Lactancia, un "negocio" que les quieren robar a las madres
Los índices de lactancia materna se desplomaron en los últimos 10 años. Aunque hay muchos factores asociados, especialistas señalan a un culpable: la excesiva publicidad de fórmulas artificiales.
Sergio Silva Numa
Antes de escribir este texto conversamos con un poco más de quince personas. Entre ellas, cinco mamás con hijos pequeños, cuatro nutricionistas y cinco médicos. Varios estaban en Bogotá. Algunos en el Caribe, otros en Santander. A excepción de una madre, todos tenían anécdotas que resumían la complejidad de una discusión que hace décadas inquieta al mundo de la medicina: ¿por qué, pese a tantos esfuerzos, hay personas que confían más en las fórmulas de leche para bebé que en la leche humana? ¿Por qué, si la ciencia es contundente sobre los beneficios de la lactancia materna, enfermeras y médicos siguen invitando a preparar biberones? (Lea Presiones farmacéuticas, afán y mala suerte: así se cayó un artículo de medicamentos del PND)
“Cuando tuve a mi bebé, me regalaron en la clínica un kit de cinco frascos con fórmulas de leche”. “El pediatra me dijo que le diera leche de fórmula porque todos los bebés tenían reflujo. Después supe, por un médico general, que fue un gravísimo error”. “A mi consultorio llegan seis o siete visitadores médicos que me regalan tarros de esas leches para que se los dé gratis a mis pacientes. Es mucho más de lo que recibía hace 10 años”. “A veces les pregunto a las mamás que vienen a consulta si creen que la leche de tarro es mejor que la suya y la mayoría dice que sí. Eso es un problemón tremendo”. “Esto no es un secreto: los congresos médicos y de nutrición los suele financiar la industria”. “Gran parte de la responsabilidad la tienen ustedes, los medios de comunicación, que hacen creer a la gente que lactar se trata de un biberón”. (Lea “Somos similares a la industria farmacéutica”: empresa de cannabis medicinal)
Hablar de lactancia materna despierta muchas pasiones. También muchas incertidumbres. Una práctica que es natural en mamíferos, a los humanos les ha costado trabajo. En Colombia, las cifras no son buenas: solo uno de cada tres niños menores de seis meses estaba recibiendo leche humana en sus primeros seis meses de vida, cuando debería ser una obligación. El dato, presentado hace dos años en la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, es el porcentaje más bajo en los últimos 10 años. En 2005 ese dígito había sido de 46,9 % y en 2010 de 42,8 %.
“Eso es superpreocupante. Lo sabemos”, dice Elisa Cadena, subdirectora de Salud Nutricional, Alimentos y Bebidas del Ministerio de Salud. “Las razones son muchas. Hay concepciones culturales, mitos, influencia de medios, pero es muy probable que la publicidad esté incidiendo en la disminución de la lactancia materna. Las ventas de la industria se han incrementado, cuando esas fórmulas solo deben ser usadas en casos específicos”.
Eso en dinero quiere decir lo siguiente: en 2017 las ventas de alimentos para bebés registraron $673.000 millones en Colombia, y en 2022, según Educar Consumidores, pueden alcanzar los $790.000 millones. La industra nacional tiene otros datos: "el valor nominal de fórmulas infantiles comercializado en Colombia bajó de 257,6 millones de pesos en 2017 a 229,8 millones de pesos en 2018". El comportamiento del mercado global registra dígitos mucho más abultados: es posible que este año ese mercado genere ventas por US$70.600 millones, 560 veces más de lo que puede ganar Lionel Messi cada año.
***
Hace un año, el gobierno de Donald Trump sorprendió como pocas veces a los epidemiólogos. Mientras en la Asamblea Mundial de la Salud todos los países se unían para sacar adelante una resolución que buscaba promover la lactancia materna e instar a las naciones a minimizar la promoción de las fórmulas (o sucedáneos, como las llaman técnicamente), la delegación estadounidense hizo algo increíble: amenazó con tomar retaliaciones comerciales contra los países que la respaldaran.
“Fue una posición acosadora, anticientífica, proindustria, en contra de la salud pública y corta de miras”, señaló el diario The New York Times en un editorial, al tiempo que Trump aseguraba que las mujeres necesitaban tener acceso a esas fórmulas por la desnutrición. Su postura, que finalmente impidió a la Organización Mundial de la Salud dar asistencia técnica a los Estados que quisieran frenar la promoción inadecuada de alimentos para bebés, parecía un desafío a la ciencia.
