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En la Universidad de los Andes hay un grupo de médicos e ingenieros que se dedica todos los días a pensar cómo la tecnología puede ayudar al diagnóstico o al tratamiento de enfermedades vasculares. Sus preocupaciones van desde comprender cómo circula la sangre desde los músculos del corazón hasta la microcirculación; también por cómo se transporta el oxígeno por todo el cuerpo, y les interesa entender la manera en que se desarrolla la cascada de coagulación en todo tipo de pacientes. Estudian a diario corazones, vasos sanguíneos, arterias y la sangre. Su persistencia en entender este sistema del cuerpo los ha llevado a ser hoy uno de los grupos de investigación en este terreno más importante de la región. (Vea aquí todo nuestro especial de aniversario: Vamos por más)
No es para menos. Bajo la batuta del doctor Juan Carlos Briceño, el Grupo de Investigación en Dinámica Cardiovascular e I+D+I en dispositivos médicos ha logrado avances cruciales en el servicio que la tecnología les puede brindar a miles de pacientes y médicos no solo en Colombia, sino en el mundo. Su más reciente logro llegó el año pasado. Con el apoyo de Colciencias y el Instituto de Cardiología de la Fundación Cardioinfantil (FCI), patentaron un catéter ductus arterioso, único en el mundo, que busca evitar una cirugía a corazón abierto e incluso la muerte de cientos de bebés que nacen con una específica malformación cardíaca que impide que a los pulmones llegue la sangre que bombea el corazón.
Aunque ya era posible evitar la invasiva operación, por el tamaño de los recién nacidos y las diferentes formas que pueden tener las arterias, la alternativa seguía siendo peligrosa. El nuevo catéter está diseñado exclusivamente para bebés con este tipo de problemas y tiene la función de ayudarles a los cirujanos a pasar un stent para abrir ese ducto que está tapado. Aunque no es una cura, su utilización sí impacta exponencialmente en la vida de los niños, pues permite que crezcan y sean más fuertes para, ahí sí, operar el problema. Los investigadores del grupo calculan que gracias a este nuevo artefacto, por lo menos 200 niños podrían salir beneficiados y esperan que este se convierta en el tratamiento de elección en todo el mundo.
Mientras consiguen más pacientes para probar su invención, el Grupo de Investigación tiene otros proyectos que avanzan a buen paso. Uno de ellos tiene que ver con los injertos vasculares regenerativos. En términos sencillos, lo que buscan con esta tecnología es encontrar materiales que puedan reemplazar arterias o vasos sanguíneos y que, mientras hacen el trabajo que naturalmente debería hacer el cuerpo, se regenere. Para ello, los investigadores encontraron que el intestino de los cerdos funciona en buena medida, pues las células encuentran en este material un lugar adecuado para pegarse y, luego de seis meses, el cuerpo comienza a remedar la forma y crea naturalmente una nueva pared vascular.
Aunque en todo el mundo la preocupación por encontrar materiales que puedan reemplazar estas vías de flujo de sangre trasnocha a cientos de investigadores, el que desarrollan los médicos e investigadores de los Andes es único, ya que solamente este logra regenerarse. Todavía no están en el proceso de probarlo en pacientes, de lograrlo, pero estos injertos beneficiarían a cientos de pacientes no solamente con enfermedades vasculares, sino también a quienes padecen de hemofilia u otros problemas de coagulaciones, y a quienes reciben tratamientos como diálisis en los que se necesita permanentemente un acceso a una importante vía de circulación sanguínea y que, por su constante uso, suelen cerrarse.
Con el material de los intestinos del cerdo, el Grupo de Investigación encontró la base de otro de sus más importantes proyectos: Sigplus. A él llegaron por la preocupación de un médico de la Cardioinfantil a quien, después de realizar biopsias en hígados o riñones, le trasnochaba que sus pacientes presentaran hemorragias y sus vidas corrieran peligro. Además, cuando presentaban problemas de coagulación, resultaba imposible realizar estas pruebas. El médico comentó su inquietud a los ingenieros biomédicos y médicos: “Necesito una especie de tampón”, les dijo. La idea, por más curiosa que fuera, caló. Y la tripa del cerdo funcionaba perfecto, pues esta, al contacto con la sangre, se coagula casi de inmediato.
Asimismo, el dispositivo promueve la regeneración del tejido en donde se realiza la biopsia. Su éxito ha sido total, ya ha pasado pruebas clínicas en pacientes y en estos momentos están rediseñando para mejorar su interacción con el paciente. El catéter, los injertos y este tapón son hoy de los inventos tecnológicos más importantes en el momento en el país, pero con una proyección internacional que empieza a tomar vuelo. La financiación de estos proyectos es crucial para su avance, así como el apoyo de instituciones para que puedan ser probados en humanos y así cumplir su objetivo final: salvar o mejorar millones de vidas.