La comida chatarra les “hace conejo” a los sellos de advertencia
Durante las últimas semanas, las redes sociales se han llenado de imágenes de paquetes como papas fritas o de dulces, que ya no tienen los sellos de advertencia por su alto contenido de azúcares, grasas saturadas y sodio. Al parecer, algunos productores están reformulándolos para eludir la norma.
Juan Diego Quiceno
Durante las últimas semanas, se han hecho virales en redes sociales las fotografías de varios paquetes de papas y dulces que, pese a lo que se podría suponer, no tienen los sellos de “Alto en azúcares”, “Alto en grasas saturadas”, “Alto en sodio”, y las demás advertencias con las que se han familiarizado los colombianos en sus compras. ¿Mejoraron, de un día para otro, estos productos que pueden ser dañinos para la salud?
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Durante las últimas semanas, se han hecho virales en redes sociales las fotografías de varios paquetes de papas y dulces que, pese a lo que se podría suponer, no tienen los sellos de “Alto en azúcares”, “Alto en grasas saturadas”, “Alto en sodio”, y las demás advertencias con las que se han familiarizado los colombianos en sus compras. ¿Mejoraron, de un día para otro, estos productos que pueden ser dañinos para la salud?
La respuesta corta es no. Las papas, los chocolates y demás artículos ultraprocesados siguen siendo tan perjudiciales (consumidos de manera excesiva) como lo han sido siempre. La respuesta a la duda de por qué algunos no tienen sellos es más compleja. “Era algo que nos esperábamos y que ya ha sucedido en otros países con estrategias de etiquetado nutricional”, comienza diciendo Adriana Torres, investigadora de Dejusticia, una de las organizaciones de la sociedad civil que impulsó la norma de etiquetado de advertencia en Colombia. (Vea: Los entornos laborales que crean las organizaciones son claves en la salud mental)
A lo que se refiere Torres es a la “reformulación”, como se conoce a la estrategia de cambiar la composición de los productos alimenticios, es decir, modificar los ingredientes y proporciones de un alimento. Esto no es algo nuevo y, de hecho, las leyes de etiquetado nutricional buscan incentivar que la industria alimentaria reformule sus productos. En el escenario ideal, busca que reduzcan la cantidad de azúcares, grasas saturadas y sodio, o sustituyendo esos ingredientes con alternativas más saludables, para evitar los sellos.
Pero en el menos ideal, la reformulación no tiene como objetivo una mejora sustancial en la calidad nutricional del producto. En algunos casos, los ingredientes sustitutos pueden no ser significativamente más saludables, pero sí le permiten a algunos fabricantes evitar el etiquetado.
“Vemos que existe una clara intención de la industria de no asumir esto como una posibilidad de mejora en términos de salud pública, sino, incluso, como algo para reforzar sus estrategias de ultraprocesamiento. La industria se está reformulando, agregando aditivos e ingredientes que son tan nocivos como esos que se intentan advertir con los sellos”, dice Milena Gualdrón, coordinadora de la línea de nutrición de FIAN Colombia, una organización que trabaja por el derecho a la alimentación adecuada.
No hay, hasta ahora, investigaciones que hayan estudiado la reformulación en Colombia, pero lo que creen organizaciones como Dejusticia y FIAN es que está sucediendo. “Estamos encontrando cada vez más productos que tenían sellos, y ya no tienen. Creemos que está ocurriendo una reformulación con unos aditivos y saborizantes que son, entrecomillas, inocuos, pero que no sabemos aún los efectos que tienen en la salud, en las enfermedades transmisibles y en la microbiota intestinal. En algunos casos, hemos visto que las sustancias que están usando tienen efectos más nocivos que las que usaban antes”, agrega Torres.
