Los candidatos a antibiótico que encontraron en las profundidades del mar Ártico
Un grupo de investigadores halló dos compuestos que podrían servir para tratar una bacteria que causa diarrea grave y a veces mortal en niños menores de cinco años.
Desde hace varios años, médicos y científicos vienen alertando sobre un fenómeno que preocupa mucho en el mundo de la salud y que vienen en aumento: la resistencia a los antibióticos o resistencia antimicrobiana (RAM, de manera más técnica).
La Resistencia a los Antimicrobianos (RAM), explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), surge cuando las bacterias, virus, hongos y parásitos “cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los medicamentos”, lo que dificulta el tratamiento de las infecciones, incrementa la propagación de enfermedades y su aparición de formas graves, así como la muerte.
El uso excesivo de los antibióticos es una de las principales causas por las que las bacterias, virus, hongos y parásitos dejan de responder a estos medicamentos. A inicios de este año, un estudio publicado en la revista académica The Lancet, encontró que la resistencia a los antimicrobianos fue responsable de la muerte de 1,2 millones de personas en 2019.
El problema, han advertido los científicos, puede ser más difícil de manejar en las próximas décadas, pues al tiempo que cada vez hay más cepas de bacterias resistentes, el ritmo de descubrimiento de antibióticos se ha ido ralentizando en las últimas décadas.
Pese a este complejo panorama, un grupo de investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia), cree que “hay motivos para la esperanza”. La razón, argumentan, es que el 70 % de todos los antibióticos autorizados actualmente proceden de actinobacterias del suelo, lo que tendría un gran potencial, pues la mayoría de los entornos de la Tierra aún no han sido prospectados en su búsqueda.
Precisamente eso fue lo que hicieron un grupo de investigadores, liderados por la profesora Päivi Tammela, al muestrear una serie de invertebrados en el mar Ártico durante una expedición en agosto de 2020. De allí, extrajeron cuatro especies de actinobacterias que pusieron a prueba contra una de las bacterias que más resistencia ha generado a los antibióticos: la Escherichia coli enteropatógena, o EPEC.
Esta bacteria causa una diarrea grave y a veces mortal en niños menores de cinco años, sobre todo en países en desarrollo. Tras sus análisis, encontraron que dos compuestos, provenientes de estas actinobacterias, tienen una gran actividad antivirulenta o antibacteriana.
Se tratan de una cepa desconocida (denominada T091-5) del género Rhodococcus, y otro de una cepa desconocida (T160-2) de Kocuria. “Descubrimos un compuesto que inhibe la virulencia de E. coli enteropatógeno (EPEC) sin afectar a su crecimiento, y un compuesto inhibidor del crecimiento, ambos en actinobacterias del Océano Ártico”, sintetizaron los investigadores en su artículo, que fue publicado en la revista académica Frontiers in Microbiology.
Los próximos pasos en la investigación, explica la profesora Tammela, “son la optimización de las condiciones de cultivo para la producción del compuesto y el aislamiento de cantidades suficientes de cada compuesto para dilucidar sus respectivas estructuras e investigar más a fondo sus respectivas bioactividades”.
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Desde hace varios años, médicos y científicos vienen alertando sobre un fenómeno que preocupa mucho en el mundo de la salud y que vienen en aumento: la resistencia a los antibióticos o resistencia antimicrobiana (RAM, de manera más técnica).
La Resistencia a los Antimicrobianos (RAM), explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), surge cuando las bacterias, virus, hongos y parásitos “cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los medicamentos”, lo que dificulta el tratamiento de las infecciones, incrementa la propagación de enfermedades y su aparición de formas graves, así como la muerte.
El uso excesivo de los antibióticos es una de las principales causas por las que las bacterias, virus, hongos y parásitos dejan de responder a estos medicamentos. A inicios de este año, un estudio publicado en la revista académica The Lancet, encontró que la resistencia a los antimicrobianos fue responsable de la muerte de 1,2 millones de personas en 2019.
El problema, han advertido los científicos, puede ser más difícil de manejar en las próximas décadas, pues al tiempo que cada vez hay más cepas de bacterias resistentes, el ritmo de descubrimiento de antibióticos se ha ido ralentizando en las últimas décadas.
Pese a este complejo panorama, un grupo de investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia), cree que “hay motivos para la esperanza”. La razón, argumentan, es que el 70 % de todos los antibióticos autorizados actualmente proceden de actinobacterias del suelo, lo que tendría un gran potencial, pues la mayoría de los entornos de la Tierra aún no han sido prospectados en su búsqueda.
Precisamente eso fue lo que hicieron un grupo de investigadores, liderados por la profesora Päivi Tammela, al muestrear una serie de invertebrados en el mar Ártico durante una expedición en agosto de 2020. De allí, extrajeron cuatro especies de actinobacterias que pusieron a prueba contra una de las bacterias que más resistencia ha generado a los antibióticos: la Escherichia coli enteropatógena, o EPEC.
Esta bacteria causa una diarrea grave y a veces mortal en niños menores de cinco años, sobre todo en países en desarrollo. Tras sus análisis, encontraron que dos compuestos, provenientes de estas actinobacterias, tienen una gran actividad antivirulenta o antibacteriana.
Se tratan de una cepa desconocida (denominada T091-5) del género Rhodococcus, y otro de una cepa desconocida (T160-2) de Kocuria. “Descubrimos un compuesto que inhibe la virulencia de E. coli enteropatógeno (EPEC) sin afectar a su crecimiento, y un compuesto inhibidor del crecimiento, ambos en actinobacterias del Océano Ártico”, sintetizaron los investigadores en su artículo, que fue publicado en la revista académica Frontiers in Microbiology.
Los próximos pasos en la investigación, explica la profesora Tammela, “son la optimización de las condiciones de cultivo para la producción del compuesto y el aislamiento de cantidades suficientes de cada compuesto para dilucidar sus respectivas estructuras e investigar más a fondo sus respectivas bioactividades”.
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