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Un grupo de científicos usó los datos de imágenes cerebrales multimodales de 10.949 adultos sanos para estimar la brecha de edad cerebral (BAG), un indicador del envejecimiento cerebral. Lo hicieron concentrándose en las proteínas, que son los componentes funcionales clave de las células y organismos. La proteómica, como se conoce científicamente esta práctica, busca identificar, cuantificar y analizar las propiedades de todas las proteínas presentes en una célula, tejido u organismo en un momento determinado y bajo condiciones específicas. Los investigadores usaron entonces la proteómica para identificar proteínas en el plasma (parte líquida de la sangre) que estén relacionadas con el envejecimiento cerebral.
El envejecimiento cerebral concentra cada vez más la atención de los científicos. Según la Organización Mundial de la Salud, “el envejecimiento es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte”. Estos cambios, agrega el organismo, no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa. Es decir, el envejecimiento no es solo una cuestión de edad.
Los científicos creen que existe una brecha entre la edad cronológica (los años que una persona ha vivido) y la edad biológica (el estado real de los órganos y tejidos, incluido el cerebro). Esta brecha, conocida como “brecha de edad cerebral” (BAG, por sus siglas en inglés), puede ser un indicador importante del envejecimiento cerebral y sugiere que el cerebro de algunas personas envejece más rápido o más lento que lo esperado para su edad cronológica.
¿Por qué sucede eso? Hace unos meses, de hecho, contábamos en este periódico la investigación de un grupo de científicos, entre los que estaba una colombiana, que concluía que el cerebro que los cerebros de quienes viven en América Latina parecen envejecer más rápido que los de otros países. En términos concretos, estimaron que es cinco años más “viejo” que la edad cronológica. Es decir, sugieren, “ser de América Latina y el Caribe está asociado con un envejecimiento acelerado”. En ese momento, Sandra Báez, profesora asociada de la Universidad de los Andes, y Senior Atlantic Fellow del Global Brain Health Institute, nos explicaba que al cerebro lo afectan factores como el estilo de vida, la genética, el estrés crónico e, incluso, el entorno en el que se nace y se crece. Todo esto puede ralentizar o acelerar el proceso de envejecimiento.
Un biomarcador para el envejecimiento cerebral
Un envejecimiento prematuro del cerebro en esa escala puede indicar un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer u otros tipos de demencia. En 2030, si se cumplen las proyecciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15 años en América Latina.
En esta investigación más reciente, publicada en Nature y liderada por científicos como Wei-Shi Liu, neurólogo de la Universidad Fudan en Shanghai, China, los investigadores utilizaron datos de 10.949 adultos sanos con imágenes cerebrales y un análisis proteómico en 4.696 participantes para estudiar 2.922 proteínas. Identificaron 13 proteínas asociadas significativamente con la brecha de edad cerebral, relacionadas con el estrés celular, la regeneración y la inflamación. Entre las más destacadas está la proteína Brevican (BCAN), esencial para mantener la estructura y función del cerebro. BCAN actúa como un “pegamento molecular”, estabilizando las conexiones entre las neuronas y ayudando al cerebro a adaptarse a cambios o lesiones.
Los investigadores también encontraron que las proteínas presentes en el plasma, conocidas como el proteoma plasmático, experimentan cambios importantes en momentos clave de la vida: a los 57, 70 y 78 años. Estos cambios parecen estar relacionados con diferentes etapas del envejecimiento cerebral, como ajustes en la forma en que el cerebro se repara, responde al estrés o enfrenta inflamaciones. Para los autores del estudio, estos resultados ayudan a comprender cómo evolucionan las proteínas del plasma con la edad y proporcionan herramientas útiles, llamadas biomarcadores, que podrían servir para identificar y estudiar enfermedades cerebrales en sus primeras etapas o monitorear el progreso del envejecimiento.
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