Juan Mesa, Nutricionista Dietista, magíster en Nutrition Science, coincide en que, si bien aún se desconoce cómo se estaría dando la reformulación, todo indica que está pasando. “Creemos que están subiendo las calorías”, dice. Para entenderlo mejor, explica que según la regulación en Colombia, si un producto aporta más del 10% de su energía total a partir de azúcares añadidos, grasas saturadas o sodio, debe llevar un sello de advertencia. (Puede ver: Compensar anuncia cambios en la entrega de medicamentos)
“La industria se dio cuenta de que puede jugar con eso. Es el caso de las grasas. Hay diferentes tipos de grasas, las saturadas, que penaliza la ley, y las insaturadas, que pueden ser de mala calidad. Lo que estamos viendo son productos que ahora tienen grasas insaturadas, que se reportan como aceites vegetales, pero que no sabemos qué son”, dice.
Según Mesa, en esos aceites vegetales podría haber aceite de soya o de maíz, que es inflamatorio. “En todo caso, la ley no los obliga a declarar exactamente qué le están poniendo. Tenemos productos que dicen mezcla de aceites vegetales, o simplemente aceites vegetales”. De esta manera, agrega, se logra que el producto tenga menos grasas saturadas, que son las sancionadas, a cambio de un aumento en otro tipo de grasas que no se identifican y que suben el número de calorías del producto.
Es el caso de un popular paquete de papas, que, según el análisis de Mesa, redujo el contenido de grasa saturada en 2,2 g (cumpliendo la norma), reemplazándolas por grasas insaturadas que terminaron subiendo las calorías del producto. “Ahora estamos viendo, entonces, productos que pueden tener las calorías de un almuerzo completo”, agrega Mesa.
Para entender mejor qué estaba sucediendo con esos casos, intentamos comunicarnos con la Cámara de la Industria de Alimentos de la ANDI, pero hasta el cierre de esta edición no fue posible obtener un espacio en su agenda. (Puede ver: ¿Qué pasará con la Nueva EPS? El interventor responde)
Un camino difícil
La historia del etiquetado nutricional en Colombia nunca ha estado libre de obstáculos. Para hacer sencillo el recuento, en 2021 se expidió la llamada “Ley de Comida Chatarra” que, básicamente, busca mejorar la salud pública a través de la implementación de etiquetas de advertencia en alimentos y bebidas. Poco antes de que el Congreso le diera luz verde, sin embargo, el Ministerio de Salud de entonces expidió una resolución (la 810 de 2021), que establecía que dicho etiquetado usaría sellos redondos, algo que no cayó bien entre algunos salubristas, que argumentaban que ese tipo de etiquetado no era efectivo.
El error fue reconocido por el Ministerio de Salud presidido por Carolina Corcho en diciembre de 2022, cuando expidió una nueva norma (la resolución 2492), que establecía que el etiquetado tendría que ser con un sello octagonal con fondo negro. Debido a la anterior norma, y a que la industria ya estaba usando los sellos redondos, se autorizó a que las empresas pudieran solicitar prórrogas al Invima para comenzar a usar el sello octogonal, a medida que se agotaban las existencias de sus productos que tenían el etiquetado redondo. Esas prórrogas terminaron para toda la industria en el país el pasado 14 de junio.
De esta manera, a partir del 15 de junio “los alimentos envasados y empacados que no cumplan con el etiquetado nutricional y frontal de advertencia establecido en el reglamento técnico, deberán ser retirados del mercado por el productor o comercializador, independientemente de la fecha de fabricación, comercialización o empacado del alimento”, nos confirmó el Invima, entidad responsable de vigilar que dicho etiquetado se cumpla. (Puede ver: Olas de calor: los efectos que podrían tener en la salud)
Hasta el momento, asegura, se han aplicado 19 medidas sanitarias de seguridad, “que ya fueron trasladas para inicio de proceso sancionatorio, de los cuales ya se iniciaron tres procesos”. Estos procesos pueden durar meses, dependiendo del grado del incumplimiento y de la colaboración de la empresa.
