La obesidad y el sobrepeso le cuestan a Colombia $2.4 billones de pesos al año
Dos informes revelados por UNICEF muestran el gran impacto que está teniendo la obesidad y el sobrepeso en la infancia y adolescencia del país. Las mujeres gestantes también se ven fuertemente afectadas.
Juan Diego Quiceno
A finales de 2022 se reunieron en Londres algunos de los investigadores más importantes sobre obesidad en el mundo. Convocados por The Royal Society, la sociedad científica más antigua del Reino Unido y una de las más antiguas de Europa, los científicos discutieron durante tres días sobre las causas de la obesidad. A pesar de que esta condición ha sido descrita por la OMS como la mayor amenaza para la salud a la que se enfrenta la humanidad, hay poco consenso sobre por qué se desarrolla. Después de decenas de presentaciones, sesiones de debate y charlas, los científicos no pudieron ponerse de acuerdo en qué produce la obesidad, pero sí fue más “fácil” saber qué NO la produce: “Se llegó a un consenso en que la obesidad no es un reflejo de una disminución de la fuerza de voluntad”. Nadie es obeso por pereza o por falta de disciplina.
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A finales de 2022 se reunieron en Londres algunos de los investigadores más importantes sobre obesidad en el mundo. Convocados por The Royal Society, la sociedad científica más antigua del Reino Unido y una de las más antiguas de Europa, los científicos discutieron durante tres días sobre las causas de la obesidad. A pesar de que esta condición ha sido descrita por la OMS como la mayor amenaza para la salud a la que se enfrenta la humanidad, hay poco consenso sobre por qué se desarrolla. Después de decenas de presentaciones, sesiones de debate y charlas, los científicos no pudieron ponerse de acuerdo en qué produce la obesidad, pero sí fue más “fácil” saber qué NO la produce: “Se llegó a un consenso en que la obesidad no es un reflejo de una disminución de la fuerza de voluntad”. Nadie es obeso por pereza o por falta de disciplina.
La pregunta de qué produce la obesidad es clave por un panorama preocupante: según la Organización Mundial de la Salud, en 2016 más de 1.900 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones eran obesos. Además, 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos. La Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia (la de 2015, que es la última disponible), reveló que los menores de cinco años registraron una prevalencia (entendida como la proporción o porcentaje de individuos que presentan esta condición) de exceso de peso del 6,4% en niñas; en niños alcanzó el 24,4%, seguida por la de adolescentes, donde la prevalencia fue del 17,9%.
La obesidad, entonces, acordaron los científicos en sus reuniones en Reino Unido, se debe a “la confluencia de múltiples y complejos factores”. Algunos defendieron enfoques genéticos o cambios evolutivos, y otros más centraron su atención en los alimentos ultraprocesados (los productos altamente procesados que contienen ingredientes artificiales, aditivos y tienen un bajo valor nutricional).
Estos últimos “son motor de la epidemia de obesidad en América Latina”, ha denunciado la Organización Panamericana de la Salud. En varias oportunidades, la entidad ha hecho un llamado a los países: hay que diseñar y aplicar políticas públicas que apunten a la disminución del consumo de esos alimentos.
Algunas de esas políticas son, por ejemplo, los impuestos a las bebidas azucaradas y el etiquetado en los alimentos con señales de advertencia sobre exceso de grasas, sodio o azúcar, ambas medidas presentes en Colombia, recordó este jueves Claudia Patricia Moreno Barrera, coordinadora del Grupo de Alimentación y Nutrición del Ministerio de Salud. (Puede ver: Prevención: la clave contra el cáncer de mama)
Barrera fue una de las invitadas de un evento en el que UNICEF, la agencia para la niñez y la adolescencia de la ONU, y la Fundación ALZAK, un centro de investigación que genera conocimiento científico en salud, revelaron los hallazgos de dos informes sobre cuánto le está costando al país (en términos de vida, pero también en costos financieros) el sobrepeso y la obesidad en poblaciones clave como los niños, niñas, adolescentes y las mujeres gestantes. El panorama, advirtieron ambas, requiere acciones urgentes.
Más de 600 años de vida perdidos por la obesidad
En salud pública uno de los índices más importantes es la mortalidad. Se trata, a grandes rasgos, del número de fallecimientos en una población o grupo específico durante un período de tiempo. Aunque ha sido y es un dato sobre el que se toman importantes decisiones en salud, los científicos están poniéndole cada vez más cuidado a otra cosa que llaman AVAD: “Años de vida perdidos por discapacidad”.
