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Las siestas largas a mediodía podrían relacionarse con mayor riesgo de obesidad

Tener patrones de sueño saludables es una manera de prevenir la obesidad. Aunque es usual que se recomienden siestas para recuperar fuerza durante el día, un grupo de investigadores se acaba de preguntar si dormir más de 30 minutos puede ser perjudicial a largo plazo. Sus resultados, si bien no muestran una causalidad directa entre esa siesta larga y la obesidad, sí encuentran que, junto a otros comportamientos, dormir más de 30 minutos podría relacionarse con mayor riesgo de obesidad.

26 de abril de 2023 - 04:50 p. m.
No se trata solo de la siesta, sino de un componente más grande de comportamientos habituales.
No se trata solo de la siesta, sino de un componente más grande de comportamientos habituales.
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Actualmente, más de mil millones de personas en todo el mundo sufren de obesidad. En la mayoría de esos casos, no hay una única razón: la naturaleza de la obesidad es multifactorial, por lo que su prevención y tratamiento también requiere diferentes enfoques. Es posible que una de las recomendaciones que más escuche es que para cuidar su peso tiene que tener patrones de sueño saludables. Y para eso, se suelen recomendar las llamadas siestas, especialmente al mediodía.

Sin embargo, antes de proponerlas, un grupo de científicos plantea primero revisar si en efecto son una solución para la prevención de la obesidad en la población general. “Aunque los beneficios agudos de la siesta para aumentar el estado de alerta y el rendimiento cognitivo durante la privación de sueño están bien establecidos, los efectos a largo plazo de la siesta habitual sobre las enfermedades crónicas siguen siendo controvertidos”, escriben en un artículo publicado en la revista Obesity.

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Basándose en estudios recientes que han sugerido la relación entre las siestas prolongadas y el riesgo para la salud, los investigadores plantean la hipótesis de que la asociación de las siestas con la obesidad depende, en parte, de la duración de la siesta (es decir, de sí se duerme una siesta corta o larga). Además, factores de estilo de vida como niveles más bajos de actividad física, mayor ingesta de energía, retraso en las comidas, tabaquismo o ingesta de alcohol, también pueden mediar.

Hay además otros elementos como, incluso, cómo se duerme la siesta. Por ejemplo, en la cama (tumbado) o en un sofá/sillón (sentado con la cabeza levantada). Se ha demostrado que los cambios agudos en la postura del cuerpo con la siesta están relacionados con el riesgo cardiovascular.

¿Qué encontraron?

Los investigadores reclutaron una población sana, sin enfermedades diagnosticadas excepto obesidad. Todos los participantes acudían voluntariamente a una de las cinco clínicas de pérdida de peso de España para recibir tratamiento dietético y conductual basado en los principios de una dieta mediterránea. Todos procedían de Murcia (España), situada en la costa sureste del Mediterráneo.

Las siestas habituales de los participantes en el estudio se cuantificaron mediante el “Cuestionario de características de la siesta”. La respuesta afirmativa a la pregunta “¿Suele dormir la siesta durante la semana?”, se utilizó para determinar los durmientes habituales. Entre los sesteadores habituales (es decir, en promedio, los que duermen la siesta al menos una vez a la semana durante los días laborables), la pregunta “¿Cuál es la duración en minutos?”, permitió cuantificar las siestas y clasificarlas en siesta corta y siesta larga.

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La siesta corta se definió como una siesta igual o menor a 30 minutos. La siesta larga, por el contrario, es la que dura más de 30 minutos. Se evaluaron otros comportamientos como la dieta. Todos los voluntarios completaron un único recuerdo dietético de 24 horas (tipo, cantidad y preparación de cada episodio alimentario registrado). También se determinó el consumo de alcohol, el nivel de actividad física o el número de cigarrillos al día, entre otros. Los participantes se dividieron entre los que hacen siestas, y los que no.

El 35% de los participantes dormía habitualmente la siesta, con una frecuencia media de cuatro veces por semana y una duración media similar entre semana y los fines de semana. De la población estudiada, solo el 16% realizaba habitualmente siestas largas, mientras que el 20% realizaba siestas cortas.

Después de la siesta, el 42% de las personas manifestó tener hambre, y el 63% tenía ganas de comer algo dulce (frente al 7,5% que tenía ganas de comer algo salado). Además, aunque no se encontraron diferencias significativas en cuanto al hambre entre los que dormían la siesta durante poco tiempo y los que lo hacían durante mucho tiempo, se observó una tendencia hacia un menor apetito por alimentos salados entre los que dormían la siesta durante poco tiempo En comparación con el grupo sin siesta, las siestas largas se asociaron con valores más altos de IMC (Índice de Masa Corporal), circunferencia de la cintura, glucosa en ayunas, presión arterial sistólica y presión arterial diastólica.

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Al analizar las posibles diferencias entre las categorías de siesta y los factores del estilo de vida relacionados con la obesidad, los datos mostraron que los que dormían habitualmente siestas largas (en comparación con los que no dormían la siesta) fumaban con más frecuencia y retrasaban comportamientos como las comidas, la actividad física y el sueño. En general, los que dormían la siesta larga eran más noctámbulos que los que dormían la siesta corta o los que no dormían. Los siesteros largos elegían la cama (frente al sofá o el sillón) como lugar de siesta con más frecuencia.

Las siestas largas (más de 30 minutos) se asociaron a un mayor IMC y mayores indicadores en el perímetro de la cintura, la glucemia en ayunas y la presión arterial, en comparación con la ausencia de siesta. En cambio, las siestas cortas se asociaron a una menor frecuencia (un 21% menos) de presión arterial elevada. “En concordancia con estudios previos nuestros datos mostraron que las siestas largas se asociaron con valores más altos de rasgos relacionados con la obesidad”, conluye el estudio.

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Pero entonces no se trata solo de la siesta, sino de un componente más grande de comportamientos habituales. Los datos sugieren que un mayor número de cigarrillos fumados al día, un horario más tardío de los comportamientos (comidas más tardías y sueño más tardío) y una mayor ingesta de energía en el almuerzo (la comida que precede a las siestas), median en esta asociación entre la siesta y mucha obesidad. Por ejemplo, el horario del almuerzo influyó en un 4% en esa relación.

Comer tarde puede simultáneamente aumentar el hambre, disminuir el gasto energético y modificar las vías metabólicas de los lípidos hacia una disminución de la lipólisis/aumento de la adipogénesis. Los investigadores reconocen que se necesitan futuros estudios para confirmar la relación entre la duración de la siesta y el desarrollo de obesidad

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