en el mismo sitio en que yo estaba se suicidó. Se trataba de una persona muy estudiosa que cuestionaba la realidad de su trabajo clínico. También recuerdo a varios colegas que se retiraron porque no resistieron la humillación de algunos docentes que los trataban como incapaces, y los llamaban así. Y a otros que prefirieron hacer lo mismo por la carga académica excesiva. Entretanto, muchos se han ido del país en condiciones muy precarias. La renuncia al sueño de ser médico es frecuente cuando se combinan al ambiente de maltrato, la desilusión y el desgaste profesional.
Entonces, ¿es cierto que hay fuga de médicos por los malos salarios, deprimentes contratos de prestación de servicios y mala remuneración?
Se van de Colombia por todos los motivos que menciona y porque piensan que van a encontrar mejores condiciones laborales en el exterior. Pero cuando llegan a otros países se encuentran con fuertes barreras de homologación de sus estudios. Terminan residenciándose en el extranjero, pero desempeñando otros oficios. Aunque algunos logran posicionarse en el campo de la medicina en muy buenas condiciones, constituyen la enorme minoría.
¿Los gritos, humillaciones, exigencia de trabajo por más de 12 horas son padecidos solo por los estudiantes o también son víctimas de acoso laboral y mal relacionamiento social los médicos con experiencia y mayor preparación?
El ambiente malsano es el común denominador. Mientras el sistema de salud se jacta de indicadores de calidad, sus profesionales son sometidos desde la universidad a condiciones de humillación e irrespeto a sus derechos. A pesar de que la exigencia académica es parte fundamental de la formación médica, tiene que ejercerse con respeto y dignidad. Pero no es extraño enfrentar estrés, acoso, maltrato, insultos y descalificaciones, además de cargas laborales excesivas y sin derecho a descansos. El período de aprendizaje se transforma, por eso, en una pesadilla.
¿Por qué la sociedad nunca se entera ni oye hablar de los abusos a que son sometidos los médicos en clínicas y hospitales?
Rara vez se reportan los abusos y acosos porque sus víctimas no los creen relevantes: debido a la extensión y frecuencia de los maltratos, terminan sintiendo que son parte común del ambiente. De otro lado, temen que sus calificaciones se afecten o que sus quejas les traigan problemas. Muchos médicos, residentes, internos o estudiantes de medicina han sufrido maltrato o han sido testigos de este, pero el temor a ser culpados o a enfrentar represalias perpetúa el silencio.
Enumere, por favor, tres de los peores aspectos de la vida de los profesionales de medicina.
Uno, la inestabilidad laboral, además de la existencia de contratos que privan al trabajador de derechos y beneficios esenciales, como seguridad social, pensión, vacaciones pagadas, licencia por enfermedad, etc. Se labora en desventaja y se está expuesto a condiciones injustas y propensas a la explotación. Dos, la vulneración de la autonomía médica. En este modelo de salud se realizan reuniones semanales en las instituciones para evaluar el “gasto médico”. Quienes temen perder su empleo precario están presionados a acatar la imposición de decisiones de carácter económico sobre el criterio clínico o las necesidades médicas de sus pacientes: estamos obligados a ajustarnos a las directrices de auditoría. De este modo se limita el juicio profesional y, ante todo, se compromete la calidad de la atención a los pacientes. Tres, las deudas considerables que quedan al finalizar la etapa de formación académica, que requiere una inversión significativa de tiempo y dinero. La tasa de retorno de la inversión en la educación médica es casi imposible y no compensa el sacrificio personal y económico en trabajos con bajos salarios.
Explíqueme el término que usa en su respuesta anterior: “gasto médico” que evalúan las instituciones de salud. ¿Qué significa y en qué consiste?