“Este indicador trata de medir el impacto que las enfermedades tienen en la vida de las personas”, explica Fernando Salcedo Mejía, analista de la Fundación ALZAK. El AVAD mide tanto los años vividos con discapacidad debido a una enfermedad, como los años potenciales de vida perdidos debido a la muerte prematura relacionada con esa enfermedad. “Un (1) AVAD es un año perdido de buena salud. Mientras más alta sea esa cifra, más impacto tienen las enfermedades en las personas”, explica Salcedo.
En Colombia, según un nuevo estudio presentado por UNICEF y la Fundación ALZAK, entre 2015 y 2020, por cada 100.000 niñas, niños y adolescentes, se perdieron 643 años de vida saludable por año, debido al sobrepeso y a la obesidad. Esos años de vida saludable se afectaron, en el caso de los niños y niñas, por el aumento del riesgo de sufrir enfermedades como el asma, la diabetes y la dislipidemia (un trastorno caracterizado por niveles anormales de lípidos en la sangre, como el colesterol y los triglicéridos, que pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares). En el caso de los adolescentes, el asma fue la primera afectación, pero a diferencia de los niños y niñas, en segundo lugar, se ubicó la hipertensión.
En el caso de las mujeres embarazadas, se perdieron 115 años de vida saludable por año por 100.000 personas. “Pero a diferencia de los niños, niñas y adolescentes, que perdieron más años por discapacidad, el impacto en salud en las mujeres gestantes se debe a las muertes prematuras. Y esto se explica porque la obesidad y el sobrepeso estas relacionadas en este grupo con el desarrollo de enfermedades que pueden llevar incluso a la muerte de las embarazadas, como la hipertensión gestacional, la preclamsia, la obligatoriedad de una cesárea o la hemorragia posparto. La obesidad y el sobrepeso, entonces, aumentan el riesgo de desarrollar condiciones que ponen en peligro la vida de las mujeres embarazadas”, explica Josefina Zakzuk, directora de la Fundación ALZAK. (Puede ver: El Invima: 14 meses sin director en propiedad)
Pero, además, estas condiciones también le están costando mucho dinero a Colombia. En este punto, la investigación evaluó dos tipos de costos: los directos, que son básicamente la plata que tiene que gastar el sistema de salud y las familias para atender la obesidad y el sobrepeso y las enfermedades relacionadas con ellas; y los costos indirectos, que se refieren al dinero que pierde la sociedad colombiana con, por ejemplo, la muerte prematura de un joven en la etapa más productiva de su vida. El estudio encontró que entre esos dos costos el país pierde unos $2.4 billones de pesos al año en promedio.
Ahora, al detallar un poco la cifra saltan algunas sorpresas. Por ejemplo, aunque Colombia se enorgullece de tener uno de los gastos de bolsillo en salud más pequeños de Latinoamérica (alrededor del 15%, según una estimación de junio de 2022 del Minsalud) para cubrir los costos de atención médica, en lo que se refiere a obesidad y sobrepeso en niños, niñas y adolescentes, ese gasto de bolsillo está disparado.
Según el estudio de la Fundación ALZAK y UNICEF, mientras el sistema de salud está asumiendo unos $3.694 millones de pesos al año por la atención de sobrepeso, obesidad y las enfermedades relacionadas con ellas, las familias colombianas están pagando $7.412 millones.
“Esto significa que la gran carga en niños, niñas y adolescentes está siendo soportada por el gasto de bolsillo. Las familias están asumiendo la carga económica de esas condiciones”, dice Salazar. Esto implica, agrega, que medicamentos, procedimientos, transporte y consultas sobre sobrepeso y obesidad en esta población no están siendo costeadas por el sistema de salud. ¿Por qué está sucediendo esto?
“El sobrepeso y la obesidad no tienen la misma atención que otras enfermedades. Falta implementación, mejor identificación y una ruta de atención correcta. Los hogares están incurriendo en medicamentos, transporte y gastos adicionales que pueden, en los más vulnerables, empobrecerlos más. El sistema se tiene que esforzar más en cubrir esos gastos”, explica Salazar.
