La ciencia detrás del rostro de Natalia Ponce
En Colombia, las víctimas de graves quemaduras podrán tener acceso a implantes de piel, de última tecnología, como los que se le aplicaron a la joven bogotana.
Angélica M. Cuevas Guarnizo / María Paulina Baena
“No es fácil salir, pero he tomado valentía. Seguiré tomando valentía para que se acabe esta tortura para mucha gente”. El 16 de abril, un año y un mes después de haber sido atacada con ácido, Natalia Ponce de León se llenó de fuerza y decidió aparecer por primera vez en público. La joven, de 33 años, habló de estos meses de lucha interior por sobrevivir a ese terrible atentado a su identidad, de lo crucial que ha sido la compañía de su familia en su recuperación y de los esfuerzos médicos que la mantienen con vida.
La máscara transparente (Uvex) que ese día le cubría el rostro podría simbolizar que éste no sólo ha sido un año crucial para su historia personal, sino también para la de los pacientes quemados en Colombia.
Hasta hace unos meses todas las víctimas de quemaduras similares —la mayoría mujeres— se veían obligadas a utilizar máscaras de tela, color piel, durante sus meses de recuperación. Máscaras que les cubren casi por completo la cabeza, y si bien ayudan a cicatrizar, mientras generan presión en los músculos, les ocultan el rostro.
“Es como una segunda pérdida de identidad, primero es el ataque que deforma lo que toca y luego una máscara que deben usar por varios meses y no les permite a las mujeres mirarse a la cara. Incluso muchas de ellas se niegan a utilizarlas”, dice Patricia Gutiérrez, directora de la Unidad de Quemados del hospital Simón Bolívar, en Bogotá.
La máscara de polietileno Uvex se fabrica a partir de moldes de yeso, a la medida del rostro de cada paciente. Es una especie de plástico que contiene una capa de silicona y una pantalla protectora que cuida al paciente del sol, a la vez que ejerce presión sobre los músculos para ayudar a la cicatrización.
“Estábamos muy atrasados en ese sentido, pero la repercusión que tuvo la historia de Natalia permitió fortalecer alianzas entre organizaciones locales (la Fundación del Quemado y el Hospital Simón Bolívar) y entidades internacionales como Physicians for Peace (Médicos por la Paz) interesadas en traer tecnologías más avanzadas”, explica Patricia Gutiérrez.
Aunque las máscaras Uvex fueron desarrolladas por científicos canadienses a comienzos de los años 90, hace menos de dos años esta tecnología llegó a Colombia.
Gracias a la alianza que la Fundación del Quemado y el hospital Simón Bolívar conformaron con la Physicians for Peace, un grupo de médicos expertos en la tecnología Uvex viajaron a Colombia para capacitar a la Fundación y al hospital en la fabricación de las máscaras (que ya se están elaborando en Bogotá), pero también en la producción de dermis acelular Glyaderm, tecnología que ha sido aplicada a seis pacientes en el país y que fue clave en el proceso de recuperación de Natalia Ponce de León.
“Con Natalia nos enfrentamos a uno de los procesos de recuperación y reconstrucción más exitosos del mundo”, asegura la doctora Patricia Gutiérrez.
La Glyaderm, desarrollada por Ali Pirayesh, cirujano plástico de la Universidad de Leiden (Países Bajos), es un tejido artificial que resulta de extraer la dermis (la capa de la piel que concentra el colágeno) de los tejidos de cadáveres que se guardan en los bancos de piel, como el Hemocentro Distrital, en Bogotá.
Al implantarse en el rostro, o en las zonas afectadas, la Glyaderm se adhiere al cuerpo y sobre ella se implantan capas finas de epidermis que son extraídas del mismo paciente. En el caso de Natalia estas capas resultaron de su cuero cabelludo, buscando mantener el color y la textura de la piel original.
Lo revolucionario de la tecnología Glyaderm es que esta nueva piel permite que ambos tejidos (dermis y epidermis) sean asimilados por el cuerpo convirtiéndose en piel definitiva, acelerando los procesos de cicatrización y teniendo como resultados rostros más naturales.
Ali Pirayesh, de 45 años, fundador del banco de piel Euro Tissue Bank, con sede en Holanda, estuvo hace poco en Bogotá, donde la Fundación del Quemado, liderada por la doctora Linda Guerrero, ya avanza en la adquisición de tecnología para que sea posible producir este tipo de piel en el país.
“Aunque las víctimas de quemaduras en Colombia no representan una gran mayoría, sí necesitan de estos avances para que se les regrese la dignidad”, dice Guerrero, quien desde hace 20 años suma esfuerzos para que las víctimas de quemaduras tengan procesos de recuperación más dignos.
Pero detrás del proceso de Natalia Ponce no sólo está la llegada de avances médicos para el país. Su caso también revela el esfuerzo de un grupo interdisciplinario de médicos colombianos que hicieron posible su impresionante recuperación. Su paso por cuidados intensivos, las 15 cirugías a las que fue sometida, la asistencia psicológica y la intervención de especialistas médicos en todos los campos necesarios permitieron que Natalia sobreviviera.
“Esto tiene que mostrarle al país que existen unidades especializadas en la atención oportuna de paciente quemados. Si las EPS entendieran la importancia de autorizar, como se hizo con Natalia, que el paciente quemado reciba un tratamiento integral por parte de estas unidades, la historia sería otra. Pero la falta de autorizaciones termina derivando al paciente a una red médica sin experiencia. Muchos, frustrados, se ven obligados a pagar consultas costosas con médicos particulares y recibiendo tratamientos incompletos e inadecuados. Esto tiene que cambiar, el ministro (de Salud) ya lo sabe”, concluye la médica Patricia Guerrero.
