Los desafíos en el sector salud que tendrá el próximo presidente de Colombia
Quien resulte ganador entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro el próximo 19 de junio tendrá que asumir varios desafíos en salud. ¿Qué retos le esperan? Opinión.
Julián Alfredo Fernández Niño*
Aunque la mayor parte de los esfuerzos del ministro de salud tuvieron que ser enfocados durante su periodo a responder a una pandemia sin precedente en la historia reciente, y que sólo hasta los últimos meses nos ha dado alguna tregua, los aprendizajes de la propia pandemia, la necesidad de enfrentar las secuelas de la crisis social y económica derivadas, la construcción del Plan Decenal y su propia visión del sistema de salud, sí nos dejan una agenda valiosa como un punto de partida que el ministro Ruiz alcanzó a cimentar. Son muchas las prioridades en la lista de pendientes, tanto los que estaban rezagadas por la pandemia, pero también nuevos temas emergentes que el COVID-19 hizo mucho más evidentes o urgentes.
Comenzaré con los últimos:
1) Seguridad sanitaria: El país debe seguir incrementando su capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias. Colombia tiene un sistema de vigilancia epidemiológica sólido y de los más confiables en la región de las Américas. Ha sido también notable el fortalecimiento de la vigilancia genómica, y las capacidades de diagnóstico molecular en el país, incluso en regiones históricamente marginadas. Sin embargo, las capacidades de cooperación transnacional en vigilancia transfronteriza, la vigilancia comunitaria y, por supuesto, el desarrollo de vacunas, y otros medicamentos, debe seguir siendo una prioridad para desarrollar para el nuevo ministro que permita al país tener una mayor capacidad para responder a nuevas pandemias y otras emergencias sanitarias. Para lograr esto, es indispensable mantener y profundizar los recursos para el Instituto Nacional de Salud, y las áreas técnicas del Ministerio. El ministro deja no sólo unos aprendizajes y un talento humano consolidado, sino también unas redes de conocimiento conformadas, y unas herramientas de política pública de las que puede y debe partirse.
2) Regionalización en salud: Es claro que las diferencias en las capacidades y en las necesidades regionales demandan una respuesta en Salud Pública y un modelo de atención capaz de adaptarse mejor a las realidades locales, y que sin ellos las inequidades territoriales van a persistir, como fue evidente durante la pandemia. El Plan Decenal de Salud Pública da varias claves para esta regionalización, quedando pendiente fortalecer más el modelo de gestión local para la toma decisiones y las capacidades básicas de Salud Pública.
3) Salud Digital: Colombia requiere seguir avanzado en sistemas de información interoperables, con procesos de automatización, que produzcan información de valor para la toma decisiones, lo que debería estar subordinado a un modelo de gestión del conocimiento para el sector salud que debe terminar de construirse. Avances hechos durante el periodo de Fernando Ruiz como en la historia clínica electrónica o MinSalud Digital deben ser profundizados. También se está en deuda de avanzar hacia una plena política de datos abiertos que permita, salvaguardados los requisitos de protección de datos, un acceso lo más completo posible a grupos sociales, investigadores, tomadores de decisiones y todos los actores del sistema, no sólo a información procesada sino también a los microdatos. Tanto a nivel individual como colectivo hay mucho por hacer para generar información de mayor valor, calidad y acceso, también como herramientas para la abogacía al derecho a la salud y la gestión del conocimiento.
Sobre la agenda pendiente, la carta de navegación general la provee el Plan Decenal de Salud Pública. Un gran esfuerzo se ha hecho para su construcción por parte del ministerio, pero no está en piedra, y debe ser ajustado progresivamente a las necesidades locales permitiendo su ejecución práctica. El documento (actualmente de 600 excesivas páginas) debe pasar a herramientas de gestión concretas que sean apropiados por las autoridades sanitarias locales y los colectivos locales. Esa apropiación no es fácil e implica un trabajo directo liderado a nivel local.
Por otro lado, están pendientes todos los problemas de salud que demandan hoy una acción urgente: la salud mental, las enfermedades crónicas y degenerativas, la salud materna…etc., muchas agravadas por la crisis social que causó el covid-19.