Dos años antes, la prestigiosa revista The Lancet había presentado el mayor esfuerzo que buscaba explicar por qué era esencial la lactancia materna. En una gran serie que aglutinó a científicos del mundo apuntó: “Nunca antes en la historia de la ciencia se ha sabido tanto sobre la compleja importancia de la lactancia materna para las madres y los niños”.
En 45 páginas los investigadores destacaron varios puntos: la lactancia protege a los niños de infecciones diarreicas y respiratorias, significa un aumento de la inteligencia, es una probable protección contra el sobrepeso y la diabetes y previene el cáncer para las madres. También, señalaron, si se universalizara esa práctica se podrían evitar 823.000 muertes de niños y 20.000 de madres cada año. Además, decían, habría un ahorro de US$300.000 millones.
“Posiblemente no hay ningún comportamiento de salud que pueda producir resultados tan variados en las dos personas que intervienen, la madre y el niño”, escribían los autores.
En uno de sus capítulos sintetizaban otro de los complejos problemas que habían enfrentado los médicos. Con la aparición de los sucedáneos muchas mujeres de altos ingresos dejaron de amamantar durante el siglo XX. ¿La razón? Empezó a percibirse esos productos como algo moderno o de prestigio. La lactancia materna, por el contrario, comenzó a ser vista como un asunto de pobres.
Entre los factores históricos, culturales y sociales que intervienen en ese complejo mundo, explicaban, la publicidad jugó un rol importante. Los reportes de malas prácticas de algunas compañías condujeron a la creación de un código que aprobó la OMS a principios de los años 80. El Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna, como lo llamaron, fue claro: las empresas no debían entregar muestras gratis a las madres ni a los profesionales de la salud. Tampoco podían involucrarse en la educación médica y ser claros en las etiquetas de las “fórmulas”. Sus latas o frascos no deberían llevar figuras ni términos que invitaran a preparar la “leche”.
Colombia decidió acoger ese código en 1992 con un decreto (el 1397), que desde entonces no ha sido actualizado. Lo cierto, asegura Gloria Pinzón, directora del Departamento de Nutrición Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, es que “al no haber una ley, Colombia se convirtió en un terreno abonado en el que se puede comercializar en todos los niveles. En los medios de comunicación, en los supermercados, en los hospitales, en la academia, con los profesionales de la salud… La publicidad está en todas partes. Es incontrolable”.
La muestra es un documento que hicieron el Ministerio de Salud y el Invima en 2015 y que no fue suficientemente divulgado. El “Monitoreo al código internacional de comercialización de sucedáneos de la leche materna” dejó en evidencia que en el país muy pocas cosas se estaban haciendo bien: “En 14 de las 16 ciudades monitoreadas se incumplen las normas relacionadas con estrategias de promoción en puntos de venta. Se entregan muestras, se hacen descuentos especiales”. “En 10 ciudades se regalaron muestras gratis dentro de los establecimientos de salud”. “Fue evidente cómo las empresas patrocinan a los agentes de salud brindándoles capacitaciones, congresos, reuniones, conferencias, premios, becas en efectivo, bonos para viaje y otro tipo de patrocinios”. “Varias etiquetas de chupos y biberones, productos considerados sucedáneos, incumplían las normas, principalmente por tener dibujos de lactantes, textos que sugieren semejanza con el pecho materno”.
“Lo peor es que lo sabemos, pero no hay sanciones. Nadie quiere hablar de esto que es crucial para la lactancia materna”, anota Ana Marcela Gómez, de la Red Internacional de grupos pro-alimentación infantil (Ibfan). “Es un gran problema porque muchas mamás dejan de amamantar a sus hijos por darles una fórmula y no saben el gran impacto que eso tiene en la salud”, replica la pediatra Claudia Barreto. “Nada, absolutamente nada se compara con la leche materna. La teta es un laboratorio maravilloso que no puede ser reemplazado”, señala Luis Méndez, neonatólogo y profesor de la U. Nacional.
Elisa Cadena, del Minsalud, sabe que algo no anda bien y por ello, dice, el Ministerio ya empezó un proceso para actualizar ese viejo decreto. “Estamos haciendo un impacto de análisis normativo que, en pocas palabras, nos indicará cuál es el problema a resolver, sus causas y las alternativas de solución. Ya hicimos una consulta nacional en abril y recibimos 50 observaciones. En tres meses tendremos conclusiones. Si el resultado es que debemos ser más estrictos en la regulación, así lo haremos”.