Las IPS (Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud) citan a reuniones cada ocho días para revisar el “costo” de cada médico, es decir, para contar cuántas remisiones, incapacidades, ayudas diagnósticas y otras actividades ha solicitado. Si alguno de los profesionales examinados ha resultado “costoso” en gastos, le llaman la atención y le envían correos de advertencia. Pero, en cambio, no examinan la pertinencia de las decisiones tomadas. Miran solamente las cifras y no la necesidad clínica de los pacientes. Todos entendemos que hay que actuar con criterio de autorregulación porque los recursos son escasos, pero no pueden supeditarse la vida y la salud humanas a la rentabilidad financiera de las entidades.
Uno escucha que los militares, por la naturaleza de su profesión, padecen tratos fuertes y hasta crueles de sus superiores jerárquicos, pero no se supone que eso suceda en clínicas y hospitales. ¿Los jefes médicos y los profesores de medicina son tan maltratadores y arbitrarios como algunos miembros de las Fuerzas Armadas?
La formación médica tiene dos componentes: uno teórico, basado en una malla curricular con un diseño que se aplica en aulas y laboratorios, y que ha sido planificado con anterioridad; se desarrolla, casi siempre, con los mismos docentes, durante años. En este entorno se fomenta un carácter competitivo. Además, con la proliferación de facultades de medicina y el aumento del número de alumnos, en ocasiones, la docencia clínica no está asociada, necesariamente, al incremento de profesores calificados. Sumado a esta situación, existe un currículum oculto en el que hay una transmisión cotidiana de valores que se origina en las interacciones informales entre docentes y estudiantes, y que repercute en la formación de estos: las actitudes habituales de profesores que exhiben posturas autoritarias y soberbias son aprehendidas por los estudiantes que ven un modelo en sus educadores. En vez de formarse, sus profesores los deforman con una grave consecuencia: terminan dejando a un lado la humanidad de su profesión y se convierten en técnicos que obedecen al sistema.
Fue fundadora de una asociación de médicos en todo el país y hoy es la primera presidenta de la Federación fundada hace 90 años. ¿Los profesionales de medicina que ejercen en el presente cuentan con mejores condiciones de trabajo y nivel salarial que sus antecesores?
Iniciamos la organización Médicos Unidos de Colombia por la necesidad de debatir las condiciones laborales, cada día más deterioradas. Explotación es la palabra más adecuada a la situación que vivimos: examinar a 21 pacientes diarios, no darles fórmulas a más del 85 % de los pacientes, no remitirlos a especialistas y no ordenar imágenes diagnósticas. Hoy se define a un médico como “bueno” o “malo” según esos parámetros. El “bueno” es quien obedece al sistema de eficiencia económica de la institución. Y el “malo” es el que intenta ejercer su profesión con lealtad. El médico “bueno” puede aspirar a un contratico porque no formula tanto. Y realmente es un desprestigio y doble moral. El médico “malo”, el que se preocupa por la salud de su paciente, es indeseable y puede terminar por fuera. Cuando el profesional de medicina solicita ayudas diagnósticas o cuando decide que otros exámenes son necesarios no decide de acuerdo con sus criterios clínicos, sino que depende de los esquemas financieros de la entidad en que trabaja. Por eso es necesaria, entre otras razones, la reforma al sistema de salud.
¿Ha sido despedida por sus actividades gremiales y por la defensa de sus derechos y de sus colegas?
Sí. Trabajé durante 11años en la IPS Comfandi, en Cartago, Valle del Cauca, integrada verticalmente con la EPS SOS, en condiciones medianamente satisfactorias. Sin embargo, cuando se posesionó una nueva coordinadora con otra política institucional, se transformó radicalmente el clima de trabajo. El ambiente se tornó hostil. La gota que rebosó la copa fue la orden de reducir el tiempo de consulta a 10 minutos, una medida que comprometía seriamente la calidad de la atención médica. Ante esta situación inaceptable, y con el riesgo de tomar decisiones apresuradas, los médicos acordamos exigir calidad y simultáneamente planteamos alternativas de solución. Ocho días después fui despedida.
Médicos con excelentes resultados en el ejercicio de su profesión, pero con fama de “sindicalistas”, ¿son estigmatizados en los centros hospitalarios y clínicas?
