La historia de las 72 personas que han recibido sangre de cordón umbilical en Colombia
Trasplantar células madre de cordón umbilical no es un procedimiento muy usual en el país. Un grupo de científicos en Bogotá ha liderado este proceso, aunque por la ausencia de regulación aún hay varios obstáculos por superar.
Juan Diego Quiceno
El 19 de septiembre de 2017, un paciente pediátrico en Medellín se convirtió en el primero del país en recibir un trasplante de sangre de cordón umbilical donado por una mujer colombiana. A pesar de que estos procedimientos se realizan en Colombia desde finales del siglo pasado, en esa ocasión no se necesitó importar sangre de otro país: la unidad estaba almacenada en el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS). Desde entonces, otras 71 personas han recibido trasplantes. (Lea El Espectador le explica en qué estamos en Colombia con la viruela del mono)
El cordón umbilical es una suerte de “cuerda” que conecta al feto con la placenta. A través de él, el bebé recibe oxígeno y nutrientes. Hace 50 años los médicos que atendían los partos en el mundo lo cortaban y lo desechaban pues no estaba tan claro cómo se podía aprovechar con fines médicos la sangre que quedaba retenida en él. Pero ahora saben que dicha sangre es rica en células madre. (Lea Las razones de Reino Unido para aprobar los trasplantes de popó)
Estas células son valiosas porque se pueden convertir en cualquier tipo de célula, como glóbulos rojos o glóbulos blancos. Por esa razón, la medicina regenerativa ha puesto sus ojos en ellas. Aunque los médicos solían obtenerlas de la médula ósea, en las últimas décadas también recurren al cordón umbilical. El primer trasplante de este tipo de sangre en el mundo se hizo en 1988, en un niño con anemia.
El paciente que recibió el trasplante en Medellín en 2017 tenía 10 años y padecía una extraña enfermedad genética inmunológica que impide que el organismo se defienda de las infecciones. Para que la sangre estuviera lista para él y para otras 70 personas que la han requerido desde entonces, la mayoría niños y niñas, se ha necesitado un proceso largo de trabajo en el que investigadores colombianos han contribuido con nuevas y eficientes prácticas.
Trabajo desde cero
La historia en Colombia comenzó en 2012, cuando el doctor Bernardo Camacho, director del IDCBIS, propuso la creación e implementación de un banco de sangre de cordón umbilical al Sistema General de Regalías y al Distrito de Bogotá, logrando una financiación de más de $37.000 millones. Con ese dinero se comenzó la compra de equipos y la contratación de personal para algo que nunca se había hecho en Colombia. Entre esas personas, la doctora Ana María Perdomo.
Perdomo es médica cirujana de la Universidad Nacional de Colombia. Cuando llegó al proyecto, el IDCBIS no había iniciado la colecta de sangre, algo en lo que ella ya tenía experiencia, pues en una pasantía de su doctorado en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) lo había hecho. “Pero la implementación del banco público no podía ser salir a coger muestras, almacenarlas y ya”, dice. Sucede que no todas las mujeres gestantes pueden donar, de hecho, solo 2 de 10 cumplen con las condiciones para hacerlo.
Algunos de esos criterios son que sean mayores de 16 años, que tengan un adecuado control prenatal y sin enfermedades transmisibles a través de la sangre, que sean madres de bebés sanos sin sospecha de enfermedades congénitas y que no hayan tenido complicaciones durante el parto.
Entre 2013 y 2014 el equipo del IDCBIS inició los primeros contactos y experiencias con madres en el Hospital Occidente de Kennedy, creando el programa Cordial de donación de sangre de cordón umbilical. Se trata de un proceso sencillo, que no duele y sin ningún tipo de riesgo para la donante. Había hasta entonces dos modelos para esa colecta: en uno el médico tomaba la muestra de sangre del cordón con la placenta fuera o aún dentro del útero. Este modelo, todavía usado, plantea una dificultad, según Perdomo, y es que el médico debería estar muy concentrado en la madre y el bebé, no en colectar sangre.
En el otro modelo un profesional de la salud distinto al ginecoobstetra espera que la placenta esté fuera del útero y recolecta la sangre. El equipo del programa Cordial del IDCBIS, conformado por enfermeras profesionales, inventó un tercer modelo, en el que se introduce una aguja en el cordón cuando aún está conectado a la placenta y se extrae la sangre. Después se espera que la placenta esté fuera, se ubica en un sitio estéril y se exprime hasta lograr la última gota de sangre. Los resultados de este modelo de colecta fueron publicados en 2017 en la revista médica Transfusión.
