La semilla de una nueva relación estadística entre el DANE y los pueblos indígenas
El DANE y el pueblo indígena Kankuamo acordaron una ruta para que sean las autoridades indígenas las que notifiquen nacimientos y defunciones. El sistema de estadísticas es una guía que podría permitir cerrar tensiones entre la entidad y los pueblos indígenas.
Juan Diego Quiceno
Algunos niños tenían semanas de nacidos, pero no existían para el Estado colombiano. Algunos adultos tenían una edad de 150 años, pero en realidad habían muerto muchos años atrás. El momento en el que Lilibeth Maestre, coordinadora de salud del pueblo indígena Kankuamo, descubrió que las estadísticas vitales de su comunidad no se estaban subiendo al DANE, se preguntó de qué servía su trabajo. “Nosotros en las comisiones de salud estamos pendientes de quién nace y de quién fallece en el territorio, pero las notificaciones no se estaban registrando en el sistema del país. ¿Qué estábamos haciendo, entonces? Ahora, por fin, estamos haciendo el ejercicio como es.”
Opacada por la Semana Santa, una noticia pasó desapercibida. “El cabildo indígena Kankuamo y el DANE firman acuerdo de cooperación que permitirá, entre otros aspectos, la construcción de un sistema estadístico para el pueblo Kankuamo y la implementación de la estrategia que faculta a la comunidad para notificar sus nacimientos y defunciones”, informaba la cuenta en Twitter de la entidad. Se trata, dice Juan Daniel Oviedo, director del DANE, de “una semilla que queremos sembrar para una nueva forma de relacionamiento estadístico con los indígenas”. (Puede leer: Científicos colombianos, reconocidos en EEUU por su trabajo contra la malaria)
Para el momento del anuncio, el sistema ya estaba en funcionamiento. Cinco nacimientos ya habían sido notificados por los indígenas desde el 25 de febrero, cuando el DANE y la Registraduría emitieron la circular conjunta 001 de 2022.
En ella, ambas entidades habilitan a las autoridades del pueblo Kankuamo a certificar los nacimientos ocurridos en su comunidad. Hasta esa circular, dice Maestre, vivían muchas dificultades. “En el territorio muchas veces uno no puede trasladarse hasta los puestos de salud para tener a los hijos y se usan mucho los partos domiciliarios. Como no nacían en puestos de salud, no nos daban el nacido vivo”. Sin ese papel, era imposible sacar el registro civil.
Sin el registro civil, los niños no tenían plena ciudadanía. “La visibilidad ante el Estado vía el registro civil es un activo fundamental. Esas niñas y esos niños van a poder ser incluidos en los planes de vacunación, acceder a educación y a cualquier otro tipo de elementos que pueda favorecerlos y que tengan un enfoque diferencial en materia de políticas públicas”, explica Oviedo. Para solucionar el histórico fallo, desde 2017 se iniciaron las pruebas piloto de diseño y construcción de formatos de notificación que obedecieran a las condiciones del pueblo Kankuamo. Se discutieron y acordaron elementos que incluso incluyeron el lenguaje: ¿cómo se nombra el nacimiento y la muerte allí? (Le puede interesar: Las controversiales posturas de Max Planck, uno de los grandes científicos del siglo XX)
El formato tiene, por ejemplo, información para ubicar si la familia vive en zona rural dispersa o si está en poblado, justamente para los que están en territorios. Pregunta de dónde es la madre y el padre, que quede claro porque a veces ella es de un asentamiento, pero vive con el bebé en otro. Durante 2021 se desarrollaron talleres en los que los médicos tradicionales y personal de la IPS indígena fueron asesorados para llenar los formatos, incluyendo tomar talla y peso de los nacidos.
“El formato de nacimiento que llena la partera o la auxiliar de la IPS indígena se le entrega al cabildo gobernador, para que lo suscriba. Como ya quedó autorizado, ese certificado de nacido vivo expedido por los indígenas ya es válido para sacar el registro civil, sin ningún otro obstáculo”, explica Oviedo. De ahí lo importante de que la circular fuera emitida en unión con la Registraduría.
