La gestación subrogada y sus posibles efectos en la salud de las mujeres
Un estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicine arrojó que las gestantes subrogadas presentan un mayor riesgo de complicaciones de salud durante el embarazo y después del parto. ¿A qué se podría deber este riesgo?
Catalina Sanabria Devia
La esterilidad o infertilidad es un problema más frecuente de lo que podría pensarse. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define como un trastorno del sistema reproductor, tanto masculino como femenino, que impide lograr un embarazo tras 12 meses o más de relaciones sexuales regulares sin protección. Este problema afecta a aproximadamente el 17,5% de los adultos en todo el mundo, lo que equivale a cerca de una de cada seis personas.
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La esterilidad o infertilidad es un problema más frecuente de lo que podría pensarse. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define como un trastorno del sistema reproductor, tanto masculino como femenino, que impide lograr un embarazo tras 12 meses o más de relaciones sexuales regulares sin protección. Este problema afecta a aproximadamente el 17,5% de los adultos en todo el mundo, lo que equivale a cerca de una de cada seis personas.
En un número cada vez más creciente de casos, quienes enfrentan estas dificultades en ocasiones recurren a una mujer que actúa como gestante subrogada. Este proceso, conocido como gestación subrogada, suele apoyarse en procedimientos médicos como la fertilización in vitro (FIV) para crear un embrión que luego se implanta en la gestante. De acuerdo con Global Market Insights, una empresa de investigación y consultoría de mercado, la gestación subrogada generó ingresos por USD $14.000 millones en 2022 y podría alcanzar USD $129.000 millones en 2032.
A pesar de ese rápido crecimiento, los estudios científicos en torno a la gestión subrogada son escasos, opina la doctora María del Pilar Vélez, ginecóloga y obstetra colombiana con una maestría y un doctorado en Epidemiología, actualmente docente de la Universidad McGill, en Canadá. Para Vélez, es especialmente importante contar con más información sobre los efectos que puede tener la gestación subrogada tanto para la salud de la mujer gestante como para la del bebé.
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Es por ello que Vélez, médica investigadora, lideró un estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicine, basado en los registros clínicos de mujeres gestantes en Ontario, Canadá. Junto a su equipo de investigadores, analizó 863.017 nacimientos ocurridos entre 2012 y 2021. Del total, el 97,6% (846.124) correspondieron a concepciones sin tratamiento de fertilidad, el 1,8% (16.087) a procedimientos de fertilización in vitro (FIV) y el 0,1% (806) a gestaciones subrogadas. Este análisis les permitió obtener información sobre las diferentes formas de embarazo, lo que facilitó la comparación de factores como las tasas de éxito, las complicaciones y los resultados en salud, tanto para las madres como para los bebés.
El objetivo del grupo de investigación fue identificar si las gestantes subrogadas corrían mayores riesgos que las demás. Aunque lo más inmediato es pensar en la mortalidad materna (es decir, en las mujeres que mueren durante el embarazo o el parto), en Canadá esta cifra es muy baja, lo que no permitía realizar una comparación directa. Por eso, el equipo utilizó otros indicadores para evaluar la salud durante el embarazo y el periodo perinatal, que comprende desde la semana 22 de gestación hasta los primeros días de vida del bebé fuera del útero.
Uno de esos indicadores que usaron es conocido como Morbilidad Materna Extrema y agrupó, en este caso, 41 condiciones en las que las pacientes tuvieron una complicación que podría haber resultado en su muerte durante el embarazo y hasta 6 semanas después del parto.
