La medicina ha estigmatizado a personas que se introducen objetos extraños en el recto
Después de analizar 147 estudios sobre el tema, el antropólogo estadunidense William J. Robertson afirma que existe un tabú sobre el placer anal en la literatura científica.
Redacción salud
Aunque suene insólito, son varios los casos que se han reportado sobre personas que llegan a las clínicas y hospitales con objetos extraños atrapados en su recto. La historia suele comenzar de la misma forma: llega un paciente con taquicardia, cólico y dolor abdominal que no explica del todo lo que le está sucediendo. Es solo hasta que entra al quirófano o se le toman las radiografías que los médicos pueden notar la particularidad de su “patología”. La de tener algún objeto extraño en el colón.
Rastrear cómo se contaban estos casos desde la literatura médica, precisamente, fue lo que se dedicó a hacer el antropólogo William J. Robertson, de la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Después de encontrar 147 estudios sobre el tema, que se apartaban de ser un simple trabajo descriptivo, el experto concluyó lo siguiente: “los médicos refuerzan el tabú del placer anal y contribuyen a que los pacientes retrasen la consulta por vergüenza”, aclara el diario El País de España.
Sus conclusiones parecen estar de acuerdo con los casos reportados por el mismo periódico español, como el un hombre de 50 años que llegó reportando estreñimiento, sin admitir que se había metido una zanahoria de 20 centímetros por el recto porque le habían dicho que servía para las hemorroides. O el de otro joven que llegó con dolor abdominal, después de una noche de trago y cocaína, con dos botes metálicos de desodorante en su cuerpo, uno en el recto y otro en el colón.
Manzanas, destornilladores, paraguas, cañones de escopeta, cirios, tubos de aspiradora y vibradores son otros de los objetivos que los doctores han tenido que remover de los rectos de las personas. Sin embargo, para Robertson uno de los hallazgos más importantes de su análisis, publicado en la revista especializada Culture, Health and Sexuality, es que el 69% de los estudios vincula estos casos con prácticas “pervertidas o aberrantes”.
“La medicina se basa en dividir las cosas en normales y anormales o patológicas. Por desgracia, lo anormal a menudo no se refiere simplemente a una variación respecto a la norma estadística, sino que ese anormal está envuelto en ideas derivadas de la cultura, acerca de lo que es un comportamiento moral”, señaló Robertson al País.
Además, explica el antropólogo, después de recorrer la literatura científica se encontró con que esta patología está asociada con reclusos, personas con trastornos psicológicos, violaciones o intentos de suicidio. Lo que, a la final, no permite que estos actos se asocien con “prácticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios géneros y orientaciones sexuales”.
A la final, lo más probable es que estos casos estén sobrerrepresentados cuando son extremos, como el caso de una persona en Hong Kong cuyo recto fue perforado por una anguila, pero no hay datos fuertes frente a casos más cotidianos. Los que, precisamente, se podrían vincular con una actividad sexual sana.
Aunque Robertson cuestiona el “tabú” que han generado los médicos ante estos casos, también afirma que en el 16% de los casos analizados la actuación médica es completamente profesional.
Aunque suene insólito, son varios los casos que se han reportado sobre personas que llegan a las clínicas y hospitales con objetos extraños atrapados en su recto. La historia suele comenzar de la misma forma: llega un paciente con taquicardia, cólico y dolor abdominal que no explica del todo lo que le está sucediendo. Es solo hasta que entra al quirófano o se le toman las radiografías que los médicos pueden notar la particularidad de su “patología”. La de tener algún objeto extraño en el colón.
Rastrear cómo se contaban estos casos desde la literatura médica, precisamente, fue lo que se dedicó a hacer el antropólogo William J. Robertson, de la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Después de encontrar 147 estudios sobre el tema, que se apartaban de ser un simple trabajo descriptivo, el experto concluyó lo siguiente: “los médicos refuerzan el tabú del placer anal y contribuyen a que los pacientes retrasen la consulta por vergüenza”, aclara el diario El País de España.
Sus conclusiones parecen estar de acuerdo con los casos reportados por el mismo periódico español, como el un hombre de 50 años que llegó reportando estreñimiento, sin admitir que se había metido una zanahoria de 20 centímetros por el recto porque le habían dicho que servía para las hemorroides. O el de otro joven que llegó con dolor abdominal, después de una noche de trago y cocaína, con dos botes metálicos de desodorante en su cuerpo, uno en el recto y otro en el colón.
Manzanas, destornilladores, paraguas, cañones de escopeta, cirios, tubos de aspiradora y vibradores son otros de los objetivos que los doctores han tenido que remover de los rectos de las personas. Sin embargo, para Robertson uno de los hallazgos más importantes de su análisis, publicado en la revista especializada Culture, Health and Sexuality, es que el 69% de los estudios vincula estos casos con prácticas “pervertidas o aberrantes”.
“La medicina se basa en dividir las cosas en normales y anormales o patológicas. Por desgracia, lo anormal a menudo no se refiere simplemente a una variación respecto a la norma estadística, sino que ese anormal está envuelto en ideas derivadas de la cultura, acerca de lo que es un comportamiento moral”, señaló Robertson al País.
Además, explica el antropólogo, después de recorrer la literatura científica se encontró con que esta patología está asociada con reclusos, personas con trastornos psicológicos, violaciones o intentos de suicidio. Lo que, a la final, no permite que estos actos se asocien con “prácticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios géneros y orientaciones sexuales”.
A la final, lo más probable es que estos casos estén sobrerrepresentados cuando son extremos, como el caso de una persona en Hong Kong cuyo recto fue perforado por una anguila, pero no hay datos fuertes frente a casos más cotidianos. Los que, precisamente, se podrían vincular con una actividad sexual sana.
Aunque Robertson cuestiona el “tabú” que han generado los médicos ante estos casos, también afirma que en el 16% de los casos analizados la actuación médica es completamente profesional.