La salida de esta ola extendida de COVID-19
Laura Andrea Rodríguez Villamizar, epidemióloga, reflexiona sobre por qué se ha extendido tanto la tercera ola del coronavirus en Colombia.
Laura Andrea Rodríguez Villamizar*
En Colombia, esta tercera ola epidémica ha sido la más prolongada y la de mayor magnitud. Con corte al 17 de junio, el país reportó más de 3,8 millones de casos y 98.156 muertes acumuladas, de los cuales más de 1,5 millones de contagiados (40 %) y 35.089 muertes (36 %) han ocurrido desde el 1° de marzo, es decir, en menos de cuatro meses. La pregunta común hoy es: ¿por qué razón nos encontramos en esta situación de la epidemia por COVID-19? Pues bien, la respuesta no es única y en este texto presento algunas posibles explicaciones.
La epidemia por COVID-19 es una sindemia, es decir, una epidemia de origen viral sobrepuesta sobre una epidemia de enfermedades crónicas en el marco de una situación social de profundas inequidades. Desde esta perspectiva podemos entender que diferentes características del virus y de las condiciones sanitarias y socioeconómicas pueden explicar la magnitud y duración de esta tercera ola. Entre las condiciones propias del virus, tal vez la más importante en esta ola, es la introducción de variantes de interés como la Alpha y Gamma, que tienen circulación comprobada en el país y han mostrado mayor efectividad en el contagio.
Entre las condiciones sanitarias se destaca el agotamiento de la autoridad sanitaria y una capacidad todavía insuficiente de entes territoriales y EPS para garantizar acciones de vigilancia en salud pública y de atención en salud que permitan realizar diagnóstico, seguimiento, rastreo y atención oportuna de casos y sus contactos. Además, el avance intermitente en el Plan Nacional de Vacunación ha logrado reducir la afectación en la población adulta mayor de 70 años, pero las bajas coberturas en las otras poblaciones se han traducido en aumento de mortalidad en adultos jóvenes. Entre las condiciones socioeconómicas, esta ola se diferencia de las anteriores en el agotamiento de las personas y de su percepción de riesgo, con la consecuente relajación de medidas preventivas y la gran afectación de la economía con la reapertura acelerada, generalizada y sin gradualidad de varios sectores. En esta ola, además, las protestas sociales han sido protagonistas en diferentes ciudades, y si bien en algunas pueden contribuir a explicar el incremento de casos, esta situación no explica de manera general la situación epidémica actual del país.
La combinación de estos factores hace que la situación epidémica sea distinta en las ciudades y, por lo tanto, las acciones de control deben ser diferentes. Sin embargo, hay dos acciones que son comunes: 1) La necesidad de avanzar en la cobertura de vacunación para reducir el efecto de posibles olas futuras y disminuir la mortalidad a mediano plazo, y 2) El reforzamiento de las medidas preventivas básicas para reducir el contagio actual. Las cuatro medidas de prevención básicas del contagio, como la higiene de manos, el uso adecuado de tapabocas, el distanciamiento físico y la buena ventilación, junto con las acciones de identificación y aislamiento de casos y contactos siguen siendo efectivas para reducir el contagio independientemente de la introducción de nuevas variantes o de las condiciones de las ciudades.
Se ha demostrado y se reconoce actualmente (a pesar de la demora en su reconocimiento por parte de la OMS) que el principal mecanismo de transmisión del virus SARS-CoV-2 es por aerosoles, es decir, partículas diminutas invisibles que se diseminan por el aire. Con excepción de la higiene de manos, la efectividad de las otras tres medidas preventivas básicas se explica porque permiten controlar la transmisión por aire. Esa es la razón por la cual no se recomiendan aglomeraciones de cualquier tipo, especialmente en espacios cerrados o mal ventilados. Las resoluciones 223 y 777 de 2021 reconocieron e incluyeron la adecuada ventilación como parte de los protocolos generales de bioseguridad. No obstante, a diferencia de las otras medidas preventivas, los lineamientos sobre ventilación son muy generales y en la práctica no se ha logrado un reconocimiento real de la importancia del uso consistente y adecuado de tapabocas de buena calidad y de la evaluación, monitoreo y mejora de las condiciones de ventilación en todos los espacios (laborales, educativos, comerciales, etc.). Una de las estrategias claves para salir de esta situación es entender que el COVID-19 está en el aire y poner en práctica acciones que permitan controlar su transmisión por este medio.
Como contribución al mejoramiento de este aspecto, junto con el profesor Néstor Rojas, de la Universidad Nacional de Colombia, y un grupo de colegas de otras universidades elaboramos una “Guía para la evaluación de la ventilación y el monitoreo de CO2 en el marco del retorno escolar en Colombia”, que puede adaptarse libremente no solamente por instituciones educativas, sino por empresas o establecimientos comerciales.