Es la IPS indígena la encargada de recopilar los datos de nacimientos y subirlos directamente al sistema del DANE a través de un aplicativo que se construyó específicamente para ellos. Lo mismo sucede con las defunciones, campo en el que la autoridad de los indígenas se limitará solo a la notificación, debido a las limitaciones para identificar, por ejemplo, la causa de muerte de una persona. Ahora, dice Maestre, el pueblo Kankuamo se está contando como es. (También puede leer: Arranca de nuevo el Gran Colisionador de Hadrones del CERN tras tres años en pausa)
Un pasado de tensiones
Cuántos somos es una pregunta que ha concentrado esfuerzos desde la época colonial. La primera estadística de la que tenemos registro data de 1770, cuando lo que hoy es Colombia era territorio español. Durante el siglo XIX se realizaron seis censos, de los que solamente “el último contabilizó los habitantes según la edad, el sexo, el estado civil y la profesión”, señala la investigadora de la U. Nacional, Victoria Estrada Orrego, en el artículo “¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX”. Mucho más tiempo tuvieron que esperar indígenas y afrodescendientes para ser contados como iguales.
Solo a partir de 1938 los pueblos indígenas tuvieron presencia constante en los censos. “Y solo para el último censo, realizado en 2018, el DANE realizó consulta previa, libre e informada con los pueblos indígenas”, dice Óscar Montero, líder indígena del pueblo Kankuamo. Según ese último censo, el pueblo Kankuamo tiene una población de casi 17.000 personas, ubicadas principalmente en el departamento del Cesar, donde hay poco más de 16.000. Aunque ese dato representó un crecimiento del 33,6% respecto al censo de 2005, menos de la mitad de esa nueva población permaneció en el resguardo de ese pueblo indígena, en Valledupar. Esto despertó incomodidades.
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“Desafortunadamente, la asignación de recursos del Sistema General de Participaciones para los pueblos indígenas se hace en función de la población que reside al interior de los resguardos, es decir, si hay menos población en los resguardos, menos presupuesto tienen. Eso es una norma que está desde 2001 y nadie ha querido cambiar. Los resguardos no son guetos, no son territorios de contención o exclusión, son territorios de reconocimiento de una propiedad ancestral, pero los indígenas tienen la libertad de desarrollarse donde quieran en el territorio nacional”, explica Oviedo.
Desde 2017, cuando comenzaron las conversaciones, pero incluso desde mucho antes, entre 2011 y 2012, tanto el DANE como los líderes del pueblo kankuamo acordaron avanzar en aquello en lo que podían avanzar, detrás del propósito de visibilizar las estadísticas indígenas en esfuerzos que no se limitaran solo al censo poblacional. No ha sido fácil, recuerda Maestre, pero poco a poco los niños que no aparecían ya lo hacen y las personas que ya no viven han salido de las estadísticas, en eso que los expertos llaman balance demográfico: “Ahora construimos un sistema estadístico propio”.
Los otros tres pueblos de la Sierra (Arhuaco, Wiwa, y Kogui) ya han mostrado interés en unirse al sistema estadístico. “Iniciativas como esta con el pueblo Kankuamo son bastante importantes y podría ser un ejercicio para seguir con el resto de los pueblos indígenas. Por más que se pueda acercar a las instituciones a un enfoque étnico, la información está en los pueblos indígenas y esos pueblos están en la capacidad de proporcionar esa información”, dice Diana Quigua, investigadora en el apartado indígena de DeJusticia. Agrega, después, que tal vez este sea el camino para cerrar otras deudas que sigue teniendo el país en términos estadísticos con los indígenas.
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Por ejemplo, dice Quigua, en cómo se valora la pobreza. “Se sigue midiendo la pobreza en los indígenas igual que como al resto de la población, cuando las condiciones y modos de vida no son los mismas. En pueblos indígenas de la Amazonía, generalmente rurales, no hay mayor adquisición de bienes y eso no necesariamente tiene que estar relacionado con pobreza como la entendemos en el resto del país”, explica Quigua. Hay índices mucho más objetivos, si se quiere, como el acceso al agua o la vivienda.
O información que tiene que ver con la distribución de la tierra y los recursos del medio ambiente, temas de mucho interés para los pueblos indígenas y que ahora, tanto el pueblo Kankuamo como el DANE, se sueñan en un futuro incluir en el sistema estadístico que acaba de empezar con nacimientos y defunciones. Un robusto sistema de datos, finaliza Oviedo, que no solo sirva como una forma de relacionamiento con el Estado, sino que también permita a los indígenas tener herramientas para pensar sus propias políticas públicas. En últimas, concuerdan todos, cuántos somos y cómo estamos son preguntas que más que mirar al pasado, tienen que prometer un futuro.
