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En las últimas semanas han llegado a mi Whatsapp varias “noticias” sobre las vacunas contra el COVID-19. Una de ellas, publicada por un popular medio colombiano, advertía que el efecto de las vacunas era muy corto. Su información estaba basada en una entrevista hecha a Manuel Elkin Patarroyo meses atrás, donde abundaban las imprecisiones. Otra de las “noticias” que me compartieron sugería que la vacuna de Pfizer había causado la muerte a 11 personas mayores en España. No tenía ni un solo dato que sustentara esa afirmación que solo podría causar terror entre los lectores. (Lea las últimas noticias sobre el coronavirus en Colombia)
Contener la ola de publicaciones confusas o falsas sobre las vacunas es imposible. A pesar de los múltiples llamados de científicos, basta repasar las noticias de redes sociales para constatar que muchos medios de comunicación continúan replicando datos que no son ciertos. Aunque seguramente esa no es su intención y suele pasar inadvertida para quienes los publican, desde hace varios años ese fenómeno ha inquietado a los salubristas. El motivo es sencillo: los periodistas podemos arruinar programas enteros de vacunación.
En Colombia el ejemplo más cercano sucedió en 2014 con la vacuna del virus del papiloma humano (VPH). Ese año, el tema estuvo en la agenda pública luego de un episodio ocurrido en el municipio de El Carmen de Bolívar (Bolívar) el 30 de mayo: 15 niñas presentaron una serie de síntomas asociados, supuestamente, a esta vacuna. Algunos medios optaron por titular de manera alarmante. “Vacuna contra el VPH: una tragedia anunciada”, “Los países que están en contra de la vacuna del papiloma” y “Cuatro adolescentes de Bucaramanga estarían afectadas por la vacuna del VPH” son algunos de los títulos que aún circulan en internet.
Pese a que no se ha comprobado con precisión la incidencia que tuvieron estas noticias, las tasas de cobertura de vacunación se fueron al piso después de ese año. Luego de haber alcanzado una cobertura del 95 % con la primera dosis y del 85 % con la segunda dosis entre las niñas de cuarto hasta grado once, la situación cambió completamente. En el caso de la primera dosis la cobertura en 2016 apenas llegó al 6 %. En 2017 incrementó ligeramente: 15 %. Es posible, sugería Diego Alejandro García, entonces jefe del Programa Ampliado de Inmunización en Colombia, que los medios de comunicación masivos hayan cumplido un papel esencial en ese fenómeno. Fue, señaló este diario en 2016, una “tragedia informativa”.
Con el paso de los años ha quedado claro lo que entonces divulgaba con insistencia la científica colombiana Nubia Muñoz: la vacuna es eficaz y segura. Los últimos datos que lo ratifican fueron publicados hace una semana en The British Medical Journal por profesores de Corea del Sur. Tras analizar una gran base de datos que recogía información de más de 441 mil niñas entre los 11 y los 14 años (382.020 habían sido vacunadas), no encontraron evidencia que asocie ese biológico con efectos adversos graves.
Una de las razones que había conducido a los autores a examinar este asunto con lupa era la necesidad de tener pruebas de buena calidad sobre la seguridad de la vacuna. Era el mejor camino, apuntaban, para aliviar las preocupaciones de los padres coreanos. Como en Colombia, estaban reacios a vacunar a sus hijos. Al 73,5 % de los que participaron en un encuesta les inquietaban los supuestos efectos adversos graves.
En Japón, su vecino país, había sucedido algo similar un par de años antes. Allí, reseñaba un grupo del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de Florencia (Italia) en un artículo publicado en Vaccine, el cubrimiento que hicieron los medios de comunicación pudo conducir al fracaso del programa de vacunación del VPH. Muchas mujeres quedaron expuestas a tener cáncer de cuello uterino.
En 2017, en esa misma revista, un equipo liderado por el doctor Adam G. Dunn, del Instituto Australiano de Innovación en Salud de la U. de Macquarie (Australia), sugería en una investigación que los medios habían popularizado las opiniones negativas sobre las vacunas contra el VPH en Estados Unidos, y eso había incidido en la cobertura de vacunación. Para hacerlo, analizaron 273,8 millones de exposiciones a 258.418 tuits para luego cruzar sus datos con otras variables que podían explicar la bajas tasas de inmunización en algunos estados.
Vincenzo Carrieri, Leonardo Madio y Francesco Principe, de la Escuela de Economía de la Universidad Erasmo de Róterdam (Países Bajos), también exploraron la manera en que los medios de comunicación italianos habían cubierto un episodio de 2012, en el que un juez otorgó una compensación a una familia porque, supuestamente, la vacuna para el sarampión, las paperas y la rubéola había causado autismo a su hijo. Su conclusión, anotaban en Health Economics, es que hubo una “explosión” de noticias falsas o con información errónea sobre las vacunas.
Los investigadores Peter Vasterman y Nel Ruigrok, de la U. de Ámsterdam (Países Bajos), por poner un ejemplo más, analizaron el contenido de medios de comunicación holandeses en 2009, cuando produjeron información sobre la epidemia del H1N1. Encontraron que la cobertura de los medios fue principalmente alarmante durante la primera y la tercera etapa de la epidemia, y que en algunos casos recurrieron a fuentes no apropiadas. La manera en que aborden estos asuntos, señalaban en el European Journal of Communication, pueden moldear muchas acciones y percepciones en el amplio mundo de la salud pública.
El problema es que cuando la información falsa o confusa sobre la seguridad de las vacunas es replicada en noticias de medios masivos, parece más probable que esos mensajes sean recordados que los contenidos que resaltan los beneficios. La doctora Deanna Teoh, de la U. de Minnesota, analizó varias investigaciones relacionadas con el contenido sobre la vacuna del VPH en redes sociales y medios. Uno de sus comentarios, publicados en American Society of Clinical Oncology Educational Book, indicaba que hay más probabilidad de recordar información sobre los “daños” en lugar de los mensajes de prevención.
¿La razón? Porque, decía, mientras los mensajes contra las vacunas apelan a la emoción, los mensajes de provacunación apelan a la lógica. Y esa estrategia es determinante así haya en el medio la posibilidad de combatir un virus que causa cáncer. Su título era un llamado a prestar atención a ese fenómeno que hoy parece incontenible: “El poder de las redes sociales para la vacunación contra el VPH, ¡no noticias falsas!”.