Sí. En mi caso, estoy vetada en la ciudad en donde vivo por “conflictiva”, lo que no es cierto. Por mi conducta profesional hablan 11 años continuos en la entidad que me contrató, sin una queja en mi hoja de vida. Desafortunadamente la práctica de la agremiación o del sindicalismo médico estigmatiza e instiga amenazas de muerte.
Hace mes y medio usted y otros de sus compañeros de la Federación Médica fueron mencionados en un panfleto en que los amenazaban de muerte. ¿Qué decía ese mensaje?
Es la segunda amenaza de muerte que recibimos, relacionada directamente con el trabajo pedagógico sobre la reforma estructural al sistema de salud que propusimos después de más de 10 años de estudio por los expertos que la conforman y que se fortaleció con aportes de más de 1.400 representantes de organizaciones de la sociedad civil, en noviembre de 2021. Y, sobre todo, con un documento económico realizado por el prestigioso investigador Luis Jorge Garay. Durante el debate de la reforma en el Congreso decían que no había estudio económico, siendo el profesor Garay uno de los más respetados en el mundo financiero. Esta nueva amenaza llegó a nuestros teléfonos celulares con una imagen de un ataúd y un mensaje que decía que nos iban a matar por querer destruir el sistema de salud y por ser “cómplices del guerrillero Petro”. En ese mensaje amenazaban también a nuestras familias e indicaban que sabían las direcciones de nuestras residencias.
¿Cuándo recibió la primera amenaza?
El año pasado, hacia el mes de mayo. También llegó mediante un mensaje de texto. Las dos amenazas aluden a la reforma. Hay en juego muchos intereses económicos, inversiones en el sector financiero, propiedad raíz, clínicas privadas y hasta financiación de campañas políticas. Hablamos de 30 años de manejo sin control del segundo presupuesto más grande del país, el de la salud, hoy de $90 billones. La Ley 100 de 1993 va en contra del derecho universal a la atención integral porque elimina la autonomía intelectual del médico que debe estar siempre al servicio del paciente y lo supedita al mandato de intermediarios, en medio de barreras y obstáculos que tienen como fin lograr un mayor lucro en favor de los accionistas. Sin una reforma estructural, entre otros aspectos, no es posible implementar mejoras significativas y sostenibles en las condiciones laborales de los trabajadores de la salud.
Con todo respeto le pregunto, aunque usted y sus colegas en la Federación tengan muchas razones válidas para sus protestas, luchas y defensas: ¿no hay mucha ideologización que obstaculiza los cambios en lugar de favorecerlos?
La que se ha propuesto es una reforma que busca corregir los problemas que tiene el sistema hace 30 años: las inequidades, la pérdida de recursos públicos, la quiebra de hospitales públicos, único bien con que cuentan algunas poblaciones para acceder a la atención, etc. No hablamos de ideologías, sino de la salud y la vida de la gente.
Nadie desconoce, al menos hoy, que el sistema de salud requiere reformas. Otra historia es qué se reforma, cómo se hace y cuál sistema se adoptará. ¿La radicalización en este debate le ha hecho daño a la posibilidad de avanzar? Aunque no se logre todo, es mejor algo que nada…
No es cierto que la radicalización haya afectado la aprobación de la reforma. Si fuera así, ¿cómo se explicarían las modificaciones que se incluyeron en el proyecto de ley inicial? Las EPS finalmente aceptaron participar como gestoras de salud con 24 funciones bien definidas. En el resto hubo siempre consenso: estrategia de atención primaria, Adres como pagador único, redes integradas, dignificación de los trabajadores de la salud y respeto por la autonomía médica, entre otros temas. La discusión del proyecto estuvo rodeada de falsedades con las que se pretendía obstruir el avance del proyecto. Es importante recordar que existen procesos en investigación a las EPS en la Fiscalía por pérdida billonaria de recursos públicos y que la Contraloría General también denunció pérdidas por $9 billones durante la pandemia. La Ley 100 es un costoso modelo fracasado.
