La mujer que trabaja para frenar el matrimonio infantil y la ablación en el mundo

Faith Mwangi-Powell no teme decir en voz alta que la mutilación genital femenina es una práctica cruel e innecesaria. Tampoco se contiene al afirmar que los matrimonios infantiles son violencia sexual. Ambas problemáticas afectan a millones de niñas y mujeres en todo el mundo, y Mwangi-Powell ha dedicado su trayectoria profesional, de más de 20 años, a intentar erradicarlas. En 2019, asumió la dirección de uno de los movimientos más importantes a nivel mundial para trabajar contra el matrimonio infantil y las uniones tempranas (MIUT) en todo el mundo: Girls Not Brides (Niñas, no esposas). Trabajan con aproximadamente 1.400 organizaciones de más de 100 países, entre ellos Colombia.

Faith Mwangi-Powell no teme decir en voz alta que la mutilación genital femenina es una práctica cruel e innecesaria. Tampoco se contiene al afirmar que los matrimonios infantiles son violencia sexual. Ambas problemáticas afectan a millones de niñas y mujeres en todo el mundo, y Mwangi-Powell ha dedicado su trayectoria profesional, de más de 20 años, a intentar erradicarlas. En 2019, asumió la dirección de uno de los movimientos más importantes a nivel mundial para trabajar contra el matrimonio infantil y las uniones tempranas (MIUT) en todo el mundo: Girls Not Brides (Niñas, no esposas). Trabajan con aproximadamente 1.400 organizaciones de más de 100 países, entre ellos Colombia.

Nacida en Kenia, África, Mwangi-Powell tiene una maestría en Políticas y Programas de Población de la Universidad de Cardiff, en el Reino Unido, y un doctorado en Desarrollo Económico de las Mujeres y Comportamiento de Fertilidad de la Universidad de Exeter, también en ese país. Antes de encabezar Girls Not Brides, fundó una organización para desarrollar servicios de cuidados paliativos en 20 países africanos. Además, dirigió iniciativas que llevaron salud materna, neonatal, y planificación familiar a comunidades vulnerables de Nepal, India y Bangladesh.

De 2015 a 2019, dirigió The Girl Generation, un proyecto que trabaja para impulsar el movimiento liderado en África para poner fin a la mutilación genital femenina o ablación. Esa organización centraba sus acciones en países como Egipto, que registra la mayor cantidad de casos en el mundo, con más de 27,2 millones de mujeres afectadas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la ablación como un procedimiento no médico que implica la modificación o eliminación de parte de los genitales en niñas y mujeres. Pinchazos, perforaciones, incisiones, raspados o quemaduras en la vulva son algunas de las formas más comunes en las que sucede. Sus complicaciones varían entre hemorragias, infecciones, problemas urinarios y complicaciones en partos. Hoy en día, Naciones Unidas estima que 200 millones han sido sometidas a alguna de estas formas de mutilación.

Colombia está entre los 30 países del mundo donde la ablación es una práctica permitida y vigente. Aunque en 2017, algunos miembros de la comunidad Emberá, una de las 102 etnias indígenas reconocidas por el Estado colombiano, firmaron un mandato para renunciar a la mutilación femenina, la ablación continuó. De hecho, y como contamos en estas páginas, aunque no existen cifras ni reportes confiables sobre cuántos procedimientos de este tipo se llevan a cabo, en 2021, el Ministerio de Salud registró 16 casos La Guajira, Antioquia, Bolívar, Risaralda, Boyacá, Valle del Cauca y otros. En 2023, la Secretaría de Salud de Bogotá registró alrededor de 90 casos. En el Congreso hay un proyecto de ley radicado que quiere prohibir esa práctica en nuestro país, aunque todavía no ha sido debatido.

En cambio, el pasado 13 de noviembre el Congreso aprobó la ley que prohíbe el matrimonio para menores de 18 años en Colombia. “Estábamos muy atentos a lo que sucedería”, señala Mwangi-Powell.