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El equipo de investigación halló que, mientras que para las concepciones sin tratamiento de fertilidad y aquellas con FIV el riesgo de Morbilidad Materna Extrema fue de 2.3% y 4.3% respectivamente, para la gestación subrogada representó un 7.8%. En otras palabras, las gestantes subrogadas se enfrentaron a un peligro hasta tres veces mayor de tener complicaciones de salud durante el embarazo y después del parto
Las cinco condiciones de riesgo que más se presentaron en los tres grupos de mujeres estudiadas fueron, en primer lugar, la hemorragia posparto severa que requirió transfusión sanguínea o procedimientos en el útero para controlarla. En segundo lugar, la preeclampsia severa, es decir, la presión arterial alta con peligro para la vida de la paciente, y en tercer lugar la sepsis puerperal, que es una infección grave en la zona genital femenina tras el parto. La cuarta condición más frecuente fue que las mujeres debieran ser admitidas a la Unidad de Cuidados Intensivos y la quinta, que se les tuviera que practicar una cesárea al mismo tiempo que se les realizaba una histerectomía, la cual consiste en remover el útero. Era más probable que las gestantes subrogadas experimentaran algunas de estas complicaciones en comparación con las mujeres que tuvieron embarazos sin tratamiento de fertilidad o mediante fertilización in vitro.
El parto prematuro, entre las 32 y 37 semanas de gestación, también fue más alto en las gestantes subrogadas en comparación con los otros grupos de estudio. Sin embargo, de acuerdo con el artículo, no se encontró un mayor riesgo de Morbilidad Neonatal Extrema, es decir, de complicaciones que pudieran conllevar la muerte del recién nacido durante sus primeros 28 días de vida.
Un asunto por explorar
Vélez sostiene que se necesitan más estudios para comprender las causas subyacentes que explican por qué las gestantes subrogadas pueden estar expuestas a un mayor riesgo. Sin embargo, en su investigación, se proponen algunas hipótesis para entender este fenómeno.
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Por un lado, cuando una mujer se presenta para ser gestante subrogada, lo ideal es que tuviese un buen estado de salud. Por ejemplo, la Asociación Americana de Medicina Reproductiva establece, a través de guías, unos criterios para llevar a cabo este proceso. “Entonces, si partimos del punto de que ellas son sanas, en teoría no deberían tener un mayor riesgo de estas complicaciones”, dice la investigadora.
Sin embargo, durante el estudio se descubrió que muchas de estas pacientes tenían presión arterial alta desde antes del embarazo, de acuerdo con su historia clínica. “La obesidad, de igual manera, aumenta los riesgos de complicaciones maternas, y también encontramos que el grupo de gestación subrogada tenía mayor prevalencia de esta enfermedad”, agrega Vélez. Esto es importante porque estas condiciones podrían haberlas expuesto en mayor medida a complicaciones de Morbilidad Materna Extrema.
Sin embargo, tomar en cuenta esas consideraciones habría sido insuficiente para obtener una comparación precisa. Por eso, Vélez y su equipo realizaron un análisis estadístico que les permitió comparar a las pacientes sin que las diferencias previas entre ellas, como la presión arterial alta o la obesidad, afectaran los resultados. Es decir, ajustaron los datos para que todos los factores preexistentes fueran considerados, asegurándose de que la comparación fuera justa y equilibrada. “Con todo y eso, encontramos que las gestantes subrogadas seguían teniendo mayor morbilidad”, explica Vélez. Entonces, si las condiciones de salud de las mujeres no explican esas diferencias, ¿qué podría estar detrás de ellas?
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“Una de las teorías es que recibir un material inmunológico al que no han estado expuestas previamente, puede asociarse con estas complicaciones durante el embarazo”, explica Vélez. La investigadora se refiere al proceso más común de gestación subrogada, en el cual la mujer recibe un embrión formado por los gametos de quienes serán los futuros padres. Es decir, el óvulo de la madre (o una donante) fecundado por el esperma del padre (o un donante). “Basados en otras evidencias, sabemos que pacientes que tienen donación de óvulo también presentan un mayor riesgo de algunas complicaciones maternas como la presión alta”, explica Vélez.
Que al cuerpo de las gestantes subrogadas ingrese este material genético ajeno, puede tener que ver con sus complicaciones de salud, sugiere la investigación. Aunque existen otros tipos de gestación subrogada, como cuando se inseminan los óvulos de la mujer gestante con el esperma del padre o de un donante, este no fue analizado, ya que es mucho menos común.