Ese modelo es el que se sigue usando hoy en los procesos de donación del programa Cordial. “Esa sangre se lleva al laboratorio y se hace un análisis para saber la cantidad de células madre en esa unidad, lo que va a determinar en qué tipo de pacientes se puede usar”, explica Perdomo. Según esa cantidad, la unidad de sangre se puede infundir en pacientes adultos o niños, según su peso.
Debido a eso es que 71 de los 72 trasplantes de sangre de cordón umbilical con unidades del IDCBIS se han realizado en niños y niñas. Para evitar que el proceso de trasplante provoque una reacción en los organismos que ponga en riesgo la vida de los pacientes, el equipo de científicos estudia que la sangre a infundir tenga semejanzas con la sangre propia del paciente. Ese proceso se hace a través de lo que se podría asemejar a “fotografías” moleculares.
En 2019 el equipo reportó en la revista Human Immunology de la Sociedad Estadounidense de Histocompatibilidad e Inmunogenética (ASHI, por sus siglas en inglés), la detección de varias diferencias en ese sistema molecular que no se habían reportado en Colombia. Para hacerlo analizaron a través de esas “fotografías” un total de 1.463 unidades de sangre. “Eso lo hemos logrado con alrededor de 5.000 análisis. Entonces imagínese donde se hicieran a mucha más población o en comunidades étnicas poco estudiadas”, agrega la doctora Perdomo
Navegando entre vacíos
En Colombia no existe un registro público de células madre. El esfuerzo del IDCBIS por crear uno tiene actualmente poco más de 1.200 registros de unidades congeladas en su banco. El Ministerio de Salud señala que tiene proyectado construir una regulación para la Certificación en Buenas Prácticas para los establecimientos que almacenan células, pero dicha regulación no llega.
Para saltarse este vacío, el IDCBIS tomó y aplicó los estándares de una organización llamada Fundación para la Acreditación de la Terapia Celular (FACT, por su sigla en inglés), cofundada por la Sociedad Internacional de Terapia Celular y Génica (ISCT) y la Sociedad Estadounidense de Trasplante y Terapia Celular.
Uno de los grandes riesgos en este tema es que las células madre son delicadas y pueden morir antes de ser infundadas en el paciente: en el proceso de colecta, en el de congelación, pero incluso, y sobre todo, en el descongelamiento. Hace unos meses publicamos en El Espectador un informe en el que reportamos que servicios de terapia celular prohibidos o sin evidencia se están ofreciendo en Colombia por privados a precios altos. No hay certeza de que dichos laboratorios tengan un proceso que evite la muerte de las células madre.
Otro de los problemas que ha generado la falta de regulación tiene que ver con las falsas promesas que hacen algunas instituciones privadas al ofrecerle a padres y madres guardar sangre de su placenta o de su cordón. La idea, suelen decir, es que estas células ayuden a sanar a sus hijos en caso de que desarrolle una enfermedad.
Pero lo cierto es que la probabilidad de que una unidad de sangre de cordón umbilical sea útil para la persona que nació de esa placenta es extremadamente baja por una razón: la mayoría de condiciones para las que se ha comprobado que las células madre de cordón umbilical son eficientes y seguras en un tratamiento son enfermedades que tienen una base genética o congénita. Es muy posible que esas enfermedades ya estén presentes en la sangre del cordón umbilical.
Según la Organización Nacional de Trasplantes del gobierno de España, hasta el momento sólo se han registrado en el mundo 3 casos de trasplante de estos cordones para uso autólogo (es decir, para el niño del que procede), y siempre en enfermedades adquiridas, no congénitas. Entidades como la Comisión Europea y el Consejo de Europa han expresado sus dudas y su rechazo a que estos bancos guarden de forma autóloga la sangre del cordón. Incluso la Organización Mundial de la Salud ha señalado que lo más recomendable y eficiente es que si una madre desea donar, lo haga siempre en un banco público.
No hay evidencia firme de que la terapia con células madre sea efectiva para, por ejemplo, la recuperación de la movilidad por una afectación en la médula espinal, para solucionar problemas de alopecia y mucho menos para impactar condiciones como el autismo, entre otras. De todas estas aplicaciones habrán algunos estudios con resultados esperanzadores (como en el caso de la alopecia), pero para ninguno ha sido confirmada su eficacia.