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Algunos niños tenían semanas de nacidos, pero no existían para el Estado colombiano. Algunos adultos tenían una edad de 150 años, pero en realidad habían muerto muchos años atrás. El momento en el que Lilibeth Maestre, coordinadora de salud del pueblo indígena Kankuamo, descubrió que las estadísticas vitales de su comunidad no se estaban subiendo al DANE, se preguntó de qué servía su trabajo. “Nosotros en las comisiones de salud estamos pendientes de quién nace y de quién fallece en el territorio, pero las notificaciones no se estaban registrando en el sistema del país. ¿Qué estábamos haciendo, entonces? Ahora, por fin, estamos haciendo el ejercicio como es.”
Opacada por la Semana Santa, una noticia pasó desapercibida. “El cabildo indígena Kankuamo y el DANE firman acuerdo de cooperación que permitirá, entre otros aspectos, la construcción de un sistema estadístico para el pueblo Kankuamo y la implementación de la estrategia que faculta a la comunidad para notificar sus nacimientos y defunciones”, informaba la cuenta en Twitter de la entidad. Se trata, dice Juan Daniel Oviedo, director del DANE, de “una semilla que queremos sembrar para una nueva forma de relacionamiento estadístico con los indígenas”. (Puede leer: Científicos colombianos, reconocidos en EEUU por su trabajo contra la malaria)
Para el momento del anuncio, el sistema ya estaba en funcionamiento. Cinco nacimientos ya habían sido notificados por los indígenas desde el 25 de febrero, cuando el DANE y la Registraduría emitieron la circular conjunta 001 de 2022.
En ella, ambas entidades habilitan a las autoridades del pueblo Kankuamo a certificar los nacimientos ocurridos en su comunidad. Hasta esa circular, dice Maestre, vivían muchas dificultades. “En el territorio muchas veces uno no puede trasladarse hasta los puestos de salud para tener a los hijos y se usan mucho los partos domiciliarios. Como no nacían en puestos de salud, no nos daban el nacido vivo”. Sin ese papel, era imposible sacar el registro civil.
Sin el registro civil, los niños no tenían plena ciudadanía. “La visibilidad ante el Estado vía el registro civil es un activo fundamental. Esas niñas y esos niños van a poder ser incluidos en los planes de vacunación, acceder a educación y a cualquier otro tipo de elementos que pueda favorecerlos y que tengan un enfoque diferencial en materia de políticas públicas”, explica Oviedo. Para solucionar el histórico fallo, desde 2017 se iniciaron las pruebas piloto de diseño y construcción de formatos de notificación que obedecieran a las condiciones del pueblo Kankuamo. Se discutieron y acordaron elementos que incluso incluyeron el lenguaje: ¿cómo se nombra el nacimiento y la muerte allí? (Le puede interesar: Las controversiales posturas de Max Planck, uno de los grandes científicos del siglo XX)
El formato tiene, por ejemplo, información para ubicar si la familia vive en zona rural dispersa o si está en poblado, justamente para los que están en territorios. Pregunta de dónde es la madre y el padre, que quede claro porque a veces ella es de un asentamiento, pero vive con el bebé en otro. Durante 2021 se desarrollaron talleres en los que los médicos tradicionales y personal de la IPS indígena fueron asesorados para llenar los formatos, incluyendo tomar talla y peso de los nacidos.
“El formato de nacimiento que llena la partera o la auxiliar de la IPS indígena se le entrega al cabildo gobernador, para que lo suscriba. Como ya quedó autorizado, ese certificado de nacido vivo expedido por los indígenas ya es válido para sacar el registro civil, sin ningún otro obstáculo”, explica Oviedo. De ahí lo importante de que la circular fuera emitida en unión con la Registraduría.