La discusión, llena de matices
El estudio logró identificar también una serie de condiciones sociales y económicas que afectan a las gestantes subrogadas y que también podrían influir en los riesgos a su salud. Al analizar la base de datos, descubrieron que las gestantes subrogadas pertenecían a una situación socioeconómica más baja en comparación con las pacientes que habían recibido tratamiento de FIV (Fertilización In Vitro) o aquellas que no habían recibido ningún tratamiento. Vélez explica que, en esta población vulnerable, las complicaciones tienden a ser mayores.
Desde un punto de vista de salud mental, también hay que hacer algunas consideraciones importantes. Ana Morillo, docente y psicóloga clínica y perinatal con 15 años de experiencia, explica que la gestación es un estado de crisis vital, similar al que se experimenta durante la adolescencia: se derrumban estándares y pilares y surgen preguntas fundamentales y existencialistas. Si enfrentarse a ello es complejo, podría serlo aún más bajo contextos de vulnerabilidad. En estos entornos, resalta Morillo, “hay muy poca red de apoyo y cada vez más se sabe sobre la importancia de esa red en un proceso como este”.
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Además, según la psicóloga, muchos de los estudios alrededor de la gestación subrogada señalan que una de las variables de estos embarazos es que “se viven a escondidas”, pues hay mucho estigma alrededor de ellos. Ese silencio, dice Morillo, puede terminar convirtiéndose en fuente de estrés, así como el hecho de que son gestaciones muy intervenidas y monitoreadas medicinalmente. “Eso tiene efectos en la salud mental y física de la mujer”.
El estrés prenatal, a su vez, está vinculado a una presión arterial alta, a la preeclampsia y a los partos pretérmino, algunas de las condiciones que presentaron en mayor medida las gestantes subrogadas durante el estudio dirigido por Vélez.
Morillo explica que, tras el parto, emocional y psicológicamente, se experimenta una sensación de “vaciamiento”, es un corte abrupto tanto para la gestante como para el bebé que ha salido de su cuerpo, un evento “traumático”, más no en un sentido dramático. Esto se reorganiza, según la psicóloga, con la interacción entre la mujer y el niño.
“Hay dispositivos naturales y fisiológicos en ambos para que el bebé se encuentre en el regazo de la mamá. La mujer tiene leche en los pechos, pero incluso antes de eso, tiene calostro que los bebés necesitan para formar la flora intestinal”. Entonces, cuando el recién nacido es entregado a la familia, Morillo se pregunta: “¿qué pasa con este vaciamiento y esa extrañeza si no hay oportunidad de recuperarse psíquicamente y darle un orden a esto?”.
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Ambas profesionales de la salud insisten en que este tema debe estudiarse en profundidad no sólo en términos científicos, sino también desde un enfoque social. La psicóloga plantea que “es paradójico todo lo que le exigimos a las mujeres y luego a lo que se les somete en cuanto a estrés en, por ejemplo, todos esos seguimientos médicos. Fuera de eso, viven en unas condiciones sociales estructurales muy complejas. Después del embarazo, con leche en los pechos, ¿quién las asiste, quién las cuida y las acompaña en esos pospartos sin bebés? Desde el punto de vista de la explotación de los cuerpos, ahí hay un tema ético para pensar”.
De hecho, Vélez afirma que aunque hay mujeres que acceden a participar de la gestación subrogada de manera altruista, como se plantea teóricamente que debe ser, se estima que una gran proporción lo hace en realidad para recibir una compensación monetaria.
Debido a la falta de regulación en torno a la gestación subrogada y a que no existe una definición acordada internacionalmente sobre ella, no hay cifras globales precisas sobre cuántos niños y niñas nacen bajo este procedimiento. Lo que sí se sabe, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, es que las gestantes subrogadas tienden a ser de países en desarrollo, por ejemplo India, Nepal o Tailandia, mientras que las parejas que aspiran a recibir a los bebés provienen de países desarrollados como Alemania, Canadá, España, Francia, Australia, entre otros.
“Esto provoca que la gestación subrogada aparezca como una salida a la pobreza o la falta de educación, que las hace más vulnerables ante la explotación”, según la organización. Vélez, entonces, observa con preocupación cómo esto se está convirtiendo en “una industria que puede tener resultados adversos en la salud de estas pacientes”.
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