* Profesora asociada del Departamento de Salud Pública, Universidad Industrial de Santander.
En Colombia, esta tercera ola epidémica ha sido la más prolongada y la de mayor magnitud. Con corte al 17 de junio, el país reportó más de 3,8 millones de casos y 98.156 muertes acumuladas, de los cuales más de 1,5 millones de contagiados (40 %) y 35.089 muertes (36 %) han ocurrido desde el 1° de marzo, es decir, en menos de cuatro meses. La pregunta común hoy es: ¿por qué razón nos encontramos en esta situación de la epidemia por COVID-19? Pues bien, la respuesta no es única y en este texto presento algunas posibles explicaciones.
La epidemia por COVID-19 es una sindemia, es decir, una epidemia de origen viral sobrepuesta sobre una epidemia de enfermedades crónicas en el marco de una situación social de profundas inequidades. Desde esta perspectiva podemos entender que diferentes características del virus y de las condiciones sanitarias y socioeconómicas pueden explicar la magnitud y duración de esta tercera ola. Entre las condiciones propias del virus, tal vez la más importante en esta ola, es la introducción de variantes de interés como la Alpha y Gamma, que tienen circulación comprobada en el país y han mostrado mayor efectividad en el contagio.
Entre las condiciones sanitarias se destaca el agotamiento de la autoridad sanitaria y una capacidad todavía insuficiente de entes territoriales y EPS para garantizar acciones de vigilancia en salud pública y de atención en salud que permitan realizar diagnóstico, seguimiento, rastreo y atención oportuna de casos y sus contactos. Además, el avance intermitente en el Plan Nacional de Vacunación ha logrado reducir la afectación en la población adulta mayor de 70 años, pero las bajas coberturas en las otras poblaciones se han traducido en aumento de mortalidad en adultos jóvenes. Entre las condiciones socioeconómicas, esta ola se diferencia de las anteriores en el agotamiento de las personas y de su percepción de riesgo, con la consecuente relajación de medidas preventivas y la gran afectación de la economía con la reapertura acelerada, generalizada y sin gradualidad de varios sectores. En esta ola, además, las protestas sociales han sido protagonistas en diferentes ciudades, y si bien en algunas pueden contribuir a explicar el incremento de casos, esta situación no explica de manera general la situación epidémica actual del país.
La combinación de estos factores hace que la situación epidémica sea distinta en las ciudades y, por lo tanto, las acciones de control deben ser diferentes. Sin embargo, hay dos acciones que son comunes: 1) La necesidad de avanzar en la cobertura de vacunación para reducir el efecto de posibles olas futuras y disminuir la mortalidad a mediano plazo, y 2) El reforzamiento de las medidas preventivas básicas para reducir el contagio actual. Las cuatro medidas de prevención básicas del contagio, como la higiene de manos, el uso adecuado de tapabocas, el distanciamiento físico y la buena ventilación, junto con las acciones de identificación y aislamiento de casos y contactos siguen siendo efectivas para reducir el contagio independientemente de la introducción de nuevas variantes o de las condiciones de las ciudades.
Se ha demostrado y se reconoce actualmente (a pesar de la demora en su reconocimiento por parte de la OMS) que el principal mecanismo de transmisión del virus SARS-CoV-2 es por aerosoles, es decir, partículas diminutas invisibles que se diseminan por el aire. Con excepción de la higiene de manos, la efectividad de las otras tres medidas preventivas básicas se explica porque permiten controlar la transmisión por aire. Esa es la razón por la cual no se recomiendan aglomeraciones de cualquier tipo, especialmente en espacios cerrados o mal ventilados. Las resoluciones 223 y 777 de 2021 reconocieron e incluyeron la adecuada ventilación como parte de los protocolos generales de bioseguridad. No obstante, a diferencia de las otras medidas preventivas, los lineamientos sobre ventilación son muy generales y en la práctica no se ha logrado un reconocimiento real de la importancia del uso consistente y adecuado de tapabocas de buena calidad y de la evaluación, monitoreo y mejora de las condiciones de ventilación en todos los espacios (laborales, educativos, comerciales, etc.). Una de las estrategias claves para salir de esta situación es entender que el COVID-19 está en el aire y poner en práctica acciones que permitan controlar su transmisión por este medio.
Como contribución al mejoramiento de este aspecto, junto con el profesor Néstor Rojas, de la Universidad Nacional de Colombia, y un grupo de colegas de otras universidades elaboramos una “Guía para la evaluación de la ventilación y el monitoreo de CO2 en el marco del retorno escolar en Colombia”, que puede adaptarse libremente no solamente por instituciones educativas, sino por empresas o establecimientos comerciales.
* Profesora asociada del Departamento de Salud Pública, Universidad Industrial de Santander.