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Durante mi vida gremial siempre insistí en la humanización del ejercicio profesional y en el respeto que se debe tener a la misión médica, en que no se pueden tolerar las agresiones que día a día les ocurren. Alentamos a que atendiéramos a nuestros pacientes de una manera más humana a la que nos ha empujado el sistema de salud actual. En actuar con alteralidad, que es en ponerse en el papel de paciente, ¿cómo me gustaría que este médico me atienda?
De todo lo anterior habló incansablemente el Profesor José Félix Patiño que, incluso, propuso que el estudiante antes de entrar a la carrera hiciera dos años de humanidades.
Buscando defender nuestra dignidad y nuestra práctica, propusimos y logramos que quedara en una Ley Estatutaria de la Salud, la autonomía y el trabajo digno en el ejercicio de la profesión, que se reflejan en los artículos 17 y 18 de la misma. Lamentablemente, no hemos visto que esta Ley se respete.
Casos como el de Catalina Gutiérrez me hacen pensar si fracasé en mi labor. Lo que vemos hoy, en situaciones como esta, es que los mismos colegas no aplican el humanismo en sus estudiantes, ni con sus propios colegas; olvidando que son los residentes médicos en entrenamiento de una especialidad, donde ni para ellos ni para los estudiantes estas conductas son admisibles ¿Cómo es que nosotros mismo apabullamos a nuestros colegas? ¿Dónde quedaron los valores que debe tener el docente, su ejemplo para que se adquieran esos valores morales y éticos que siempre hemos buscado que nuestra profesión tenga?
La Ley 100, es muy culpable de esta pérdida de humanización. Ha servido para brindar mejor salud; sin embargo, alteró todo el proceso educativo —tengo que decirlo— cambiando los valores y principios que siempre habían regido la atención médica.
Me da una inmensa tristeza lo que ha pasado. Espero que esta situación tan dolorosa, que me afecta profundamente como colega, sirva para revaluar los procesos formativos, y asegurar que la docencia se profesionalice, garantizando que quienes la ejercen tengan las competencias educativas, el entrenamiento respectivo, una sólida formación en valores y principios de ética inquebrantables. Que miren a sus residentes y estudiantes como lo que son o serán, sus pares, sus colegas, sus amigos.
Nuestro deber como docentes es enseñarles todo a ellos, que aprendan como a pesar de las limitaciones, oímos y examinamos a nuestros pacientes, procurando siempre lo mejor para ellos. De igual forma, que vean a los docentes como sus líderes ejemplares, que fomentan la educación y el acompañamiento continuo mediante la transparencia y empatía a estos jóvenes, que alguna vez fueron ellos mismos.
*Ex-presidente Colegio Médico Colombiano
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