Las otras preguntas sobre la farmacéutica Moderna
Después de varias semanas de espera, la farmacéutica estadounidense enviará más dosis de su vacuna. Sin embargo, aún hay dudas por resolver.
No han sido días fáciles para la vacunación en Colombia. Desde hace unas semanas, en varios puestos donde se administran dosis ha habido escasez de biológicos. Cuando la aplicación diaria de vacunas parecía alcanzar cantidades soñadas, poco a poco se ha ido ralentizando. El lunes 6 de septiembre, último día reportado por el Ministerio de Salud, se registraron 146.388 dosis aplicadas. En junio y julio se solían registrar más de 300.000; incluso 400.000. (Lea India aprobó la primera vacuna de ADN en el mundo. ¿Qué significa para la pandemia?)
Una de las dificultades, como ha quedado en evidencia en los últimos días, tiene que ver con las entregas prometidas por Moderna, que desarrolló la vacuna de ARN mensajero, conocida como mRNA-1271. La idea era que para el tercer trimestre Colombia tuviera cinco millones de dosis de los diez millones que el Gobierno había comprado a esta compañía estadounidense, pero las entregas no han llegado en los días esperados. (Le recomendamos: Inmunidad de rebaño: ¿una idea que hay que replantearse?)
Solo hasta el pasado martes el Ministerio de Salud aseguró que, después de varias reuniones con los laboratorios (y algunas advertencias en medios sobre tomar acciones legales), arribarán otras 1’275.000 dosis esta semana. Se espera, además, que lleguen otras 1’402.500 en la tercera semana de septiembre y 1’402.500 en la cuarta. Sumando los lotes de las otras farmacéuticas serían, en total, más de doce millones.
La pregunta, como sugiere Claudia Vaca, directora del Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder de la Universidad Nacional, es, suponiendo que lleguen con puntualidad esas entregas, si con la otra porción faltante también habrá las mismas tensiones de este mes: “¿Colombia será una prioridad para Moderna?”, se cuestiona.
Es difícil saber esa respuesta con precisión y moverse en el terreno de la especulación. Sin embargo, lo que ha quedado en evidencia este año es que, como ha sucedido con otras farmacéuticas, Moderna le ha incumplido a más de un país. A principios de marzo, Italia y Francia se quejaron porque estaban recibiendo menos dosis de las que la empresa les había asegurado (20 % y 25 %, respectivamente), lo cual había puesto en apuros sus planes de vacunación.
Los retrasos también se produjeron en otros países europeos. De hecho, Stephane Bancel, presidente ejecutivo de Moderna, confesó en mayo que estaban enfrentando una serie de obstáculos en la cadena de fabricación. “Tuvimos que decirles a algunos países: ‘Lo sentimos mucho. No tenemos más oferta para usted en 2021’”, le dijo, entonces, a Reuters.
No obstante, en medio de esos incumplimientos, Moderna se trazó una meta para este año: producir entre 800 millones y 1.000 millones de dosis este año, con lo cual esperan recaudar US$19.200 millones en ventas. Para el 2022, advirtió Bancel, el objetivo es poder aumentar la producción a 3.000 millones de dosis para satisfacer la demanda de los países que aún vacunan a paso lento.
Otra de sus metas es empezar a firmar acuerdos de terceras dosis. La semana pasada, incluso, presentó una solicitud ante la Agencia de Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para que les permitan aplicar ese tercer pinchazo.
La propuesta no cayó muy bien entre salubristas por, justamente, los incumplimientos de la farmacéutica y la escasez de vacunas que enfrentan muchos países de bajos ingresos. De hecho, el 1° de septiembre el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) sentó una posición clara, teniendo en cuenta el escenario actual: “No hay una necesidad urgente de administrar dosis de refuerzo (tercera dosis), pero sí una dosis adicional en personas inmunocomprometidas para fortalecer su respuesta inmune”.
