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El Ministerio de Hacienda radicó en las últimas horas la ponencia de la reforma tributaria para su segunda discusión en Cámara y Senado. Los llamados impuestos saludables vuelven a estar en el centro del debate. En esta ocasión, un cambio ha despertado inquietud en un sector del país.
Se trata de la propuesta de la reforma de gravar el pan. La Asociación Nacional de Fabricantes de Pan (Adepan) y su presidenta, Marcela Morales, son quienes han liderado el debate. Según ellos, el pan no estaba gravado en el proyecto original y su inclusión tendrá graves consecuencias.
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“Si esto pasa, el pan subiría de precio un 10 % en 2023, un 15 % en 2024 y un 20 % en 2025. El Gobierno dice que este aumenta de precio por las materias primas, y eso efectivamente está pasando hoy, pero en el futuro es este impuesto el que va a afectar el valor al consumidor final”, señala Morales.
Para comprender mejor por qué la controversia, hay que mirar con cuidado algunas precisiones. Para empezar, el impuesto al que se refiere Adepan es el de los alimentos ultraprocesados. En la reforma, estos son definidos como “formulaciones industriales” elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos, además de aditivos que dan color, sabor o textura al producto.
Son alimentos, se agrega, que tienen un elevado contenido en azúcares añadidos, grasa total, grasas saturadas y sodio, así como un bajo contenido en proteína, fibra alimentaria, minerales y vitaminas, en comparación con los productos, platos y comidas sin procesar o mínimamente procesados.
Para todos ellos, y tal como dice Morales, la reforma plantea una tarifa del impuesto que será del 10 % en 2023, del 15 % en 2024 y del 20 % a partir de 2025. Ahora, ¿eso quiere decir que todas las panaderías y todos los tipos de pan van a tener que pagar este nuevo impuesto?
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Para eso hay que hacer otro par de precisiones. Al igual que con las bebidas ultraprocesadas (que se gravan según la cantidad de azúcar), la reforma plantea que los alimentos ultraprocesados que deben pagar el impuesto son los que cumplen con ciertas condiciones en cuanto a sodio, azúcar y grasas saturadas.
El artículo 513-6 de la reforma señala que estarán sujetos a este impuesto los alimentos que en su tabla nutricional indiquen 300 miligramos (mg) o más de sodio por cada 100 gramos. Como lo recomienda la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés), el sodio es un ingrediente que se debe ingerir con mucha moderación.
Según esta entidad, el valor diario que debe consumir una persona es de menos de 2.300 mg, pues excederse puede tener serios riesgos para la salud: su alto consumo está asociado con un mayor riesgo de desarrollar presión sanguínea alta, que es la principal causa de accidentes cerebrovasculares, y enfermedad cardiovascular.
La reforma tributaria también se fija en los azúcares y las grasas saturadas de los productos.
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De acuerdo con el documento, los productos cuya energía total provenga en un 10 % o más de grasas saturadas deberán pagar impuesto. La recomendación de organismos como la FDA es que las personas limiten la ingesta de grasas saturadas a menos del 10 % de toda su energía por día.
Un consumo mayor a eso, dice la FDA y lo corroboran organizaciones como la OMS, está asociado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, la mayor causa de muerte, tanto en Estados Unidos como en Colombia, en adultos hombres y mujeres.
Finalmente, la reforma plantea que los productos cuya energía total provenga en un 10 % o más de azúcares deberán pagar el impuesto. En síntesis, los alimentos ultraprocesados sujetos del impuesto son los que:
- Indiquen 300 miligramos (mg) o más de sodio por cada 100 gramos.
- El 10 % o más de su energía provenga de azúcares libres.
- El 10 % o más de su energía provenga de grasas saturadas.
Cualquier producto que cumpla con cualquiera de esas condiciones deberá pagar. Eso no quiere decir que todos los panes tendrían que pagar impuesto, porque no necesariamente todos tienen los mismos componentes nutricionales. La gran pregunta es cómo saber cuáles sí y cuáles no.
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“Esa es una duda que tenemos. Porque en las panaderías los panes no tienen etiqueta. Los panes en la panadería salen del horno a la vitrina, no hay cómo saberlo”, dice la presidenta de Adepan, Marcela Morales.
Y en ese punto surge otra duda importante: ¿el impuesto afecta por igual a todas las panaderías?
El pan del barrio
Según la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), en Colombia hay alrededor de 25.000 panaderías que generan 400.000 empleos directos en el país y 800.000 indirectos. ¿Todas ellas deberán pagar el impuesto? No necesariamente. La reforma tributaria hace diferenciaciones.
La ponencia señala que no serán responsables de este impuesto los productores que en el año gravable anterior o en el año en curso tengan ingresos brutos inferiores a 10.000 UVT. La Unidad de Valor Tributario es un valor estandarizado que se usa en Colombia para calcular el monto de las responsabilidades tributarias. Cada año este valor sube. Para 2022, una UVT es de $38.004.
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Es decir, aquellas panaderías que ganen menos de alrededor de $380 millones al año no deberán pagar impuesto. ¿Esto es mucho o es poco para las panaderías del país? Para Adepan es poco. “Es que las panaderías no solo venden pan. Hay algunas que mueven un millón o más al día”. Se estima, dice Fenalco, que el 98 % de las familias colombianas compran pan durante todo el año, con un promedio de cada 13 días. Pero no hay cálculos recientes que permitan decir con certeza cuánto puede vender en promedio una panadería al año. El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, ha insistido una y otra vez en que el impuesto está diseñado para gravar al producto industrial, no al pan de barrio.
La idea de gravar productos ultraprocesados no es nueva. En 2015, un informe de la Organización Panamericana de la Salud señala que las políticas fiscales de los países deben tender a aumentar los impuestos sobre estos alimentos y restringir su disponibilidad.
En esa misma investigación, titulada “Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas”, el organismo cita evidencia científica para demostrar que el consumo de este tipo de alimentos (entre los que incluye las galletas, el pan blanco o las bebidas azucaradas) se asocia con el aumento de peso en los adultos. “Los alimentos ultraprocesados y la comida rápida representan una parte cada vez mayor de lo que las personas comen y beben en América Latina, con resultados muy negativos. Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales”, alertó entonces la OMS