Volviendo al inicio de esta entrevista, la universidad Javeriana en donde era residente la recientemente fallecida estudiante Catalina Gutiérrez, ha anunciado cambios en sus reglamentos y flexibilización en las condiciones de trabajo ¿Ese doloroso llamado de atención servirá para cambiar drásticamente el entorno laboral, físico y emocional de los médicos o se olvidará pronto y todo volverá a ser igual?
La verdad es que sin la implementación de sanciones ejemplares tras un proceso de investigación, la iniciativas que surgen después de un episodio doloroso como el de la fallecida Catalina, son solo un escándalo mediático que las instituciones médicas asumen con fingida sorpresa. Es imprescindible una revisión de la educación médica que aborde desde el contenido curricular y el sistema de evaluaciones hasta el bienestar integral de los estudiantes; y que promueva ambientes de aprendizaje y procesos de formación libres de abusos. Las instituciones deben definir, claramente, las conductas inadecuadas y las consecuencias de usarlas de modo que sean reconocidas por todos y reportadas por la mayoría. Sin estas medidas, cualquier compromiso seguirá siendo insuficiente y meramente simbólico.
“En el mundo, el 11% de los médicos han tenido ideas suicidas”
¿Hay estadísticas sobre tasa de suicidios de médicos en Colombia?
De acuerdo con el Observatorio de Salud Mental de la Universidad Nacional, en informe publicado en 2019, la tasa de suicidios en el país fue, ese año, de 5 casos por cada 100 mil habitantes. En el mundo, al menos el 11% de los médicos han tenido ideas suicidas. Ese informe también resalta que la Encuesta Nacional de Situación Laboral para los profesionales de la Salud (ENSLPS) realizada por el Colegio Médico Colombiano, encontró una correlación entre el exceso de trabajo y otras exigencias adicionales, con el incremento de la condición de agotamiento de los médicos (burnout) y el aumento de casos de suicidio. Los médicos rurales trabajaban mínimo 66 horas a la semana mientras en la ciudad algunos especialistas cumplen jornadas de 48. La sobrecarga laboral “acarrea cansancio físico y mental, depresión por no poder responder adecuadamente a sus deberes de médico y agotamiento que deriva en decisiones desacertadas”. Resulta paradójico que debido al sistema adverso que tienen que soportar, los médicos puedan cometer errores que cuesten vidas en lugar de salvarlas, como es nuestra función.
“Se presenta la violencia directa y también existe la violencia estructural”
Eso que usted describe en esta entrevista, implica que la “cultura” del maltrato y deformación profesional está tan extendida que ya se ve como si fuera normal…
Así es. El “hábito” médico, entendido como la forma de relacionarse y de funcionar en el desempeño de la carrera de Medicina, se desarrolla en las Facultades, y en esos ambientes se justifica el uso de la violencia cuando se cometen errores; se presenta la violencia directa, como tirarle las pinzas al residente cuando el cirujano se enoja; y también se presenta el insulto, el menosprecio o la discriminación. Pero existe una violencia estructural que se traduce en formas de injusticia y desigualdad en el reparto de oportunidades. También existen, con frecuencia, las conductas machistas, el acoso sexual, las sobrecargas de trabajo y la retribución económica injusta como una exigencia para ser admitido en niveles más altos de formación. Todo este clima genera agotamiento, frustración y daño en la salud mental. La violencia no es cuestionada ni por el alumno ni el docente: por el contrario, se legitima y normaliza.
El suicidio de la médica residente de la Universidad Javeriana Catalina Gutiérrez, por excesiva carga laboral y malos tratos de sus superiores, según se ha informado, ¿la sorprende? ¿La comunidad médica padece esas mismas situaciones en su formación y ejercicio profesional?
Lo que ocurrió fue muy triste e indignante. Me sorprende la atención mediática y el aparente asombro de algunos gremios, facultades de medicina y del propio sistema de salud, porque esa problemática no es ni nueva ni desconocida para ninguna persona que sea parte del sector. Este tipo de situaciones han sido invariablemente ignoradas por quienes tienen el poder y la responsabilidad de garantizar el bienestar y la formación de los futuros profesionales de la salud. Lejos de ser un caso aislado, la trágica muerte de la residente Catalina Gutiérrez es síntoma de un problema estructural en que la explotación a los médicos se anteponen a la dignidad y al respeto por sus derechos. No es coincidencia que la mayor tasa de suicidios de profesionales se dé entre nosotros.
