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Millones de personas se encuentran hoy respirando un aire que podría ser perjudicial para su salud. En ciudades como Bogotá y Medellín, donde se concentran más de 10 millones de personas, ya comienzan a sentirse los impactos de la simultaneidad de varios fenómenos: la temporada seca normal por la que suele atravesar el país durante estos meses, el fenómeno de El Niño, los incendios forestales y algunas condiciones atmosféricas relacionadas con las corrientes de polvo del Sahara.
El cómo todo eso interactúa tiene explicaciones. Por ejemplo, las lluvias ayudan a limpiar la atmósfera al lavar partículas y contaminantes del aire. En ausencia de ellas, estos contaminantes pueden acumularse en la atmósfera. En épocas secas, la atmósfera tiende a volverse más estable. Esto significa que hay menos movimientos verticales del aire que podrían ayudar a dispersar los contaminantes. En contraste, el aire contaminado tiende a quedarse cerca de la superficie.
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Siguiendo entonces en esa línea, las condiciones secas aumentan el riesgo de incendios forestales, como está viviendo Colombia. Estos incendios liberan grandes cantidades de partículas y gases contaminantes en el aire, contribuyendo a su mala calidad. De todos los gases y aerosoles, hay uno en particular que tiene la atención de las autoridades: el carbono negro. Se trata de un aerosol que se encuentra contenido en el particulado fino (PM2,5) y se compone esencialmente por carbón. Su principal fuente de emisión es la combustión incompleta de combustibles fósiles y de biomasa.
Según ha informado el Ideam, el modelo global de pronóstico de carbono negro proporcionado por GMAO, la Oficina Global de Modelado y Asimilación de la NASA, está revelando concentraciones aumentadas de este contaminante, principalmente en las regiones Caribe, Orinoquía y Andina, con un mayor impacto en la Orinoquia en los departamentos del Vichada y Meta, y centro y sur de la región Andina, esto en conformidad con las zonas donde se concentra la mayor cantidad de puntos de calor (que por lo general pueden estar relacionados con incendios de la cobertura vegetal).
Si bien estos modelos proporcionan información indicativa, el Ideam recomienda a las autoridades ambientales monitorear la calidad del aire con el fin de detectar variaciones anómalas en superficie que puedan representar algún tipo de afectación sobre la salud de la población expuesta, y en dado caso, declaren oportunamente los estados excepcionales de prevención, alerta o emergencia ante eventuales episodios de contaminación atmosférica. A esto se suman las corrientes del Sahara.
Las corrientes de polvo del Sahara son masas de aire cargadas de partículas de polvo que se levantan en el desierto del Sahara, en África, y son transportadas por la atmósfera. Estas corrientes de polvo son fenómenos meteorológicos que tienen un impacto significativo en el clima. Una vez que el polvo se ha levantado, es transportado a largas distancias por los vientos dominantes en la alta atmósfera. Aunque son fenómenos naturales y ocurren de manera estacional, ¿qué impactos puede tener todo este escenario en la salud?
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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire es uno de los mayores riesgos ambientales que existen para la salud. Solo en 2019, el 99% de la población mundial vivía en lugares donde no se respetaban las Directrices de la OMS sobre la Calidad del Aire. Los efectos combinados de la contaminación del aire ambiente y la del aire doméstico se asocian a 6,7 millones de muertes prematuras cada año. El 89% de esas muertes se produjeron en países de ingreso bajo.
Las afectaciones son diferenciadas. En los niños, podría suponer una reducción del crecimiento y la función pulmonares, infecciones respiratorias y agravamiento del asma. En los adultos, la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares son las causas más comunes de muerte prematura atribuible a la contaminación del aire exterior, y también están apareciendo pruebas de otros efectos como diabetes y enfermedades neurodegenerativas. Aunque es difícil escapar a la contaminación del aire, pues literalmente está a nuestro alrededor, hay algunas cosas que recomienda la OMS, entre ellas, el uso de tapabocas.
Reduzca el tiempo que pasa al aire libre en días con mala calidad del aire, especialmente si hay alertas o advertencias. Evite realizar actividades físicas intensas al aire libre, como salir a hacer ejercicio o trotar y permanezca en interiores tanto como sea posible. Las personas mayores, los niños pequeños y aquellos con enfermedades respiratorias son más susceptibles y deben tomar precauciones adicionales.
Secretarías de Salud como la de Bogotá también han recomendado mantener cerradas las puertas, ventanas y cubrir las rendijas de ventilación con trapos húmedos. También se recomienda no prender velas, incienso o consumir cigarrillo. Finalmente, esté atento a los signos de alarma que puede hacer necesario dirigirse a un servicio de urgencias. Por ejemplo, en niños menores de 5 años, algunas de esas señales son fiebre mayor a 39 grados, decaimiento o respiración rápida, vómito o diarrea al mismo tiempo. Ruidos en el pecho, retracción de la piel entre las costillas al respirar, convulsiones o alteración de la conciencia.
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En bebés menores de 6 meses, la recomendación es clara: todo menor de tres meses que inicie síntomas respiratorios debe ser evaluado por personal de la salud. En la comunidad en general, la fatiga inusual y la tos con expectoración purulenta o con pintas de sangre son señales que deben generar alarma y precaución.
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