El incumplimiento más común detectado por el Invima apunta a “errores caligráficos en las leyendas incluidas en los sellos de advertencia”. Aunque la entidad no proporcionó detalles, estos errores pueden involucrar faltas de ortografía, gramática y/o formato en los textos, que pueden confundir a los consumidores. (Vea: ¿A prepararse para una avalancha de seguros privados en el sistema de salud?)
Es algo que también han identificado Dejusticia y FIAN. “Lo hemos visto en dos escenarios. En uno, utilizan el sello en lugares donde se puede difuminar con el fondo. Hay sellos frontales de advertencia que no se destacan porque sus colores se pueden confundir con el fondo del empaque. Además, también hemos visto la utilización de declaraciones nutricionales de salud junto con los sellos”, dice Torres. Se refiere a frases como “fuente de vitaminas y minerales”, “bajo en calorías”, o “rico en fibra”.
Para Torres, lo que hacen esas frases es confundir al consumidor. “Hay un dicho que ejemplifica esto: El que reza y peca, empata. La gente puede pensar: Bueno, es Alto en Azúcares, pero el empaque dice que es alto en fibra, entonces no es tan malo. Esas declaraciones están, en principio, prohibidas por la resolución, pero lo que hemos visto con el Invima es que las marcas las están utilizando como parte de su nombre, es decir, no son algo adicional en el empaque, sino que forma parte del nombre del producto”, agrega.
Además de estas infracciones (y la reformulación), hay otras estrategias como que el sello se ubique en los anaqueles del producto, y no el empaque del producto. En todo ese control, complementa Gualdrón, de FIAN Colombia, es clave el accionar, investigación y eventual sanción de la institucionalidad. “Pero lo que tampoco hemos visto, más allá del papel sancionatorio, es que el gobierno se tome en serio su rol y comience a impulsar y promover acciones estructurales para cambiar la forma en que entendemos y nos alimentamos en Colombia”. (Puede ver: ¿Qué son los biopolímeros y por qué es tan costoso retirarlos?)
Medidas estructurales
Si en algo concuerdan las personas que se han dedicado a estudiar cómo bajar el consumo de comida chatarra en el mundo e impulsar una alimentación más saludable, es que una medida nunca es suficiente. “Se trata de algo estructural”, dice Carolina Piñeros Ospina, directora ejecutiva de Red PaPaz, una organización que ha incidido en el ámbito de la nutrición infantil en Colombia. La clave, señala, radica en una combinación de políticas públicas, regulaciones que aborden todos los aspectos, y mucha educación.
“Estamos notando que está haciendo falta la parte de promover el consumo de alimentos reales y naturales. Creo que ahí deberíamos poner toda la fuerza de la implementación. Lo que debería estar diciéndole el Ministerio de Salud a las familias es que no importa si el juguito de tarro que ayer tenía un sello, hoy no lo tiene. Lo que importa, por ejemplo, es que el padre enseñe a su hijo a hidratarse con agua”, reitera Piñeros. Para ella, por ejemplo, es inexplicable que en el PAE (Programa Alimentario Escolar), se sigan incluyendo productos con sellos, “cuando somos el segundo país en biodiversidad alimentaria”.
Con ella concuerda Mercedes Mora, nutricionista, dietista y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional. “Creo que se debe impulsar un poco más lo que el etiquetado significa. Que se promueva una mejor comprensión por la población en general, que se sienta que no es una prohibición, es una información valiosa para seleccionar alimentos”, asegura.
Agrega, además, que faltan pasos por dar en lo que tiene que ver con el marketing de productos ultraprocesados: “Si siguen habiendo premios, juguetes, dos por uno en ventas de este tipo de alimentos, las familias seguirán cayendo. Necesitamos restricciones a la publicidad que sean coherentes con lo que queremos promover”. (Vea: OMS alerta la falsificación de productos para adelgazar y tratar la diabetes)
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