“Por ahora no queremos ver un uso generalizado de refuerzos para personas sanas y completamente vacunadas”, dijo ayer en rueda de prensa el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, que, además, mostró su disgusto ante tantas promesas incumplidas de los países ricos: “Los países de altos ingresos han prometido donar más de mil millones de dosis, pero menos del 15 % de esas dosis se han materializado. Los fabricantes han prometido priorizar COVAX y los países de bajos ingresos. No queremos más promesas, solo queremos vacunas”.
COVAX, plataforma con la que se esperaba suministrar vacunas a los países de ingresos medios y bajos, también puede verse en apuros. A mediados de este año, Moderna dijo que le daría a este mecanismo hasta 500 millones de dosis, una cantidad que empezaría enviar en el cuarto semestre.
La pregunta en este punto es qué sucedería si no cumplen a cabalidad lo pactado con Colombia. Una fuente cercana a la negociación del Gobierno con las farmacéuticas, y que prefiere mantenerse en el anonimato, le dijo a este diario que, en verdad, si eso sucede, no quedan muchos caminos a seguir, pues en los contratos quedó claro que los laboratorios harán su mejor esfuerzo por cumplir, pero sujetos a sus posibilidades de producción. “Es posible que haya demoras, pero cumplirán”, asegura.
Leonardo Arregocés, director de Medicamentos y Tecnologías en Salud del Minsalud, admite que se pudieron haber presentado algunos retrasos pero con el anuncio de hace un par de días, en septiembre ya pondrá al día el cronograma.
Esa escasez fue de una de las razones por las que se extendió el tiempo entre las dos dosis de Moderna: de 28 días a 12 semanas. La buena noticia, como lo registra la OMS en su página, es que no hay por qué preocuparse. “Los efectos sobre la salud pública son mayores cuando el intervalo entre las dosis es superior al recomendado en el procedimiento de uso en emergencias”, explica. “Los países donde la incidencia de COVID-19 sea elevada que presenten además problemas de suministro de vacunas pueden considerar la posibilidad de retrasar la administración de la segunda dosis hasta pasadas 12 semanas de la primera, con el fin de vacunar al menos con la primera dosis al máximo número posible de individuos pertenecientes a los grupos poblacionales más prioritarios”. Lo indispensable, insiste, es que todos, al final, tengan su esquema completo.
No han sido días fáciles para la vacunación en Colombia. Desde hace unas semanas, en varios puestos donde se administran dosis ha habido escasez de biológicos. Cuando la aplicación diaria de vacunas parecía alcanzar cantidades soñadas, poco a poco se ha ido ralentizando. El lunes 6 de septiembre, último día reportado por el Ministerio de Salud, se registraron 146.388 dosis aplicadas. En junio y julio se solían registrar más de 300.000; incluso 400.000. (Lea India aprobó la primera vacuna de ADN en el mundo. ¿Qué significa para la pandemia?)
Una de las dificultades, como ha quedado en evidencia en los últimos días, tiene que ver con las entregas prometidas por Moderna, que desarrolló la vacuna de ARN mensajero, conocida como mRNA-1271. La idea era que para el tercer trimestre Colombia tuviera cinco millones de dosis de los diez millones que el Gobierno había comprado a esta compañía estadounidense, pero las entregas no han llegado en los días esperados. (Le recomendamos: Inmunidad de rebaño: ¿una idea que hay que replantearse?)
Solo hasta el pasado martes el Ministerio de Salud aseguró que, después de varias reuniones con los laboratorios (y algunas advertencias en medios sobre tomar acciones legales), arribarán otras 1’275.000 dosis esta semana. Se espera, además, que lleguen otras 1’402.500 en la tercera semana de septiembre y 1’402.500 en la cuarta. Sumando los lotes de las otras farmacéuticas serían, en total, más de doce millones.
La pregunta, como sugiere Claudia Vaca, directora del Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder de la Universidad Nacional, es, suponiendo que lleguen con puntualidad esas entregas, si con la otra porción faltante también habrá las mismas tensiones de este mes: “¿Colombia será una prioridad para Moderna?”, se cuestiona.