¿Conoce otros casos, si no de atentar contra la propia vida, sí del deseo de abandonar los estudios de medicina o el ejercicio profesional por exceso de exigencias y el estrés académico y laboral?
Desafortunadamente, sí. Mientras realizaba mi año rural, una médica interna que trabajaba en el mismo sitio en que yo estaba se suicidó. Se trataba de una persona muy estudiosa que cuestionaba la realidad de su trabajo clínico. También recuerdo a varios colegas que se retiraron porque no resistieron la humillación de algunos docentes que los trataban como incapaces, y los llamaban así. Y a otros que prefirieron hacer lo mismo por la carga académica excesiva. Entretanto, muchos se han ido del país en condiciones muy precarias. La renuncia al sueño de ser médico es frecuente cuando se combinan al ambiente de maltrato, la desilusión y el desgaste profesional.
Entonces, ¿es cierto que hay fuga de médicos por los malos salarios, deprimentes contratos de prestación de servicios y mala remuneración?
Se van de Colombia por todos los motivos que menciona y porque piensan que van a encontrar mejores condiciones laborales en el exterior. Pero cuando llegan a otros países se encuentran con fuertes barreras de homologación de sus estudios. Terminan residenciándose en el extranjero, pero desempeñando otros oficios. Aunque algunos logran posicionarse en el campo de la medicina en muy buenas condiciones, constituyen la enorme minoría.
¿Los gritos, humillaciones, exigencia de trabajo por más de 12 horas son padecidos solo por los estudiantes o también son víctimas de acoso laboral y mal relacionamiento social los médicos con experiencia y mayor preparación?
El ambiente malsano es el común denominador. Mientras el sistema de salud se jacta de indicadores de calidad, sus profesionales son sometidos desde la universidad a condiciones de humillación e irrespeto a sus derechos. A pesar de que la exigencia académica es parte fundamental de la formación médica, tiene que ejercerse con respeto y dignidad. Pero no es extraño enfrentar estrés, acoso, maltrato, insultos y descalificaciones, además de cargas laborales excesivas y sin derecho a descansos. El período de aprendizaje se transforma, por eso, en una pesadilla.
¿Por qué la sociedad nunca se entera ni oye hablar de los abusos a que son sometidos los médicos en clínicas y hospitales?
Rara vez se reportan los abusos y acosos porque sus víctimas no los creen relevantes: debido a la extensión y frecuencia de los maltratos, terminan sintiendo que son parte común del ambiente. De otro lado, temen que sus calificaciones se afecten o que sus quejas les traigan problemas. Muchos médicos, residentes, internos o estudiantes de medicina han sufrido maltrato o han sido testigos de este, pero el temor a ser culpados o a enfrentar represalias perpetúa el silencio.
Enumere, por favor, tres de los peores aspectos de la vida de los profesionales de medicina.
Uno, la inestabilidad laboral, además de la existencia de contratos que privan al trabajador de derechos y beneficios esenciales, como seguridad social, pensión, vacaciones pagadas, licencia por enfermedad, etc. Se labora en desventaja y se está expuesto a condiciones injustas y propensas a la explotación. Dos, la vulneración de la autonomía médica. En este modelo de salud se realizan reuniones semanales en las instituciones para evaluar el “gasto médico”. Quienes temen perder su empleo precario están presionados a acatar la imposición de decisiones de carácter económico sobre el criterio clínico o las necesidades médicas de sus pacientes: estamos obligados a ajustarnos a las directrices de auditoría. De este modo se limita el juicio profesional y, ante todo, se compromete la calidad de la atención a los pacientes. Tres, las deudas considerables que quedan al finalizar la etapa de formación académica, que requiere una inversión significativa de tiempo y dinero. La tasa de retorno de la inversión en la educación médica es casi imposible y no compensa el sacrificio personal y económico en trabajos con bajos salarios.