“No es fácil salir, pero he tomado valentía. Seguiré tomando valentía para que se acabe esta tortura para mucha gente”. El 16 de abril, un año y un mes después de haber sido atacada con ácido, Natalia Ponce de León se llenó de fuerza y decidió aparecer por primera vez en público. La joven, de 33 años, habló de estos meses de lucha interior por sobrevivir a ese terrible atentado a su identidad, de lo crucial que ha sido la compañía de su familia en su recuperación y de los esfuerzos médicos que la mantienen con vida.
La máscara transparente (Uvex) que ese día le cubría el rostro podría simbolizar que éste no sólo ha sido un año crucial para su historia personal, sino también para la de los pacientes quemados en Colombia.
Hasta hace unos meses todas las víctimas de quemaduras similares —la mayoría mujeres— se veían obligadas a utilizar máscaras de tela, color piel, durante sus meses de recuperación. Máscaras que les cubren casi por completo la cabeza, y si bien ayudan a cicatrizar, mientras generan presión en los músculos, les ocultan el rostro.
“Es como una segunda pérdida de identidad, primero es el ataque que deforma lo que toca y luego una máscara que deben usar por varios meses y no les permite a las mujeres mirarse a la cara. Incluso muchas de ellas se niegan a utilizarlas”, dice Patricia Gutiérrez, directora de la Unidad de Quemados del hospital Simón Bolívar, en Bogotá.
La máscara de polietileno Uvex se fabrica a partir de moldes de yeso, a la medida del rostro de cada paciente. Es una especie de plástico que contiene una capa de silicona y una pantalla protectora que cuida al paciente del sol, a la vez que ejerce presión sobre los músculos para ayudar a la cicatrización.
“Estábamos muy atrasados en ese sentido, pero la repercusión que tuvo la historia de Natalia permitió fortalecer alianzas entre organizaciones locales (la Fundación del Quemado y el Hospital Simón Bolívar) y entidades internacionales como Physicians for Peace (Médicos por la Paz) interesadas en traer tecnologías más avanzadas”, explica Patricia Gutiérrez.
Aunque las máscaras Uvex fueron desarrolladas por científicos canadienses a comienzos de los años 90, hace menos de dos años esta tecnología llegó a Colombia.
Gracias a la alianza que la Fundación del Quemado y el hospital Simón Bolívar conformaron con la Physicians for Peace, un grupo de médicos expertos en la tecnología Uvex viajaron a Colombia para capacitar a la Fundación y al hospital en la fabricación de las máscaras (que ya se están elaborando en Bogotá), pero también en la producción de dermis acelular Glyaderm, tecnología que ha sido aplicada a seis pacientes en el país y que fue clave en el proceso de recuperación de Natalia Ponce de León.
“Con Natalia nos enfrentamos a uno de los procesos de recuperación y reconstrucción más exitosos del mundo”, asegura la doctora Patricia Gutiérrez.
La Glyaderm, desarrollada por Ali Pirayesh, cirujano plástico de la Universidad de Leiden (Países Bajos), es un tejido artificial que resulta de extraer la dermis (la capa de la piel que concentra el colágeno) de los tejidos de cadáveres que se guardan en los bancos de piel, como el Hemocentro Distrital, en Bogotá.
Al implantarse en el rostro, o en las zonas afectadas, la Glyaderm se adhiere al cuerpo y sobre ella se implantan capas finas de epidermis que son extraídas del mismo paciente. En el caso de Natalia estas capas resultaron de su cuero cabelludo, buscando mantener el color y la textura de la piel original.
Lo revolucionario de la tecnología Glyaderm es que esta nueva piel permite que ambos tejidos (dermis y epidermis) sean asimilados por el cuerpo convirtiéndose en piel definitiva, acelerando los procesos de cicatrización y teniendo como resultados rostros más naturales.
Ali Pirayesh, de 45 años, fundador del banco de piel Euro Tissue Bank, con sede en Holanda, estuvo hace poco en Bogotá, donde la Fundación del Quemado, liderada por la doctora Linda Guerrero, ya avanza en la adquisición de tecnología para que sea posible producir este tipo de piel en el país.
“Aunque las víctimas de quemaduras en Colombia no representan una gran mayoría, sí necesitan de estos avances para que se les regrese la dignidad”, dice Guerrero, quien desde hace 20 años suma esfuerzos para que las víctimas de quemaduras tengan procesos de recuperación más dignos.
Pero detrás del proceso de Natalia Ponce no sólo está la llegada de avances médicos para el país. Su caso también revela el esfuerzo de un grupo interdisciplinario de médicos colombianos que hicieron posible su impresionante recuperación. Su paso por cuidados intensivos, las 15 cirugías a las que fue sometida, la asistencia psicológica y la intervención de especialistas médicos en todos los campos necesarios permitieron que Natalia sobreviviera.
“Esto tiene que mostrarle al país que existen unidades especializadas en la atención oportuna de paciente quemados. Si las EPS entendieran la importancia de autorizar, como se hizo con Natalia, que el paciente quemado reciba un tratamiento integral por parte de estas unidades, la historia sería otra. Pero la falta de autorizaciones termina derivando al paciente a una red médica sin experiencia. Muchos, frustrados, se ven obligados a pagar consultas costosas con médicos particulares y recibiendo tratamientos incompletos e inadecuados. Esto tiene que cambiar, el ministro (de Salud) ya lo sabe”, concluye la médica Patricia Guerrero.