El 19 de septiembre de 2017, un paciente pediátrico en Medellín se convirtió en el primero del país en recibir un trasplante de sangre de cordón umbilical donado por una mujer colombiana. A pesar de que estos procedimientos se realizan en Colombia desde finales del siglo pasado, en esa ocasión no se necesitó importar sangre de otro país: la unidad estaba almacenada en el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS). Desde entonces, otras 71 personas han recibido trasplantes. (Lea El Espectador le explica en qué estamos en Colombia con la viruela del mono)
El cordón umbilical es una suerte de “cuerda” que conecta al feto con la placenta. A través de él, el bebé recibe oxígeno y nutrientes. Hace 50 años los médicos que atendían los partos en el mundo lo cortaban y lo desechaban pues no estaba tan claro cómo se podía aprovechar con fines médicos la sangre que quedaba retenida en él. Pero ahora saben que dicha sangre es rica en células madre. (Lea Las razones de Reino Unido para aprobar los trasplantes de popó)
Estas células son valiosas porque se pueden convertir en cualquier tipo de célula, como glóbulos rojos o glóbulos blancos. Por esa razón, la medicina regenerativa ha puesto sus ojos en ellas. Aunque los médicos solían obtenerlas de la médula ósea, en las últimas décadas también recurren al cordón umbilical. El primer trasplante de este tipo de sangre en el mundo se hizo en 1988, en un niño con anemia.
El paciente que recibió el trasplante en Medellín en 2017 tenía 10 años y padecía una extraña enfermedad genética inmunológica que impide que el organismo se defienda de las infecciones. Para que la sangre estuviera lista para él y para otras 70 personas que la han requerido desde entonces, la mayoría niños y niñas, se ha necesitado un proceso largo de trabajo en el que investigadores colombianos han contribuido con nuevas y eficientes prácticas.
Trabajo desde cero
La historia en Colombia comenzó en 2012, cuando el doctor Bernardo Camacho, director del IDCBIS, propuso la creación e implementación de un banco de sangre de cordón umbilical al Sistema General de Regalías y al Distrito de Bogotá, logrando una financiación de más de $37.000 millones. Con ese dinero se comenzó la compra de equipos y la contratación de personal para algo que nunca se había hecho en Colombia. Entre esas personas, la doctora Ana María Perdomo.
Perdomo es médica cirujana de la Universidad Nacional de Colombia. Cuando llegó al proyecto, el IDCBIS no había iniciado la colecta de sangre, algo en lo que ella ya tenía experiencia, pues en una pasantía de su doctorado en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) lo había hecho. “Pero la implementación del banco público no podía ser salir a coger muestras, almacenarlas y ya”, dice. Sucede que no todas las mujeres gestantes pueden donar, de hecho, solo 2 de 10 cumplen con las condiciones para hacerlo.
Algunos de esos criterios son que sean mayores de 16 años, que tengan un adecuado control prenatal y sin enfermedades transmisibles a través de la sangre, que sean madres de bebés sanos sin sospecha de enfermedades congénitas y que no hayan tenido complicaciones durante el parto.
Entre 2013 y 2014 el equipo del IDCBIS inició los primeros contactos y experiencias con madres en el Hospital Occidente de Kennedy, creando el programa Cordial de donación de sangre de cordón umbilical. Se trata de un proceso sencillo, que no duele y sin ningún tipo de riesgo para la donante. Había hasta entonces dos modelos para esa colecta: en uno el médico tomaba la muestra de sangre del cordón con la placenta fuera o aún dentro del útero. Este modelo, todavía usado, plantea una dificultad, según Perdomo, y es que el médico debería estar muy concentrado en la madre y el bebé, no en colectar sangre.
En el otro modelo un profesional de la salud distinto al ginecoobstetra espera que la placenta esté fuera del útero y recolecta la sangre. El equipo del programa Cordial del IDCBIS, conformado por enfermeras profesionales, inventó un tercer modelo, en el que se introduce una aguja en el cordón cuando aún está conectado a la placenta y se extrae la sangre. Después se espera que la placenta esté fuera, se ubica en un sitio estéril y se exprime hasta lograr la última gota de sangre. Los resultados de este modelo de colecta fueron publicados en 2017 en la revista médica Transfusión.