Explíqueme el término que usa en su respuesta anterior: “gasto médico” que evalúan las instituciones de salud. ¿Qué significa y en qué consiste?
Las IPS (Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud) citan a reuniones cada ocho días para revisar el “costo” de cada médico, es decir, para contar cuántas remisiones, incapacidades, ayudas diagnósticas y otras actividades ha solicitado. Si alguno de los profesionales examinados ha resultado “costoso” en gastos, le llaman la atención y le envían correos de advertencia. Pero, en cambio, no examinan la pertinencia de las decisiones tomadas. Miran solamente las cifras y no la necesidad clínica de los pacientes. Todos entendemos que hay que actuar con criterio de autorregulación porque los recursos son escasos, pero no pueden supeditarse la vida y la salud humanas a la rentabilidad financiera de las entidades.
Uno escucha que los militares, por la naturaleza de su profesión, padecen tratos fuertes y hasta crueles de sus superiores jerárquicos, pero no se supone que eso suceda en clínicas y hospitales. ¿Los jefes médicos y los profesores de medicina son tan maltratadores y arbitrarios como algunos miembros de las Fuerzas Armadas?
La formación médica tiene dos componentes: uno teórico, basado en una malla curricular con un diseño que se aplica en aulas y laboratorios, y que ha sido planificado con anterioridad; se desarrolla, casi siempre, con los mismos docentes, durante años. En este entorno se fomenta un carácter competitivo. Además, con la proliferación de facultades de medicina y el aumento del número de alumnos, en ocasiones, la docencia clínica no está asociada, necesariamente, al incremento de profesores calificados. Sumado a esta situación, existe un currículum oculto en el que hay una transmisión cotidiana de valores que se origina en las interacciones informales entre docentes y estudiantes, y que repercute en la formación de estos: las actitudes habituales de profesores que exhiben posturas autoritarias y soberbias son aprehendidas por los estudiantes que ven un modelo en sus educadores. En vez de formarse, sus profesores los deforman con una grave consecuencia: terminan dejando a un lado la humanidad de su profesión y se convierten en técnicos que obedecen al sistema.
Fue fundadora de una asociación de médicos en todo el país y hoy es la primera presidenta de la Federación fundada hace 90 años. ¿Los profesionales de medicina que ejercen en el presente cuentan con mejores condiciones de trabajo y nivel salarial que sus antecesores?
Iniciamos la organización Médicos Unidos de Colombia por la necesidad de debatir las condiciones laborales, cada día más deterioradas. Explotación es la palabra más adecuada a la situación que vivimos: examinar a 21 pacientes diarios, no darles fórmulas a más del 85 % de los pacientes, no remitirlos a especialistas y no ordenar imágenes diagnósticas. Hoy se define a un médico como “bueno” o “malo” según esos parámetros. El “bueno” es quien obedece al sistema de eficiencia económica de la institución. Y el “malo” es el que intenta ejercer su profesión con lealtad. El médico “bueno” puede aspirar a un contratico porque no formula tanto. Y realmente es un desprestigio y doble moral. El médico “malo”, el que se preocupa por la salud de su paciente, es indeseable y puede terminar por fuera. Cuando el profesional de medicina solicita ayudas diagnósticas o cuando decide que otros exámenes son necesarios no decide de acuerdo con sus criterios clínicos, sino que depende de los esquemas financieros de la entidad en que trabaja. Por eso es necesaria, entre otras razones, la reforma al sistema de salud.
¿Ha sido despedida por sus actividades gremiales y por la defensa de sus derechos y de sus colegas?
