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Las personas adultas inmersas en el mundo laboral, además de responder diariamente por las horas de trabajo que tienen asignadas, deben dedicar tiempo a labores domésticas como cocinar, hacer aseo o labores de mantenimiento. A esto se suma el trabajo de cuidado en el caso de quienes tiene personas a cargo, como hijos, adultos mayores o personas discapacitadas.
El tiempo restante del día, luego de dormir, se considera “tiempo libre” y se dedica a actividades de ocio u otras actividades personales. El problema, como ha señalado la ONU en repetidas ocasiones, es que las labores domésticas y de cuidado han estado distribuidas de manera desigual, recargando en mayor medida a las mujeres.
Un estudio publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health analizó este fenómeno bajo el concepto de pobreza de tiempo, entendido como la falta de disponibilidad de tiempo para dedicar al ocio y las actividades personales.
Para hacerlo, estudiaron a 1.408 personas asalariadas entre 16 y 64 años, 695 hombres y 713 mujeres, con información que fue recopilada por la Encuesta de Salud de Barcelona en 2021. El límite seleccionado para considerar que una persona tiene pobreza de tiempo fue que la suma del tiempo de trabajo remunerado y no remunerado (labores domésticas y de cuidado) superara las 67,3 horas a la semana.
Encontraron que las mujeres tienen más probabilidades de tener menos disponibilidad de tiempo por la carga adicional de trabajo no remunerado. En ambos sexos, la disponibilidad de tiempo disminuyó en la medida en que tenían más hijos.
Las desigualdades, sin embargo, no solo se evidenciaron en cuanto a la falta de tiempo para el ocio y las actividades personales. “Mientras que entre los hombres la pobreza de tiempo no se asoció con ningún indicador de salud, entre las mujeres se relacionó con un estado de salud mental deficiente, falta de sueño, mala calidad del sueño y baja actividad física en el tiempo libre”, concluyó la investigación.
Con este estudio, los científicos aseguran que se evidencia la falta de tiempo como un determinante social de las desigualdades de género, algo que también impacta la salud de las mujeres.
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