Es difícil saber esa respuesta con precisión y moverse en el terreno de la especulación. Sin embargo, lo que ha quedado en evidencia este año es que, como ha sucedido con otras farmacéuticas, Moderna le ha incumplido a más de un país. A principios de marzo, Italia y Francia se quejaron porque estaban recibiendo menos dosis de las que la empresa les había asegurado (20 % y 25 %, respectivamente), lo cual había puesto en apuros sus planes de vacunación.
Los retrasos también se produjeron en otros países europeos. De hecho, Stephane Bancel, presidente ejecutivo de Moderna, confesó en mayo que estaban enfrentando una serie de obstáculos en la cadena de fabricación. “Tuvimos que decirles a algunos países: ‘Lo sentimos mucho. No tenemos más oferta para usted en 2021’”, le dijo, entonces, a Reuters.
No obstante, en medio de esos incumplimientos, Moderna se trazó una meta para este año: producir entre 800 millones y 1.000 millones de dosis este año, con lo cual esperan recaudar US$19.200 millones en ventas. Para el 2022, advirtió Bancel, el objetivo es poder aumentar la producción a 3.000 millones de dosis para satisfacer la demanda de los países que aún vacunan a paso lento.
Otra de sus metas es empezar a firmar acuerdos de terceras dosis. La semana pasada, incluso, presentó una solicitud ante la Agencia de Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para que les permitan aplicar ese tercer pinchazo.
La propuesta no cayó muy bien entre salubristas por, justamente, los incumplimientos de la farmacéutica y la escasez de vacunas que enfrentan muchos países de bajos ingresos. De hecho, el 1° de septiembre el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) sentó una posición clara, teniendo en cuenta el escenario actual: “No hay una necesidad urgente de administrar dosis de refuerzo (tercera dosis), pero sí una dosis adicional en personas inmunocomprometidas para fortalecer su respuesta inmune”.
“Por ahora no queremos ver un uso generalizado de refuerzos para personas sanas y completamente vacunadas”, dijo ayer en rueda de prensa el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, que, además, mostró su disgusto ante tantas promesas incumplidas de los países ricos: “Los países de altos ingresos han prometido donar más de mil millones de dosis, pero menos del 15 % de esas dosis se han materializado. Los fabricantes han prometido priorizar COVAX y los países de bajos ingresos. No queremos más promesas, solo queremos vacunas”.
COVAX, plataforma con la que se esperaba suministrar vacunas a los países de ingresos medios y bajos, también puede verse en apuros. A mediados de este año, Moderna dijo que le daría a este mecanismo hasta 500 millones de dosis, una cantidad que empezaría enviar en el cuarto semestre.
La pregunta en este punto es qué sucedería si no cumplen a cabalidad lo pactado con Colombia. Una fuente cercana a la negociación del Gobierno con las farmacéuticas, y que prefiere mantenerse en el anonimato, le dijo a este diario que, en verdad, si eso sucede, no quedan muchos caminos a seguir, pues en los contratos quedó claro que los laboratorios harán su mejor esfuerzo por cumplir, pero sujetos a sus posibilidades de producción. “Es posible que haya demoras, pero cumplirán”, asegura.
Leonardo Arregocés, director de Medicamentos y Tecnologías en Salud del Minsalud, admite que se pudieron haber presentado algunos retrasos pero con el anuncio de hace un par de días, en septiembre ya pondrá al día el cronograma.
Esa escasez fue de una de las razones por las que se extendió el tiempo entre las dos dosis de Moderna: de 28 días a 12 semanas. La buena noticia, como lo registra la OMS en su página, es que no hay por qué preocuparse. “Los efectos sobre la salud pública son mayores cuando el intervalo entre las dosis es superior al recomendado en el procedimiento de uso en emergencias”, explica. “Los países donde la incidencia de COVID-19 sea elevada que presenten además problemas de suministro de vacunas pueden considerar la posibilidad de retrasar la administración de la segunda dosis hasta pasadas 12 semanas de la primera, con el fin de vacunar al menos con la primera dosis al máximo número posible de individuos pertenecientes a los grupos poblacionales más prioritarios”. Lo indispensable, insiste, es que todos, al final, tengan su esquema completo.