En el caso de las mujeres gestantes, el sistema de salud sí está asumiendo la mayoría de los gastos: según el informe, $74.610 millones anuales, en contraste con unos $57.128 millones que son costeados por las familias. “Aun así, hay un peso importante en las familias”, agrega Zakzuk.
Puede ver: Consultorios atendidos por estudiantes, la idea que les preocupa a los psicólogos
Entre las recomendaciones del informe para cambiar esta realidad, los autores sugieren fomentar la lactancia materna exclusiva por 6 meses y continua hasta los 2 años o más, promover la práctica de la actividad física y alimentación saludable en las mujeres gestantes, y promover la educación en estilos de vida saludable en las instituciones de educación, desde preescolar hasta la educación media, pero en este punto, el país enfrenta un panorama complejo: la publicidad de los alimentos ultraprocesados.
El marketing de la industria
El pasado 3 de julio la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó unas recomendaciones “más estrictas” para proteger a los niños de todas las edades de la comercialización de alimentos y bebidas con alto contenido de ácidos grasos saturados y trans, azúcares y sal. En ellas, la organización le pide a los gobiernos del mundo “restringir el poder de persuasión de la publicidad de alimentos”, lo que implica, por ejemplo, limitar el uso de dibujos animados o técnicas que atraigan a los niños, como la inclusión de juguetes con los productos, la publicidad con canciones y el respaldo de famosos.
El segundo informe presentado por UNICEF, ahora en colaboración con la Universidad EAFIT de Medellín, apunta a lo mismo: “El 80% de los líderes en ventas en alimentos y bebidas en Colombia participan en el sector de alimentos con productos altos en grasa, sal o azúcar”, dice Laura Isabel Rojas de Francisco, coordinadora Grupo de Estudios en Mercadeo de la Universidad EAFIT y autora del estudio.
El objetivo de este segundo estudio firmado también por UNICEF fue caracterizar la promoción y la publicidad de alimentos y bebidas que no son saludables y que pueden estar llegando a los niños, niñas y adolescentes. Entre algunos de los hallazgos más interesantes, es que pese a la regulación que existe, los investigadores encontraron mensajes en tiendas escolares, neveras y puestos de atención, así como en los empaques, botellas y cajas en los que vienen los productos, evidenciando que en los entornos escolares y sitios de compra se da esa exposición e invitación al consumo. Los hallazgos muestran que la publicidad la ven más en casa, en la tarde y en familia, en televisión y en Youtube. “La exposición está justamente en los lugares donde vive y estudia esta población”, señala Rojas.
Hay publicidad en sitios web, redes sociales, perfiles de influenciadores, patrocinios deportivos y eventos. Es decir, hay promociones en los lugares donde los niños, niñas y adolescentes van a buscar entretenimiento. Tanto es así, que el 22.6% de lo que se analizó son marcas que pagan exposición en plataformas de juegos online disponibles en celulares, tabletas y computadores. “Regular la publicidad en los medios tradicionales como la televisión, ha tenido avances significativos; no obstante, no pasa lo mismo con la publicidad en el ecosistema digital”, concluye el informe.
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Quizá una de las variantes de análisis más valiosa fue lo que el estudio llamó “recordación”. “Cuando algo se queda en la memoria de esta población, es porque hay algo que les genera una emoción. El discurso es informacional, pero lo que más recuerdan ellos es la narrativa emocional, es decir, es que esto lo dijo un cantante que me gusta, o lo está consumiendo tal deportista que me encanta, o la situación que me muestran es algo que se parece a lo que es mi vida. Entonces se va fijando ese mensaje emocional. Hay que mirar la carga de las narrativas que busca que haya conexión emocional con esta población. Y hay que tener una discusión sobre cómo regular esto”, explica Rojas.
Por ejemplo, se puede leer en el informe, para las bebidas azucaradas con gas y sabores, los mensajes se refieren a lo refrescante, burbujeante y al sabor dulce; personajes emblemáticos, representaciones de unión relacionadas con la familia y los amigos. Se busca asociar el consumo con diversión, alegría y felicidad.
“Estos estudios -finaliza Tanya Chapuisat, representante de la UNICEF en Colombia- nos muestran la necesidad urgente de revisar la legislación en torno a la publicidad de alimentos y bebidas no saludables en el país, promover el fortalecimiento, control y vigilancia de esta en espacios tradicionales y especialmente digitales que llegan a esta población”.