Es la IPS indígena la encargada de recopilar los datos de nacimientos y subirlos directamente al sistema del DANE a través de un aplicativo que se construyó específicamente para ellos. Lo mismo sucede con las defunciones, campo en el que la autoridad de los indígenas se limitará solo a la notificación, debido a las limitaciones para identificar, por ejemplo, la causa de muerte de una persona. Ahora, dice Maestre, el pueblo Kankuamo se está contando como es. (También puede leer: Arranca de nuevo el Gran Colisionador de Hadrones del CERN tras tres años en pausa)
Un pasado de tensiones
Cuántos somos es una pregunta que ha concentrado esfuerzos desde la época colonial. La primera estadística de la que tenemos registro data de 1770, cuando lo que hoy es Colombia era territorio español. Durante el siglo XIX se realizaron seis censos, de los que solamente “el último contabilizó los habitantes según la edad, el sexo, el estado civil y la profesión”, señala la investigadora de la U. Nacional, Victoria Estrada Orrego, en el artículo “¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX”. Mucho más tiempo tuvieron que esperar indígenas y afrodescendientes para ser contados como iguales.
Solo a partir de 1938 los pueblos indígenas tuvieron presencia constante en los censos. “Y solo para el último censo, realizado en 2018, el DANE realizó consulta previa, libre e informada con los pueblos indígenas”, dice Óscar Montero, líder indígena del pueblo Kankuamo. Según ese último censo, el pueblo Kankuamo tiene una población de casi 17.000 personas, ubicadas principalmente en el departamento del Cesar, donde hay poco más de 16.000. Aunque ese dato representó un crecimiento del 33,6% respecto al censo de 2005, menos de la mitad de esa nueva población permaneció en el resguardo de ese pueblo indígena, en Valledupar. Esto despertó incomodidades.
Puede interesarle: Los perros se estresan en los refugios. Sus pelos lo revelan
“Desafortunadamente, la asignación de recursos del Sistema General de Participaciones para los pueblos indígenas se hace en función de la población que reside al interior de los resguardos, es decir, si hay menos población en los resguardos, menos presupuesto tienen. Eso es una norma que está desde 2001 y nadie ha querido cambiar. Los resguardos no son guetos, no son territorios de contención o exclusión, son territorios de reconocimiento de una propiedad ancestral, pero los indígenas tienen la libertad de desarrollarse donde quieran en el territorio nacional”, explica Oviedo.
Desde 2017, cuando comenzaron las conversaciones, pero incluso desde mucho antes, entre 2011 y 2012, tanto el DANE como los líderes del pueblo kankuamo acordaron avanzar en aquello en lo que podían avanzar, detrás del propósito de visibilizar las estadísticas indígenas en esfuerzos que no se limitaran solo al censo poblacional. No ha sido fácil, recuerda Maestre, pero poco a poco los niños que no aparecían ya lo hacen y las personas que ya no viven han salido de las estadísticas, en eso que los expertos llaman balance demográfico: “Ahora construimos un sistema estadístico propio”.
Los otros tres pueblos de la Sierra (Arhuaco, Wiwa, y Kogui) ya han mostrado interés en unirse al sistema estadístico. “Iniciativas como esta con el pueblo Kankuamo son bastante importantes y podría ser un ejercicio para seguir con el resto de los pueblos indígenas. Por más que se pueda acercar a las instituciones a un enfoque étnico, la información está en los pueblos indígenas y esos pueblos están en la capacidad de proporcionar esa información”, dice Diana Quigua, investigadora en el apartado indígena de DeJusticia. Agrega, después, que tal vez este sea el camino para cerrar otras deudas que sigue teniendo el país en términos estadísticos con los indígenas.
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Por ejemplo, dice Quigua, en cómo se valora la pobreza. “Se sigue midiendo la pobreza en los indígenas igual que como al resto de la población, cuando las condiciones y modos de vida no son los mismas. En pueblos indígenas de la Amazonía, generalmente rurales, no hay mayor adquisición de bienes y eso no necesariamente tiene que estar relacionado con pobreza como la entendemos en el resto del país”, explica Quigua. Hay índices mucho más objetivos, si se quiere, como el acceso al agua o la vivienda.
O información que tiene que ver con la distribución de la tierra y los recursos del medio ambiente, temas de mucho interés para los pueblos indígenas y que ahora, tanto el pueblo Kankuamo como el DANE, se sueñan en un futuro incluir en el sistema estadístico que acaba de empezar con nacimientos y defunciones. Un robusto sistema de datos, finaliza Oviedo, que no solo sirva como una forma de relacionamiento con el Estado, sino que también permita a los indígenas tener herramientas para pensar sus propias políticas públicas. En últimas, concuerdan todos, cuántos somos y cómo estamos son preguntas que más que mirar al pasado, tienen que prometer un futuro.
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