Aunque celebra este avance, la experta destaca que aún hay grandes desafíos por enfrentar: ¿cómo se garantizará una implementación efectiva? ¿De qué manera se abordará el problema de las uniones tempranas? Además, menciona otra preocupación importante: el hecho de que Colombia sea el único país en América Latina que aún no ha prohibido la mutilación genital femenina.

¿Cómo comienza Girls Not Brides?

La organización se fundó en 2011. Comenzamos identificando quiénes eran las personas que estaban intentando acabar con el matrimonio infantil en sus propios países y localizamos a 70 líderes, quienes se reunieron en Addis Ababa, Etiopía, para comenzar la conversación. Allí, se habló también de que líderes como Desmond Tutu y Kofi Annan, que hacían parte de The Elders (la organización fundada por Nelson Mandela en 2007), consideraban que esta problemática había sido desatendida.

Entonces, los líderes reunidos en Addid Ababa dieron con varias soluciones para empezar a abordar el matrimonio infantil, y el más fundamental fue incrementar el número de miembros de la comunidad comprometidos a erradicarlo. Luego, con el voz a voz, nos convertimos en un movimiento global que, con el tiempo, incluyó a expertos que trabajan con otros temas relacionados con los derechos de las mujeres y niñas. Hoy en día, todas las personas interesadas pueden unirse en línea a Girls Not Brides, sin pago de ningún tipo. Lo que hemos aprendido es que no necesitamos a un solo líder, sino a cientos de ellos, y los necesitamos en todos los niveles: en el Gobierno, en la comunidad, en las escuelas y en los barrios. También ayudamos a que ellos se conecten con otras organizaciones de su propio país.

Luego de que se aprobara la prohibición de matrimonio infantil en Colombia, ¿qué llamado le hace al Gobierno para su implementación?

Es fundamental que el gobierno colombiano garantice su implementación efectiva y su adecuada financiación, en especial a través del Programa Nacional Integral de Proyectos de Vida para la Niñez y la Adolescencia, que tiene un fuerte enfoque en la prevención. Desde Girls Not Brides, instamos al fortalecimiento del marco legal e institucional, la inversión en sistemas de protección y derechos, y el abordaje de las causas estructurales del matrimonio infantil y las uniones tempranas.

También es clave mejor los sistemas de registro de nacimientos y matrimonios, capacitar a los funcionarios públicos clave, promover campañas de sensibilización y garantizar la participación activa de niñas, niños y adolescentes en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Colombia es el país número 20 con mayor número de matrimonios infantiles. Para nosotras, aunque la ley no es suficiente, sí manda una señal clara. Estamos muy emocionadas.

Tras la aprobación de la ley, se ha hablado también de cómo regular las uniones tempranas. ¿Por qué es tan difícil hablar de cómo medir y prevenir este tipo de uniones?

El gran problema es que las uniones tempranas no son tan comunes en África y Asia, pero en Latinoamérica sí. El reto de calcularlas está en el hecho de que todos asumen que son consensuadas. Sin embargo, hay que mirar detenidamente qué hay detrás de cada decisión porque, al final del día, estamos hablando de menores de edad. Sus principales causas suelen ser la falta de acceso a la educación y oportunidades de empleo, pero las normas de la sociedad que las permiten también son gravísimas. Por eso, el trabajo debe estar enfocado hacia revertir esas normas de lo socialmente permitido.

Pasando al trabajo que hizo hace años para prohibir la mutilación genital femenina en algunos países africanos, ¿se ha avanzado a nivel mundial?

Trabajé mucho tiempo con esa problemática y lo que pude concluir es que es una violación a los derechos de las mujeres porque no tiene beneficios para la salud de ningún tipo. En África, hay países que no han prohibido la mutilación, entre ellos Somalia, Egipto y Guinea. En otros sí la regularon, pero no se ha implementado completamente. Por eso, para erradicar verdaderamente esta práctica, se necesita fortalecer la educación y capacitar a los miembros de la comunidad para prevenir y atender estos casos, entre ellos personal de la rama judicial, familias y comunidad. Pero, en últimas, si no hay responsables en los Gobiernos de cada nación para que se implemente, no se estaría haciendo nada.

