30 de junio de 2021 - 08:06 a. m.
El páramo que se convirtió en un nuevo hogar para las víctimas mortales del COVID
Las cenizas de casi mil víctimas de la COVID-19 reposan imperturbables en una colina de la Reserva Natural El Pajonal de Cogua, a 70 kilómetros de Bogotá, en donde han sido sembrados en su memoria 3.000 árboles que dan vida al Páramo de Guerrero, el más destruido de Colombia.
En este camposanto, enquistado en el Páramo de Guerrero, recurso vital del embalse del Neusa, que abastece de agua a la sabana y el norte de Bogotá, miles de familias han encontrado desde 2015 una alternativa para despedir a sus seres queridos al tiempo que rehabilitan el ecosistema, devastado por la explotación desenfrenada del suelo.
Mauricio Dueñas - EFE
Desde hace seis años, cuando fue sembrada la primera planta, en este lote han echado raíces unos 6.700 árboles, todos ellos marcados con placas blancas en las que las familias honran la memoria de sus muertos.
Mauricio Dueñas - EFE
"(La reserva) se convirtió en algo especial para las familias, como un punto de liberación donde (...) cierran ciclos de duelo, recargan energía nuevamente y es algo especial para ellos porque están generando vida", explica a Efe Jaime Ballesteros, director de promoción de la ONG Colombia Reserva de Vida.
Mauricio Dueñas - EFE
La hermana de Ballesteros convirtió esta finca en una reserva en 2014 y hoy, cuando la pandemia del coronavirus sigue imparable en Colombia, este espacio es un lugar de consuelo para las familias que no pueden despedir a sus seres queridos en una iglesia y menos en un cementerio.
Mauricio Dueñas - EFE
Ballesteros estima que en dos semanas llegarán a los 7.000 árboles pues el crecimiento del área sembrada ha sido "exponencial" desde que comenzó la emergencia sanitaria que deja además más de 4,1 millones de contagios en Colombia.
Mauricio Dueñas - EFE
Con la plantación de cuatro especies de árboles (rodamonte, aliso, arrayán y laurel de cera), la ONG ambiental espera frenar la destrucción del complejo de Guerrero, que surte la represa del Neusa, que a su vez controla las inundaciones en la sabana de la capital colombiana.
Mauricio Dueñas - EFE
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