La actualización de las rutas de atención realizada ha sido un gran paso, pero es indispensable que la acción intersectorial de Salud Pública se profundice, aprovechando para convocar todos los ministerios y sectores para enfrentar varios problemas y necesidades de salud que no se pueden abordar solamente desde el sistema de salud como son la obesidad, la desnutrición, la salud mental…etc., así como se logró hacer para COVID-19, y que de este modo la vieja frase de “salud en todas las políticas” deje de ser solamente un lema vacío más.
Sobre este tema, no es aceptable que no se haya avanzado todavía en el etiquetado de alimentos, que tiene evidencia sólida como política de salud efectiva, siendo la obesidad uno de los mayores problemas de Salud Pública en crecimiento en el mundo. También es indispensable seguir asegurando el financiamiento sectorial, que va a enfrentar grandes retos como el aseguramiento de casi 2 millones de migrantes, más la atención de las secuelas del COVID-19, y la presión económica de la innovación tecnológica, en donde el control de precios de medicamentos es una prioridad. Adicionalmente, la dignificación del talento humano en salud, en condiciones dignas laborales, es una deuda moral histórica que no puede aplazarse más. Se me queda en la lista muchos más como continuar la inclusión de los migrantes al sistema de salud con equidad.
Por último, para quien sea el presidente, la idea de una reforma al sistema que permita avanzar en mayor equidad en salud estará presente en el ambiente, o en el caso de uno de los candidatos será impulsada directamente, si es que logra el consenso social suficiente. Ningún sistema es perfecto, pero tampoco ningún sistema debería ser inmóvil, y los sistemas de salud deben ser capaces de responder a las expectativas cambiantes de las sociedades. Son las personas las dueñas del sistema, y son ellas el centro de las políticas en salud. Hacerlo democráticamente requiere un plan de transición y concertar, o las consecuencias serían catastróficas como en la reciente fallida reforma mexicana.
Varios sectores de la sociedad temen un cambio. En varios puntos estas dudas son racionales, pues no se puede perder el aprendizaje de décadas, pero también hay otras que solo temen ver afectados sus propios intereses, cuando el único interés supremo del sistema debe ser el derecho a la salud. No tengo ya espacio para hablar de esa reforma, pero reducir las inaceptables inequidades en salud (rural versus urbana, entre regímenes, entre clases sociales) debe ser su prioridad.
*Investigador, Bloomberg School of Public Health, Johns Hopkins University.
**Ex director de Epidemiología y Demografía del Ministerio de Salud.
Lea las últimas noticias sobre salud en El Espectador.
Aunque la mayor parte de los esfuerzos del ministro de salud tuvieron que ser enfocados durante su periodo a responder a una pandemia sin precedente en la historia reciente, y que sólo hasta los últimos meses nos ha dado alguna tregua, los aprendizajes de la propia pandemia, la necesidad de enfrentar las secuelas de la crisis social y económica derivadas, la construcción del Plan Decenal y su propia visión del sistema de salud, sí nos dejan una agenda valiosa como un punto de partida que el ministro Ruiz alcanzó a cimentar. Son muchas las prioridades en la lista de pendientes, tanto los que estaban rezagadas por la pandemia, pero también nuevos temas emergentes que el COVID-19 hizo mucho más evidentes o urgentes.
Comenzaré con los últimos:
1) Seguridad sanitaria: El país debe seguir incrementando su capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias. Colombia tiene un sistema de vigilancia epidemiológica sólido y de los más confiables en la región de las Américas. Ha sido también notable el fortalecimiento de la vigilancia genómica, y las capacidades de diagnóstico molecular en el país, incluso en regiones históricamente marginadas. Sin embargo, las capacidades de cooperación transnacional en vigilancia transfronteriza, la vigilancia comunitaria y, por supuesto, el desarrollo de vacunas, y otros medicamentos, debe seguir siendo una prioridad para desarrollar para el nuevo ministro que permita al país tener una mayor capacidad para responder a nuevas pandemias y otras emergencias sanitarias. Para lograr esto, es indispensable mantener y profundizar los recursos para el Instituto Nacional de Salud, y las áreas técnicas del Ministerio. El ministro deja no sólo unos aprendizajes y un talento humano consolidado, sino también unas redes de conocimiento conformadas, y unas herramientas de política pública de las que puede y debe partirse.
2) Regionalización en salud: Es claro que las diferencias en las capacidades y en las necesidades regionales demandan una respuesta en Salud Pública y un modelo de atención capaz de adaptarse mejor a las realidades locales, y que sin ellos las inequidades territoriales van a persistir, como fue evidente durante la pandemia. El Plan Decenal de Salud Pública da varias claves para esta regionalización, quedando pendiente fortalecer más el modelo de gestión local para la toma decisiones y las capacidades básicas de Salud Pública.
