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Durante la pandemia por el COVID-19 se volvió común escuchar a varias personas decir que “habían perdido el sentido del olfato”. La anosmia (pérdida del olfato) era uno de los principales síntomas provocados por el virus. Sin embargo, no es una condición nueva. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que antes de la pandemia, el 5 % de la población era anósmica.
Debido a que es una condición poco usual, los investigadores han tratado de ampliar la literatura científica que está disponible sobre el tema. Es el caso de un grupo de expertos liderados por Noam Sobel, profesor del Instituto de Ciencias Weizmann de Israel.
En un artículo publicado en la revista Nature Communications, los investigadores sugirieron que aquellas personas que nacen sin sentido del olfato respiran de forma diferente. Esto, añadieron, “podría dar pistas clave del porqué los problemas con la percepción de los olores estarían asociados a una serie de problemas de salud”.
Para llegar a esta conclusión, el equipo se encargó de estudiar a 21 personas con anosmia congénita, es decir, aquellas personas que nacieron sin el sentido del olfato. En otro grupo, seleccionaron a otras 31 personas, quienes aseguraron que no tenían afectaciones en su sentido del olfato.
Durante 24 horas, cada una de las personas que participó en el estudio estuvo monitoreada. Debían realizar sus actividades cotidianas mientras usaban un dispositivo en sus fosas nasales, el cual se encargaba de medir el flujo de aire.
De acuerdo con los investigadores, los resultados mostraron que aquellas personas que tenían un sentido del olfato funcional podían inhalar más veces que aquellos con anosmia. “Puede ser una respuesta a los olores del entorno”, anotan.
Con el objetivo de respaldar estos datos, el equipo realizó un experimento adicional, el cual mostró que las inhalaciones adicionales no ocurrían entre las personas con un sentido del olfato funcional cuando se encontraban en un entorno libre de olores.
Además, hicieron otra prueba cuando las personas estaban despiertas. En el caso de aquellos que tenían anosmia, los investigadores aseguraron que presentaban más pausas al respirar y un flujo máximo más bajo al exhalar que aquellos sin la alteración.
Aunque este estudio da pistas sobre las afectaciones que podrían tener aquellas personas que no tienen sentido del olfato, los científicos advirtieron que la investigación tiene algunas limitaciones, como que tiene una muestra pequeña, que no tuvo en cuenta específicamente la respiración bucal y que no puede demostrar que las diferencias en los patrones respiratorios provoquen problemas de salud en las personas con anosmia.
A esto se le suma, que no se incluyó en el análisis a aquellas personas que perdieron el sentido del olfato en otra de las etapas de su vida, así como le sucedió a varias durante la pandemia por el COVID-19.
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