¿Esto quiere decir que la industria es culpable y las fórmulas no deben usarse? No. Los sucedáneos suelen requerirse en casos específicos y las empresas no deben ser juzgadas por el comportamiento de otras. En ocasiones, muy pocas. Al preguntarles al respecto, por ejemplo, Nestlé, una de las que más ventas de estos productos registra, está de acuerdo en que antes de los seis meses de edad la leche materna es el mejor alimento. "No hay punto medio en esa discusión", dice. Admite que tiene presencia en los congresos y eventos de pediatría, pero “nuestro objetivo es contribuir a la educación médica, siguiendo los conceptos de la OMS (...) Nestlé no entrega muestras de fórmulas infantiles ni a establecimientos de salud ni a las madres”.
Las empresas que, como Nestlé y Abbott, comercializan este tipo de artículos están agrupadas en la Cámara de la industria de alimentos de ANDI. A los ojos de este gremio, que está participando en el proceo de análisis del Ministerio de Salud, no hay una causalidad entre la venta de sucedáneos de la leche con la disminución de la lactancia materna". Quienes lo conforman, confían en que la lactancia materna es el alimento por excelencia y aseguran que "invierten en educación médica continua para los profesionales de la salud con el fin de contribuir a la formación y actualización de los profesionales de la salud acerca de los avances científicos, las innovaciones en los alimentos y los estudios clínicos realizados, buscando fortalecer los conocimientos".
¿Estarían de acuerdo, como lo sugieren varias de las personas consultadas para este artículo, que se restrinja la venta de sucedáneos bajo fórmula médica? "Prohibir el acceso de un alimento que tiene comprobados resultados nutricionales cuando la madre no puede lactar, sería inducir a que las madres complementen la alimentación o la sustituyan en los casos que sean necesarios, con alimentos o productos que no necesariamente están regulados por las autoridades", responden. "Tratar a las formulas infantiles como medicamentos es un error".
Es difícil abordar en unas pocas líneas de periódico las múltiples discusiones que se desprenden de este debate. Complejidades biológicas, sociales, éticas, económicas, laborales, de educación médica y hasta legales están involucradas en esta práctica que, como dice Jairo Osorno, suele tratarse sin suficiente profundidad. Él, un neurocirujano formado en la U. Nacional y en Londres que terminó enamorándose de la lactancia materna por casualidad, tiene varios libros en los que ha intentado explicar los motivos por los que debería tener más relevancia en las sociedades. En uno de sus artículos lo resumía en una frase: “De las intervenciones en salud pública de los últimos 50 años, la más eficiente ha sido el rescate de la lactancia materna como método ideal de alimentación infantil y garantía de poblaciones saludables”.
Antes de escribir este texto conversamos con un poco más de quince personas. Entre ellas, cinco mamás con hijos pequeños, cuatro nutricionistas y cinco médicos. Varios estaban en Bogotá. Algunos en el Caribe, otros en Santander. A excepción de una madre, todos tenían anécdotas que resumían la complejidad de una discusión que hace décadas inquieta al mundo de la medicina: ¿por qué, pese a tantos esfuerzos, hay personas que confían más en las fórmulas de leche para bebé que en la leche humana? ¿Por qué, si la ciencia es contundente sobre los beneficios de la lactancia materna, enfermeras y médicos siguen invitando a preparar biberones? (Lea Presiones farmacéuticas, afán y mala suerte: así se cayó un artículo de medicamentos del PND)
“Cuando tuve a mi bebé, me regalaron en la clínica un kit de cinco frascos con fórmulas de leche”. “El pediatra me dijo que le diera leche de fórmula porque todos los bebés tenían reflujo. Después supe, por un médico general, que fue un gravísimo error”. “A mi consultorio llegan seis o siete visitadores médicos que me regalan tarros de esas leches para que se los dé gratis a mis pacientes. Es mucho más de lo que recibía hace 10 años”. “A veces les pregunto a las mamás que vienen a consulta si creen que la leche de tarro es mejor que la suya y la mayoría dice que sí. Eso es un problemón tremendo”. “Esto no es un secreto: los congresos médicos y de nutrición los suele financiar la industria”. “Gran parte de la responsabilidad la tienen ustedes, los medios de comunicación, que hacen creer a la gente que lactar se trata de un biberón”. (Lea “Somos similares a la industria farmacéutica”: empresa de cannabis medicinal)
Hablar de lactancia materna despierta muchas pasiones. También muchas incertidumbres. Una práctica que es natural en mamíferos, a los humanos les ha costado trabajo. En Colombia, las cifras no son buenas: solo uno de cada tres niños menores de seis meses estaba recibiendo leche humana en sus primeros seis meses de vida, cuando debería ser una obligación. El dato, presentado hace dos años en la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, es el porcentaje más bajo en los últimos 10 años. En 2005 ese dígito había sido de 46,9 % y en 2010 de 42,8 %.