Sí. Trabajé durante 11años en la IPS Comfandi, en Cartago, Valle del Cauca, integrada verticalmente con la EPS SOS, en condiciones medianamente satisfactorias. Sin embargo, cuando se posesionó una nueva coordinadora con otra política institucional, se transformó radicalmente el clima de trabajo. El ambiente se tornó hostil. La gota que rebosó la copa fue la orden de reducir el tiempo de consulta a 10 minutos, una medida que comprometía seriamente la calidad de la atención médica. Ante esta situación inaceptable, y con el riesgo de tomar decisiones apresuradas, los médicos acordamos exigir calidad y simultáneamente planteamos alternativas de solución. Ocho días después fui despedida.
Médicos con excelentes resultados en el ejercicio de su profesión, pero con fama de “sindicalistas”, ¿son estigmatizados en los centros hospitalarios y clínicas?
Sí. En mi caso, estoy vetada en la ciudad en donde vivo por “conflictiva”, lo que no es cierto. Por mi conducta profesional hablan 11 años continuos en la entidad que me contrató, sin una queja en mi hoja de vida. Desafortunadamente la práctica de la agremiación o del sindicalismo médico estigmatiza e instiga amenazas de muerte.
Hace mes y medio usted y otros de sus compañeros de la Federación Médica fueron mencionados en un panfleto en que los amenazaban de muerte. ¿Qué decía ese mensaje?
Es la segunda amenaza de muerte que recibimos, relacionada directamente con el trabajo pedagógico sobre la reforma estructural al sistema de salud que propusimos después de más de 10 años de estudio por los expertos que la conforman y que se fortaleció con aportes de más de 1.400 representantes de organizaciones de la sociedad civil, en noviembre de 2021. Y, sobre todo, con un documento económico realizado por el prestigioso investigador Luis Jorge Garay. Durante el debate de la reforma en el Congreso decían que no había estudio económico, siendo el profesor Garay uno de los más respetados en el mundo financiero. Esta nueva amenaza llegó a nuestros teléfonos celulares con una imagen de un ataúd y un mensaje que decía que nos iban a matar por querer destruir el sistema de salud y por ser “cómplices del guerrillero Petro”. En ese mensaje amenazaban también a nuestras familias e indicaban que sabían las direcciones de nuestras residencias.
¿Cuándo recibió la primera amenaza?
El año pasado, hacia el mes de mayo. También llegó mediante un mensaje de texto. Las dos amenazas aluden a la reforma. Hay en juego muchos intereses económicos, inversiones en el sector financiero, propiedad raíz, clínicas privadas y hasta financiación de campañas políticas. Hablamos de 30 años de manejo sin control del segundo presupuesto más grande del país, el de la salud, hoy de $90 billones. La Ley 100 de 1993 va en contra del derecho universal a la atención integral porque elimina la autonomía intelectual del médico que debe estar siempre al servicio del paciente y lo supedita al mandato de intermediarios, en medio de barreras y obstáculos que tienen como fin lograr un mayor lucro en favor de los accionistas. Sin una reforma estructural, entre otros aspectos, no es posible implementar mejoras significativas y sostenibles en las condiciones laborales de los trabajadores de la salud.
Con todo respeto le pregunto, aunque usted y sus colegas en la Federación tengan muchas razones válidas para sus protestas, luchas y defensas: ¿no hay mucha ideologización que obstaculiza los cambios en lugar de favorecerlos?
La que se ha propuesto es una reforma que busca corregir los problemas que tiene el sistema hace 30 años: las inequidades, la pérdida de recursos públicos, la quiebra de hospitales públicos, único bien con que cuentan algunas poblaciones para acceder a la atención, etc. No hablamos de ideologías, sino de la salud y la vida de la gente.