Ese modelo es el que se sigue usando hoy en los procesos de donación del programa Cordial. “Esa sangre se lleva al laboratorio y se hace un análisis para saber la cantidad de células madre en esa unidad, lo que va a determinar en qué tipo de pacientes se puede usar”, explica Perdomo. Según esa cantidad, la unidad de sangre se puede infundir en pacientes adultos o niños, según su peso.
Debido a eso es que 71 de los 72 trasplantes de sangre de cordón umbilical con unidades del IDCBIS se han realizado en niños y niñas. Para evitar que el proceso de trasplante provoque una reacción en los organismos que ponga en riesgo la vida de los pacientes, el equipo de científicos estudia que la sangre a infundir tenga semejanzas con la sangre propia del paciente. Ese proceso se hace a través de lo que se podría asemejar a “fotografías” moleculares.
En 2019 el equipo reportó en la revista Human Immunology de la Sociedad Estadounidense de Histocompatibilidad e Inmunogenética (ASHI, por sus siglas en inglés), la detección de varias diferencias en ese sistema molecular que no se habían reportado en Colombia. Para hacerlo analizaron a través de esas “fotografías” un total de 1.463 unidades de sangre. “Eso lo hemos logrado con alrededor de 5.000 análisis. Entonces imagínese donde se hicieran a mucha más población o en comunidades étnicas poco estudiadas”, agrega la doctora Perdomo
Navegando entre vacíos
En Colombia no existe un registro público de células madre. El esfuerzo del IDCBIS por crear uno tiene actualmente poco más de 1.200 registros de unidades congeladas en su banco. El Ministerio de Salud señala que tiene proyectado construir una regulación para la Certificación en Buenas Prácticas para los establecimientos que almacenan células, pero dicha regulación no llega.
Para saltarse este vacío, el IDCBIS tomó y aplicó los estándares de una organización llamada Fundación para la Acreditación de la Terapia Celular (FACT, por su sigla en inglés), cofundada por la Sociedad Internacional de Terapia Celular y Génica (ISCT) y la Sociedad Estadounidense de Trasplante y Terapia Celular.
Uno de los grandes riesgos en este tema es que las células madre son delicadas y pueden morir antes de ser infundadas en el paciente: en el proceso de colecta, en el de congelación, pero incluso, y sobre todo, en el descongelamiento. Hace unos meses publicamos en El Espectador un informe en el que reportamos que servicios de terapia celular prohibidos o sin evidencia se están ofreciendo en Colombia por privados a precios altos. No hay certeza de que dichos laboratorios tengan un proceso que evite la muerte de las células madre.
Otro de los problemas que ha generado la falta de regulación tiene que ver con las falsas promesas que hacen algunas instituciones privadas al ofrecerle a padres y madres guardar sangre de su placenta o de su cordón. La idea, suelen decir, es que estas células ayuden a sanar a sus hijos en caso de que desarrolle una enfermedad.
Pero lo cierto es que la probabilidad de que una unidad de sangre de cordón umbilical sea útil para la persona que nació de esa placenta es extremadamente baja por una razón: la mayoría de condiciones para las que se ha comprobado que las células madre de cordón umbilical son eficientes y seguras en un tratamiento son enfermedades que tienen una base genética o congénita. Es muy posible que esas enfermedades ya estén presentes en la sangre del cordón umbilical.
Según la Organización Nacional de Trasplantes del gobierno de España, hasta el momento sólo se han registrado en el mundo 3 casos de trasplante de estos cordones para uso autólogo (es decir, para el niño del que procede), y siempre en enfermedades adquiridas, no congénitas. Entidades como la Comisión Europea y el Consejo de Europa han expresado sus dudas y su rechazo a que estos bancos guarden de forma autóloga la sangre del cordón. Incluso la Organización Mundial de la Salud ha señalado que lo más recomendable y eficiente es que si una madre desea donar, lo haga siempre en un banco público.
No hay evidencia firme de que la terapia con células madre sea efectiva para, por ejemplo, la recuperación de la movilidad por una afectación en la médula espinal, para solucionar problemas de alopecia y mucho menos para impactar condiciones como el autismo, entre otras. De todas estas aplicaciones habrán algunos estudios con resultados esperanzadores (como en el caso de la alopecia), pero para ninguno ha sido confirmada su eficacia.