“Eso es superpreocupante. Lo sabemos”, dice Elisa Cadena, subdirectora de Salud Nutricional, Alimentos y Bebidas del Ministerio de Salud. “Las razones son muchas. Hay concepciones culturales, mitos, influencia de medios, pero es muy probable que la publicidad esté incidiendo en la disminución de la lactancia materna. Las ventas de la industria se han incrementado, cuando esas fórmulas solo deben ser usadas en casos específicos”.
Eso en dinero quiere decir lo siguiente: en 2017 las ventas de alimentos para bebés registraron $673.000 millones en Colombia, y en 2022, según Educar Consumidores, pueden alcanzar los $790.000 millones. La industra nacional tiene otros datos: "el valor nominal de fórmulas infantiles comercializado en Colombia bajó de 257,6 millones de pesos en 2017 a 229,8 millones de pesos en 2018". El comportamiento del mercado global registra dígitos mucho más abultados: es posible que este año ese mercado genere ventas por US$70.600 millones, 560 veces más de lo que puede ganar Lionel Messi cada año.
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Hace un año, el gobierno de Donald Trump sorprendió como pocas veces a los epidemiólogos. Mientras en la Asamblea Mundial de la Salud todos los países se unían para sacar adelante una resolución que buscaba promover la lactancia materna e instar a las naciones a minimizar la promoción de las fórmulas (o sucedáneos, como las llaman técnicamente), la delegación estadounidense hizo algo increíble: amenazó con tomar retaliaciones comerciales contra los países que la respaldaran.
“Fue una posición acosadora, anticientífica, proindustria, en contra de la salud pública y corta de miras”, señaló el diario The New York Times en un editorial, al tiempo que Trump aseguraba que las mujeres necesitaban tener acceso a esas fórmulas por la desnutrición. Su postura, que finalmente impidió a la Organización Mundial de la Salud dar asistencia técnica a los Estados que quisieran frenar la promoción inadecuada de alimentos para bebés, parecía un desafío a la ciencia.
Dos años antes, la prestigiosa revista The Lancet había presentado el mayor esfuerzo que buscaba explicar por qué era esencial la lactancia materna. En una gran serie que aglutinó a científicos del mundo apuntó: “Nunca antes en la historia de la ciencia se ha sabido tanto sobre la compleja importancia de la lactancia materna para las madres y los niños”.
En 45 páginas los investigadores destacaron varios puntos: la lactancia protege a los niños de infecciones diarreicas y respiratorias, significa un aumento de la inteligencia, es una probable protección contra el sobrepeso y la diabetes y previene el cáncer para las madres. También, señalaron, si se universalizara esa práctica se podrían evitar 823.000 muertes de niños y 20.000 de madres cada año. Además, decían, habría un ahorro de US$300.000 millones.
“Posiblemente no hay ningún comportamiento de salud que pueda producir resultados tan variados en las dos personas que intervienen, la madre y el niño”, escribían los autores.
En uno de sus capítulos sintetizaban otro de los complejos problemas que habían enfrentado los médicos. Con la aparición de los sucedáneos muchas mujeres de altos ingresos dejaron de amamantar durante el siglo XX. ¿La razón? Empezó a percibirse esos productos como algo moderno o de prestigio. La lactancia materna, por el contrario, comenzó a ser vista como un asunto de pobres.
Entre los factores históricos, culturales y sociales que intervienen en ese complejo mundo, explicaban, la publicidad jugó un rol importante. Los reportes de malas prácticas de algunas compañías condujeron a la creación de un código que aprobó la OMS a principios de los años 80. El Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna, como lo llamaron, fue claro: las empresas no debían entregar muestras gratis a las madres ni a los profesionales de la salud. Tampoco podían involucrarse en la educación médica y ser claros en las etiquetas de las “fórmulas”. Sus latas o frascos no deberían llevar figuras ni términos que invitaran a preparar la “leche”.
Colombia decidió acoger ese código en 1992 con un decreto (el 1397), que desde entonces no ha sido actualizado. Lo cierto, asegura Gloria Pinzón, directora del Departamento de Nutrición Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, es que “al no haber una ley, Colombia se convirtió en un terreno abonado en el que se puede comercializar en todos los niveles. En los medios de comunicación, en los supermercados, en los hospitales, en la academia, con los profesionales de la salud… La publicidad está en todas partes. Es incontrolable”.