Nadie desconoce, al menos hoy, que el sistema de salud requiere reformas. Otra historia es qué se reforma, cómo se hace y cuál sistema se adoptará. ¿La radicalización en este debate le ha hecho daño a la posibilidad de avanzar? Aunque no se logre todo, es mejor algo que nada…
No es cierto que la radicalización haya afectado la aprobación de la reforma. Si fuera así, ¿cómo se explicarían las modificaciones que se incluyeron en el proyecto de ley inicial? Las EPS finalmente aceptaron participar como gestoras de salud con 24 funciones bien definidas. En el resto hubo siempre consenso: estrategia de atención primaria, Adres como pagador único, redes integradas, dignificación de los trabajadores de la salud y respeto por la autonomía médica, entre otros temas. La discusión del proyecto estuvo rodeada de falsedades con las que se pretendía obstruir el avance del proyecto. Es importante recordar que existen procesos en investigación a las EPS en la Fiscalía por pérdida billonaria de recursos públicos y que la Contraloría General también denunció pérdidas por $9 billones durante la pandemia. La Ley 100 es un costoso modelo fracasado.
Volviendo al inicio de esta entrevista, la universidad Javeriana en donde era residente la recientemente fallecida estudiante Catalina Gutiérrez, ha anunciado cambios en sus reglamentos y flexibilización en las condiciones de trabajo ¿Ese doloroso llamado de atención servirá para cambiar drásticamente el entorno laboral, físico y emocional de los médicos o se olvidará pronto y todo volverá a ser igual?
La verdad es que sin la implementación de sanciones ejemplares tras un proceso de investigación, la iniciativas que surgen después de un episodio doloroso como el de la fallecida Catalina, son solo un escándalo mediático que las instituciones médicas asumen con fingida sorpresa. Es imprescindible una revisión de la educación médica que aborde desde el contenido curricular y el sistema de evaluaciones hasta el bienestar integral de los estudiantes; y que promueva ambientes de aprendizaje y procesos de formación libres de abusos. Las instituciones deben definir, claramente, las conductas inadecuadas y las consecuencias de usarlas de modo que sean reconocidas por todos y reportadas por la mayoría. Sin estas medidas, cualquier compromiso seguirá siendo insuficiente y meramente simbólico.
“En el mundo, el 11% de los médicos han tenido ideas suicidas”
¿Hay estadísticas sobre tasa de suicidios de médicos en Colombia?
De acuerdo con el Observatorio de Salud Mental de la Universidad Nacional, en informe publicado en 2019, la tasa de suicidios en el país fue, ese año, de 5 casos por cada 100 mil habitantes. En el mundo, al menos el 11% de los médicos han tenido ideas suicidas. Ese informe también resalta que la Encuesta Nacional de Situación Laboral para los profesionales de la Salud (ENSLPS) realizada por el Colegio Médico Colombiano, encontró una correlación entre el exceso de trabajo y otras exigencias adicionales, con el incremento de la condición de agotamiento de los médicos (burnout) y el aumento de casos de suicidio. Los médicos rurales trabajaban mínimo 66 horas a la semana mientras en la ciudad algunos especialistas cumplen jornadas de 48. La sobrecarga laboral “acarrea cansancio físico y mental, depresión por no poder responder adecuadamente a sus deberes de médico y agotamiento que deriva en decisiones desacertadas”. Resulta paradójico que debido al sistema adverso que tienen que soportar, los médicos puedan cometer errores que cuesten vidas en lugar de salvarlas, como es nuestra función.
“Se presenta la violencia directa y también existe la violencia estructural”
Eso que usted describe en esta entrevista, implica que la “cultura” del maltrato y deformación profesional está tan extendida que ya se ve como si fuera normal…
Así es. El “hábito” médico, entendido como la forma de relacionarse y de funcionar en el desempeño de la carrera de Medicina, se desarrolla en las Facultades, y en esos ambientes se justifica el uso de la violencia cuando se cometen errores; se presenta la violencia directa, como tirarle las pinzas al residente cuando el cirujano se enoja; y también se presenta el insulto, el menosprecio o la discriminación. Pero existe una violencia estructural que se traduce en formas de injusticia y desigualdad en el reparto de oportunidades. También existen, con frecuencia, las conductas machistas, el acoso sexual, las sobrecargas de trabajo y la retribución económica injusta como una exigencia para ser admitido en niveles más altos de formación. Todo este clima genera agotamiento, frustración y daño en la salud mental. La violencia no es cuestionada ni por el alumno ni el docente: por el contrario, se legitima y normaliza.