Colombia está entre los 30 países donde la mutilación genital femenina sigue siendo legal. De hecho, es el único que la permite en Latinoamérica. Actualmente, hay una ley que se está tramitando para prohibirla, aunque no ha sido debatida. ¿Cuál es su posición?

Hay muchas maneras de justificar la mutilación a través de tradiciones culturales y religiones, como todavía es el caso de Colombia. Personalmente, no estoy en contra de las buenas tradiciones culturales, pero sí creo que está mal que las mujeres en el siglo XXI estén sujetas a este tipo de prácticas. Esperamos que esta ley, al igual que la de matrimonio infantil, logre pasar y que, al igual que con los MIUT, se priorice su implementación.

Volviendo al matrimonio infantil, ¿cuáles factores cree que siguen poniendo en riesgo a las niñas para que sean víctimas de esta práctica?

El matrimonio infantil es un asunto muy complejo. En todas las comunidades está motivado por diferentes cosas, pero, en el fondo, a todas ellas las une la desigualdad de género. Si valoráramos a las niñas de la misma manera que a los niños, no tendríamos este problema. Otro factor fundamental es la pobreza. Cuando las familias tienen escasos recursos y no tienen cómo alimentar a sus hijos, el matrimonio infantil es una buena opción para casar a una niña y tener una dote o pago a cambio. En otros casos, cuando las mujeres en ciertos países no tienen acceso a los anticonceptivos, son más susceptibles al embarazo adolescente. Ante ese panorama, los padres deciden casarlas porque no pueden sostener a las niñas y sus futuros hijos.

En otras regiones, está muy presente el tema de la tradición y las normas culturales, que dicen que las chicas deben casarse temprano y ser madres. Incluso, acá en Colombia, hemos visto que muchas personas todavía creen que las niñas deben cumplir ese rol maternal. El conflicto en el Medio Oriente, Ucrania y Afganistán también ha recrudecido este problema, junto a las vulnerabilidades que crea el cambio climático para las mujeres, por ejemplo, en cuanto a inseguridad alimentaria.

Otro factor muy complejo es que, cuando las menores experimentan violencia doméstica, a veces ven al matrimonio infantil como una manera de escapar de ella. Sin embargo, al casarse, las niñas pueden ingresar a otro ambiente de agresión. En últimas, todo esto se convierte en un ciclo de violencia.

¿Cómo es el panorama actual del matrimonio infantil en África?

En África todavía lideramos los números en matrimonio infantil. A pesar de todo nuestro trabajo, a veces sentimos que el avance es muy lento. En 2020, tras la pandemia, se deshizo mucho del trabajo que ya habíamos hecho. Por ejemplo, en Uganda, las escuelas estuvieron cerradas de dos a tres años, cuando los entornos educativos son una oportunidad para que las niñas estén a salvo del matrimonio infantil. Actualmente, estamos viendo lo que llamamos como una policrisis que, entre el conflicto y el cambio climático, está afectando de manera más significativa a las menores.

¿Cuál es su llamado para la protección de las niñas en el mundo?

En primer lugar, hay muchos Gobiernos que tienen buenas leyes en cuanto a matrimonio infantil y mutilación genital femenina que todavía tienen que ser implementadas con unos responsables claros. Lo otro que necesitamos es financiamiento doméstico por parte de esos gobiernos. El esfuerzo no solo puede concentrarse en recursos de las organizaciones de la sociedad civil, personas voluntarias o cooperación internacional. Por último, deben tenerse en cuenta también otros problemas como la falta de educación, el acceso a la salud y las consecuencias del cambio climático, porque la violencia contra las niñas tiene muchos frentes por abordar.