La muestra es un documento que hicieron el Ministerio de Salud y el Invima en 2015 y que no fue suficientemente divulgado. El “Monitoreo al código internacional de comercialización de sucedáneos de la leche materna” dejó en evidencia que en el país muy pocas cosas se estaban haciendo bien: “En 14 de las 16 ciudades monitoreadas se incumplen las normas relacionadas con estrategias de promoción en puntos de venta. Se entregan muestras, se hacen descuentos especiales”. “En 10 ciudades se regalaron muestras gratis dentro de los establecimientos de salud”. “Fue evidente cómo las empresas patrocinan a los agentes de salud brindándoles capacitaciones, congresos, reuniones, conferencias, premios, becas en efectivo, bonos para viaje y otro tipo de patrocinios”. “Varias etiquetas de chupos y biberones, productos considerados sucedáneos, incumplían las normas, principalmente por tener dibujos de lactantes, textos que sugieren semejanza con el pecho materno”.
“Lo peor es que lo sabemos, pero no hay sanciones. Nadie quiere hablar de esto que es crucial para la lactancia materna”, anota Ana Marcela Gómez, de la Red Internacional de grupos pro-alimentación infantil (Ibfan). “Es un gran problema porque muchas mamás dejan de amamantar a sus hijos por darles una fórmula y no saben el gran impacto que eso tiene en la salud”, replica la pediatra Claudia Barreto. “Nada, absolutamente nada se compara con la leche materna. La teta es un laboratorio maravilloso que no puede ser reemplazado”, señala Luis Méndez, neonatólogo y profesor de la U. Nacional.
Elisa Cadena, del Minsalud, sabe que algo no anda bien y por ello, dice, el Ministerio ya empezó un proceso para actualizar ese viejo decreto. “Estamos haciendo un impacto de análisis normativo que, en pocas palabras, nos indicará cuál es el problema a resolver, sus causas y las alternativas de solución. Ya hicimos una consulta nacional en abril y recibimos 50 observaciones. En tres meses tendremos conclusiones. Si el resultado es que debemos ser más estrictos en la regulación, así lo haremos”.
¿Esto quiere decir que la industria es culpable y las fórmulas no deben usarse? No. Los sucedáneos suelen requerirse en casos específicos y las empresas no deben ser juzgadas por el comportamiento de otras. En ocasiones, muy pocas. Al preguntarles al respecto, por ejemplo, Nestlé, una de las que más ventas de estos productos registra, está de acuerdo en que antes de los seis meses de edad la leche materna es el mejor alimento. "No hay punto medio en esa discusión", dice. Admite que tiene presencia en los congresos y eventos de pediatría, pero “nuestro objetivo es contribuir a la educación médica, siguiendo los conceptos de la OMS (...) Nestlé no entrega muestras de fórmulas infantiles ni a establecimientos de salud ni a las madres”.
Las empresas que, como Nestlé y Abbott, comercializan este tipo de artículos están agrupadas en la Cámara de la industria de alimentos de ANDI. A los ojos de este gremio, que está participando en el proceo de análisis del Ministerio de Salud, no hay una causalidad entre la venta de sucedáneos de la leche con la disminución de la lactancia materna". Quienes lo conforman, confían en que la lactancia materna es el alimento por excelencia y aseguran que "invierten en educación médica continua para los profesionales de la salud con el fin de contribuir a la formación y actualización de los profesionales de la salud acerca de los avances científicos, las innovaciones en los alimentos y los estudios clínicos realizados, buscando fortalecer los conocimientos".
¿Estarían de acuerdo, como lo sugieren varias de las personas consultadas para este artículo, que se restrinja la venta de sucedáneos bajo fórmula médica? "Prohibir el acceso de un alimento que tiene comprobados resultados nutricionales cuando la madre no puede lactar, sería inducir a que las madres complementen la alimentación o la sustituyan en los casos que sean necesarios, con alimentos o productos que no necesariamente están regulados por las autoridades", responden. "Tratar a las formulas infantiles como medicamentos es un error".
Es difícil abordar en unas pocas líneas de periódico las múltiples discusiones que se desprenden de este debate. Complejidades biológicas, sociales, éticas, económicas, laborales, de educación médica y hasta legales están involucradas en esta práctica que, como dice Jairo Osorno, suele tratarse sin suficiente profundidad. Él, un neurocirujano formado en la U. Nacional y en Londres que terminó enamorándose de la lactancia materna por casualidad, tiene varios libros en los que ha intentado explicar los motivos por los que debería tener más relevancia en las sociedades. En uno de sus artículos lo resumía en una frase: “De las intervenciones en salud pública de los últimos 50 años, la más eficiente ha sido el rescate de la lactancia materna como método ideal de alimentación infantil y garantía de poblaciones saludables”.