3) Salud Digital: Colombia requiere seguir avanzado en sistemas de información interoperables, con procesos de automatización, que produzcan información de valor para la toma decisiones, lo que debería estar subordinado a un modelo de gestión del conocimiento para el sector salud que debe terminar de construirse. Avances hechos durante el periodo de Fernando Ruiz como en la historia clínica electrónica o MinSalud Digital deben ser profundizados. También se está en deuda de avanzar hacia una plena política de datos abiertos que permita, salvaguardados los requisitos de protección de datos, un acceso lo más completo posible a grupos sociales, investigadores, tomadores de decisiones y todos los actores del sistema, no sólo a información procesada sino también a los microdatos. Tanto a nivel individual como colectivo hay mucho por hacer para generar información de mayor valor, calidad y acceso, también como herramientas para la abogacía al derecho a la salud y la gestión del conocimiento.
Sobre la agenda pendiente, la carta de navegación general la provee el Plan Decenal de Salud Pública. Un gran esfuerzo se ha hecho para su construcción por parte del ministerio, pero no está en piedra, y debe ser ajustado progresivamente a las necesidades locales permitiendo su ejecución práctica. El documento (actualmente de 600 excesivas páginas) debe pasar a herramientas de gestión concretas que sean apropiados por las autoridades sanitarias locales y los colectivos locales. Esa apropiación no es fácil e implica un trabajo directo liderado a nivel local.
Por otro lado, están pendientes todos los problemas de salud que demandan hoy una acción urgente: la salud mental, las enfermedades crónicas y degenerativas, la salud materna…etc., muchas agravadas por la crisis social que causó el covid-19.
La actualización de las rutas de atención realizada ha sido un gran paso, pero es indispensable que la acción intersectorial de Salud Pública se profundice, aprovechando para convocar todos los ministerios y sectores para enfrentar varios problemas y necesidades de salud que no se pueden abordar solamente desde el sistema de salud como son la obesidad, la desnutrición, la salud mental…etc., así como se logró hacer para COVID-19, y que de este modo la vieja frase de “salud en todas las políticas” deje de ser solamente un lema vacío más.
Sobre este tema, no es aceptable que no se haya avanzado todavía en el etiquetado de alimentos, que tiene evidencia sólida como política de salud efectiva, siendo la obesidad uno de los mayores problemas de Salud Pública en crecimiento en el mundo. También es indispensable seguir asegurando el financiamiento sectorial, que va a enfrentar grandes retos como el aseguramiento de casi 2 millones de migrantes, más la atención de las secuelas del COVID-19, y la presión económica de la innovación tecnológica, en donde el control de precios de medicamentos es una prioridad. Adicionalmente, la dignificación del talento humano en salud, en condiciones dignas laborales, es una deuda moral histórica que no puede aplazarse más. Se me queda en la lista muchos más como continuar la inclusión de los migrantes al sistema de salud con equidad.
Por último, para quien sea el presidente, la idea de una reforma al sistema que permita avanzar en mayor equidad en salud estará presente en el ambiente, o en el caso de uno de los candidatos será impulsada directamente, si es que logra el consenso social suficiente. Ningún sistema es perfecto, pero tampoco ningún sistema debería ser inmóvil, y los sistemas de salud deben ser capaces de responder a las expectativas cambiantes de las sociedades. Son las personas las dueñas del sistema, y son ellas el centro de las políticas en salud. Hacerlo democráticamente requiere un plan de transición y concertar, o las consecuencias serían catastróficas como en la reciente fallida reforma mexicana.
Varios sectores de la sociedad temen un cambio. En varios puntos estas dudas son racionales, pues no se puede perder el aprendizaje de décadas, pero también hay otras que solo temen ver afectados sus propios intereses, cuando el único interés supremo del sistema debe ser el derecho a la salud. No tengo ya espacio para hablar de esa reforma, pero reducir las inaceptables inequidades en salud (rural versus urbana, entre regímenes, entre clases sociales) debe ser su prioridad.
*Investigador, Bloomberg School of Public Health, Johns Hopkins University.
**Ex director de Epidemiología y Demografía del Ministerio de Salud.
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